Capítulo 175 Lo que ocurre en la playa… (5)
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Tormenta
—¿Estás segura?
—Sí, Mario, he recordado el sueño cuando me he ido tranquilizando, al menos una parte. Estoy en el pueblo en las cuadras de mi tío con el caballo que solía montar, un potro muy tranquilo. De repente ha cambiado y estaba pegada a otro, el grande, el negro zaíno y tenía miedo, pero no del caballo. Mi padre se movía como loco y gritaba: «Qué has hecho, te voy a matar».
—¿Te voy a matar?
—Qué pude haber hecho para enfurecerlo tanto, él no es así. Yo quería hablarle, “Papá, papá», pero era incapaz de articular ni una palabra, de pronto se volvió y me dio un mandoble con el puño cerrado.
—Te voy a matar, ¿estás segura que dijo eso?
—Como si lo estuviera viviendo ahora mismo —dijo conteniendo las lágrimas.
—Qué más.
—Es todo muy confuso, recuerdo mucho miedo y angustia.
—Vamos a ver; se volvió hacia ti y te dio con la mano.
—Hizo un giro y me golpeó con el brazo.
—Es decir, no tenía intención de pegarte, estaba de espaldas.
—«Te voy a matar». ¿Cómo lo explicas?
—Vamos a analizarlo.
—Estoy cansada.
—Lo sé, cariño, pero ahora lo tienes fresco, es cuando…
—Yo diré cuando. Ahora quiero descansar.
—¿Te das cuenta de que…?
—Me doy cuenta de todo. Déjame, por favor.
—Un poco más.
—¿No escuchas? Estoy, muy, cansada.
—Como tu pareja te entiendo…
—¡Ya vale!
—…como tu terapeuta…
—¿Y a ti quién te ha dicho que te quiero de terapeuta, eh?, ¡quién! Porque la última vez me machacaste el cerebro. «Eres una puta, ¡dilo, dilo, dilo!». No paraste hasta sacar a flote a la prostituta mientras me follabas como un animal y, para dejarlo bien claro, pagaste por lo que hasta entonces habíamos hecho por amor, ¿te enteras? Qué clase de terapeuta eres, qué piensas hacer ahora, ¿convencerme para negociar mi venta a un capo de la trata de blancas?
—Intento ayudarte, como he hecho siempre.
—¿Y por qué no te metes en tus asuntos y las dejas en paz, eh? A la víctima, a la náufraga, ¿te acuerdas de la náufraga?, a la puta en que la convertiste, y a la niña que te contó su pesadilla, inocente de ella, sin saber que lo usarías para manipularla. Déjalas en paz, de una puta vez, a todas ellas, dé-ja-las-en-paz. Están hartas de que las mangonees y no se atreven a decírtelo.
Se quedó sin aire, con la respiración desbocada y la mirada colérica. Yo perdí el latido, el calor y la vida pero mantuve la intuición.
—¿Cómo lo sabes? Ah, ya, porque tú eres la que mandas.
—Vete a la mierda. Yo soy quien las protege.
Se fue dando un portazo. Volvió a entrar, recogió el tabaco, un mechero y salió con el mismo ímpetu. Busqué refugio en la alcoba, el último lugar donde habíamos sido los mismos de siempre.
…..
Volví al salón. A oscuras recorrí las ventanas una a una. El ascua de un cigarrillo la situó en el jardín al fondo. Pronto amanecería. A riesgo de provocar otro estallido salí con un cobertor ligero que hallé en una alacena.
—Toma, debes de tener frío.
Sonrió, sonrió.
—¡Sí!, no sé cuánto llevo aquí; cuatro pitillos, ¡qué barbaridad!—exclamó tras consultar el improvisado cenicero.
Me aventuré a sentarme a su lado acompañando el silencio.
—Mañana, bueno, hoy, podríamos ir a esa cala que te apetece tanto, ya sabes; si no hace levante podemos pasar el día, ¿te parece?
La congoja estuvo a punto de impedirme responder.
—Genial.
—¿Entramos?
Calor
Una ráfaga alivia el castigo del sol de mediodía, se extingue como el aliento y espero, tiene que volver. El murmullo del mar adormece mis sentidos, me dejo llevar. Floto. Podría quedarme dormida pero no quiero, atiendo las risas de unos chiquillos, escucho unas voces pasar. La brisa pasa como una caricia por mi cuerpo, mi cuerpo desnudo.
