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15 junio 2022

Capítulo 165  El retorno 


Tiempo aproximado de lectura: 60 minutos


La mujer que yo quiero no necesita

bañarse cada noche en agua bendita.

(Joan Manuel Serrat)


I El retorno


—Te esperaba ayer. 

Ángel se ha levantado a recibirme; dejo el bolso en un sillón y camino decidida a su encuentro. Entiendo el reproche, tenía que haber aparecido por el gabinete aunque fuera unas horas. Le compenso con un beso largo e intenso que no desaprovecha; en un abrir y cerrar de ojos tengo la blusa abierta, los hombros desnudos, el sujetador suelto y me devora las tetas como si le fuera la vida en ello. Qué cabrón, cómo sabe ganarme. Nos desfogamos un rato y le paro antes de que vayamos a más. 

—Un día de estos nos van a pillar. —le advierto mientras arreglo el desorden—. Venga, guárdate eso.

—Hazlo tú. Vamos, cógela. Eso es. Jo… der.

—¿Te hago daño? No lo parece.

—Yo sí que te voy a hacer daño como se te ocurra parar. No, sigue con lo que estabas haciendo.

—¿Esto?

—S…sí, eso. Ahí, no pares.

No tendría que hacerle caso, pero me gusta, no lo puedo evitar. Me gusta tener una buena polla en la mano y ver la expresión de agonía del hombre al que tengo amarrado. Me gusta el calor que desprende, me gusta apretar flojito y sentir cómo gana en dureza y crece, crece; me gusta mojarme los dedos, la palma, toda. No quiero que se corra, le daré un poco más y después pelearé con los faldones de la camisa, con la bragueta y el slip, porque Ángel es de slip; pero ahora, qué delicia.

—Como entre alguien…

—Aquí no entra nadie sin permiso, ya lo sabes.

—¿Ni siquiera Andrés?

—Si se le ocurre entrar y te encuentra a medio vestir con mi polla en la mano, te aseguro yo que se une a la fiesta.

—Qué dices. No lo conoces.

—Será tu mentor y todo eso, pero se le van los ojos detrás de tu culo. Que sí, te lo digo yo, estás demasiado buena y no deja de ser un tío. 

—No me lo creo.

— Haz la prueba: La próxima vez que estés con él imagínatelo cascándosela en tu honor.

—Qué bobada.

—¿Tú crees? Esa expresión paternalista con que te mira cambiará de sentido si lo imaginas meneándosela delante de ti, haz la prueba.

—No lo voy a hacer, olvídate.

—Nena, tienes el mejor culo de todo el gabinete, Andrés no es el único que pierde los ojos detrás de tu trasero.

—¿Estás de coña? ¿Ahora te dedicas a vigilar quién me mira el culo?

—No hace falta. Un día salgo del despacho y veo a, no te diré a quién, embobado mirándote el culo mientras te alejas. Carraspeo y lo pongo en una situación incómoda. Tengo dos opciones: soy un socio director, puedo lanzarle una mirada de disgusto y seguir mi camino dejándole en una muy mala posición o —lo que más me conviene— levantar las cejas, echarle una miradita a tu trasero, sonreír y soltar, ¡uf!

—Pierdes mucho cuando te pones en plan cerdo.

—Supéralo. Tú y yo somos unos cerdos, ¿o ya no te acuerdas de cuando te dejaste empalar por una transexual y jadeabas pidiéndole más?

—Qué cabrón eres.

—No te rías. ¿La echas de menos?

—¿A Talita? Me apetece mucho, pero no mientras esté por medio Sara.

—No te preocupes, tu fotógrafa tiene los días contados.

—No es mi fotógrafa. ¿Qué pasa, ya se ha cansado de ella?

—No es rival para ti. Que conste que yo no te lo he dicho: Claudia le está buscando una salida digna. Estate preparada, uno de estos días te va a llamar.

—¿Y qué debo hacer, saltar como un perrito y lamerle los pies a tu mujer?

—Tú sabes de sobra lo que le vas a lamer en cuanto te llame.

—¡Calla! Serás guarro…

—Yo seré el guarro aunque tú no hayas dejado de meneármela desde que has llegado.

—¡Idiota! Eres tú, que con tanto palique me has distraído. Ahí la tienes, apáñatelas.

—Ahora, que me la has puesto como una estaca. Anda, sé buena y termina.

—Lo que faltaba, que me pillaran de rodillas con la boca llena. Hasta luego.

—Espera. ¿Qué pasó ayer? Me dejaste colgado.

—No me encontraba bien; supongo que fue la cena, o las copas. Estuvimos despidiéndonos hasta las tantas, apenas dormí y luego el vuelo, con el estómago revuelto se me hizo eterno.

—Bueno, estás mejor, ¿no? Te cuento, a la una tenemos cita en Industria.

Apenas le atiendo, vuelve esa sensación de vacío en el estómago que me ha impedido desayunar con normalidad; debió de sentarme mal lo que tomamos en la cena, tengo que preguntarle a Mario si a él también le ha pasado.

—¿Me estás escuchando?

—Sí, claro.

—A las doce te recojo. ¿Sabes que te has portado como una auténtica calientapollas?

—Ahora que lo dices… sí, te doy la razón. ¡Hasta luego!

Me divierte jugar con el deseo de Ángel, somos tal para cual. Ya en mi despacho ordeno papeles y reviso el correo, no tengo cabeza para más. Antes de salir hago una llamada que no puedo demorar.

—Buenos días, Ángela, soy Carmen Rojas, quería cita con el doctor Vallejo …. Gracias …. Sí, dime …. ¿No hay un hueco antes? …. Por favor, dile que me llame en cuanto pueda …. No, no me des la cita; o sí, dámela, gracias.

…..

La reunión en el ministerio ha sido breve, se ha limitado a presentar a la nueva directora de relaciones institucionales del gabinete; hay buena sintonía entre ellos, nos va a beneficiar. El funcionario, un alto cargo de libre designación del ministro, ha prometido tenerme en cuenta para un próximo proyecto del que no da pista alguna y sentencia la reunión en quince minutos. Ángel intenta invitarme a comer con sobremesa en el piso que ya hemos usado alguna vez y desiste a la segunda negativa. Estábamos despidiéndonos cuando ha irrumpido el teléfono, es Ramiro.

