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10 octubre 2022


Capítulo 169  Tres es multitud


Tiempo aproximado de lectura: 41 minutos.


(Quince de Agosto, Miércoles)


El quince de Agosto aterrizamos en Jerez; el vuelo fue, como siempre, una tortura que sobrellevé de la mejor manera posible. Muchos años después Mario me confesaría que los intentos por ocultar mi fobia eran infructuosos. Recogimos el equipaje y nos dirigimos a la terminal de Hertz; mientras hacíamos el papeleo llamé a Gerardo.

—¿Ya habéis llegado? ¿Cómo no me has avisado?

—No te preocupes, en cuanto nos den el coche nos ponemos en camino.

—Hubiera enviado a alguien a recogeros, no necesitabais alquilar un auto, te lo dije. Es igual, cuando estéis cerca llámame y os guío.

Así lo hicimos, poco antes de llegar le llamé y nos dio las indicaciones.

La villa era mucho más imponente de lo que las fotos mostraban. Nos detuvimos en la entrada, protegida por un portón, que se abrió en cuanto pulsamos el intercomunicador; conduje a través de una pradera de cuidado césped. En la explanada, frente a la casa, paré el motor. Gerardo esperaba en la puerta junto a su esposa, descendieron los cinco o seis peldaños y nos saludamos; las presentaciones transcurrieron en un ambiente cordial, Mageli, su esposa, mantenía una actitud distante y me observaba con insistencia. Esbelta, de constitución fuerte, a punto de entrar en los cuarenta, con el cabello castaño cortado en media melena. Vestía de sport; sin embargo, iba cargada de pulseras y sortijas, llevaba además unos pendientes de brillantes y un collar de oro blanco. Tanta joyería expuesta resultaba ostentosa.

Recalamos en un porche elevado con vistas a la inmensa piscina y, más allá, el mar. Al fondo, una puerta de salida a un camino a la playa. Nos sentamos en unos amplios sillones de caña, Gerardo trajo refrescos, lo agradecimos porque el calor hacía estragos; conversamos de todo y de nada, poco después una llamada le obligó a ausentarse y sin nadie que mantuviera el diálogo nos quedamos admirando las vistas. 

—Entonces, a ver si me entero —comenzó Mageli de improviso—, tú eres la mano derecha de Tomás. 

—Tanto como eso… soy la responsable de gestionar las relaciones con los clientes.

—Lo que viene siendo una secretaria, digo yo, ¿o haces más cosas?

Gerardo volvió a tiempo de acabar con aquel inesperado interrogatorio.

—Están de vacaciones, cariño, han venido a desconectar.

Reanudamos la charla desenfadada, ella, en cambio, se atrincheró en un silencio plagado de escepticismo; ni yo le gustaba ni ella a mí, marcamos posiciones mientras nuestros maridos, ajenos al duelo, hablaban sobre las posibilidades de la bahía. Poco después nuestro anfitrión propuso dejar que nos acomodáramos y se despidieron; ella, con la misma frialdad; él, con una efusividad fuera de lugar que molestó a su pareja y a mí me resultó violenta.

—¿Qué te han parecido?

—No me gusta —confesé—, desconfía. Nos hemos caído mal desde el primer momento.

—Venga, tampoco será tanto. Él me cae muy bien.

—Más te vale, teniendo en cuenta que se va a cepillar a tu mujer dos veces por semana.

—Qué bruta puedes llegar a ser. A mí no me ha resultado antipática; un poco distante, eso sí.

Pasamos el resto del día aprovisionando la nevera, “piscineando”, probando la cancha de tenis y conociendo los alrededores; al día siguiente bajamos a la playa, comimos en un chiringuito a base de cazón en adobo y por la tarde estuvimos de compras, había visto varias tiendas artesanales con una ropa que me entusiasmó.


(Diecisiete de Agosto, Viernes)

El viernes decidimos movernos, me apetecía ir a Tarifa; además, teníamos a nuestra disposición el Aston Martin, Gerardo había insistido en que lo usáramos, tuve que vencer la resistencia de Mario, lo consideraba fuente de problemas si acaso sufría algún desperfecto por pequeño que fuera, pero a mí me hacía ilusión y terminó por claudicar. Salimos temprano, queríamos aprovechar el día. Tardamos casi una hora en llegar y algo más buscando aparcamiento, lo tuvimos que dejar en una bocacalle de la avenida que baja al puerto y me costó convencerlo, le preocupaba que nos lo robasen; al final conseguí que se olvidara del puñetero auto. Teníamos todo el día por delante y mucho que ver.

Paseamos por la Alameda, picoteamos en un bar del centro y recorrimos las tiendas de artesanía, quería llevar algunos recuerdos a Esther y a mi madre; visitamos los sitios típicos, la muralla, la iglesia de San Mateo, la puerta de Jerez; nos hicimos fotos en el mirador... qué más contar. El recuerdo de Irene me pesaba, Tarifa era parte de nuestros sueños, quién sabe si no estaría haciendo surf no muy lejos; esa idea me produjo deseos de huir y al mismo tiempo ganas de ir a por ella donde quiera que estuviese. La aparté, no iba a estropearnos el día.

Comimos bien, atún rojo de la zona y un excelente vino que apenas probé porque me tocaba conducir. Teníamos ganas de playa, descarté las zonas de surf a pesar de las protestas de Mario y nos decidimos por Punta Paloma, nos habían hablado de su enorme duna. El camino era espectacular entre dunas, mereció la pena y las vistas al llegar eran impresionantes. Me sentí muy cobarde por no haber accedido al deseo de Mario de ir a la zona donde se concentra la mayor actividad de surf, las probabilidades de encontrarme con ella eran mínimas, no tenía ningún dato objetivo que me hiciera suponer que pudiera estar allí; sin embargo, un temor irracional me obligó a alejarme lo más posible.

Atardecía cuando nos pusimos en camino, mi amor dormitaba a mi lado, yo conducía una joya sin prisa escuchando el murmullo del motor, palpando las maderas nobles, curioseando los relojes del salpicadero. Gozando. Olvidé por completo que estaba comprando unas vacaciones de ensueño con mi cuerpo.

…..


Lo había ido pensando por el camino; rota la prevención de Mario con respecto al uso del deportivo no esperaba objeción por su parte. Al llegar nos cambiamos de ropa y salimos al porche, preparé unas bebidas: gin tonic y Jack Daniels y, con la luna en lo alto del cielo y la calma de la noche estival adueñada del entorno, le propuse hacer una salida en barco; sabía que conmigo tenía la batalla perdida, aun así resistió. Enseguida comprendí que no eran motivos serios, dejé a un lado las razones y utilicé la artillería pesada. Rendidas las defensas, hablé con Gerardo; me dijo que el patrón se pondría en contacto. 

—¿Cómo lo estáis pasando?

—Genial, la villa es preciosa; no saldría en todo el día de la piscina, pero hay tanto que ver. Hemos estado en Tarifa; por cierto, estrené el Aston Martin. Increíble.

—Me alegro, yo estoy deseando estrenarte a ti.

Miré hacia la casa; Mario ponía la mesa en el porche para la cena. Me alejé paseando y seguí la conversación cerca de la depuradora.

—Ya me extrañaba que no hubieras dado señales de vida. Te advierto una cosa: yo no voy tan rápido como tu deportivo, soy más de carrera de fondo.

—Eso me han dicho. 

—¿Ah, sí? Y qué más te han dicho de mí

—Me han contado maravillas, pero he preferido esperar a que te acomodaras y te movieras con tu marido. También quiero encontrar la mejor ocasión, Mageli tiene una de sus fiestas pronto.

—No quisiera verme envuelta en una riña de matrimonio. —bromeé.

—No me he explicado; ella hace su vida y yo hago la mía siempre y cuando no demos motivos a chismorreos. Quiero disponer del tiempo y la tranquilidad suficiente, sin prisas ni llamadas intempestivas.

—Por mi parte no las va a haber, en estas ocasiones mi teléfono enmudece.

—Contaba con ello, soy yo el que necesita organizarse.

—Dime una cosa, ¿siempre eres tan agresivo?

—Me irás a decir que te desagradó.

—No es eso, aunque un poco de control no hubiera estado de más; pudimos organizar un escándalo.

—Estaba controlado.

—Ya lo veo, me rompiste las bragas.

—Y suspiraste como si estuvieses al borde del orgasmo. Te regalaré un conjunto nuevo, lo que no te prometo es que no te lo vuelva a romper. 

Tenía que abreviar, Mario había terminado y me observaba desde la balaustrada.

—Eres incorregible. En fin, me están esperando. Buenas noches, Gerardo.

—Por cierto, ¿te gustó lo que tuviste en las manos?

—No está mal, aunque necesitaré echarle otra ojeada.

—Buenas noches.


(Dieciocho de Agosto, Sábado)

Santos, el patrón, se puso a nuestra disposición; quedamos temprano en el pantalán. Preparé cuatro cosas y nos dispusimos a salir.

—¿Dónde vas con eso? No sabía que íbamos de crucero.

—¿Dónde quieres que lo meta? Y lo tuyo; porque tú, como siempre, no te has preocupado de nada.

—Ya, pero una trolley…

—Una bolsa de viaje, Mario, no es una trolley.

—No sé qué puedes llevar ahí.

—Mis bikinis, tus bañadores, una muda, protector solar, peines, tus cosas de afeitar, otro polo y otro pantalón corto por si acaso, un vestido, ¿sigo?

—Tus cremitas. Vale, me has convencido, nos llevamos la trolley.

—Eres bobo, voy a cambiarme.

Nos estaba esperando. Era un hombre fuerte, recio, de unos cuarenta, endurecido por el sol y el aire del mar, con el rostro surcado de profundas arrugas, ojos claros y cabello encrespado. Intentamos el tuteo, pero se mantuvo firme en el usted, supuse que formaba parte del protocolo con el pasaje; sin embargo, Mario se empecinó en tutearle. El barco era un lujoso yate de unos veinte metros de eslora y tres alturas. Subimos a bordo y nos lo fue enseñando. Comenzó por las zonas de cubierta. A proa, un espacio diáfano con dos tumbonas y mesa baja; pulsó un interruptor y desplegó un toldo. A popa encontramos una zona de ocio de dos niveles, subimos por unas escaleras laterales a la superficie superior, en forma de mirador perfectamente acondicionado que abarcaba la zona baja y, en la inferior, espacio para tomar el sol terminada en una plataforma a ras de mar. Estábamos tan deslumbrados que nos concedió unos minutos. Entramos al interior; en la planta baja nos mostró nuestro camarote, una amplia habitación con baño y un armario bastante espacioso, el resto constaba de dos dormitorios de similares características y uno más pequeño, «que suelo ocupar yo», dijo con su voz rota, quién sabe si por el exceso de tabaco o por forzarla para hacerse oír en el mar y en las tabernas. Me quedé rezagada, metida en mi divagación entre Hemingway y Conrad;  Mario había dejado “la trolley” y les seguí arriba. El puente de mando, al fondo de una amplia cabina rectangular usada de comedor y sala de estar, era un espacio confortable para gobernar la nave; a ambos lados, una bancada corrida desde la que seguir el curso de la travesía. 

Subimos más arriba donde había otro puente descubierto en el que navegar cuando las condiciones climatológicas lo permitían y allí nos acomodamos. Salimos del puerto y ganó potencia, tenía instrucciones de enseñarnos la costa desde otra perspectiva; las vistas eran increíbles, fue nombrando los lugares por los que pasábamos y dando datos interesantes de lugares que, vistos desde el mar, cobraban una belleza nueva; Mario no paraba de hacer fotos. Hora y media más tarde detuvo máquinas, fondeamos frente a una cala a pie de un acantilado inaccesible desde tierra. Podíamos saltar, la profundidad lo permitía, nos dijo resolviendo los temores propios de novatos. No soy experta, pero estaba decidida a probar; volvimos al camarote a cambiarnos y poco después me lanzaba en picado, me hundí en aguas claras y salí a flote a tiempo de ver el salto de Mario. Buceamos a pulmón, pudimos admirar el bullicio de vida a nuestro alrededor y, pasado un tiempo prudencial, subimos a bordo por la plataforma de popa.

Santos apareció cuando nos estábamos secando.

—¿Qué tal?

—¡Genial! —respondí con la emoción a flor de piel—, ha sido increíble.

—¿Les apetece tomar algo? —al vernos dudar, añadió—. Vino, cerveza, refrescos; si prefieren tenemos ron, ginebra, vodka… 

No tardó en regresar. Copas, vino blanco y algo de picar. Mario me estaba enfocando con el acantilado de fondo y no vio la mirada, yo sí; solo fue un segundo antes de recuperar la distancia debida, un segundo en el que me hizo sentir desnuda. Dos o tres fotos después seguía temblando.

—Hazme otra.

Me quité el sujetador y lo dejé colgando entre los dedos con los brazos estirados en uve. 

—Qué haces, ¿y si vuelve?

—Mario, por favor. —le reproché.

—Disparó varias veces según cambiaba de pose haciendo tonterías.

—Vaya, se acabó el carrete. Venga, póntelo antes de que…

—Ya, no vaya a ser que te dé un infarto.

—Y ahora qué, dónde revelamos esto, ¿eh?

—Yo me encargo.

—A ver si adivino: tu amigo el fotógrafo.

—¿Te parece mal?

—Ni bien tampoco.

—Anda, calla.

Estaba tan feliz que lo pasé por alto; charlamos, bebimos, hicimos planes para el resto de las vacaciones, hablamos de temas que estaban a la espera de algo así, recordamos otras vacaciones, tuvimos tiempo incluso para el silencio. Estaba tan feliz…

Entonces le oímos llegar; Mario cortó en seco lo que estaba diciendo y chasqueó la lengua.