Apenas tuvo que insistir, era su asignatura pendiente desde cuándo, ¿cinco, seis años? Desde Grecia, creo. Lo daba por perdido de antemano, aún así lo propuso. Sí, dije, ¿por qué no? Ya el verano pasado estuve a punto de ceder, en el fondo me apetecía aunque la pesadez de Mario obró en su contra. Sí, dije esta vez y se le iluminaron los ojos. Habíamos oído hablar de las calas de Roche cuando estuvimos en Sancti Petri unos años atrás. A partir de que me declaré dispuesta recabó información. Había una poco frecuentada, al lado de la Cala Tío Juan de Medina, mucho más conocida para practicar nudismo, y atraía menos “textiles”. No sería tan idílica como imaginamos pero nos decidimos por esa cala desconocida. Preguntó su emplazamiento y eso llevó a conocer más: apenas un par de bares y un complicado acceso descendiendo desde lo alto del acantilado. «Cualquier día», le dije sin comprometerme.
Llevamos el auto pequeño, quién se arriesgaba a dejar aparcado sin vigilancia un descapotable mientras nosotros desaparecíamos tantas horas. Llegamos temprano, incluso pensamos que nos habíamos equivocado de lugar porque no había ningún otro auto en la explanada. Por fin localizamos, tirado en el suelo, el cartel que indicaba la bajada. El descenso fue menos complicado de lo que parecía; abajo, una lancha descargaba el suministro para uno de los bares, y otra de unos turistas. Para llegar a nuestro destino teníamos que pasar a la otra cala. La vista era increíble, una pequeña playa virgen repleta de rocas producto de los desprendimientos. Elegimos un lugar intermedio y para cuando habíamos extendido las toallas ya estaban llegando otras cuatro personas.
No lo dudé, comencé por la camiseta y quedé en top less contemplando el oleaje tan solo con el minishort vaquero cortado en pico que, en un arranque de locura, compré en el mercadillo empujada por Mario, una prenda escandalosa que solo usaría en un sitio así porque dejaba al descubierto la parte baja de los glúteos, suficiente para arrinconarlo en cuanto volviésemos a Madrid; mientras tanto, disfrutaba del estreno tanto como él. Después de un rato absorta en el potente oleaje lo desabroché y, no sin esfuerzo, lo bajé arrastrando el tanga. Me invadió una inmensa sensación de libertad. Caminé hasta la orilla, quería estar sola, libre, desnuda, sin nadie alrededor que quisiera nada de mi, quería sentir mi cuerpo, el sol, el agua acariciándome los pies. El viento de levante empezaba a arreciar. Un crío pasó corriendo y me salpicó. Reí. Detrás venían los padres, ella se disculpó con una mirada, en los ojos del padre apareció el sexo; le quité importancia, aunque rompió la pureza del instante. Mar adentro las olas me avasallaron, el agua calmó el calor que hacía saltar chispas en mi piel. Nadé con ganas a merced de un mar embravecido; volví y anduve hacia las toallas escurriéndome el cabello con las manos. Sí, sentía las miradas que levantaba a mi paso pero las ignoré, iba hacia Mario, era a a quien quería impresionar. Él esperaba impaciente, erecto. Cubrí mi piel con una película de crema y me tumbé.
Calor.
No aguanté demasiado, el mar me llamó, necesitaba sofocar el fuego en mi cuerpo. Llegué a la orilla, la brisa bastó para calmarme.
Escuché hablar alemán a mi lado. Un pareja de mi edad, de rasgos teutónicos, querían comprar unas botellas de agua. Les dije, casi les grité, que en la otra cala tenían un chiringuito. La expresión de su rostro mudó al alivio: estaban con una compatriota, les saqué del error y empezamos una conversación como solo sucede cuando te encuentras en tierra extraña. Hans y Ute, treinta y pocos, de Baviera. Como mi madre y mi abuela, les dije para explicar mi puro acento alemán. Olvidaron la sed y empezamos a hablar de mil cosas, de lugares que he frecuentado allí, de sitios interesantes para conocer aquí.
Algo distrajo mi atención: Mario estaba con una pareja. Me despedí de mis nuevos amigos y, movida por la curiosidad, caminé hacia los desconocidos.
…..
La supuse en la orilla, pero el mar estaba picado y quise asegurarme. Enseguida la vi. Charlaba con una pareja. Me levanté para verlos mejor, tal vez los conocía.