—Me ha dicho Ángela que querías hablar conmigo, cuéntame.

—Verás, necesito una revisión y no me da cita hasta dentro de quince días, hazme un hueco.

—¿Tan urgente es?

—Si no lo fuera no te lo estaría pidiendo.

—Está bien, acércate a la consulta sobre las ocho.

—¿Andas de médicos?

No quiero darle importancia, es mejor saciar la curiosidad de Ángel de una vez.

—Mi ginecólogo. Me da cita en dos semanas y como es amigo de toda la vida he abusado de la confianza.

—¿Algo serio?

—Un chequeo de rutina, tenía que ponerme trágica para que me haga caso.

—Qué bruja eres.

—¿Me vas a decir a quién pillaste mirándome el culo?

—¿Te preocupa?

—Venga, no te hagas de rogar.

—Si nos vamos a comer te lo cuento después, en la cama.

—Vete a la mierda.


II La suerte está echada

Diez minutos antes de la hora, puntual como es mi costumbre, atravieso el portal de la consulta; me recibe Ramiro, Ángela se habrá marchado hace tiempo. Vamos a su despacho. La recepción silenciosa, en penumbra, y la sala de espera a oscuras me provocan una sensación inusual, de estar en otro lugar. 

—Cuéntame, qué te pasa.

—Te vas a enfadar, he mantenido relaciones de riesgo con una persona. En realidad con dos.

—¿Es que no vas a aprender nunca? ¿Para qué están los preservativos? Parece mentira, Carmen.

—No me regañes. Se nos fue de las manos, estuvimos haciéndolo con condón; de repente, no sé qué pasó que…

—No me lo cuentes.

—Espera: la otra persona es una mujer, si estoy limpia perfecto; en el caso de que, ya sabes, tendría que hablar con Mario porque tiene relaciones con ella.

—Joder.

—Es una prostituta sevillana.

—¡Joder, Carmen, qué coño estáis haciendo!

—Ya te lo contaré, ahora necesito saber cómo estoy.

Me voy más serena de lo que esperaba, la suerte está echada, de nada vale lamentarse, solo queda esperar los resultados.


III Voy a volver

—Vamos, tenemos que dormir, me traen a la niña temprano, y tú tendrás que trabajar, digo yo.

Protesta subida a horcajadas, balanceando la cintura para hacer notar la presión en mi verga a punto de estallar. Me acaricia el pecho con las dos manos —quién sabe si para sostenerse, porque su mirada dice que apenas le quedan fuerzas—, las mías viajan por su cuerpo; de los muslos, que me mantienen sujeto, a las caderas; de la cintura a los pechos provocando suspiros profundos que avivan el martirio de su gruta cálida en mi sexo. El cabello negro cae cuando es incapaz de aguantar la cabeza erguida, y entonces dudo sobre la identidad de la mujer que cabalga, ¿es ella o es la otra? Son las dos fundidas en una.

—Venga, córrete de una puta vez o me levanto.

—Como se te ocurra hacer eso te estrangulo.

—No serías el primero.

No consigo leer en su rostro si detrás de la ironía esconde dolor, no concibo lo que ha podido vivir, solo imagino y acelero, me agarro a su lomo y chocamos con furia hasta sacar el último aliento.

…..

—¿Cuándo te vas? 

—Pasado mañana, pero…

—Ya, ya.

—Escucha, voy a volver, tenemos proyectos a largo plazo; no voy a desaparecer, no podría.

—No prometas nada que no estés seguro de poder cumplir; además, no me debes nada.

—Candela, no lo entiendes, tú eres…

—Para, no sigas por ahí.

….

Despierto a su lado, cada vez me gusta más despertar en su cama, ella vigila mi sueño, sonrío y reacciona como si le escociese. Voy a volver, no insisto, voy a volver, los hechos se lo confirmarán.

Preparo café, le han entrado las prisas, ¿por qué, si Patri hace buenas migas conmigo? Me gustaría cogerla en brazos antes de irme, hacerle cosquillas, oírla reír. Candela quiere que me vaya. No me molesta, lo comprendo. Antes de que sea tarde tengo que resolver una duda. 

—Parece que os hicisteis muy amigas, ¿qué tal os fue el domingo?

—¿No te contó nada?

—Sé lo de ese cliente tuyo, cómo se llama…

—Paco.

—Ese. Me lo contó con pelos y señales; estaba un poco desubicada por el hotel, ¿por qué lo hiciste?

—Quise ponerla a prueba, pensé que saldría huyendo, pero tiene cojones tu mujer. Estuvimos hablando de todo, me contó lo del verano pasado y algunas otras cosas. 

—Como qué.

—Lo que le hiciste.

—¿Y se puede saber qué le hice?

—Mejor lo dejamos, te estás mosqueando.

—No me estoy mosqueando, es que quiero saber qué te ha contado para poder darte mi versión.

—No hace falta, déjalo.

—Hace falta. No quiero que te quedes con la idea de que soy un manipulador egoísta que le ha destrozado la vida.

—¿No lo eres? Perdona, perdona. ¿Ves? es mejor que no siga. Deja eso, ya lo hago yo, vístete. —No hago caso y continúo haciendo la cama con ella.

—Al contrario, te aprecio lo suficiente como para querer aclarar la opinión que te hayas hecho de mí. 

—Ya tengo una opinión de ti. Carmen no te ha puesto como el único culpable, se considera tan responsable como tú de las cagadas que habéis hecho, como marear al chaval al que le dijisteis que erais amantes.

—Tampoco te pienses que es un chaval, es un psicólogo de Cordoba, un tío hecho y derecho y es cierto, jugamos con él, se nos fue de las manos y cuando nos dimos cuenta cortamos de raíz.

—Según ella lo volvisteis a ver y terminaron acostándose delante de ti.

—¿Te ha dicho que la obligué?

—No tanto. ¿Y lo del ascenso? ¿te sientes orgulloso de haberla empujado a entrar en el juego de su jefe?