—Perdonen que interrumpa. En quince minutos seguiremos remontando la costa, después viraremos mar adentro donde son frecuentes los avistamientos de delfines.

Acabábamos de llegar, no me apetecía moverme de allí, todavía no; quería volver a saltar y bucear, ¿qué prisa tenía?

—Tal vez más tarde, ahora puede que me decida a nadar hasta la cala. —le dije. Negó gesticulando con rotundidad.

—No, señora, ahí no hay nada que ver; es una playa muy conocida a la que solo se acercan chavales a pasar la noche; hacen hogueras, se ponen hasta arriba de mierdas y a la mañana siguiente se van sin recoger nada. Lo que se va a encontrar es un basurero, no merece la pena el esfuerzo..

—Bueno, eso ya lo decidiré yo.

No me gustó su tono y a él tampoco el mío, pero supo aguantar el encontronazo sin perder el aplomo.

—Avíseme, estaré atento por si necesita ayuda. —Y se marchó sin esperar respuesta.

—Qué carácter. —comenté divertida.

—Si está tan degradada, no sé por qué nos ha traído.

—La zona es preciosa y el acantilado es tremendo, ya verás las fotos.

—Me incomoda este hombre, nos resta intimidad. —dijo contrariado. 

Mi sensación era distinta, no suponía ninguna molestia, podíamos actuar como si no estuviera lo cual añadía un punto de morbo que me resultaba familiar aunque no conseguía hallar el motivo. Tenía la sensación permanente de estar siendo observada; cuando aparecía, la expresión neutra e impenetrable no engañaba: detrás de ese muro de contención había un hombre curtido en la soledad del mar que no era inmune a mi presencia.

—Ignóralo. —le aconsejé. 

—No es tan fácil. —refunfuñó buscando un cariñito; le pasé las uñas por el pecho a cámara lenta.

—Lo es, concéntrate en mí.

Rebasé el ombligo y llegué a la frontera impuesta por el bañador; no iba a ser obstáculo para mis dedos, los colé antes de que se le apagara el ahogo.

—¿Y si vuelve?

—¿Desde cuándo te has vuelto tan puritano? ¡Hola, cosita! —Saludé a quien sí se alegraba de recibirme desperezándose, la cubrí con la palma y aún me dio para alcanzar las pelotas blanditas y tiernas. Le besé —¿No sabes hacer nada con las manos?—, al fin reaccionó y me acarició desde el vientre hasta el pecho al ritmo que su polla alcanzaba potencia de despegue. 


…..


Estábamos a popa sentados en los mullidos bancos que rodeaban la mesa frente a la plataforma por la que había salido del mar. A un lado, la costa, el acantilado, la cala solitaria; al otro, el océano. Bebí un sorbo, la brisa aliviaba el calor que empezaba a apretar. Le había restado importancia por no estropear el día; sin embargo, no lograba entender lo sucedido.


…..


—Para, Carmen, no puedo; ese tío…

—¿Qué pasa? —La mano, dentro, hasta la muñeca; se la tenía cogida, ¿y ahora me venía con esas?

—No puedo, estoy más pendiente de si aparece que de ti.

—No me jodas, Mario, si llega y me pilla comiéndote la polla se dará la vuelta y no nos molestará.

—No, en serio, aquí no. ¡Para, joder, no puedo, estate quieta! —explotó perdiendo los nervios—, luego, mejor en el camarote. —añadió más sereno tratando de arreglarlo. Demasiado tarde, me aparté por no estropear el día, porque si por mí fuera le habría dicho al patrón que pusiera rumbo a puerto; en lugar de eso fingí no darle importancia, me tragué las ganas de responderle lo que se merecía y salté al agua. 


…..


Ahí estábamos, sentados en los mullidos bancos que rodeaban la mesa frente a la plataforma por la que había subido a bordo, oculta tras las gafas de sol, con una copa de vino en la mano, actuando como si no hubiera pasado nada.

—Oye, lo siento.

—Voy a por el protector, quiero tomar el sol. —Quería… quería alejarme, estar sola, cualquier cosa, excepto escuchar disculpas. Aún no.

Subí la escalerilla y, de camino al camarote, pasé por el puente; Santos estaba dentro recostado como Adán en La Creación de Miguel Ángel, ojeaba una revista en lugar de tocar el dedo del Creador. Vaya muslo, iba a estallar la pernera. Levantó la cabeza y me miró como suelen hacer los hombres, enseguida recuperó la compostura.

—¿Descansando?

—Un poco, siempre hay tareas a bordo. —dijo, y volvió a lo suyo.

El olor a macho que ha estado trabajando al sol me inundó las fosas nasales. A la sombra, la humedad del bikini y una ráfaga de viento dispararon un escalofrío. No pintaba nada allí, mejor sería que me fuera.

—Esas nubes, ¿no nos estropearán el día?

Alzó la vista, le bastó un segundo para comparar el dibujo de la braga y el sujetador, luego miró hacia donde le señalaba.

—No, esas van a tierra.

El aroma a sudor en un cuerpo aseado me trastorna, no lo puedo remediar. Tenia ese aire de proletario altivo mal disimulado que le hacía parecer el capitán del Queen Mary. Hombres; tan insoportables y tan atractivos, niños grandes capaces de ser tiernos y al instante revolverse y hacer daño sin medida. Entré, pasé por su lado, lo rebasé y me detuve en el puente de mando, subí las gafas a modo de diadema y recorrí los controles con los dedos. 

—Debe de ser complicado manejarlo.

—No crea, lo importante es no perderle el respeto al mar.

—Como conducir. —dije pensando en un compañero de facultad muerto en un accidente que él mismo provocó.

—Eso es. Tengo moto desde que era chaval y nunca me he confiado. — Escuché el crujir del asiento, oí que dobló la revista y la dejaba caer—. ¿Monta usted?

—¿En moto? No, hace mucho.

Mi vespino, diecisiete años, una eternidad.

—Hay que montarlas con firmeza, dominando, porque al menor descuido se encabritan y te pueden joder. Como a las mujeres.

Fue un comentario desagradable, debería haberme ido; en lugar de eso lo ignoré, me incliné sobre el panel y alcancé a ver las nubes entrando por el horizonte, no caí en la cuenta de que le estaba ofreciendo la grupa; lo normal hubiera sido rectificar, cualquier mujer lo habría hecho, yo misma si no estuviera tan ofuscada; me faltaba descargar la frustración. A la mierda todo, que se atreviera, se iba a enterar. Y la braga húmeda y fría marcando territorios.

¿De qué hablábamos? Ah, las nubes.

—Y dice que no se nos va a estropear el día. —rematé con desconfianza.

—Me apuesto lo que quiera.

«Ya sé yo lo que te gustaría apostar.»

—Ojalá tenga razón.

—Tranquila, no suelo equivocarme..

Debía marcharme, por qué prolongarlo más. Cambié la carga de las caderas de una pierna a otra y le miré atrincherada en el hombro.

—¿Alguna vez ha pasado una tormenta en este barco? —La pregunta le pareció pueril, o sonrió porque le había pillado in fraganti repasándome el culo.

—En este y en otros, grandes y chicas. Una hijaputa por poco me traga. No tema, conmigo está segura; además, eso no va a suceder.

—Es pura curiosidad, no soy mujer que se acobarde por cualquier cosa. —Elevó las cejas con escepticismo, seguía con esa sonrisa burlona que me sacaba de quicio; di media vuelta, avancé desafiante y me planté a un paso de su cara—. ¿No me cree?

Del pubis a los ojos con escala en las tetas; habrase visto poca vergüenza.

—A las personas se las conoce en situaciones límite. De todas formas no es lo mismo tener valor que ser imprudente. 

Me trataba como a una niña mala que no sabe comportarse y no se lo iba a consentir. Apoltronado en el asiento, con un pie en el cojín, se deleitó con mi cuerpo sabiendo el juego que me traía; no sería la primera ocasión que una fulana se le ponía a tiro, estaba templado para mantenerse en su sitio y yo no tenía argumentos ni experiencia para seguir jugando ese juego y salir airosa, no era mi juego, estaba acostumbrada a seducir al contrario; me sentí humillada y reaccioné con soberbia:

—Tampoco hay que confundir el valor con la arrogancia. —respondí visiblemente alterada. No debía haber provocado esta situación, salí reprochándome mi actitud. Ese incidente cambió el rumbo de la travesía.

Volví a cubierta con el protector solar y otro bikini. Mario nadaba, me unté toda y ocupé la tumbona, al rato me acompañó, pero no aguantó mucho, diez minutos y se refugió en la sombra. 


…..


—¿No te importa que esté?

Continuaba molesta, por el desaire de Mario y por la escena con el patrón; me recriminaba haber jugado de una manera tan absurda, porque es lo que había hecho, coquetear como una adolescente. A veces olvidaba que era una treintañera compitiendo en un mundo de adultos. Estaba enfadada con todos, en especial conmigo, y ahora, tomando el sol, quería ponerme en top less y no me decidía. ¿Acaso debía cohibirme la presencia del empleado de quien éramos huéspedes? Deshice las lazadas del sujetador, lo arrojé a un lado, Mario me vio y lanzó la advertencia. 

—¿Cómo?

—Que si te da igual que ande por aquí y te pueda ver.

Me encendía la sangre que siguiera con la misma matraca.

—¿En serio?, de verdad, no te entiendo. Como si fuera la primera vez; además, este tipo de… hombres de confianza ni ven, ni oyen, ni hablan.

—Y tú, ¿cómo sabes eso?

Era cierto. ¿De dónde salía esa frase?, juraría haberla escuchado hace poco.

—Cualquiera diría que estás habituada a moverte en ambientes donde el servicio no ve ni oye ni comenta lo que sucede.

¿Podía ser? Sí, algo había, algo que no lograba encontrar por mucho que me esforzaba.

—¿Yo?, ¡no!, yo… 

—Tú, ¿qué?

—Se lo oí decir a Gerardo, eso es.

—Déjalo, es igual.

—¿Se puede saber qué te pasa?

—Nada, no importa.

—No, qué te pasa. —Dudaba de mí, apuró la copa y perdió la mirada en el horizonte, aguardé con la esperanza de que me lo contase, al final renuncié y volví a tumbarme al sol. No paraba de darle vueltas a la frase, ¿dónde la había oído? Ni ve, ni oye… 

Una emoción turbadora me arrastró a una escena borrosa, trazos de una noche oscura en el interior de un auto enorme de cristales tintados esperando a alguien. Estoy desnuda y húmeda, mucho, tanto que voy a manchar la tapicería; el conductor me ofrece pañuelos de papel y no pierde detalle mientras los uso sin pudor; no puede extralimitarse, yo lo sé y me siento segura. ¿Cuándo fue?, ¿a quién acompañaba?

Aturdida, encendí un cigarrillo y me acerqué al borde de la plataforma, un pesado balanceo mecía el barco al compás del oleaje, la brisa había cobrado fuerza, un poco más y anunciaría levante, debía echarme más protección porque el viento ocultaba el efecto del sol. Aguanté el pitillo en los labios e imprimí un suave masaje empezando por los brazos hacia los hombros y el cuello. Di una calada; el viento arrebató una larga columna de ceniza. El chofer, el auto, mi obscenidad. ¿Cuándo? ¿Con quién? Si trataba de ver más allá, la escena se desvanecía. Cogí el frasco del suelo y esparcí aceite en abundancia, suficiente para cubrir vientre, estómago y pechos; los traté con mimo, apuré el sobrante en el culo y las axilas; Mario leía, si no ya estaría usando sus manos en lugar de las mías, aunque después del desplante lo empezaba a dudar. Entonces lo sentí, arriba, apoyado en la baranda, ¿cuánto tiempo llevaría? Ahogué un conato de pudor, nunca le he dado importancia a mostrarme tal cual en la playa; pero no estaba en la playa, era un barco y él, un hombre con el que acababa de tontear, y me contemplaba prácticamente desnuda, y yo no hacía nada salvo aguantarle la mirada y seguir con el masaje: una mano, alternando de un pecho a otro; la otra, vagando por el vientre.

Dejó de penetrarme con los ojos y extendió el brazo hacia el frente, a su izquierda. ¡Allí!, alzó la voz; me volví y los localicé no muy lejos. ¡Delfines!, grité entusiasmada, Mario brincó y acudió a mi lado. 

—¡Calderones! —replicó con voz potente—, ¡son más grandes!

Asistimos emocionados al espectáculo insólito que el mar nos regalaba, yo le miraba ilusionada como si fuera el artífice de la exhibición de estos enormes cetáceos y él me observaba condescendiente desde su atalaya. Después apareció, ahora sí, un grupo de delfines rayados. Fue magnífico, disfruté como una niña. Cuando acabó, él ya no estaba allí.

Volví a la tumbona, Mario se lamentaba por no haber tenido la cámara cargada. Yo estaba a otra cosa, en la mirada atropellando mi cuerpo; en mis manos; en los eternos latidos que no cesaban.

El retumbar de la escalera me sacó de mis pensamientos.

—Aquí tienen, unos canapés.

Llegué a la mesa antes que Mario pensara levantarse, tan impulsiva que Santos no llegó a retirarse y quedamos juntos, demasiado juntos; yo, simulando interés por los canapés y él, terminando de colocar la bandeja; estábamos tan cerca que casi podíamos tocarnos. Le ofrecí una copa de vino con la intención de retenerlo y aceptó sin dudar; le pedí a Mario la botella, volvió sobre sus pasos y la trajo junto a las copas. Solo hay dos, dijo; le supliqué en silencio, vaciló o no quiso entenderme. Santos se adelantó y fue a por otra.