Tenían pinta de ser extranjeros, rubios casi albinos; él, más alto y desgarbado; ella, muy joven, delgada y esbelta. Los supuse turistas alemanes, Carmen no había resistido la tentación de entablar conversación con los que considera tan compatriotas como cualquier español. Estaban desnudos, como es lógico, él colgaba a su espalda una mochila. La veía feliz, en su salsa y opté por no entrometerme.
—¡Eh! ¡Mario, eh!
A mi izquierda, caminando por la arena identifiqué a Vicente Martos, un antiguo compañero del gabinete; de la mano le acompañaba una mujer, sería su esposa porque se casó poco antes de dejarnos.
En contraste con mi desnudez, paseaban vestidos, si a un bañador y a un bikini se íes puede considerar vestimenta. Salí a su encuentro, nos saludamos manteniendo una discreta distancia. Verónica estaba claramente violenta y yo ignoré el hecho de que mi sexo estuviera ganando altura y grosor, él aparentaba una naturalidad sobreactuada.
No estoy solo; señalé a mi pareja. Seguía charlando y nos miraba intrigada. Al cabo la vi caminar hacia nosotros, pensé en lo que este encuentro podía deparar, en los comentarios; mi mujer desnuda, las barras en los pezones, la pulsera en el tobillo, ¿por qué le daba tanta importancia a ese adorno? Al verla avanzar, imponente, erguida, tan hermosa, desapareció cualquier prevención. Era una diosa salida de las aguas.
—Os presento. Carmen, mi pareja; ellos son Vicente y Verónica, me habrás oído hablar de Vicente, del gabinete, hace… ¿cuánto?
—Tres años hará en Octubre.
—Claro. —adelantó la mano para saludar evitando el incipiente gesto para besarla, luego hizo lo mismo con Verónica—. Vaya casualidad.
Nos pusimos al día; ella destacaba por su espléndido cuerpo, por las barras, que traían loco a Vicente, por su altura. Nos sacaba la cabeza a todos, más a Verónica, menuda y nerviosa. Yo atendía a dos bandas, la conversación banal con ellos y a Carmen, dominando al resto con su naturalidad y su gracia. Éramos tres cuarentones y un pibón, qué gran título para una película de los años del destape, pero esa era la realidad, la cruda realidad manifestada en todo su esplendor sobre un fondo de maduros bien conservados aunque eclipsados por la insultante juventud de mi esposa.
Verónica seguía tensa; a su lado, Carmen se mostraba relajada. Desde que la vi caminar hacia nosotros, con esa indolencia de quien nada tiene que ocultar, supe que nos arrollaría. Así fue, se movía con soltura sin hacer nada por ocultar su cuerpo; erguida, con las manos en jarras unas veces y sujetas a la espalda otras, nos hacía asumir que los intrusos eran ellos y sus prendas de baño. Vicente parecía inquieto, no perdía la oportunidad de repasar a mi mujer. Verónica lo miraba con insistencia tratando de que se comportara. Al fin comenzamos las despedidas, Mi antiguo compañero lanzó al aire una cena cualquier día y yo recogí la propuesta sin comprometer fecha.
—Bueno, bueno, ya veremos —dijo Verónica en un tono arisco.
—Si no te apetece, dilo. —contesté más cortante de lo que pretendía.
—Pues no; no me apetece en absoluto.
—Cariño, por favor.
—Estás incómoda —saltó Carmen antes de que yo perdiera el control—, ¿será porque estamos desnudos?
—Pues qué quieres, no es normal exhibirse de esta forma en público; hay niños, ¿no os dais cuenta?
—Las normas son muy claras, esta es una zona nudista, nadie está obligado a venir, pero si viene debería cumplir las reglas.
—¿Y esas reglas, quien las pone? Además yo soy muy libre de andar como quiera por un espacio público, hasta ahí podíamos llegar.
—Mira, Verónica, no es tanto una cuestión de reglas como de sentido común y de prudencia. Si estoy invitada a una fiesta a la que debo acudir con vestido de noche no me presento en vaqueros alegando mi libertad de vestirme como quiera; respeto y acepto las normas. Esto es lo mismo. Seamos sinceras —añadió risueña—, no te escudes en tu libertad para camuflar que habéis venido a saciar vuestro morbo.
—¡Vicente, no vas a decir nada!