—En absoluto, esa es una de las cosas de las que más me arrepiento, estaba ciego, como loco y además supuso que se volcara en Carlos; Carlos, el colega de Cordoba.

—Lo que te vino de perlas para convencerla de que se acostara con él, a que sí.

—Puede.

—Me contó que te liaste con una tía en el momento más inoportuno, justo cuando rompió con ese chico, y que se sintió sola, incluso agredida por ti, no quiso entrar en detalles pero tengo vivido lo suficiente como para imaginármelo.

—No sabes de lo que hablas, sería incapaz de hacerle daño.

—No es lo que piensa. Como lo que sintió cuando la insultaste después del trío con el italiano, y que se marchó de casa porque temió que pudierais acabar mal.

—¿Peor de cómo acabamos?

—Eso no lo sé, dice que te cargaste todos lo intentos de reconciliación que hizo.

—Es cierto, lo que no sé si te ha contado es que mientras tanto se fue a vivir con su amante y se folló a todo bicho viviente, fuera hombre o mujer.

—No te había visto nunca cabreado, no sé si me gusta, será mejor dejarlo.

—Perdona, ya me tranquilizo. Continúa, por favor.

—No, tienes razón, no tengo ningún derecho a hacer esto.

—Por favor.

—No te echa la culpa de todo, se considera tan culpable como tú, sobre todo de esa etapa; lo que no consigo entender es por qué jodiste con la mierda de la droga lo que estuvisteis haciendo en Semana Santa.

—Me he arrepentido mil veces, no sé si te ha contado por qué lo propuse. Estábamos agotados, se nos acababa el tiempo y pensé que nos ayudaría a aguantar más horas despiertos. Fue un equivocación

—Que te llevó a machacarla.

—Sí, ya lo sé.

—Y a eso que llamaste terapia de puta y que, según yo lo veo, fue una tortura sádica.

—Estábamos bajo el efecto de la coca, a ninguno de los dos nos pareció una tortura, al menos entonces.

—¿Tú crees? Pues tiene toda la pinta de una violación, o un lavado de cerebro. Ya, no me lo digas, yo no entiendo una mierda de esas cosas. 

—No iba a decir eso. Tienes razón, la manipulé. Y la violé hasta que le quebré la mente, ¿crees que no lo sé? De ahí nace su motivación para ejercer la prostitución, no solo de ahí.

—Ya lo sé, me contó lo de esa pesadilla infantil a la que le anda dando vueltas. Está mal, Mario, Carmen está mal, no sé si eres consciente.

—¿Por qué lo dices?, ¿qué has visto?

—A mí Diego no me ha puesto la mano encima nunca, antes le pateo los huevos, aunque me eche del Penta; hay cosas por las que no voy a pasar nunca, y tú mujer… No sé, tendrías que hablar con ella.

—Me lo ha contado, Carmen me lo cuenta todo.

—¿Y qué piensas hacer? Perdona, me estoy metiendo donde no me llaman.

—Es tu amiga y te importa, pero su situación es más compleja, es…

—Ya, me estás diciendo que no me meta.

—No, Candela, te estoy diciendo que necesita tratamiento antes de poder afrontarlo.

—¿Y vas a ser tú quien se lo des?¿otra terapia de puta? No te la mereces.

—Me equivoqué y lo estamos pagando. Y por supuesto que no la merezco.

—Tendría que meterme la lengua en el culo.

—No digas eso, quiero que seas sincera.

—Anda, vete.


IV Pregúntale a Carmen

—¿Quieres que sea sincera?, no creí que volvieras a llamarme.

—No me extraña, te he dejado colgada demasiadas veces. A pesar de todo aquí estamos.

—Despidiéndonos.

—No exactamente, luego te lo cuento, ahora vamos a ver la carta, ¿habías estado aquí antes?

La distraje eligiendo entre la variada oferta que nos ofrecía uno de los recién inaugurados restaurantes temáticos de Sevilla, no quería adelantarle los planes que tenía para nosotros, dejaría que el buen comer y el alcohol derribasen las barreras que, estaba seguro, me iba a encontrar. No pensaba volver a perder la oportunidad que el destino —eso en lo que no creo— me brindaba. ¿Por qué todo estaba yendo tan bien?¿por qué me había perdonado tanto desplante? ¿Acaso merezco que una mujer como Elena olvide y me acepte tal cual soy? ¿Lo merezco?

Abandonamos el local con un propósito claro: la noche no había terminado. Me dejé llevar sin que mediara una palabra, sobraban las palabras. En una escalinata mal iluminada la detuve para besarla como si me faltase el aire y solo su boca fuera capaz de devolverme el aliento. Su cuerpo en mis manos se volvió más primitivo, más carnal y salimos de aquel beso con la urgencia de llegar cuanto antes a su casa, su lecho. El portal vivió un combate empeñados en ganar y ser vencidos; subimos a trompicones y llegamos de alguna manera a la alcoba donde nos arrancamos la ropa como nunca habíamos hecho, caímos entrelazados, ¿cómo no me había dado cuenta hasta ahora? Su cuerpo sabía a novedad, los gestos, todo era una sorpresa. Elena es rotunda, su cuerpo forma curvas sensuales a las que había prestado poca atención. Qué ciego había estado. Me volqué en vivirla como no lo había hecho antes y le hice sonreír como no la había visto hacerlo antes mientras nos entregábamos al deseo; yo, pensando en otra; ella, buscándome. ¿Sonreía creyendo haberme encontrado al fin?

…..

—No sabes nada de mi trayectoria profesional, ¿por qué haces esto?

—Porque voy a necesitar alguien de confianza aquí y quien mejor que tú. 

—No es suficiente, los compañeros de la junta te pueden dar nombres, no te sería difícil hallar la persona adecuada.

—¿Es que no te interesa? Aún no he hablado de las condiciones económicas.

—No sé si me interesa. Quiero ser valorada por mi historial y creo que estás teniendo en cuenta otros factores.

—Mira, Elena; cuando pongo el ojo en una persona procuro informarme bien antes de dar el paso, ¿crees que no he escarbado en tu currículo? Lo sé todo desde que te licenciaste, y sí, un factor de peso es que confío en ti.

—¿Nada más?

—No quiero pensar lo que hay detrás de esa pregunta. 