—¿Qué estás haciendo? —me recriminó en voz baja.

—Ser amable, ¿Y tú, qué haces tú?

—No sé a qué te refieres.

—Piénsalo un poquito.

Trajo una botella fría y tres copas limpias. Descorchó haciendo gala de la potencia de sus bíceps. «Por ustedes, porque se cumplan los deseos que han puesto en esta travesía»; le agradecí el brindis con una mirada que lo decía todo, chocamos las copas y departimos con desenfado sobre el mar, la bahía y los seres que la habitan, nos hizo reír con sus ocurrencias de marino y consiguió hacerme olvidar sus malos modos y que estaba desnuda, casi desnuda; escogí algún canapé, nos rozamos sin querer, o queriendo, mis pechos sintieron la firmeza del suyo al tratar de alcanzar la botella e hicimos como si no hubiera pasado; estaba excitada, se notaba, se notaba mucho, sería por el espectáculo y lo puse de excusa, rellené su copa y la mía, él habló de los delfines; de haber venido un mes antes, dijo, habríamos tenido ocasión de ver a las orcas competir con los pesqueros por el atún. Y su aliento en mi rostro, y sus ojos voraces en mis pechos más de lo que la prudencia le está permitido a un patrón. Y Mario, el tercero en discordia, vació la copa de un trago, la llenó y se apartó hacia la borda sin ver lo que estaba pasando.

No volví a provocar nada incómodo, salvo que me mantuve en top less; él estuvo más tiempo en cubierta haciendo labores que, a mí entender, no eran urgentes ni necesarias, sino excusas para cruzarse conmigo.

Almorzamos un menú sencillo, nos retiramos al camarote, follamos, teníamos ganas, yo más; follamos sin preliminares, sin mediar palabra, follamos con la mirada, con el pensamiento. Follé a la desesperada. Tuvo que oírnos como nosotros oímos sus pasos.

—¿Qué haces? ¡Calla!

No pude contenerme, no quise; las pisadas se detuvieron a la altura de la puerta y mis jadeos se hicieron más intensos sin que yo tuviera nada que ver, no era yo, no era yo; la cama emitía un ronco traqueteo, nada molesto, suficiente para delatar la cabalgada que estaba llevando al galope sobre mi aturdido Mario.

—¡Sigue, sigue; no pares, joder, me voy a correr! —exclamé desquiciada; los pasos se reanudaron justo cuando desfallecí en un prolongado sollozo.


…..


—¿Qué ha sido eso?

—Un polvo salvaje, ¿te parece poco?

—Me has entendido.

—Joder, Mario, ¿otra vez?

—Dónde vas, quédate.

—Voy a limpiarme.

Abandoné la cama eludiendo un cara a cara innecesario, me lavé lo imprescindible. Rebuscando encontré un minúsculo bikini por estrenar.

—Esto es cosa tuya, a que sí.

 No hacía falta que lo reconociera. Muy bien, si es lo que quería… me lo puse y fui hacia la puerta.

—¿Vas a salir así?

—Para eso lo metiste entre los demás, ¿no? ¿No?

—Es como si fueras desnuda. Tú verás.

—¿Y entonces por qué lo guardaste? —Nada, ni una palabra, a veces me desconcierta—. ¿No vas a decir nada?

—Es que… no pensé que fuera a ser…

—Cómo, ¿tan brutalmente atractivo? ¿Qué esperabas, un capitán sesentón?

—No me gusta cómo te mira, ni a ti ni a mí, parece que nos perdona la vida, ¿qué coño se ha creído? 

—No digas bobadas, ¿cómo me mira?, fíjate en mí: ¿estoy buena? —le pregunté girando en redondo—. Di, ¿estoy buena?, pues claro, cómo quieres que me mire. Anda, descansa, voy a nadar.

—No necesito descansar.

—Pues lee o haz lo que quieras, pero déjame un rato tranquila, quiero estar sola.

—Qué vas a hacer.

No, ese tono no se lo iba a admitir.

—Ya te lo he dicho, nadar, no me lo voy a follar si es lo que estás pensando.

—Shhhh.

—¡Por Dios, Mario! Qué te pasa.

—No soporto convivir con un tío que se empeña en tratarnos de usted y nos mira por encima del hombro como si fuera el mayordomo de la reina de Inglaterra.

—Ese, es su problema, no el nuestro, ignóralo; hagamos lo que hagamos no va a decir ni hacer nada. Si me pongo en pelotas delante de él no va a mover un músculo.

—Estás muy segura.

—Lo estoy, ¿acaso no lo has visto?

—Es igual, no estoy cómodo, nada cómodo.

—Y te has propuesto amargarme el día.

Cerré la puerta con más energía de la necesaria. Le quiero pero a veces me agobia. Crucé la cubierta hasta popa, por el camino me libré del sujetador; total, para lo que tapaba. Santos andaba cerca, lo presentía. La brisa terminó de despejarme. Tiré el sujetador a alguna parte, me quité las gafas y fui al borde. Estaba a punto de saltar cuando sentí su presencia; esperé, esperé, iba a pasar algo, esperé. La impaciencia ganó la partida, me di la vuelta. 

—¿Ha descansado?

Había dado pie a esto y ahí lo tenía, dominando. 

—¿Descansar?, poco. —sonreí; el sol calentaba, las rachas de viento me hacían consciente de mi desnudez y él persistía en un silencio irritante. Me retiré el pelo de la cara—. ¿Le hemos molestado?

—Al contrario, señora; es agradable saber que el pasaje disfruta de la travesía.

—No le quepa la menor duda.

En esas estábamos, maquillando cortésmente la curiosidad malsana: 


«Vaya escándalo que tenía montado.» 

«¿Nos ha oído follar?» 

«Alto y claro, no vea cómo me ha puesto con tanto jadeo. Menudo polvo. Digo yo que se habrá quedado a gusto.»

«Como una perra.»


Otra pausa, otro largo silencio. Recogió el sujetador del suelo y lo puso sobre la mesa. Y yo, inmóvil, y sus ojos recordándome que la braguita apenas cubría el pubis, un diminuto triángulo del mismo tono de mi piel sujeto por dos cintas elásticas que ascendían por las caderas, se fundían en una por detrás y se perdía entre los glúteos; pero eso él ya lo sabía. No aguanté el pulso y rendí la mirada hacia la costa.

—¿Quiere? —Su voz recondujo mi atención como el pastor recoge el ganado, y el paquete de tabaco, el reclamo.

—Una calada. —acepté. Devolvió el paquete al bolsillo de la camisa y me ofreció el cigarrillo humeante ya en las últimas, tuve que ser yo quien se acercase a cogerlo; aspiré, tabaco negro, fuerte, con el filtro amarilleando; no estoy acostumbrada. De cerca su presencia imponía; rasgos duros, templados a fuerza de viento y sol, gestos secos que incluso las maneras correctas no conseguían domar. Liderazgo lo llaman algunos, yo le encontraba un sentido más primitivo: cumplía con la conducta propia del jefe de la manada en territorio hostil. Es como se había impuesto desde que embarcamos sin que lo hubiéramos puesto en cuestión.

—No debe nadar sola, sin nadie que la vigile.

—Y para eso está usted, ¿no?, para vigilarme, ya lo he notado. —Encajó la pulla con una mueca—. No se preocupe tanto, me defiendo bien en el agua, llevo nadando desde que era una cría.

—Se ve, tiene cuerpo de…

Quedó la frase sin acabar mientras se dedicaba a calibrar mis hombros y más.

—Termine.

—De nadadora, perdón.

—No se disculpe, no es frecuente encontrar a alguien que aprecie el desarrollo propio de la práctica exhaustiva de la natación.

—Práctica exhaustiva. —repitió, no sé con qué intención.

—Espalda ancha.

—Pechos fuertes y firmes. Espero no molestarla.

—No me está molestando. Si a eso le une mi altura…

—Me va a decir que su cuerpo no gusta.

—No cumplo los criterios de belleza habituales, a muchos hombres les resulto… intimidante.

—¿Usted? No sé con qué tipo de hombres se relaciona; le aseguro que resulta cualquier cosa menos intimidante.

—¿Cualquier cosa?

—Entiéndame, no pretendo decir…

—Ya sé lo que quiere decir.

—No lo creo.

—¿No? Pues dígalo.

—No, señora, no estamos en igualdad de condiciones.

—Porque quiere.

Los ojos le clareaban más cuando miraba al horizonte, dio una calada y se quedó ausente pensando en lo que podía y no podía decir.

—Está calentando demasiado, tenga cuidado.

No hablaba del sol, no con esa expresión en la cara.

—¿No ha visto que no paro de echarme protector? —Meneó la cabeza y sonrió, no sé si le ganaba la partida o me dejaba ganar y eso me irritaba.

—Si no estuviera tan protegida no creo que se arriesgara tanto.

—No me diga; lo que pasa es que a pesar de estar «tan protegida» yo arriesgo y me expongo, otros en cambio se quedan a cubierto por no arriesgar; 

—Si lo dice por su marido…

—¿Quién está hablando de mi marido? No se engañe, todos nos protegemos, incluso usted.

Juego para mí; empate. Dejarle sin palabras era la revancha perfecta. No soy rencorosa; sin embargo, disfruté del sabor del triunfo, qué bobada.

—¿El camarote es de su agrado? 

—¿Eh?, ah, sí; aunque la cama…

—Qué le pasa a la cama.

¿Y ese tono?¿Qué les ocurría a los hombres conmigo en ese barco que se les encabritaba el carácter?

—Hace un pequeño ruido.

—Pasaré a ajustarla.

—Da igual, no creo que la usemos de nuevo.

—Quién sabe, aún queda mucho día por delante. 

—Quién sabe.

Me devolvió el pitillo y lo acepté sin dudar, habría aceptado cualquier cosa que me hubiera propuesto. 

—Lo haré, cuando vuelva a embarcar estará solucionado. 

—No sé moleste, apenas se oye.

—No se crea.

—¿Tanto se escucha?

—Más de lo que imagina.

Estaba hablando, en mi cara, de si iba o no iba a volver a follar. La pelota estaba en mi campo.

—Por mí está bien como está, salvo que a usted le moleste.

—Al contrario.

Me pasó el pitillo, lo que quedaba; aspiré y casi me ahogo, había olvidado lo fuerte que era.

—No está acostumbrada.

—No suelo fumar este tipo de tabaco, pero por una vez…

—Es bueno probarlo todo.

—¿Usted cree?

—La vida hay que vivirla.

—Hasta la última gota.

Apuré la colilla y la tiré por la borda; el viento la rechazó con fuerza al interior y la perdimos de vista, Santos trató sin éxito de localizarla.

—Eso es algo que en un barco, y con viento, nunca se debe hacer. —me reprendió.

—Lo siento.

—Se habrá apagado, luego echaré un vistazo por si acaso. Olvídelo, si estuviera más tiempo a bordo le haría entender algunas nociones básicas, si se dejase.

—Se equivoca, no es cuestión de dejarse, es cuestión de tener interés por aprender.

—Yo sé lo que me digo.

El incidente le había cambiado el carácter y no estaba dispuesta a consentirle que me diera lecciones.

—Entonces mal vamos, yo no soy de dejarme.

—Mejor me lo pone, las rebeldes son las que más trabajo dan, pero las que mejor se portan después.

—¿Perdone?, ¿de qué está hablando?

—En el mar no podemos andarnos con tonterías, se obedece sin vacilar o se pone en riesgo a toda la tripulación; por eso es necesario usar mano dura.

—Ah, conque de eso se trata, de violencia.

—Es imprescindible dejar claro desde el principio quién manda y quién obedece, llámelo violencia o disciplina. 

—Hace un rato que no estoy segura de que va esto, si está hablando de motos, del mar, de la gente en general o solo de las mujeres.

—Ya veo que me entiende.

—Prefiero no entenderle.

—Lo que usted diga. 

—Bueno, voy a… —a huir, al agua, a donde fuera con tal de desaparecer.

—Espere.

Cogió el paquete del bolsillo, lo golpeó con el dedo varias veces y sacó un cigarrillo, se lo puso en los labios y lo encendió protegiéndolo del viento con las dos manos. Expulsó la primera bocanada y me miró con los ojos achinados.

—¿Quiere?

—No, gracias, no…

—No está acostumbrada, ya sé.

Volvió a pasearse de arriba abajo por mi cuerpo con tal insolencia que estuve a punto de darme la vuelta y marcharme. Pero no lo hice, permanecí impasible. Una voz dentro de mí no paraba de decirme que lo detuviera, que estaba cometiendo un error. Pero no lo hice, se lo permití.

—Le he dicho que tiene un cuerpo perfecto; olvidé decirle: no he visto ni una marca blanca por ninguna parte.

Se había calmado, el tono era el de antes del arrebato. No podía tolerarle que jugara conmigo. Bajé la cabeza y me vi: morena toda. Separé el borde de la braga con los pulgares solo para mí: ni una marca; la ajusté y al soltarla hizo un chasquido.

—¿Lo pregunta o lo afirma?

—Se lo digo porque en la proa puede tomar el sol como le apetezca, es la única zona ciega del barco. 

—Zona, ¿ciega? —De sobra le había entendido y no conseguí engañarle.

—No se ve desde ningún punto, ni del puente, ni desde arriba; allí puede ponerse como le dé la gana.

Me faltó el aire, era una proposición, ¿lo era? Todavía podía abandonar, estaba a tiempo,

—Parece buena idea. —Recogí el sujetador, las gafas y el bronceador y puse rumbo a proa. Al no sentir sus pasos me detuve; la voz apenas me salía del cuerpo.