—Me extrañaría, no ha dejado de mirarle las tetas desde que habéis llegado. Disfrutad del paseo. —rematé cuando ya se alejaba tirando de él.
Pasamos el resto del día sin otro incidente, Carmen volvió a encontrarse con los turistas o, más bien, fueron ellos quienes la buscaron. Llevaban poco tiempo en España y le pidieron ayuda. Querían saber dónde podían encontrar prensa y revistas alemanas; les dijo que en cualquier pueblo de la costa lo hallarían sin dificultad, yo participé en la conversación, medio en alemán medio en inglés, y les aconsejamos lugares para visitar. Cruzamos teléfonos, nunca se sabe cuándo te puede venir bien un contacto.
…..
Después de intentarlo sin éxito varias veces aceptó la evidencia: el mechero había muerto y se acercó al grupo más cercano a pedir fuego. A medio cigarrillo me dijo extrañada.
—¿No te has fijado?
—¿En qué?
—Qué raro, sueles tener un buen radar para estas cosas.
Seguí su mirada. Les eché un vistazo: dos chicas y un chico; habían llegado al mismo tiempo que Vicente y su mujer, lo sabía porque Verónica alzó la voz durante el alegato moralista y atrajo su atención. No aprecié nada de particular. Me fijé bien, una de ellas le guardaba cierto parecido: morena, de ojos negros, con el cabello en cascada por media espalda podía recordar lejanamente a Carmen. Hasta ahí, porque en el resto difería. Era lo que Emilio definiría como una mujer maciza. Fuerte sin llegar a ser gruesa; pechos grandes ligeramente caídos; pubis cubierto de una poblada mata; los muslos, poderosos, parecían brotar incontenibles de las caderas. Toda ella rebosaba carnalidad. Tendría mi edad, algo menos. La otra, más joven, una rubia pecosa, de pelo corto rizado, también destacaba por su pubis frondoso. Estaban acompañadas por un gigante atlético de unos dos metros muy bien armado. Iba a preguntarle si la intención de alertarme era por ese parecido lejano cuando un simple gesto lo desveló; recogió la melena con ambas manos y mostró las axilas cubiertas por un salvaje vello negro. La amiga se puso en jarras y dejó ver una suave mata rubia.
—Joder. —exclamé.
—Sabía que te iba a gustar. Pero tanto…
Miraba con descaro entre mis piernas donde una parte de mí revivía a toda velocidad.
—Es brutal, un poco exagerado pero me encanta.
—Ya lo veo. Anda, se un poco más discreto.
La morena me había cazado, le dijo algo a su compañera y ambas miraron hacia nosotros; yo bajé el rostro azorado.
—¿Ha sido tanto?
—Te has quedado embobado, ya sé cuánto te gusta pero no puedo, cariño, tengo obligaciones.
—Algún día, no tengo prisa.
—Cómo puedes ser tan…
Se volcó sobre mí y me arrolló. En esos momentos recupero la certeza de que somos indestructibles y nada nos puede hacer daño.
—Qué ibas a decir.
—Ah, míralo, te gustan los halagos. —Elevó la mirada al cielo apoyada en mi pecho buscando las palabras—. Iba a decir… Cómo puedes ser tan dulce, tan tierno, tan generoso. Ojalá pudiera dejar de depilarme las axilas, lo haría, por ti y por mí.
—Como en Grecia.
—Como en Grecia. Todo esto pasará y volveremos a ser como éramos.
—¿Y cómo éramos?
—Inocentes.
—No te quiero inocente, amor, si intentásemos volver al pasado fracasaríamos. Te quiero tal como eres.
—Algún día. ¡Eh, vuelve!, déjala tranquila.
—Uff, es que me pone…
…..
No volví a mencionarlo, sobre todo para no reavivar el apuro de Mario. Fuimos al agua un par de veces y volvió a las toallas como si a su derecha hubiera un agujero negro a punto de abducirlo. Pero yo necesitaba fumar y acudí a pedirles fuego con un cigarrillo en la mano.
—Gracias.
—A tu amigo le gusta mirar. —dijo cuando emprendía la retirada, no era el tono de una mujer ofendida, más bien cómplice. Sonreí.
—Perdónale, fue culpa mía. Me vi a mí misma hace unos años y se lo dije; él no te había visto.
—Bah, estoy acostumbrada.