—No dramatices. ¿Te imaginas cómo sería nuestra relación profesional si cada vez que vuelvas a Sevilla para hacer seguimiento de los proyectos acabamos en tu hotel o en mi casa? Y si los desacuerdos nos los llevásemos a la cama, ¿sentiría que te habría convencido o te habría seducido?

—Haz una cosa, pregúntale a Carmen, ahora tenéis la suficiente confianza como para que le plantees esta duda, ella no te va a engañar.

—¿Sabe que me ibas a proponer esto? No, ya veo, ha sido una idea de última hora.

—En absoluto, te he dicho que he estado informándome.

—Ya te diré algo, ahora olvídate. —Propuso, dejó la taza y se deshizo de la bata. La cogí por las caderas y la hice sentarse a horcajadas sobre mis piernas. Qué mujer.

—¿Aquí o en la cama?

Me rodea con los brazos y me sumerge entre sus pechos. Se mueve para encontrar el camino, tantea un par de veces y se clava. El aliento en mi sien, el vaivén de los pechos en mi rostro, el traqueteo de la silla que nos sostiene, el sudor compartido, los gemidos, el roce del cabello en mi cara, el vientre pegado a mi cuerpo, mis manos leyendo la piel de la espalda, buscando su culo. Explota, tiembla, ríe, me dejo llevar, la inundo.

—Ahora sí, vamos a la cama.


V Dime adiós 

«No puedo irme así, necesito intentarlo, si no lo hago me arrepentiré toda la vida.»

Estos pensamientos me acosaban desde que abandoné el hotel y puse rumbo a la autovía, diez minutos de tráfico denso y ya estaba en carretera. En el último momento di un volantazo y tomé la salida al área de servicio que estaba a punto de pasar de largo; aparqué cerca de la cafetería, paré el motor y salí del auto. 

—Mario, ¿qué quieres?

—Despedirme, vuelvo a casa.

—Te deseo lo mejor, lo digo de corazón.

—Quiero verte, tómate un café conmigo.

—No puede ser, es mejor que lo dejemos así.

—¿Mejor para quien? Dime que no quieres verme.

—No es eso.

—¿Te arrepientes de lo que pasó?

—En parte. Nos equivocamos; a lo mejor fui yo la que te hizo creer…

—No sigas por ahí, Maca, sabes muy bien lo que sientes y lo que buscas. Eres una mujer lo suficientemente fuerte como para tomar tus propias decisiones.

—Tengo responsabilidades, un hijo, un marido que no se merece…. 

—Un marido que estuvo de acuerdo en jugar el juego al que tú y yo lo invitamos. 

—No insistas, por favor, no puedo.

—Solo te pido diez minutos, un café, diez minutos para despedirnos, Maca.

—Tengo que dejarte. Adiós, Mario.


VI Adaptación

Mario regresó el jueves y con su vuelta iniciamos el camino a la normalidad. Había perdido la costumbre de encontrarlo en la cocina o revolviendo en el armario del dormitorio y tuve una sensación incómoda que desterré en cuanto fui consciente de lo que pasaba: me había amoldado a vivir sola. Despertar abrazados, compartir el baño, desayunar juntos me ayudó a recuperar hábitos con cierta facilidad.

El sábado partimos temprano a la sierra, nos merecíamos pasar el fin de semana tranquilos. Lo primero que vimos al enfilar la calle fue el enorme cartel de una inmobiliaria en la fachada de los vecinos.

—¿Has visto eso?

No respondí y no insistió; ya estábamos en la puerta, accionó el mando, mis ojos no se apartaban del cartel de «Se vende», no podía seguir ignorando la pregunta.

—Qué raro.

Iba a añadir algo. Por la derecha se acercaban unos vecinos con los que mantenemos una relativa amistad, son de los que, como Mario, llevan media vida allí y se consideran ciudadanos de pleno derecho más que residentes de segunda vivienda; llegaban con la sonrisa puesta, lo que vaticinaba bienvenida y charla. Mario echó el freno de mano, yo bajé la ventanilla y compuse una sonrisa a tono.

—Pero bueno, que caro os vendéis.

Había que bajar y saludar; salimos y comenzó la ronda de besos, apretones de manos y explicaciones: Sevilla, el trabajo… esas cosas que nos tuvieron alejados del pueblo.

—Al menos tú te has dejado caer por aquí alguna vez.

Lo estaba esperando, Mónica no es de las que desaprovechan una ocasión. En un instante supe que “el asunto” no estaba olvidado y que nuestra presencia en el pueblo lo avivaría.

—Se refiere al lío que se montó cuando vine con Gabi. —le dije a Mario; usé un apelativo que le daba un aire familiar a nuestra relación, algo que le hiciera pensar que Gabriel no era un intruso en nuestra pareja. Mario la cazó al vuelo, respondió:

—Sí, vaya locura, ¿no?, esos periodistas de la prensa rosa son unos impresentables.

—Mira qué inventarse que estabais… 

—Liados —terminé yo lo que ella dejó en el aire—. Lo que no sé es cómo se enteraron.

Mónica y su marido amagaron un guiño mirando hacia el chalet de al lado.

—Por cierto, ¿Habéis visto quien nos deja?

—Vaya sorpresa.

—Sorpresa la que se llevó Laura. Le cayó una inspección de Hacienda y le sacaron hasta el último pufo. —Se acercó y bajó la voz—. Ha tenido que hipotecar la casa de Madrid y no le ha quedado otra salida que vender esta para poder hacer frente a la multa.

—Hay que ser muy escrupuloso con Hacienda —dijo Mario—, bastantes problemas hay a diario como para arriesgarte a algo así que te puede hundir el esfuerzo de años.

—Y que lo digas. Está destrozada y a Manolo, si lo ves, no lo conoces; no saben cómo van a poder salir adelante.

Si esperaba que le diera pie para seguir contando el calvario de la mujer que me había vendido se quedó con las ganas; tras un silencio que no supo manejar compuso una atropellada despedida y por fin pudimos entrar en casa. Tenía la impresión de que se nos había estropeado el fin de semana. Mario se dio cuenta.

—¿Qué te pasa?