—Santos. 

—Diga, señora. —No me volví.

—¿Me traería una tónica? Con mucho hielo, por favor.

—¿Se la llevo a proa?

—Dónde si no.

Desplacé la tumbona fuera de la sombra, extendí la toalla y por última vez pensé en lo que estaba a punto de hacer; me quité el tanga y lo coloqué bien visible sobre la mesa, estaba desnuda, rematadamente loca y desnuda. Me senté y comencé con el bronceador. No, así no; de pie. Poco después sentí los pasos vibrando en la tarima anunciando su llegada; se detuvo detrás de mí, yo seguí a lo mío.

—¿Dónde se lo pongo?

¿Dónde?, en la mesita que había colocado delante.

—En la mesa, por favor. En esa no.

Lo escuché avanzar, no lo vi porque estaba ocupada masajeando el muslo a conciencia; había subido el pie a la tumbona, no era capaz de levantar la vista. Entró en mi campo de visión caminando despacio hasta llegar a la mesita, cerca de mí, delante de mí; y yo, desnuda, untándome el muslo, la cadera, parte del vientre mientras él hacía saltar la chapa de la botella y vertía con extraordinaria lentitud la tónica. Tenía una erección difícil de disimular, es lo que alcanzaba a ver. Sé que me senté, apoyé las manos y el talón para deslizarme hacia arriba y me tumbé. Él se acercó con el vaso, le di las gracias y le pedí las gafas de sol que había olvidado sobre la mesa; se movió deliberadamente despacio y me las trajo. Después de ponérmelas y devolverle el vaso hice un gesto muy mío: coloqué el brazo izquierdo a modo de almohada bajo la nuca. Él siguió allí, sin moverse, y yo, desnuda. Qué más necesitaba. Oculta tras los cristales tintados, miré sin reparo el bulto que lucía por mí, para mí. Alcé la rodilla, me arreglé descuidadamente el vello púbico con las uñas. Qué más hacía falta. Metió una mano en el bolsillo del pantalón e intentó colocarse aquello. Sonreí, no debí hacerlo, no estaba bien, ¿qué estaba bien de todo aquello?

—Si viene su marido…

—Mi marido no es obstáculo.

—Lo supongo. Quiero decir… si viene, ¿querrá tónica también?

Me ruboricé, ¿acaso pretendía tomarme el pelo?

—Mejor le pregunta a él, si es que viene.

Permaneció inmóvil con la mano inquieta dentro del bolsillo sin dejar de mirarme entera; yo seguí rastrillando el vello con las uñas, despacio, cada vez más despacio oculta tras las gafas, lanzando una red al pasado incapaz de atrapar la sombra escurridiza del recuerdo que necesitaba recuperar.

—Necesita alguna cosa más?

Sí, algo que no le podía pedir más claro de lo que ya se lo estaba pidiendo.

—Nada, gracias.

—Si me necesita, llámeme.

El corazón se me iba a salir del pecho. Se marchaba.

—Si, otra cosa, perdone que le moleste.

Se detuvo y retrocedió hasta situarse donde podía verme toda.

—No es ninguna molestia, al contrario.

—Necesito limpiarme las manos, unas toallitas de papel servirán.

—Ahora mismo.

La espera fue eterna, regresó con una toalla pequeña y de nuevo se puso frente a mí; me incorporé, posé un pie en el suelo por el lateral de la hamaca y me limpié las manos de los restos de bronceador, un fogonazo me llevó a otro tiempo y otro lugar en el que estaba tan abierta como ahora y también me limpiaba; ahí lo tenía de nuevo: el empleado, mi desnudez, mi gesto limpiándome en su presencia, su contención. 


«Arm … Armando, Armero, Arn… Arnau, Arnaiz»


Mi cerebro empezó a crear fonemas a partir de secuencias de vocales; a-a-o, a-e-o, y a combinarlos, a moldear nombres, unos a partir de otros: Arnau, o Arnaiz. Arnaiz era el candidato más probable para reflotar un nombre sumergido en el fondo de mi mente, porque tenía cierta seguridad en la sílaba de arranque, Arn, y en que la sonora Z figuraba en él, lo demás eran solo conjeturas. Estaba convencida, sí daba con el nombre encontraría la clave y descifraría el misterio: ¿A quién esperábamos, el chofer y yo, dentro del inmenso automóvil, de noche, completamente desnuda y con signos de haber mantenido sexo? Desistí, estaba agotada, me estiré para alcanzar el vaso, él se adelantó y me lo dio, lo tenía tan cerca… bastaría un gesto. Bebí, lo tenía a un palmo de mi rostro. Le devolví el vaso.

—Gracias. 

Me tumbé, volví a adoptar la misma postura: la mano en la nuca, la pierna flexionada y los dedos jugando con el vello del pubis. Y no se movió de mi lado mirando desde lo alto como una rapaz a punto de lanzarse.

—Estás aquí, te andaba buscando.




102 comentarios:

  1. Aquí lo tenéis, lamento el retraso pero como dice el refrán, donde hay patrón, no manda marinero. Que lo disfrutéis.

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  2. La espera ha valido la pena. Peaso capítulo.
    Vacilante Mario, dando una de cal y otra de arena y poniendo a Carmen entre las cuerdas. No aprende, ver como justifica su conducta. Y ella ha entrado de lleno en el fondo de su mente, espero que sea capaz de descifrar el jeroglífico.
    ¿Tan potente es el patrón? Quiero embarcarme, mi chica me deja.

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  3. Como siempre muy bueno

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  4. Bruto.
    Me parece un capítulo de introducción, no me lo esperaba y si me lo esperaba, pero no así. Como diríamos en casa "raruno".
    Por otro lado Mario va camino de ser el marido perfecto, haga lo que haga consigue cabrear a Carmen.
    Estoy de acuerdo con Lucía, Mario vacilante, y menos mal que le has puesto etiquetas a los nuevos personajes, eso quiere decir que van a tener recorrido, espero a Gerardo ese si que va a ser un puntal.

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  5. Aunque hay gente que, al parecer, juega con ventaja, y conoce los derroteros de la trama, me reafirmo en mis impresiones. Carmen no pertenece a nadie, o pertenece a todo hombre que encuentre atractivo por su carácter. Con el capitán del barco, no existe la coartada del trato entre su “dueño” con un cliente, y tampoco juega limpio con Mario. Hay una clara disonancia entre lo que le dice y sus actos. Hablando en plata, disfruta poniéndole los cuernos, y sin duda él también lo hace con la situación.

    Muy bueno el subtexto de los diálogos y el juego de dobles sentidos. Como narrador, Mario ha evolucionado y ya no necesita tantas descripciones para reflejar el riquísimo mundo interior de los personajes.

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  6. Pues yo entiendo la incomodidad de Mario, más cuando es una persona que no conoces de nada, Carmen salta a la mínima con Mario, Mario no lo va a pasar nada bien en estas vacaciones.

    Carmen y Mario están en situaciones muy diferentes, Carmen no le da tregua, ni tampoco le deja hacerse a la situación, creo que está tensando demasiado la cuerda.

    Normalmente la cuerda suele romperse y no trae nada bueno, en este capítulo hemos visto a un Mario muy incomodo y a una Carmen poco comprensiva, tal vez me equvoque, pero para mí el comportamiento de Carmen me está pareciendo muy egoísta.

    Mario, Carmen gracias por el capítulo, esperando el siguiente.

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  7. Apasionado... Me parece que Mario, el escritor, disfruta poniendo en situaciones "difíciles" a Mario, el personaje.

    Más allá de los momentos de complicidad compartida, Carmen encarna el mayor temor masculino: una esposa inteligente y atractiva, con una sexualidad hiperactiva, cuya conducta no está encorsetada por los valores morales del patriarcado, que da rienda suelta a sus apetencias con cualquier hombre que encuentre atractivo, sin importarle los sentimientos de su pareja.

    Estas vacaciones pagadas obviamente van a “tensar la cuerda”, aunque es difícil que ésta se rompa, porque Carmen tiene bien atado a su esposo y él disfruta con el estrangulamiento.

    La situación previa a la aparición de Doménico le resultaba frustrante a Mario, porque, hasta entonces, las relaciones extramatrimoniales de su mujer se habían realizado bajo su atenta batuta y a él, lo que siempre le ha excitado, es el vértigo de la falta de control. Ahora es cuando, verdaderamente, está en su salsa.

    Creo que deberíamos disfrutar del relato sin establecer juicios morales.

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  8. Eva, no es mi intención juzgar, simplemente he expresado lo que el capítulo a despertado en mi, como tú bien dices en tu comentario, Carmen no juega limpio.

    Esta claro que Carmen no es de nadie, pero si ves que tu pareja está incomoda demuestras empatia, en ese momento Mario no estaba disfrutando en absoluto, toda cuerda que se tensa más de la cuenta se parte.

    Carmen y Mario han optado por un camino, yo eso lo respeto y me parece valiente, lo que me saca en parte del relato es ver a Carmen molestarse constantemente con cada palabra o gesto de Mario.

    Después al capitán le pasa todo por alto, yo estaría de acuerdo si ese comportamiento de Carmen también lo tendría con Mario, algunos ven a Mario vacilante, yo he visto un Mario excesivamente incomodo.

    Carmen es libre y Mario así lo acepta, pero tendrá derecho a expresar cuando una situación le incomoda, si cada vez que Mario exprese una disconformidad Carmen se enfadada, una brecha cada vez más grande se abrirá entre los dos, todos sabemos que una pareja sin comunicación no tiene futuro.

    Veremos que nos depara el siguiente capítulo.

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  9. No ando muy bien de tiempo ahora para decir lo que me parece el capitulo pero quiero decirle a Apasionado que me parece que siempre habla desde su punto de vista, tiene en sus relatos una forma de escribir en la que los malos siempre acaban cayendo o volviendose buenos y los maridos traicionados recuperan a las esposas. todos felices y contentos y comen perdices. lo respeto y no quiero que pienses que me burlo pero no puedes pedir que el diario funcione como funciona tu mundo porque ese mundo vainilla que describes en tus relatos esta muy bien para ti y para mucha gente pero no puedes mirar todo desde esas ideas porque entonces no vas a pasartelo bien con el diario, como dice Eva, hay que disfutrar del relato sin hacer juciios morales.

    Otra repito, no te lo tomes a mal, por fvor.
    Repito, no quiero molestarte con mi comentario,

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  10. Pues me a molestado y mucho, los relatos que escribo y mi vida no tienen nada que ver, como bien has dicho mi comentario parte de mi opinión, eso no quiere decir que tenga razón, en mi vida diaria me equivoco muchas veces y no me avergüenza reconocerlo.

    Solo diré una cosa, Carmen sabe que a Mario el patrón del barco le incomoda, le a dicho que no se lo va a follar y todos sabemos que eso va a pasar, si pasas por encima de los sentimientos de la persona que dices amar, algo estas haciendo mal.

    A mi ciertas actitudes de Carmen en este capítulo no me han parecido bien, mientras las exprese con respeto no creo que este haciendo daño a nadie.

    Un saludo cordial a todos.







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  11. Con mis comentarios no pretendo crear discusiones o mal rollo, he leído libros que me han encantado, pero a habido pasajes de esos libros con los que no he estado de acuerdo, después lo he comentado con mi novia o amigos, porque ellos también estaban leyendo el mismo libro.

    Que no esté cien por cien de acuerdo con el gran relato que Mario lleva años escribiendo no quiere decir que no me guste, Mario nos da la oportunidad de dar nuestra opinión, yo comento lo que me gusta , pero también lo que no me gusta.


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  12. Lo se, se que no era su intención, pero sus palabras me han traído un recuerdo muy doloroso, mi anterior novia me fue infiel traicionandome, cuando todavía estaba lidiando con ese dolor mi padre enfermo de cáncer muriendo tiempo después.

    Tuve que convivir con dos dolores distintos que me sobre pasaban y me estaban destruyendo poco a poco, fue gracias a que conocí a mi gran amor que pude volver a sonreír.

    Por eso escribo los relatos, como los escribo, porque me hubiera gustado no tener que perder a las dos personas que más quería en el mundo en tan corto periodo de tiempo.

    Hubiera dado cualquier cosa para que el final que tuve hubiera sido como el de mis relatos.

    No me he enfadado con dosoctavas, sino con ese recuerdo que ha evocado su comentario, por lo que a mi respecta, entre dosoctavas y yo todo está bien.

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  13. Hermoso. Me ha gustado la transgresión de Carmen. El jugar con fuego. Quizá sea que me identifico con los chicos (y chicas) malos saliéndose con la suya. Parece una versión de Moby Dick erótica. Saludos

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  14. Lamento haberte molestado Apasionado no era mi intención, tiene razon Mario, soy demasiado directo y no cuido las formas pero te aseguro que he tenido intencion de molestarte ni burlarme de tus relatos. Lo siento.

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  15. Antes de entrar a decir que coincido con lo que expone Apasionado, en este relato Mario, nos recuerda que el relato se desarrolla hace por lo menos veinte años, por eso sería interesante acordarnos de los usos y costumbres de esa época y no analizarlos con los ojos de ahora.
    Mario no estaba muy conforme con las vacaciones, intuye que esas vacaciones les puede salir caras y quien en principio las va a pagar es Carmen. Ya hemos visto un aperitivo de lo que es capaz de hacer Gerardo.
    Mario lleva tiempo que no puede expresar lo que siente a Carmen ya que si no es lo que quiere ella se enfada, sin ir más lejos, antes del paseo en barco, Mario no le gusta usar el jaguar, en cambio Carmen se encapricha y lo llevan para visitar Tarifa, además Carmen no le da el gusto de ir a la playa surfera, y no le da ninguna explicación.
    La espera mereció la pena, y lo bueno, si no he entendido mal este capitulo ha sido dividido, por lo que parte del trabajo ya está hecho y tendremos la continuación antes, pero sin presión.