—Lo imagino, a mí también me pasó. Nos has hecho recordar un viaje muy feliz a las islas griegas. Después comencé a depilarme; ya sabes, el trabajo…
…..
—¿Te has disculpado?
—Te he librado de la fama de pervertido. Ya puedes levantar la cabeza de la arena cuando vayas y vuelvas de la orilla.
—Yo no he hecho eso.
—¡Lo has hecho, vergonzoso!
Lancé un ataqué sorpresa a cosquillas donde soy invencible.
…..
Íbamos de recogida y, en el último momento, Carmen propuso que nos quedáramos en el chiringuito un rato más, el sol había perdido fuerza, apenas quedaban tres o cuatro parejas. Nos sentamos a mirar el mar en retirada, como nosotros, y pedimos unas cervezas.
—Oye, sobre lo que te conté…
La tensión me agarrotó el cuello, los hombros, la espalda. Esperé cualquier cosa.
—¿Me estás escuchando?
—Sí.
—Hemos de hablar, pero en casa, no ahora, ¿estás de acuerdo?
¿Que si estaba de acuerdo? Joder, joder.
—Tú verás. Ya te dije cuál es mi opinión.
Y me arrepentí, pero estaba dicho.
—Ya lo sé y sé por qué lo dices, pero ahora no puedo, de verdad, no puedo.
Tenté a la suerte.
—¿Y por qué no lo dijiste así?
—¿Así, cómo?
—Es igual, lo hablamos en casa.
—Me enfadé, lo sé; pero reconócelo, insististe demasiado y yo estaba mal.
Suficiente, tenía lo que necesitaba.
—Es cierto, fui un poco pesado, lo siento.
—¿Un poco?
—Bastante. Mucho. —concedí bajo el efecto de una mirada de censura fingida. Sonrió y me besó con ternura. No tenía noción de lo que había hecho. Volvimos a la contemplación del mar con las manos entrelazadas. Yo pensé en el arduo trabajo por delante.
La proposición
No contábamos con ellos. Después de la salida de tono de Verónica y nuestra contundente reacción pensamos que la propuesta habría quedado olvidada; por eso, cuando Mario recibió la llamada, nos sorprendió hasta el punto de dudar si contestar.
—Cógelo. —le dije a punto de desistir.
—¿Dígame? …. Vicente, ¿qué tal? —preguntó mirándome extrañado—. No te preocupes …. Es normal, no está acostumbrada …. Bah, olvídalo; por nosotros, como si no hubiera sucedido …. ¿Cenar? —me buscó pidiendo opinión, primero me encogí de hombros, enseguida rectifiqué y asentí—. Vale, cuándo …. ¿está noche? —Yo acepté con un gesto—. De acuerdo; estuvimos en un sitio estupendo hace poco …. Tampoco es mala idea, vamos ahí, entonces.
Tras la despedida nos miramos sin entender nada.
—Se ha disculpado por la conducta de Verónica, ya me has oído.
—No lo esperaba.
—Ni yo. Ha propuesto un restaurante en el casco antiguo, por lo visto hay cerca una discoteca con una zona tranquila para charlar y tomar algo y, si nos apetece, bailar.
—¿Qué ha pasado?
—Estas muy buena, cosita; se quedó con ganas de más.
—Claro, claro, y Verónica encantada porque su marido me devore con los ojos como en la playa.
—Habrá que averiguarlo.
Escogió una falda ibicenca y un chaleco vaquero elástico sin mangas con botones metálicos de cierre a presión. «De un tirón te lo quito», le dije y se burló. No le di tiempo a reaccionar, bastó sujetar ambos lados a ras de cintura y la dejé desnuda ante mis ojos «¡Animal, lo vas a romper!», protestó, pero ya estaba besándole los pezones; le costó recuperar la cordura y apartarme a manotazos.
Habíamos quedado cerca de la Plaza de Santa Catalina, en una zona de bares muy concurrida; enseguida lo localizamos, conseguimos sitio y empezamos con unas cervezas bien frías, nos las acababan de servir cuando los vimos aparecer; besos, saludos… Verónica actuó como si nada hubiera pasado y lo dimos por bueno; teníamos tiempo, dijeron, la reserva era para una hora más tarde y decidimos quedarnos. Vicente me enganchó en una conversación ligera sobre Conil y sus alrededores, lo mucho que había cambiado y lo que se había encarecido; llevaba toda la vida veraneando allí y conocía hasta el último rincón. Las chicas parecían inmersas en una conversación animada, lo cual me tranquilizó. Verónica lucia un vestido estampado por medio muslo con un escote pronunciado que no dejaba dudas sobre la calidad de la operación de pecho responsable de mantener un equilibrio imposible en tal volumen. Carmen me pilló mirándoselas y nos entendimos con la mirada: «Siliconazo», habría dicho si pudiera.