—Creí que ya se habría olvidado.

—Y así será, no vayas a pensar que la gente lo va a seguir recordando, esto ha sido cosa de Mónica.

Trataba de quitarle importancia, lo conozco, estaba tan preocupado como yo y después de un largo silencio en el que nos enfrascamos mientras guardamos el equipaje decidí hablarlo.

—¿Estás pensando lo mismo que yo?

—No lo sé, tú me dirás. De un día para otro desaparece la revista que iba a seguir publicando fotos vuestras y ahora resulta que se le revienta la vida a la persona que os estaba jodiendo. No puede ser casualidad.

—¿Y qué otra cosa puede ser? Deja de pensar cosas raras, me preocupa el ambiente que nos podamos encontrar en el pueblo, nada más —mentí, no quería reconocer que yo también veía la relación entre ambos sucesos.

—¿No te dijo Gabriel que iba a hacer algo?

—Y lo hizo, paró la publicación, pero de ahí a lo que insinúas… ni siquiera la conoce. Además, ¿qué gana con hacerle daño?

—Venganza.

—Gabriel no es así.

—Tú qué sabes, no creo que lo conozcas tanto. A veces pecas de ingenua.

—Voy a llamarlo y lo aclaramos.

Salí al jardín seguida por Mario, me incomodaba tenerlo escuchando.

—Gabriel.

—Carmen, no te esperaba, ¿Cómo estás?

—Bien, ¿te cojo en mal momento?

—Bueno, sí… estoy entrando en…. en una conferencia.

—No importa, ya hablamos.

—Te puedo llamar luego, ¿sobre las cuatro te viene bien?

—Cuando quieras.

—Carmen, lo siento, me apetece mucho hablar contigo.

Colgué con la intuición de que me había esquivado. ¿Sería cierto? Lo averiguaría si en verdad me devolvía la llamada. Terminamos de colocar la casa en un incómodo silencio salpicado por frases forzadas que no llegaban a cuajar y nos obligamos a mantener el plan establecido: Mario se había encargado de reservar mesa, hacia un día espléndido, algunas nubes ayudaban a mitigar el calor. Estaba inquieta aunque trataba de no mostrarlo. Oculta tras unas gafas de sol llegamos a la plaza. Mi tocaya terminaba de tomar nota en una mesa y se acercó a recibirnos.

—Dichosos los ojos.

—Ya teníamos ganas de volver por aquí, me han tenido secuestrado en Sevilla.

—Ya será menos, sinvergüenza, que Sevilla no es ningún convento. Venid conmigo.

Nos acompañó a nuestra mesa, la terraza estaba a rebosar y observé alguna mirada, tampoco tenía nada de particular. «Deja de obsesionarte», me dije a mí misma. Tomamos asiento y escuchamos la oferta que Carmen nos recitó. Sí, nos estaban mirando, me miraban a mí y dejé de escuchar.

—Lo que quieras. —respondí a Mario sin saber qué me había dicho.

—A ver, ¿qué te apetece?

—Algo ligero, no tengo el estómago bien.

—¿Todavía sigues así?

Tomé una ensalada y casi no probé el segundo. Mario se había dado cuenta, como yo, de la atención que mi presencia provocaba. Trató de distraerme con mil y una ocurrencias y yo se lo agradecí, cómo no hacerlo si se estaba desviviendo por ponérmelo fácil. 

—Creo que no vamos a tomar postre. —le dijo a Carmen cuando terminó de reñirme por dejar los salmonetes en el plato; entonces reaccioné, estaba consintiendo que me acorralara gente que no tenía otra cosa que hacer que leer un panfleto y se creían por ello con derecho a acosarme, gente a la que ni conocía ni me importaba su opinión.

—¿Cómo que no? —le dije—, si te encantan los postres caseros que hace Carmen. Anda, tráele esa tarta de chocolate tan buena y un orujo blanco, y a mí un poleo que ya ves como estoy.

—Por mí no lo hagas. 

—Quiénes son para fastidiarnos un fin de semana, dime. Ya está bien, joder.

Desde ese momento decidí echarme a la espalda la envidia, el aburrimiento y los complejos de la gente que no tenía otra vida que hacer sangre de la mía. Allá ellos sí acuchillándome conseguían salir de su mediocridad.

Volvíamos paseando por la alameda cuando Gabriel cumplió su palabra.

—Hola, Carmen, ya estoy contigo, disculpa que antes no pudiera hablar.

—No te preocupes.

—¿Sabes una cosa? No he dejado de pensar en el fin de semana que pasamos en la sierra; lamento que se truncara todo por esos periodistas.

—De eso quería hablarte. Afortunadamente lo de la revista se pudo parar y te lo agradezco, aunque las consecuencias las sigo pagando. Hoy ha sucedido algo extraño que no sé si tiene que ver con aquello y necesito confirmarlo contigo. Precisamente estoy en la sierra y al llegar he visto que la casa desde la que nos hicieron las fotos está en venta. No sé si te dije que mi vecina, la que te interrogó, ¿te acuerdas?, es la directora de la agencia que hizo la exclusiva. Esto es un pueblo y todo se sabe; me han contado que Hacienda le ha hecho una inspección a fondo y le ha puesto una sanción inasumible porque tenía bastantes irregularidades; bueno, el caso es que está al borde de la quiebra. A mí esto me suena a maniobra, ¿me entiendes?, a venganza.

—¿Por qué me lo cuentas, qué tratas de decirme?

—No lo sé, Gabriel, no entiendo nada, no me parece que sea casual, ni esto ni el cierre de la revista.

—Hay que tener muchos contactos y muchas ganas de hacer daño para meterse en algo tan retorcido.

—O la intención de dar un escarmiento para que no se vuelvan a cruzar en tu vida.

—También podría interpretarse así.

—¿Eso es todo lo que me vas a decir?

—En realidad yo no he dicho nada, lo has dicho todo tú.

—¿Carmen, sigues ahí?

Me había abstraído tratando de darle sentido a un diálogo nada fácil de interpretar. Decidí abandonar.

—Una cosa más: Tienes unas fotos mías que quiero recuperar, espero que a eso sí me respondas.