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  16. No te preocupes dosoctavas, como ya he dicho por mi todo esta olvidado, sigamos comentando y disfrutando de este gran relato. siempre me han gustado tus comentarios, eres meticuloso, yus comentarios me ayudan a fijarme mas en los detalles. no es necesario que te disculpes, como ya he dicho yo tampoco soy perfecto.

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  17. un saludo foreros, este relato de hoy me recuerda un relato muy parecido leído en TD, tan similar que lo tomo como plagio. respecto a el comportamiento de Carmen me parece abusivo e irrespetuoso con respecto a la persona que dice amar tanto. Surrealismo puro y duro. un saludo.

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  18. Tal vez sea muy cínica, pero veo a Mario y Carmen como unos personajes de ficción cuyos actos responden al deseo del autor de crear situaciones morbosas o líneas de conflicto en la trama. Por tanto, no veo mucho sentido juzgar moralmente sus actos, como si fueran personas reales. Todo el mundo sabe lo que está bien y lo que está mal.

    Si comenté que la adúltera encarna el mayor miedo e inseguridad masculinos es por las viscerales reacciones de los lectores varones a estos personajes en los comentarios de TR. Algo que llama la atención en una web de relatos donde son comunes las escenas de violación y abusos de todo tipo a mujeres. Y, a partir de estas reacciones, se diría que echar un polvo a espaldas de tu esposo es un acto mucho más vil que secuestrar, violar, prostituir, chantajear o incluso esclavizar a una mujer.

    No es victimismo feminista. Puedo disfrutar de esas historias, si están bien escritas. Lo que no deja de resultarme chocante son los implacables juicios de valor hacia la infiel y los dobles raseros que imperan.

    Como ya comenté, al marcharse de vacaciones pagadas, Mario ha aceptado asumir una situación de vulnerabilidad. Y una vez rota la santidad de la monogamia, determinar qué es lícito o no supone moverse en un auténtico limbo sin ningún apoyo sólido. Mario ha aceptado y alentado que su mujer se entregue a cualquier hombre que le ofrezca 50.000 pesetas, o que tenga dueño. ¿Qué diferencia hay en follar con un patrón de yate, el hecho de que le caiga antipático?

    Dado que, a estas alturas, resulta obvio la fascinación de Mario, el autor, por las situaciones de cuernos (una forma de masoquismo emocional), a nadie debería extrañarle o incomodarle que Carmen muestre falta de empatía hacia Mario, el personaje, en sus escarceos sexuales. Como mujer, me seduce la idea de ponerme en la piel de Carmen cuando se comporta como una cabrona egoísta con Mario, y supongo que el autor y muchos lectores varones encuentran morboso empatizar con un hombre casado al que su esposa le pone los cuernos en la cara. Entiendo que haya personas a las que estas situaciones les traigan recuerdos amargos, pero deberían tomarse esto con cinismo.

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  19. Eva, cuando Tomás llama a Carmen Mario jamás a dicho nada, de hecho siempre le a dicho que se vaya tranquila que el le espera en casa, cuando a quedado con Angel tampoco le a dicho absolutamente nada, ni un mal gesto.

    Cuando le contó todo lo que hizo en Sevilla, reconociendo ella que había ignorado completamente a Mario, Mario se éxito, de hecho alentó a Carmen a hacerse el famoso tatuaje del que tanto hemos comentado.

    Mario solo se a quejado cuando Carmen se a llevado a un amante a casa, porque lo veía como un riesgo, incluso la apoyo cuando salieron las fotos de Carmen con el fotógrafo en la revista.

    Mario a aceptado que en este viaje lo va a pagar Carmen follando con Gerardo, a eso no le a puesto ninguna pega.

    Lo que a ocurrido en este capítulo es distinto, a Mario le a incomodado el patrón del barco, se lo a dicho a Carmen y está se a mal entonado, no entiendo la necesidad de Carmen de hacer daño, porque aquí va hacer daño a Mario. Crees que a Gerardo le va hacer gracia enterarse que el patron de su barco se a follado a Carmen antes que el que es quien está pagando por acerlo?, mi no me molesta que Carmen folle con todo hombre que le guste de hecho me pone muchísimo que se folle a su mentor, idea que le a metido en la cabeza Angel y espero que ocurra.

    Tu lo has dicho a ti te pone la Carmen egoísta que pisotea a Mario, a mi eso me parece bien, a una amiga mía también le encanta esa Carmen, de hecho hoy a la mañana hemos desayunado con ella y comentado el capítulo, yo me he reído porque a la pobre, Mario la a dejado con las ganas de leer ese polvo que va a hechar Carmen con el patrón, esta rezando para que el siguiente capítulo pueda leerlo pronto.

    Yo ya dije que tengo una pareja amiga donde el toma el rol de Mario, pero ella siempre me a dicho, por mucho que le guste un hombre si ve que a su marido no le gusta o le incomoda no sigue adelante, porque ella quiere que los dos disfruten, para ella el es el primero, de hecho a cortado más de un polvo a la mitad, porque el macho se estaba pasando de la raya con su marido.

    Espérate tu que no se queden sin vacaciones, cuando Gerardo se entere, este despida al patrón y mande de vuelta a Carmen y Mario a Madrid por incumplir con lo pactado.

    Eva todos tenemos una opinión y a mi me gustan las tuyas porque las razonas muy bien.

    Joder menudo tostón he escrito como se nota que hoy tengo fiesta, a lo dicho un gran abrazo para Dosoctavas que espero volver a leer un comentario tuyo pronto, otro para ti Eva, por tus comentarios, que no esté de acuerdo contigo en algunos, no quiere decir que no disfrute leyéndolos, otro a todos mis compañeros comentaristas de este gran relato.

    Dejo el último abrazo de oso para Carmen y Mario, los protagonistas de esta historia.

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  20. Al hablar de sexualidad yo haría una distinción entre las relaciones reales y la lógica que impera en la ficción erótica, porque rara vez son conciliables.

    Las relaciones de dominación y sumisión, o las de cuernos consentidos, obedecen a una lógica contraintuitiva, en el sentido de que a una masoquista o a un cornudo vocacional les gusta que les traten mal. Muchas veces, cuanto peor se comporta el otro, más disfrutan. Carece de sentido, por consiguiente, comerse la cabeza sobre la maldad o egoísmo inherente al comportamiento del dominante o la "adúltera" (esto último entre comillas).

    En tales relaciones, el morbo y la excitación reside en forzar el límite, en la continua transgresión, en la novedad. Nada raro tiene que se tense la cuerda o se fuercen los límites. Ahí está la gracia. El problema, por supuesto, es que la otra persona no pueda soportar la situación y la relación se rompa. Por eso es tan importante una buena comunicación y conocer la psicología y los fetiches de la otra parte.

    Si nos centramos en el Diario, honestamente, la conducta de Carmen es autodestructiva. No se puede justificar de ningún modo, porque hay relaciones que han sido abusivas (Roberto, Mahmud) o, cuando menos, potencialmente peligrosas. La violación de Ángel y el embarazo no deseado es lo menos malo que, en el mundo real, a una mujer que actúe así le podría pasar.

    Por último, creo que cualquier mujer con tendencias sumisas dejaría de ver a su marido del mismo modo si asume un rol cornudo. Hay una cosa que Mario, el narrador, refleja muy bien, y es la tensión sexual o el reconocimiento mutuo cuando una sumisa se encuentra con un tipo dominante. Y eso es lo que ha ocurrido entre Carmen y el patrón de barco. No sólo le está provocando sexualmente; también le está desafiando a que demuestre que tiene lo que hay que tener para asumir el control. Eso es lo que busca una sumisa de verdad: dominación y posesión. Un hombre que renuncia a ambas cosas nunca podrá ser un referente sexual.

    Más allá de esto, como ya he dicho, yo no creo en los matrimonios abiertos o las de cuernos como algo estable a medio o largo plazo, al menos tal y como se describe en esta serie. Eso no quita que sea magnífica, de lo mejor de Todorelatos.

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  21. Totalmente de acuerdo con tu último comentario Eva, el diario es de lo mejorcito, Mario sabe transmitir tan bien que lo sientes como si tu fueras el protagonista.

    Yo creí que sí el patron del barco se hecha para atrás rs por no cabrear a su jefe.

    Un abrazo muy fuerte Eva.

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  22. ¡Ufff, madre mía! Mario.
    Te superas en cada capítulo.
    ¡Que tensión sexual en el diálogo entre Carmen y Santos!
    Genial.
    Enhorabuena por el Diario y por la mujer que tienes.

    Wiru.

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  23. Hola a todos. Voy a dar mi opinión que está a medio camino entre la versión emocional de Apasionado y la versión cínica, (en el sentido filosófico), de Eva.

    Se embarcan y conocen al patrón que tiene un carácter poco sociable, por ejemplo la respuesta que le da a Carmen sobre la idea de nadar hasta la cala es de un tío grosero y ella hace muy bien en pegarle un corte. A Mario no le gusta por la forma de mirarles y por las continuas interrupciones, está incómodo y cuando Carmen empieza a meterle mano reacciona muy mal, le grita: ¡ Para, joder, no puedo, estate quieta! Supongo que además de gritarle le quita de mala forma la mano de dentro del bañador. Con esto fastidia el buen rollo que tenían, si me pongo en el lugar de Carmen me imagino lo mal que me sentiría, con ganas de mandarlo todo a la mierda.

    ¿Qué es lo que pone tan crispado a Mario, qué tiene de diferente esta situación con respecto a otras parecidas sin que le haya molestado tener mirones? Pienso que es por el entorno. No es lo mismo vivir una situación de intimidad a la vista de desconocidos en un lugar del que puedes marcharte cuando quieras a hacerlo en un sitio como un barco en el que estás obligado a convivir con las personas que te han estado viendo hacer cosas con tu pareja. Yo no lo haría y si mi pareja tratara de forzarme a hacerlo se encontraría con un no rotundo por mi parte . ¡Te he dicho que no, no insistas, joder! En ese sentido comprendo a Mario.

    Lo que no comprendo es por qué no lo hablan, el error es no ponerlo en común en ese momento. Creo que la reacción de Mario fue mas violenta de lo que parece en el texto y por eso Carmen no le dejó excusarse y se fue.

    El desaire a Carmen, la tristeza y la amargura, que es lo que yo habría sentido, son los detonantes para lo que ocurre después: la escena con Santos en el puente de mando. Después Mario vuelve a darle la matraca como dice ella, porque se quita el sujetador para hacer top less y sale la frase bomba: ni ve, ni, oye, ni comenta y a partir de ahí Carmen trata de encontrarle el significado a los recuerdos que van apareciendo en su cabeza y para eso utiliza a Santos, aunque cae víctima del deseo que le provoca. Me fascina como es capaz de describir el proceso de busqueda de un nombre olvidado, me he sentido muy identificada cuando intento recordar una palabra y poco a poco van apareciendo letras, silabas y por acierto y error acaba saliendo, o no. ha sido genial ver el proceso escrito.

    Me cuesta ver a Carmen como una cabrona egoísta como dice Eva, porque está cumpliendo el sueño de Mario. Tampoco consigo verla como la mujer que se empeña en hacer daño a Mario que cree ver Apasionado porque creo que es como dice el tango, el color de su cristal con el que mira el relato, no sé si me explico. Tampoco veo a Carmen en el modelo simplista de niña caprichosa que presenta kikotou. Lo siento, no la veo. Tampoco veo al Mario víctima que veis algunos, al contrario, está disfrutando como un enano, independientemente de que le caiga fatal el patrón.
    Besos a todos.
    Mía.

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  24. Hola, gente.

    Dice Eva, que hay en Carmen un proceso autodestructivo en marcha.

    Creo entender el “alma” de Carmen (alma en el sentido metafórico del término) y pienso que, si hubo un proceso autodestructivo, fue en dos momentos determinados: uno, cuando conoció a Borja y estuvo punto de marcharse con él, de venderse sin saber ni por cuánto ni por qué. Le salvó la llamada de Irene.

    El otro momento de autodestrucción fue durante la fiesta por el campeonato de motociclismo, en la que se cumplió la profecía lanzada en casa de Doménico días antes. Allí perdió el control, se dejó llevar, Antonio, Salif, Cristian, Mahmud… y si llegó a tocar fondo es algo que no ha contado, lo que hizo fue salir de casa de Doménico y emprender un autoanálisis en la montaña del que surge escindida la figura de la náufraga y posteriormente el encuentro con Tomás.

    Desde mi punto de vista son los dos momentos cruciales en los que se jugó la partida, los momentos en los que estuvo más cerca de la autodestrucción. Lo que no sabemos, aunque es probable, es lo que el tiempo le pudo deparar, tened en cuenta que solo nos ha relatado un año del camino y las luces y las sombras, las cumbres y los barrancos han debido de ser tanto o más difíciles que lo que ya conocemos.

    Pero no olvidemos que solo estamos hablando de un relato.


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  25. Es verdad que el Mario personaje confunde mucho, porque no sabes por donde va a salir, lo que yo veo es que cuando Carmen se folle a Santos, a Mario le va a doler, el sigue en esa guerra entre me excita, pero me duele.

    La vida que Carmen y Mario han emprendido, es inviable sin una buena comunicación. Es verdad que Carmen empezó en esta vida por complacer a Mario, pero yo ahora ya no veo eso, creo que Carmen a descubierto una nueva faceta que tenía dentro de ella y no conocía, esa faceta le fascina, Carmen hubiera disfrutado igual dentro de ese barco sin la presencia de Mario.