—Yo diría que te he respondido a todo; si quieres, el día que nos veamos seguimos hablando; podemos quedar en el estudio y las recoges. 

Colgué con la sensación de no haber sabido manejar la conversación, ¿qué había obtenido en concreto? Nada, salvo la promesa de recuperar unas fotos que jamás debieron haberse hecho. 

Pasamos el resto del fin de semana simulando una normalidad que estaba lejos de ser real. Tomé algunas precauciones como correr las cortinas o ducharme con la ventana cerrada y descarté otras. El domingo tomé el primer café del día en el jardín en bragas y camiseta, pero no estaba tranquila y subí a ponerme un pantalón. Salimos a mediodía; me puse sujetador con un vestido de tirantes después de haber descartado otro, precioso en tonos naranja, de escote en pico regalo de Mario. Me estaban derrotando. Lo volví a descolgar de la percha y el sujetador quedó sobre la cama, testigo mudo de mi lucha. No nos escondimos y aprendí a soportar la mediocridad. Es en esas situaciones cuando descubres la calidad de las personas que te rodean; algunas, las que menos te esperas, pueden sorprenderte; otras te defraudan. Por eso las crisis aportan el beneficio de airear y limpiar lo que lleva demasiado tiempo estancado y sobrentendido.


VII No estás solo

A comienzos de semana recibí una llamada de un número desconocido. Enseguida reconocí la voz.

—Piera, sei tu?

— ¿Cómo estás?

—Sorprendida, no te esperaba.

—No me extraña, ha pasado tanto tiempo. Supongo que no lo sabes, me ofrecieron una oportunidad en Barcelona y no lo dudé.

—No te habrá costado adaptarte, es una ciudad muy acogedora.

Apenas la escuchaba, quería que dejásemos de divagar y me contase algo sobre Domi; porque sin duda ese era el motivo por el que estábamos hilando una conversación que ya me sacaba de quicio.

—Te llamo por Doménico, necesita unos documentos con urgencia y me ha pedido que viniera a recogerlos; dice que tienes llaves de su casa.

No sé bien lo que sentí, si tristeza, despecho o pena, una inmensa pena.

—Hoy va a ser imposible. Te las puedo dar mañana.

—No hay prisa, voy a estar unos días aquí.

Quedamos en vernos al día siguiente en una cafetería de la Plaza de Colón, cuanto antes acabara con esto mejor. Me dolía la cabeza. 

La identifiqué al instante, llevaba el pelo diferente, estaba más delgada, aún así era la misma Piera que me sedujo. Los recuerdos se agolparon a medida que me acercaba.

—¡Oh, Carmen!

Nos abrazamos y dejé atrás los reproches que en realidad no iban dirigidos a ella. Nos sentamos y nos pusimos al día, yo improvisé una falsa realidad, pero es tan difícil mentir cuando las emociones están a flor de piel que Piera no indagó.

—Toma, antes de que me olvide.

Revolví en el bolso y me separé del juego de llaves que formaba parte de mis recuerdos. 

—No entiendo por qué te ha hecho venir teniéndome aquí.

¿Soné a mujer despechada? Tal vez, porque Piera quedó consternada.

—Entiéndeme, lo digo por ti, a mí ya me da igual.

—¿No te lo ha contado, verdad?

—¿Contarme, qué?

Por la forma en que empezó a hablar me preparé para lo peor. Debo de ser una mala persona porque cuando desveló que se trataba de la madre de Domi sentí un profundo alivio antes de pedirle detalles de su estado y preocuparme por él.

—Sigue muy grave, creen que es difícil que se recupere; de todas formas apenas hablamos, no sale de la clínica. 

—¿Cómo está?

—No sabría decirte, está encerrado en sí mismo.

Ahora entendía su ausencia, debía de estar roto de dolor. Me sentía mal por los reproches que le guardaba. Tenía un nudo en la garganta que me impedía respirar. Domi, Domi, ¿por qué no había acudido a mí para compartir su pena?

No podía aparecer por el gabinete en ese estado, entré en una cafetería y escogí un rincón apartado. Sin dudarlo comencé a teclear:

«No estás solo»

Lo demás, que lo amaba, que era suya, lo sabía y no tenía la seguridad de quién podría leer el mensaje. Lo envié. Respiré hondo, me había quitado un peso de encima y lo sustituía por una gran preocupación. Mi amor sufría. Tenía la certeza de que respondería. A punto de salir a comer recibí una llamada y antes de mirarlo supe que era él.

—Mío caro!

—Amore!

Me dejé caer contra la puerta del despacho, no podía permitir que nadie me viese llorar. Amor, amor, ¿cómo estás, por qué no me lo has contado?

—Los primeros días fueron tremendos, no nos aseguraban que fuera a salir del coma. Además, con todo lo que tienes, no quise complicarte la vida.

—Cariño, quiero estar a tu lado, lo nuestro no es un juego. Mañana cojo un avión y estoy contigo.

—No, amore; no podríamos estar juntos. ¿Y tu vida, y Mario?, no hagas una locura. Lo siento, tenía que habértelo contado.

Aquello no hizo sino aumentar la sensación de separación porque, si bien lo había recuperado, me pedía paciencia, ahora toda su energía estaba volcada en un objetivo que sabía perdido. No nos quedaba otra opción que esperar un desenlace sin fecha. 

Piera se despidió y las llaves volvieron a mi poder. El contacto se había restablecido y procuré ser el refugio en el que descansaba cada vez que tenía un momento. Por las noches, cuando velaba a su madre, pasábamos largas horas hablando de nosotros, del futuro, de amor.

Su madre murió el diez de agosto, me enteré por Piera porque no volví a saber nada de él hasta un mes después, cuando regresó.


VIII Frío

Tengo frío, no he dejado de sentir frío desde que recibí la llamada de Ángela. Ramiro quiere que verme en consulta, sin cita. Y el frío se ha instalado en mi cuerpo como un virus del que no soy capaz de librarme. 

Sabía que esto podía ocurrir; he vivido sorteando el riesgo, esquivando dardos envenenados, era cuestión de tiempo que alguno me alcanzara. Está pasando y no lo acabo de creer, siento que estoy inmersa en una pesadilla. Tengo frío y una especie de aplastante fatalismo me mantiene insensible. Lo prefiero, no soporto la idea de dejarme arrastrar por el pánico. 