    Yo creo que en realidad no necesita a Mario, ella puede conseguir al hombre que quiera para proporcionarle placer.

    Eva comentaba que Carmen necesita a un hombre que la domine, pero yo veo que la que domina la situación es Carmen, Santos al final irá por el camino que le marque Carmen.

    Cuando Carmen le dijo a Tomás soy tuya, lo he vuelto a leer, cuando Tomás está delante de Carmen es un cachorro en sus manos.

    Con Angel más de lo mismo, el cree que manda, pero sigue la batuta de Carmen.

    Después de escribir todo esto, no me queda más que pensar que Carmen ama profundamente a Mario, porque insisto, no le hace falta para nada.

    Mario no tardes mucho en publicar, me puede la curiosidad, por saber si Santos va hacer lo que debe o va a terminar haciendo lo que desea.

    Un abrazo muy fuerte a todos.

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  26. En el Diario de un consentidor, las reacciones de los personajes suelen aflorar de forma muy orgánica a partir de una acción-reacción. En ese sentido, el cabreo de Carmen surge a partir de la actitud de su esposo, y ésta, a su vez, alimenta la bordería de ella. En otras palabras, han entrado en una espiral que creo que les conduce a enrocarse cada uno en su actitud, y la de ella es egoísta, ya que Mario le ha expresado su incomodidad y ella no hace más que alentarla. Una reacción, por otra parte, muy humana.
    Cuando hablo de conducta potencialmente autodestructiva de Carmen no es por una transgresión moral, o por hacer peligrar el matrimonio, sino porque implica adentrarse en situaciones de riesgo físico.
    Lo que dice Mia del entorno es lo que he apuntado en un par de mensajes, antes incluso de haber leído este primer capítulo sobre las vacaciones pagadas. Para Mario supone una total falta de control de la situación; vive de prestado, va a tener que tragar con lo que le echen, se halla en un entorno sin intimidad y en el que todos, a poco que deduzca, sabrán que es un cornudo consentido. En su entorno familiar, personal y profesional muy poca gente sabe de las aventuras de Carmen, e incluso puede desaparecer o hacerse el sueco. Aquí poco puede hacer y ni siquiera cuenta con el atenuante de que su esposa tiene sexo con alguien jerarquicamente superior, sino que todo apunta a que acabará follando con un subordinado.
    Respecto al prisma con el que se interpretan los hechos, considero casi inevitable que los hombres empaticen con Mario y las lectoras con Carmen, de modo que estas divergencias de opinión son inevitables.
    Un debate subyacente es que existe una humillación “buena” y otra “mala” cuando la adúltera consentida no respeta los deseos o límites de su cornudo vocacional. Ignoro el tipo de relación que mantiene el matrimonio de amigos de Apasionado, pero los únicos arquetipos viables a largo plazo que conozco son los intercambios de pareja y las relaciones de cuernos.
    Cualquier relación abierta siempre va a ser asimétrica; en los locales swingers, hay una mujer por cada cuatro o cinco hombres, y en Tinder la situación es similar. En general, las posibilidades de una mujer de tener sexo casual son muchísimo mayores que las de un hombre. Hay narrativas edulcoradas que casi sólo existen en la ficción. Lo más habitual que me he encontrado, y lo que yo he vivido, son parejas que se conceden libertad cuando se hallan en entornos sociales distintos y “ojos que no ven, corazón que no siente”. O bien los intercambios de pareja o tríos en las que las mujeres suelen ser el gancho para que el marido participe.

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  27. Eva me parece que no me has entendido, lo que digo del entorno no tiene nada que ver con lo que dices tú ni de lejos. Si lo hubieras leído con atención habrías entendido que para mí, el entorno afecta a la conducta de Mario, la modifica y le impide disfrutar de algo que, en otro ambiente menos asfixiante, no le hubiera hecho actuar como lo hizo. El yate le resultó claustrofóbico, no podía exhibirse con su mujer delante de Santos y seguir despues como si nada hubiese pasado. eso mismo, en cualquier otro lugar mas abierto, no le hubiese causado ningun problema porque tenia "el comodín de la puerta de la calle", auqnue no la utilizara, no sé si me entendéis. Sé de lo que hablo; yo, en similares circunstancias me siento cohibida, sin embargo en un entorno mas abierto no tengo ningun problema.

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  28. La presencia de Irene hace pensar que no está olvidada ni mucho menos, creo que una de las dos dará el paso del reencuentro tarde o temprano; se quieren, eso es indudable y el malentendido tiene que resolverse.
    Me sorprende la actitud tan cuatelossa de Mario desde el comienzo de las vacaciones; primero con el deportivo, luego con el yate y después con el capitán, es como si hubiera aceptado a regañadientes y no quisiera decirlo, lo que pasa es que esas cosas acaban saltando y de mala manera.
    El dialogo entre Carmen y Santos en la popa despues del polvo con mario y vestida solo con el tanga es de antología, unode los dialogos mas eróticos que he leído. parece un peloteo Nadal Djokovic en el que no sabes quien va a rematar a quien. Me la imagino desnuda tapadita solo con ese minimo tanga y al otro bestia conteniendose y me pongo mala. Qué bueno eres escribiendo escenas de sexo sin necesidad de ser explicito.

    Un mensaje para Eva: cada vez me resulta mas dificil seguirte, será culpa mía pero no consigo extraer de tus extensos comentarios el meollo, la cuestión central, el concepto base de lo que nos quieres decir. Insisto, debe de ser problema mío, pero a lo mejor un poquito de concreción no vendría mal.

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  29. Te entiendo perfectamente Mia, Mario se encuentra en un barco en alta mar, exiviendose delante de alguien del que no puede escapar, como tú dices si está situación se hubiera dado en un restaurante, Mario hubiera disfrutado como un enano.

    Por eso me sorprende que Carmen siendo la persona que más le conoce en el mundo no entienda su reacción.

    Eso no quita a que Carmen se pueda enfadar por las formas, pero el fondo es meridiabamente claro.

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  30. Cuando analizo una escena de este Diario, no trato de psicoanalizar a los personajes, sino deducir qué situaciones desea crear el autor. La espiral de desencuentros entre Carmen y Mario comienza con el deseo de ella de tomar el sol en top less, porque él no quiere que el patrón del barco la vea.

    La mamada y el polvo marital en el barco surgen después por iniciativa de Carmen, para demostrar lo puta que es a Santos. Es obvio que ella le está provocando, o tratando de incorporarle a la química sexual que se desarrolla en el barco. Percibo una intertextualidad constante entre esta escena y la del coche con ese empresario vasco que la llamaba Carmentxu, cuando follan frente al chófer. Da la impresión de que en el barco aflora de nuevo esa pulsión exhibicionista.

    El barco se produce una negociación a tres bandas por definir los roles, y ninguno parece dispuesto a asumir el que los otros dos esperan de él. Santos quiere ser quien decida adónde va el barco, algo que Carmen no está dispuesta a aceptar, ni tampoco la conducta puritana que su esposo espera de ella.

    En definitiva, que me parece una situación creada por el autor para poner en un aprieto a Mario el personaje, con el objeto de que su lectura resulte morbosa. Si Mario tuviera la opción de salir de la situación, el relato perdería su enjundia.

    Hace meses que Mario es un personaje pasivo que se limita a reaccionar ante las acciones de Carmen y otros agentes externos. Es ella la verdadera protagonista de la historia ahora. Y me parece que su conducta está dirigida a la transgresión, a sentirse una puta, y para ello no es tan importante lo promiscua que sea, sino que otros lo sepan.

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  31. Apasionado, si Carmen se folla a Santos el que mas va a difrutarlo es mario, no lo dudes. No se quien es el que ha dicho que ves el diario desde tu experiencia y este es el mejor ejemplo. A tí te doleria, a Mario no, ese es tu problema, que te pones en su lugar con tu historia y claro asi no puedes leerlo de una manera neutral. que conste que lo digo por tu bien y porque lo disfrutes sin malos rollos.

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  32. Tienes toda la razón en eso Dosoctavas y no puedo evitarlo, me resulta imposible no ponerme en su piel y mira que intento mantener las distancias cuando leo, pero me es totalmente imposible.

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  33. No sé, me he sentido extraña, quizá sea uno de los pocos capítulos que no me ha gustado al 100 x 100. Ella me ha resultado demasiado desvergonzada, quizá incluso soberbia y prepotente. Él, de igual manera, es pura contradicción, con una lucha interna como de aprendiz de consentidor.

    ¿Está ella en un proceso autodestructivo como algunos lectores comentan? Pues no lo sé, la verdad es que en mi mundo ese sería el concepto que arraigara en mí pero en el mundo de ellos, sin saber muy bien qué buscan, supongo que he de entender que están recorriendo el camino que es necesario para llegar a alcanzar su objetivo. Si lo logran, si merece la pena el precio que se ha de pagar, eso es otro cantar, al menos, en mi imperfecto mundo.

    La escritura me ha gustado por su fluidez y dinamismo, salvo algunas cosillas, como por ejemplo, falta de alguna interrogación.

    La escena que ella ha recordado, aquella que se desarrolló en el coche después de follar con Gonzalo, si no recuerdo mal, en la que el conductor le da algunos pañuelos para que se limpie, la recuerdo como insuperable en cuanto a morbo y vivencia en el mundo de la sumisión.

    Un beso

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  34. Querida desconocida, si has seguido el curso del capítulo habrás visto que desde el inicio el Mario protagonista se debate en un mar de inseguridades: en Tarifa con el deportivo, antes de decidirse a usar el yate..., y una vez embarcado, se siente incómodo y protgoniza una escena violenta que rompe el buen clima con Carmen. tendrá que esperar para escuchar sus explicaciones loq eu esta claro es que esto marca el devenir de la travesía.
    La frase, "ni ve, ni oye, ni comenta" que surge, tambien marca la conducta de Carmen, no la exime por completo de su comportamiento, pero la búsqueda de sentido a lo que surge de su mente es un punto clave.
    ¿Desvergonzada? Sí, hace tiempo. ¿Soberbia, prepotente? Eso es algo que no me corresponde a mí valorar sino a los lectores.

    Un beso.
    Mario.

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  35. Bruto.
    Ante todo buenas tardes, Mario creo que nos haces un poco de trampa, ¿soberbia, prepotente? lo estas valorando al presentarnos la escena.
    No me gusta "valorar" o interpretar a los personajes y su carácter, intento sólo comentar el relato y eso con mucho cuidado, y admiro mucho a los que comentan y valoran el mismo, pero no me siento capaz de hacerlo.

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  36. Apasionado, te entiendo y no pienses que te critico, es que me duele ver que lo pasas mal. Me recuerdas a una compañera que sufre con las pelis en las que a alguien le tienden una trampa y le van a hacer la vida imposible, lo vive en primera persona y en vez de pasar un buen rato se pasa toda la peli en tensión. Espero que no me haya cogido mania.

    Encuanto a si carmen es preopotente o soberbia, yo pienso que Carmen y mario comparten la misma inseguridad, los dos están sin saber a donde van y tiene sus altibajos que solucionan como lo hacemos todos, pegando voces y reconciliandonos despues.

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  37. No sé cómo lo voy a hacer, pero para el aniversario el próximo capítulo tiene que estar publicado en ambas plataformas. Son quince años, ahí es nada, y me he propuesto tenerlo listo, pulido y encerado como sea.

    Hace una semana duraba cuarenta y cinco minutos, antes de ayer pasaba de los setenta; he reducido, cortado, he pasado secuencias a otros capítulos. Es igual, llegue al tamaño que llegue, el quince de Noviembre estará publicado, lo juro por Darwin. (El prólogo de celebración lo escribí en Agosto, habrá que darle un repasito).

    Esta etapa de las vacaciones la comencé a redactar hace exactamente un año, el diecinueve de octubre; lo sé (y lo saben quiénes ganaron el ultimo concurso que convoqué) porque tengo la costumbre, por deformación profesional, de anotar la fecha y hora en los documentos, tanto de inicio como de los hitos importantes; de esa manera conservo el recorrido que ha seguido esta saga de las vacaciones que, como una ameba, se ha ido desglosando a medida que engordaba y crecía y aún no ha acabado.

    Escribir es una droga y compartirlo con vosotros y vosotras, tanto aquí como en TR, un auténtico placer. Gracias por estar ahí, al otro lado.

    Mario

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  38. No te he cogido manía Dosoctavas, por mucho que me duela valoro muchísimo que una persona vaya de cara.

    Es un gran relato, lo que me puede es ver a un Mario que se guarda todo dentro de si, eso no es bueno y terminará por salir en algún momento, en cuanto a Carmen, se que lo ama, pero tampoco se abre, hace muchas cosas a espaldas de Mario, incluso si le puede sentar mal.

    Es frustrante ver que siendo los dos grandes sociólogos tengan tan poca comunicación, debería ser al revés.

    Al leer el relato por primera vez me pareció que Carmen se pasó de la raya, pero es verdad que no tuve en cuenta que este matrimonio se rije por otros códigos.

    Como he dicho, no te preocupes dosoctavas, yo seguiré leiendo este gran relato, emulando a mi película favorita, no llueve eternamente y se que al final Carmen y Mario se entenderán y volverán a tener esa complicidad que demostraron al principio del relato.

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  39. Gracias a ti Mario, es mucho trabajo, pero se ve que disfrutas y eso es lo que importa.

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  40. Como ha dicho Apasionado.......
    Las gracias a tí, Mario, por rememorar vuetras vivencias como pareja y plasmarlas en este gran "Diario".
    Estoy seguro de que Carmen también te ayuda en la construcción del relato con sus propios recuerdos. No todo va a estar en tu memoria (creo) y ella, conjeturo, rellena esos huecos.

    Wiru

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  41. Y seguir el diario es una droga tan adictiva que a veces me quita horas de sueño cuando no tengo otro momento para leer el capitulo que he visto a mediodia que se ha publicado. Eres un gran escritor aunque te cueste reconocerlo. gracias por tu tiempo. UN beso.
    Lucia, la drogadicta

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  42. Lugasan
    Quiero releer antes de comentar (seguro que al final me echó atrás y no comento).
    Lo que quería aprovechar y decirle a Mario que no se preocupe, que para celebrar el aniversario no nos importa en absoluto que la duración sobrepase los 74 minutos, y por mí, ni las dos horas...un aniversario es un aniversario.
    Un saludo cordial a todos

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  43. Bruto.
    Estoy completamente de acuerdo con Lugasan, no nos importa nada que sobrepase los 74 o lo que sea, así que animo y a por ello.
    Que estamos de celebración.

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  44. Y por que no le pedimos a Diva que le apriete para que no se enrede en tanta corrección y revision y saque el capitulo a final de mes y el 171 que ya nos ha dicho que lo tiene casi listo el dia quince? Lo digo porque creo que Diva tiene mano con Mario

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  45. Qué pesadito te pones, dosoctavas, por qué no te callas, qué dijo el bandido.

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  46. Me da a mi que hasta el día quince nada, que Mario se mete en modo caza y no para hasta acabar con todos los errores, lo mejor, no hacerse ilusiones.

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  47. Hasta el día quince, nada, como bien dice Apasionado. Entre otras cosas porque me queda mucho por revisar y porque ando escaso de tiempo y porque la razón principal ya la sabéis: El aniversario hay que celebrarlo con un buen capítulo y creo que éste lo es.
    Armaos de paciencia, solo son tres semanas.

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  48. Lugasan
    Solo puedo hablar en mi nombre, pero lo resistiré (aunque me quedaré sin uñas) siempre y cuando no cortes la duración...todo sea por el aniversario.

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  49. A mi me parece perfecto, es todo un detalle por parte de Mario que nos quiera brindar un grandisimo episodio para celebrar el 15 aniversario del diario, 15 años que se dice pronto, toda una vida.

    Además también es de agradecer el esfuerzo que supone sacar tiempo para escribir cuando el trabajo aprieta, estoy deseando de leerlo el día 15, creo que será mucho más emocionante por lo que eso supone.

    Solo me queda agradeceros a Carmen y a ti Mario por los detalles que tenéis con vuestros lectores, mucho ánimo a los dos y nos vemos el día 15.

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  50. Aquí os dejo un regalito para que os sea más leve la espera, un fragmento de algo que saldrá en diciembre o enero al final de la saga del verano del dos mil uno.

    Calor.

    Una suave ráfaga alivia el castigo del sol de mediodía, se extingue como el aliento y espero, tiene que volver. El murmullo del mar adormece mis sentidos, me dejo llevar, floto, podría quedarme dormida pero no quiero. Atiendo a las risas de unos chiquillos, escucho unas voces que pasan. La brisa me cubre, pasa como una caricia por mi cuerpo, mi cuerpo desnudo.

    Mario apenas tuvo que insistir, era su asignatura pendiente desde cuándo, ¿cinco, seis años? creo que lo daba por perdido de antemano, aún así lo propuso. Si, dije, ¿por qué no? Ya el verano pasado estuve a punto de ceder, en el fondo me apetecía probar la experiencia aunque la presión de Mario me hacía resistirme. Sí, dije esta vez y se le iluminaron los ojos. Habíamos oído hablar de las calas de Roche cuando estuvimos en Sancti Petri unos años atrás. Mario, a partir de que me declaré dispuesta, se encargó de recabar información: en las calas de Roche había una poco frecuentada, al lado de la Cala Tío Juan de Medina, mucho más conocida para practicar nudismo y que, según nos dijeron, atraía demasiados “textiles”. Puede que no fuera tan idílica como imaginábamos pero nos decidimos por esa cala desconocida. Se había encargado de preguntar por su emplazamiento y eso llevó a conocer algo más: apenas un par de bares y un complicado acceso descendiendo desde lo alto del acantilado.

    Llevamos el auto pequeño, no nos atrevimos a dejar un descapotable aparcado sin vigilancia mientras nosotros desaparecíamos durante unas horas. Llegamos temprano, tanto que pensamos que nos habíamos equivocado de lugar porque no había ningún otro auto en la explanada. Por fin localizamos, tirado en el suelo, el cartel que indicaba la bajada. No fue tan complicada; abajo, una pequeña lancha de la que estaban sacando el suministro de uno de los bares, y otra de unos turistas que ya estaban acomodándose en un extremo de la playa; fue todo lo que nos encontramos. Para llegar a nuestro destino teníamos que pasar a la otra cala. El espectáculo era increíble, una pequeña playa virgen repleta de rocas producto de los desprendimientos del acantilado. Elegimos un lugar intermedio y para cuando habíamos extendido las toallas ya estaban llegando otras cuatro personas.

    No lo dudé, tenía poco que quitarme, comencé por la camiseta y me quedé en top less contemplando el oleaje tan solo con el minishort vaquero cortado en pico que, en un arranque de locura, compré en un mercadillo empujada por Mario, una prenda escandalosa que solo usaría en un sitio así, porque dejaba al descubierto la parte baja de los glúteos, suficiente para arrinconarlo en cuanto volviésemos; mientras tanto disfrutaba del estreno tanto como Mario. Después de un rato absorta en el potente oleaje lo desabroché y, no sin esfuerzo, lo bajé arrastrando el tanga. Era tal y como lo imaginaba, una inmensa sensación de libertad. Nada más desnudarme caminé hasta la orilla, quería sentirme sola, libre, desnuda, sin nadie alrededor que quisiera nada de mí, quería sentir mi cuerpo, el sol, el viento de levante, el agua acariciándome los pies. Un crío pasó corriendo y me salpicó, reí. Detrás venían los padres, ella se disculpó con una mirada, en los ojos del padre apareció el sexo, no me importó pero rompió la pureza del instante. Caminé mar adentro, deje que las olas me avasallaran, el agua calmó el calor que hacía saltar chispas en mi piel. Nadé con ganas a merced de un mar embravecido, no sé cuánto tiempo; volví y anduve hacia las toallas escurriéndome el cabello con las manos. Si, sentía las miradas que levantaba a mi paso pero me desentendí, iba hacia Mario, era a él al que quería impresionar. Mario me esperaba impaciente, erecto. Me senté a su lado, cubrí mi piel con una película de crema y me tumbé.

    Calor.

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  51. No aguanté demasiado, me incorporé y el mar me llamó, tenía que sofocar el fuego en mi cuerpo. Llegué a la orilla, la brisa bastó para calmarme. Escuché hablar en alemán a mi lado, se preguntaban si habría un lugar para comprar unas botellas de agua. Un pareja joven, de mi edad, de rasgos teutónicos. Me volví y les dije, casi les grité, que en la cala de al lado tenían un chiringuito para beber lo que les apeteciera. La expresión de su rostro mudó al alivio pensando que estaban con una compatriota, les saqué del error y empezamos una conversación como solo sucede cuando te encuentras en tierra extraña. Hans y Ute, treinta y pocos, de Baviera, como yo, como mi madre y mi abuela, les dije para explicar mi puro acento alemán. Olvidaron la sed y empezamos a hablar de mil cosas, de lugares que he frecuentado allí, de sitios que le podía interesar conocer aquí. Algo me atrajo la atención: Mario estaba hablando con una pareja y se dispararon las alarmas. Me despedí de mis nuevos amigos y, movida por la curiosidad, caminé hacia Mario y la desconocida pareja.

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  52. Gracias Mario, siempre tienes este tipo de detalles con tus lectores y nos mantienes fieles y con las ganas de que lleguen esos capitulos futuros.

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  53. Qué canalla, ahora no solo suspiramos por el próximo capítulo sino que nos tienes en ascuas por el que llegará nada menos que en Enero!!!!! Eres un sádico.

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  54. Puede que alguien se acuerde de una escena en la que Mario recuerda una escapada a Grecia en la que Carmen, muy jovencita y muy libre, lucía las axilas sin depilar, y en ese recuerdo se dejaba entrever que estaban en una zona nudista, lo cual podría dar a entender que algo no encaja con lo que se está relatando en este macro spoiler que nos ha regalado. ¿os acordáis?

    Mi humilde opinión es que una cosa es desnudarse en una isla remota y otra bien distinta es hacerlo a cuatrocientos kilómetros de tu casa, donde las probabilidades de tropezarte con algún conocido te quitan las ganas. Si la protagonista se atrevió a hacerlo por fin, después de mucho rogarle su pareja, sería porque había llegado a un punto en el que los prejuicios y lo que pudieran pensar los demás le importaban bien poco y a cambio disfrutaba de la inmensa sensación de libertad que se siente al estar desnuda en plena naturaleza.
    Al menos es lo que yo habría hecho.

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  55. Gracias Mario por el edelanto.
    Como pareja naturista que somos, y nudista en su día, en Vera (Almería) y Cabo Pino (Málaga), corroboro la sensación de libertad que se disfruta de estar desnudos junto a otras personas en una playa casi virgen y no muy concurrida.
    Si a eso le añades, como era nuestro caso, la búsqueda de alguna situación erótica con algún chico simpático y majete para mi mujer......el paraiso.
    Comprendo a Carmen y Mario en ese aperitivo que nos ha entregado.
    Gracias de nuevo, Mario.

    Wiru.

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  56. Mía, tienes toda la razón, Mario es un sádico que nos pone la miel en los labios y la guarda para regalarla en reyes.
    Y quien sera la pareja con la que habla Mario para que Carmen deje escapar a los alemanes.
    Kiko

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  57. A mi me han gustado estos dos fragmentos, he vuelto a ver sintonia entre Carmen y Mario, pero estoy con Mia eres malvado, por hacernos esperar tres meses jajajajaja.

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  58. Bruto.
    Dos anticipos interesante, espero que haya lío con las dos parejas, de ahí la sección en TR, pero hay tanto anunciado.
    Te recuerdo que de inmediato tenemos unas vacaciones no resueltas, que dirían los modernos, los que peinamos canas, diríamos inconclusas, la vuelta de Tomás y la vuelta de Doménico, aparte de de cositas pendientes.
    Espero que celebraciones aparte, sea un capítulo de los de hostia, en castellano viejo.
    Tengo mucha fe (es afirmación).

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  59. Vaya par de desagradecidos, barra, as. Encima que os doy material para que no se os haga tan larga la espera me tildáis de sádico, hay que ver...

    Sobre la alusión que hace Bruto a la sección en la que encuadré el diario en TR. No me detuve demasiado en la elección; infidelidad tenia claro que no era la adecuada y la única que me encajaba era intercambios porque Trios no reflejaba lo que el diario era. Muchos lectores me han dicho que no es un relato de intercambios; puede ser, lo que no es, desde luego, es un relato de infidelidad.

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  60. La verdad es que es difícil encuadrar el relato en las categorías de TR, porque este relato a tenido un poco de todo, a tenido infidelidad, interracial, lesbico, BDSM, hetero general, confesiones, seguro que alguna me dejo.

    Tendrían que creaumr una categoría nueva para ti jajajaja.

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  61. Bruto.
    No sería Bruto, verdad Cayó.
    Tienes razón, ha pasado por todas las categorías, y es inclasificable pero va apeteciendo un un poquito de interacción, creo que a Mario más.
    Antes de verano había un periodo medio de 12 días entre que publicabas en TR y que sacabas capítulo nuevo en el Blog.
    Entiendes que estemos de los nervios.

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  62. Pues ¿sabeis que pensé siempre?, que Mario había colocado el relato en "Intercambios" en lugar de en "Infidelidades" por que en esta categoría es tal la cantidad de relatos que se publican que, en unos cuanto días, cada nuevo episodio del Diario pasaría a ocultarse de la primera página de dicha categoría a dos otres páginas más atrás, perdiendo visibilidad.
    Eso no ocurre en la categoría de "Intercambios".
    El último capítulo, de hecho, aún está en cuarta posición desde que se publicó el día 17.
    Y, Mario, hombre.........infidelidad consentida si que la hay a espuertas.
    Y eso me encanta.
    Saludos

    Wiru

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  63. Si es consentida no es una infidelidad, la infidelidad significa engaño, si tu eres sincero con tu pareja y esa pareja esta de acuerdo, deja de der una infidelidad.

    La verdad es que Bruto tiene razón, nos mal acostumbrarte Mario, pero este mes merecerá la pena esperar al día 15.

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  64. Dice mi chica que está de acuerdo con lo de que si eres sincera con tu pareja y las dos lo aceptais no hay engaño, pero que tambien entiende los bajones de Mario porque una cosa es lo que la razón te dice y otra lo que el corazón siente cuando tu pareja, en este caso yo, se está tirando a otro o a otra, sobre todo cuando ademas de sexo hay cariñito. La muy bruja no dice nada del rollito que tiene con su profe de yoga, una gallega preciosa, a la que tuve que animar yo misma para que se lanzase. Hay que ver como es esto del amor.

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  65. Yo tengo claro que si vería a mi pelirroja con otro o con otra, se moriría algo dentro de mi, no soy posesivo, pero tengo claro que si algún día llegase en que mi novia quisiera sexo con otras personas, me apartaría y le dejaría el camino libre.