He llegado, ¿por qué no cruzo el portal? Sé lo que significa, me aferro a la vida que está a punto de acabar para mí. Quiero apurar hasta el último instante de la persona que he sido y ya no volveré a ser.






23 comentarios:

  1. Candela cada vez me cae mejor, Mario tiene un sentimiento de culpa que temo le lleve a tomar decisiones equivocadas, vuelve Domenico, un personaje que a mi personalmente no me dice absolutamente nada.

    Pero que cuide así de su madre le hace ganar puntos, por último el ultimo párrafo titulado frío me a dejado muy preocupado, espero que solo sea un susto, Carmen no se merece que le pase nada malo.

    Gracias por publicar Mario, un abrazo muy fuerte para Carmen y para ti.

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  2. Sigo pensando que Carmen y Mario deberían sentarse y hablar sin usar técnicas psicológicas poco ortodoxas.

    Sentarse y hablar como dos personas quecse aman y quieres resolver esos problemas que no les dejan ser felices del todo.

    Mario en un momento dice que Carmen necesita tratamiento, para mi los dos lo necesitan, lo que ocurrió en esa cabaña, los destrozo a los dos.

    Espero que de verdad puedan hablar, a Mario hay cosas que todavía le escuecen y seguro que a Carmen le pasa lo mismo.

    Deseando leer los comentarios de mis compañeros, estoy seguro que se me a escapado algo seguro.

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  3. La escena entre Ángel y Carmen es de las más fuertes que he leído sin que haga falta meterse en mucho detalle. Morbo, morbo. La imaginación al poder.

    A Mario le cuesta irse, me apuesto lo que sea a que en menos de dos semanas se busca una excusa para volver a Sevilla, está enganchado a Candela y lo peor es que a Carmen no le importa porque ha confesado que se siente cómoda sola en casa. Vaya dos.

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  4. Dandelion

    Lo de la vecina cabrona huele a venganza, El fotógrafo se ha callado como un zorro, quiere atraerla al estudio y allí liarla otra vez. No creo que le saque la verdad pero que acaban en la cama y haciéndose más fotos está cantado.

    No me conocéis, es la primera vez que participo aquí y en todorelatos nunca quise hacerlo, no me gustaba el ambiente.

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  5. No entiendo la fijación con Doménico, ¿qué tiene ese tío que no tengan otros de los que conoce? Además no creo que vaya a llevar bien la nueva vida de Carmen.

    Estoy convencido de que es un susto, no puede estar infectada de vih con lo que ya sabemos de su vida actual, voto por un embarazo.

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  6. A mi personalmente no me gustan ninguno de los hombres que aparecen en este relato Dosoctavas.

    No me siento identificado con ninguno siendo hombre, espero que tengas razón, aunque lo del embarazo también puede complicar las cosas.

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  7. Lo primero agradecer esta pequeña joya a Mario.
    Hemos tenido de todo, visita al ginecólogo y mal estar de cuerpo de Carmen, y Mario con su retorcida mente nos deja sin desenlace durante unos días uffff.
    Por lo demás despedidas de personajes y reconciliaciones con otros.
    Por lo menos esta vez Mario se despide de todos en Sevilla, en la mayoría deja la posibilidad de encuentros en otros esa posibilidad se cierra aunque Macarena nos puede sorprender.
    Siempre lo he dicho, no me gusta la dupla Claudia, Ángel. Claudia es muy caprichosa y no tiene problema en romper sus juguetes.
    Y la aparición de Domenico me ha gustado. Domenico podemos decir que fue la espoleta que hizo estallar todo. Domenico se enamoró de una Carmen que hace mucho que salto por los aires, por lo que tengo la impresión que ha quedado una buena relación de amistad, pero sin mucho fuego.
    Seguramente quedan muchas cosas atrás, como quien de las amistades de Carmen tiene el poder de hundir la vida a alguien y el buen funcionamiento de radio plaza en los pueblos.

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  8. Yo también creo que se trajo un pastelito en el horno, regalo de su chulos sevillano....ahora entiendo mejor el título del anterior capítulo. No atinada, pero un hijo si que es para toda la vida....aunque lo aporte, es algo que se recuerda toda la vida

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  9. En fin.... chulos por chulo. Atinada por atinaba, aporte por aborte... muchos errores en tan poco texto... mis disculpas

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  10. Antes de apostar por un embarazo yo leería despacio lo que dice Carmen. No dice que tenga nauseas, solo que tiene el estómago revuelto y que no se encuentra bien. Su única preocupación es haber contraído una enfermedad de transmisión sexual, ¿por qué descarta un embarazo? No es una ingenua, yo creo que se le ha tenido que ocurrir, luego los síntomas que tiene no son esos.

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  11. Yo estoy con Lucía, es la misma Carmen quien describe los síntomas y no son los de un embarazo, espero de verdad que todo quede en un susto, pero que su ginecólogo le llame con tanta urgencia no presagia nada bueno.

    De todas maneras Carmen como Mario haberes se dejan llevar y actúan como unos inconscientes.

    Mario no tardes mucho en publicar que me estoy quedando sin uñas.

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  12. ESTANQUE
    Qué importa si está preñada o está infectada. Lo que a mí me parece importante es que esta pareja ha transcendido el Rubicon y van camino de una senda que pocas parejas se atreven a emprender. Ole sus cojones.

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  13. En eso te doy toda la razón ESTANQUE.

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  14. No voy a entrar en la polémica sobre embarazo o sida, creo que en el texto están las claves y Lucía lo ha dejado muy claro.

    A mí lo que me ha dejado muy triste es la confesión de Carmen. Despues de un mes de vivir sola se ha acostumbrado y la llegada de Mario le rompe su mundo. Eso es como para repensar muchas cosas. Unido a la reacción que tiene al escuchar a Doménico pienso que tendría que replantearse que debería cuestionarse el valor de sus emociones.

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  15. ¿Carmen sigue verdaderamente enamorada de Mario?, como bien a comentado Mia, Carmen se a acostumbrado a vivir sin Mario y su vuelta a sido más una pequeña decepción que una alegría.