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  66. Apasionado, si supieras lo que es que tu mujer esté con otros u otras y siempre regrese a tí radiante de felicidad y colmada (muy bien colmada jeje) a relatarte sus travesuras.......
    Es todo un mundo, quizás desconocido, por quien lo ve con un prisma estrecho.
    Eso no quiere decir que no tenga sus riesgos. Hay que estar muy muy seguro de en donde te metes, pero es maravilloso, morboso y muy excitante. Pregúntale a Mario si no.
    Un saludo
    Wiru

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  67. Nunca ha sido mi intención convencer a nadie de que siga los pasos de lo que se relata en este diario y mucho menos pretendo decir que esta forma de vivir la relación de pareja es mejor que otras porque cada pareja es un mundo y lo que le funciona a una no tiene por qué valerle a otra. Y como todo camino, éste está plagado de altibajos. En ningún caso pretendo poner el diario como modelo de nada ni dar lecciones de nada. Es cierto, como dice Wiru, para algunas parejas puede ser una experiencia maravillosa. Tambien, como dice Apasionado, para otras puede ser el motivo de ruptura. Cada pareja es un mundo.

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  68. Si yo me alegro en el alma por vosotros, pero yo no lo disfrutaría, por eso dejaría libre a mi pareja si fuera eso lo que ella quisiera.

    Como bien dice Mario cada pareja es un mundo, pero bastante complicado es aveces vivir en pareja, como para encima permitir entrar a terceros en ella.

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  69. Efectivamente Mario.
    Solo puntualizar que nosotros probamos ambas facciones del asunto.
    Evidentemente, estuvimos de novios, y hasta los dos años de casados y con un periodo de "emputecimiento" previo, mi chica no comenzó, a instancia mía y con mi total consentimiento y conocimiento a cornearme.
    Por eso argumento que, en nuestro caso, probamos la fidelidad primero y la infidelidad consentida después.
    También es verdad que años después dejamos por cuestiones que aquí no vienen al caso, este tipo de vida.
    Y yo no dejo de recordarla y añorarla.................¡coño!

    Un saludo a Mario y al resto de lectores

    Wiru

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  70. Opino que uno de los grandes logros que hemos conseguido entre todos en este blog es la TOLERANCIA y el RESPETO, así, en mayúsculas. Podemos discrepar y mantener posturas diferentes sin discutir por ello y eso nos da una libertad de expresión envidiable.
    Yo, como mujer, considero que poder mostrarme ante mi pareja sin tabúes y, emulando a Carmen, exhibir si se diera el caso, el piercing que me hiciera por deseo de otro hombre u otra mujer o el tatuaje debido a un proxeneta sevillano que me volviera loca, sería tan emocionante para mí que me volvería loca de amor por mi hombre, le diría: "Mira cariño, esta soy yo, tu mujer y la mujer de ellos, ¿a qué estoy cumpliendo tu sueño?"
    Estoy convencida de que estoy siendo fiel al pensamiento de Carmen y Mario.

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  71. Yo tengo una duda, si Carmen se hace el tatuaje , ¿se tiene que quedar en Sevilla?, porque ese tatuaje significa que desde ese momento pertenece a Diego.

    Me gustaría saber vuestra opinión, compañeros/as.

    Un abrazo muy fuerte a todos/as.

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  72. Desde la discrepancia en algunas de las conductas de Carmen, no todas, pienso que es una mujer libre que no pertenece a nadie y que acabará teniendo ese tatuaje en su espalda, lo cual no le creará ninguna dependencia del barman sevillano. Ella es como es y no se casa con nadie. Cuando dice que pertenece a Tomás parece que no se entiende lo que quiere decir, yo lo entiendo en un sentido erótico y no de dependencia física ni emocional, lo comparo con el placer que produce el tabaco o el alcohol o el dulce. bien llevado y con control te puedes dejar llevar, si no tienes fuerza de caracter caes en dependencias. carmen tiene fuerza de caracter.

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  73. Ya Mia, pero el Sevillano no deja de ser un proxeneta que va a ganar mucho dinero con Carmen y ya hemos comprobado que utiliza la violencia para conseguir lo que quiere.

    Mi sensación es que Diego le exigirá quedarse, por la fuerza si hace falta, pero puedo equivocarme.

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  74. Quedé muy emocionada ante la actitud de Carmen, ella está en su papel, y lo hace a la perfección, la esposa de un consentidor es así, no es que no le muestre empatía a su marido, ella aparte de que está algo enojada con él, sabe que a Mario en el fondo le encanta todo esto, la prueba es el minitanga que Mario le puso en la maleta.

    Además, no olvidemos que si Carmen no se mostrara enojada con Mario, no habría la carga extra que mueve y justifica todo lo que acontece en el barco. Por su parte Mario en el suyo "disfruta" a su manera, ya sabemos cual es su forma de "disfrutar". Y el hecho de que el capitán del barco le caiga antipático, creo que es la cuota de morbo que en este caso le cuesta digerir.
    LAURA

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  75. No me extraña, el patrón del barco es áspero de cojones.

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  76. Wiru decía a finales de octubre que pensaba que había situado el diario en "intercambios" con fines oportunistas. Qué mal pensado eres. Tambien dices que el relato está plagado de infidelidad consentida, sin darte cuenta de que , en sí misma, es una incongruencia: la infidelidad, si es consentida, deja de ser infidelidad. Amigo mío, te he pillado en dos renuncios, pero te perdono porque para eso están los amigos.

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  77. No, no, no Mario.
    No pensé en fines oportunistas, me puedes creer.
    Lo que pensé es lo que escribí.
    Crei que lo habías hecho así para captar el mayor número posible de lectores en tus inicios con el Diario.
    Sigo pensando que la infidelidad consentida (como en mi caso también) es un modo de infidelidad pero sin engaño.
    Carmen te es infiel con hombres y tú te enteras a posteriori de dicha travesura. Ella no te llama para pedir permiso y tú no sabes nada de ello hasta después.
    Di tu que te llama para avisarte que se va a follar a "Michelín", por ejemplo, y a ti no te parece bien. Si lo hace sin avisarte es alguna forma de infidelidad.
    Creo que es un tema farragoso y resbaladizo y que daría para mucho discurso y cambio de opiniones.
    Gracias por perdonarme, no obstante, pero sobretodo ese "amigo" que has soltado me ha llegado al alma.

    Un abrazo

    Wiru

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  78. Mario ha visto algo en el patrón que no le gusta, por eso se comporta tan raro, hay que tener en cuenta que es psicólogo y está acostumbrado a analizar los gestos y las caras de la gente, lo que pasa es que no se ha querido precipitar y se lo ha callado, pero ha metido la pata porque ha frenado a Carmen de muy mala manera. Tiene que ser muy gordo lo que ha visto porque está en guardia desde el principio y como no le da ninguna explicación la pone de los nervios, cualquier cosa que hace Carmen se la sabotea y ella no lo entiende y cuando encuentra el mini bikini es la bomba. ¿Para qué lo ha traído si se está portando como si fuera un cura? Se rebota y se lo pone. Estoy segura de que si Mario hubiera actuado normal no habría pasado lo que ha pasado.
    Santos tiene mal carácter pero Carmen ya se le ha enfrentado una vez, no creo que se deje comer el terreno. Veremos.

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  79. Eso rs lo que no entiendo, si Mario a visto un comportamiento sospechoso, lo normal es hablarlo con Carmen, por lo menos que ella sepa porque el está constantemente en guardia.

    Cuando llegue la hora de la verdad Carmen será sumisa con Santos, el problema vendrá cuando, el jefe de Santos se entere que se la a follado antes que el que es el que está pagando.

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  80. Mario va a parar lo que parece que está a punto de pasar. Marta tiene razón, como psicólogo ha visto algo que no le gusta, por eso se comporta tan raro, y no lo habla con carmen porque solo es una sospecha, se equivoca, se pone nervioso y jode todo por no hablar pero cada cual tenemos nuestras neuras, a estas alturas carmen deberia conocerle e intuir que algo le pasa.
    Estoy convencido que va a detener lo que esta a punto de pasar, lo que no sé es como va a reaccionar carmen.

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  81. ¿Carmen también es psicóloga, ella no a podido ver lo mismo que Mario?

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  82. A día de hoy, el capítulo 170 está cerrado, terminado y listo para publicar a la espera de que llegue la fecha. Como ya comenté, el prólogo conmemorativo del decimoquinto aniversario lo escribí en Agosto (precavido que es uno) y es de las pocas veces que he respetado un texto sin apenas tocarlo. Ánimo, ya queda menos.

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  83. Jaja gracias Mario, ya o queda más que un suspiro, ardo en deseos por saber que hará Maruo y lo que haga como repercutirá en Carmen.

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  84. Me muerdo las uñas de los pies, estoy deseando saber cual va a ser la reacción de Carmen cuando vea a Mario. estoy convencida que va a ser una reaccion de complicidad, Santos es otra pieza en el juego que juegan ellos dos.

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  85. Espero que Lucía este en lo cierto, esos son los mejores momentos del relato, donde la pareja rezuma complicidad.

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  86. Lugasan
    Dichosa tu Lucía que te quedan uñas en los pies....yo acabé con ellas hace tiempo ..
    Bueno, ya solo falta una semana
    Ánimo chicos y chicas

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  87. Arnau, Arnaiz. Carmen está a un paso de destapar el velo que le impide recordar lo que le sucedio muy muy al principio de todo con el empresario vasco y que mandó al fondo de su cerebro, no se lo pudo ni contar a domenico y desde entonces no lo ha vuelto a recordar porque es la llave para recordar la violación de sus primos y de su tio. si recuerda a Arnedo recuerda la violacion familiar y eso es lo que la tiene reprimida, al menos eso es loque me ha explicado un amigo psicologo del trabajo.

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  88. Arnedo, no me acordaba, gracias dosoctavas. Supongo que a alguien que le haya pasado como a mi alguna vez que no he conseguido acordarme del nombre de alguien o de un restaurante le habrá resultado familiar ese párrafo en el que Carmen se devana los sesos tratando de saber cómo se llama esa persona que estaba en la limusina. lo leía y estaba haciendo esfuerzos con ella porque yo tampoco me he acordado hasta que dosoctavas lo ha dicho.

    Como se nota que el autor es psicólogo porque describe al detalle los vericuetos que se siguen para intentar recordar, unas veces nos vienen las consonantes, otras veces son las vocales o una parte del nombre. Lo sé porque leí hace años un artículo en “Cuerpo Mente” sobre esto y me lo ha recordado. Carmen recuerda “ARN” que forma parte de arnedo pero se desvía a otros nombres, Arnau o Arnaiz, le viene Alfredo, que tiene a-e-o como arnedo y luego la Z sonora de Gonzalo, pero no es suficiente. Que bien escrito, Mario.

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  89. ¿En serio? ¿De verdad pensais que Mario se va a estar quietecito sin tocar un punto, una coma de más, un adjetivo que le sobre, una preposicion que le falte? No me lo creo.

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  90. Divagante tiene razón, me imagino a Mario, mirando al ordenador de reojo como una persona que a dejado de fumar mirando a un paquete de tabaco.

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  91. Ya espero con ansias el 15 de noviembre para leer la continuación, creo que sin pretenderlo Mario para las ganas de Carmen, y el patron dejara de inmiscuirse en la relación, sabiendo que son invitados de su jefe, y sabe que podria meterse en graves problemas

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  92. Qué aguda eres, Diva, aguda como un estilete.

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  93. Mario si tus relatos son tan buenos, no sólo es por la pasión que pones al escribirlos, sino la meticulosidad con los que lo revisas hasta que el texto quede exactamente a tu gusto.

    Si no te daría tiempo a terminar para el día 15, no pasaría nada, preferiría esperar unos días más a que el autor publique un texto con el que no está al cien por cien satisfecho.

    Un abrazo fuerte a todos/as.

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  94. Empieza la cuenta atrás, tres días y nosotros sin programa de las celebraciones.
    Seguidores al borde de un ataque de nervios.
    Bruto.

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  95. Jajaja, presión,presión, como dije si no llega para el día quince no pasaría nada. Creo que lo que se debería de celebrar es un relato que lleva tantos años y mejorando rn cada capítulo, además de la paciencia que han tenido Carmen y Mario con todos nosotros.

    Estoy en una encrucijada, no se si leerme el capítulo cuando Mario lo publique o esperar que todos los capítulos de las vacaciones estén publicados y así poder leerlos del tirón.

    No se lo que decisión tomaré al final, echarme una mano chicos/as.

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  96. Me pillas. Apasionado, en el sillón, con el ipad, aprobando tu último comentario, a punto de corregir un "que" por un "qué" y alguna otra cosilla que he visto al subir el texto al blog, cargando tags y dejando listo el capítulo para darle a "publicar" el quince.

    Mi consejo: Si esperas a que estén publicados todos los capítulos de la saga del verano del 2001 te comerás las uñas hasta febrero, más o menos. No creo que seas capaz de aguantar.

    Yo que tú no lo haría.
    Un abrazo,
    Mario

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  97. Jajaja, si tengo que esperar hasta febrero tendría que comprarme uñas nuevas.

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  98. Una cosita, es por no estar mirando el movil toda la noche. ¿A qué hora, mas o menos, piensas publicar en el blog?

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  99. No garantizo nada. Mi plan es enviar el relato a TR esta noche, sobre la doce o más tarde, entonces publicaré en el blog, ya está subido y listo para ponerlo a vuestra disposicion.

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  100. Siento una malsana curiosidad de que hará Mario, pararlo todo o dejarse llevar.

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  101. Creo que se mo olvido lo de poner mi apodo LUIGI, perdón

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