    Esta es mi opinión, si yo fuera Carmen y sintiera eso respecto a mi pareja, ño hablaría y cada uno por su lado.

    El problema que veo es que la Carmen que conocía Domenico ya no existe, no veo esa pareja viable.

    Espero equivocarme, pero veo una separación de Carmen y Mario en wl futuro, wl esta enganchado a Candela y Carmen a saboreado una vida sin Mario y no le a desagradado en absoluto.

    ¿Que creéis vosotros mis queridoscompañeros?

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  16. El comentario de Carmen diciendo que se ha acostumbrado a vivir sola es normal, a cualquiera le pasaría, es el típico pensamiento que te pasa por la cabeza y no le dices a nadie, yo no le doy más importancia, lo que pasa es que el diario nos cuenta todo, hasta lo que los protagonistas no le dirían a nadie y eso nos puede confundir. ¿Vosotros decís en voz alta todo lo que se os pasa por la cabeza? A qué no.

    Y hablando de pensamientos, el final del capítulo es un pensamiento de Carmen consigo misma y expresa con claridad el miedo que siente ante el giro radical que va a sufrir su vida. Si tuviese la más mínima sospecha de que pudiese estar embarazada lo estaría barajando con tal de apartarse un poco del miedo a estar infectada de sida, eso es lo que la tiene paralizada delante del portal. Al menos es como yo lo interpreto,

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    1. Me ha parecido un comentario concreto y acertado, otra cosas es la realidad de las cosas que poco a poco nos irá desgranado Mario. Pero más que eso, en lo que estamos divagando ahora, lo que me ha impactado ha sido una de las últimas frases de Carmen: "...El contacto se había restablecido y procuré ser el refugio en el que descansaba cada vez que tenía un momento. Por las noches, cuando velaba a su madre, pasábamos largas horas hablando de nosotros, del futuro, de amor."

      La palabra amor me ha provocado un escalofrío difícil de amortiguar. ¿Es eso lo que puede romper con la pareja Carmen/Mario? Quizá ese sea uno elementos que nunca debió desvelar Mario, que ellos seguían juntos, porque de esa forma mató, en parte, uno de los elementos que más engrandecen la lectura del Diario, ir descubriendo lo que los ojos de ambos, vieron y vivieron.

      Un besazo para todos

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  17. Sigo pensando que la pareja de Donenico y Carmen es inviable, podrán follar y todo lo que quieran, pero Domenico jamás le dará lo que le da Mario.

    Mario y Carmen se volverán a separar en el futuro, tengo ese palpito, pero entre ellos hay un hilo invisible que los une y ese hilo es indestructible.

    Angel, Tomás, Domenico, Ramírez, David, Candela ellos irán desapareciendo con wl tiempo de la vida de esta pareja.

    De seguro conoceremos nuevos ligues, pero el denominador común es ese sentimiento que ni el mayor dolor provocado el uno al otro a conseguido romper.

    Yo pregunte si Carmen de verdad amaba a Mario, leyendo vuestras respuestas, he llegado a la conclusión de que si, pero también ama esa nueva vida que se a gobierno ante ella.

    Mario no da puntada sin hilo y tal vez decir que siguen juntos es una forma de distraernos, como he dicho tal vez, el tiempo lo dirá.

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  18. Que interesante se pone el debate, y lo mejor de todo es que el único que sabe lo que va a pasar es Mario que seguro esta disfrutando como los enanos en estos días que se les termina el colegio.
    Con respecto a la visita al ginecólogo es curioso lo tremendos que nos ponemos, y al final quién no nos dice que es una simple infección y el ginecólogo conociendo el ritmo que lleva Carmen y Mario quiere evitar una pandemia mundial.
    La frase de Carmen diciendo que le costó adaptarse a la vuelta de Mario es normal. Además si no recuerdo mal, rapido se acostumbra a la rutina con Mario. Yo esa situación la vivía en casa cada tres meses. Mi padre trabajaba fuera y cada tres meses volvía a casa, las dos primeras semanas era un desconocido y a la cuarta cuando nos adaptamos tenía que volver a trabajar. Por eso no veo tan rara esa frase.
    Y para finalizar la predicción Domenico Carmen o Carmen Domenico, no le veo futuro como pareja ya que la Carmen primeriza e inocente de la que se enamoró o encapricho Domenico no existe, lo que si creo que los dos tendrán una bonita amistad.
    También aviso a los navegantes yo para estas cosas soy un topo y fallo más que una escopeta de feria.

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  19. Dandelion— He vuelto a leerlo y he encontrado una frase tremenda que dice Mario. Está con Candela y le tapa la cara la melena y dice que no puede reconocer si es ella o la otra con la que está follando. Lo tremendo es que la otra es Carmen, la ha pasado a un segundo lugar.

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  20. Los dos están aciendo lo mismo, cada uno a su manera, por eso creo que tal vez se separen en el futuro.

    Mario está enganchado a Candela y a Carmen le vuelve Dominico, seguro que me equivoco, pero esa es la sensación que tengo.

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  21. En todorelatos, mi querida Laura a lanzado una pregunta, a quien elegiría Carmen, a Domenico o a Matio.

    Yo lo tengo claro, Carmen siempre elegirá a Mario por encima de Domenico o de cualquier otro.

    Su marido, el amor de su vida es Mario, los demás los puede querer más o menos, pero ninguno llega al amor que siente por Mario.

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  22. MARIO
    Ayer terminé de depurar el próximo capítulo. En un par de días comienzo a trabajar en el borrador del 167 que, si todo marcha como debe, saldrá a finales de Julio y si no, en Septiembre. En Agosto, como todos los años, desaparezco.

    También estoy preparando un monográfico sobre Sevilla, una especie de resumen comentado de todos los capítulos que, a lo largo de un año, han desarrollado el exilio en esta ciudad desde el punto de vista de ambos (según se refleja en el diario). Me apetecía hacerlo, una especie de reflexión sobre estas semanas tan decisivas. No sé cuándo estará listo, trataré de darle cuerpo durante las vacaciones a ratos perdidos.

    Abrazos,
    Mario

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