El volumen rozaba el límite de lo vulgar y, dada su constitución fuerte, le daba un aire sensual. Parecía otra, alegre, simpática y orgullosa de lo que mostraba, ¿cómo no me di cuenta al conocerla? Carmen, atenta a mis devaneos, sonreía burlona cada vez que nos cruzábamos. No fue tanto mirarle la tetas y ponerla nerviosa como que mi chica se hubiera dado cuenta lo que me tenia encendido. La velada comenzaba mejor de lo esperado, siempre habíamos tenido afinidad y sentí mucho su marcha; superado el incidente de la playa, aquella noche prometía.
Vicente controlaba los tiempos y a una indicación suya nos marchamos hacia el restaurante; la temperatura era ideal e hicimos el camino paseando desparejados: ellas delante y nosotros detrás, charlando sin apartar la vista de nuestras mujeres.
—Vaya par, ¿eh?
Me sorprendió y, a la espera de saber por dónde iba, respondí:
—Sí, están congeniando.
—Verónica no es como la viste en la playa, hubiera preferido que pasáramos de largo.
—Lo entiendo, la primera vez resulta difícil y si encima te encuentras con conocidos… no sé cómo hubiera reaccionado yo.
Se había quedado absorto mirándolas, en realidad miraba a Carmen y al darse cuenta trató de justificarse.
—Vaya figura la de tu mujer, podría pasar por modelo, es tan alta…
—Ya se lo han dicho más de una vez, incluso tuvo una propuesta.
—Es una auténtica Valkiria.
—¡Es verdad!, eras un estudioso de la mitología centroeuropea.
—Nórdica. Me impresionó en la playa ver cómo te recogía bajo su brazo y tú a ella por la cintura
—Ya, lo normal es que sea el chico quien lleve a la chica cogida por los hombros, ¿verdad?, pero con su altura encajamos mejor.
—Sí, sorprende bastante.
—He llegado a escuchar cosas increíbles. Engolé la voz: «¡No deberías permitirlo!, ¿no te sientes humillado?», incluso han llegado a decir que parece un marimacho.
—Chorradas.
—El alcohol saca lo peor de la gente, incluso de los que crees tus amigos.
—Yo solo he dicho que me sorprendió.
—No te preocupes. A estas alturas nos da igual lo que la gente piense de nosotros.
—Hacéis bien, se os ve muy compenetrados.
—¿Y vosotros?
Después del calor y el sol, la noche venía a ofrecer la caricia de una brisa; hasta las pisadas sonaban diferente y las calles parecían otras. La noche invitaba a la confidencia.
Escuché la historia de una relación forjada a base de años, consolidada, estable. Amigos del instituto, parecía inevitable acabar juntos. El relato carecía de pasión, se notaba el cariño pero, ¿y la pasión? Hablaba sin apartar la mirada del baile de caderas de mi mujer.
A cambio yo le conté nuestros inicios, un relato bien distinto. Profesor y alumna. Evité lo escabroso; en cambio dejé entrever nuestra forma de entender la pareja.
—Qué ves. —Le mostré la mano—. ¿Ves alguna alianza?
—Qué curioso, sois una pareja poco convencional.
—Decidimos guardarlas hace tiempo, en realidad no significan nada.
—Tanto como nada, es un símbolo muy fuerte. Una mujer con alianza es terreno vedado.
—Me extraña que pienses eso. Una mujer no es una propiedad.
—Por supuesto, digo lo que la sociedad piensa.
—Te lo vuelvo a repetir, no las necesitamos.
—Me estás diciendo… A ver, no quiero meter la pata.
—Interprétalo como quieras.
El restaurante fue todo un acierto, como lo fue reservar con antelación, no cabía un alfiler, afortunadamente la reserva era en la terraza. Manteníamos el mismo buen clima, yo tenía la impresión de que había algo detrás del interés en aquella cena, me hubiera gustado poder compartir mi intuición con Carmen, enfrascada en una conversación con Verónica a la que nosotros éramos ajenos.
….
—Lamento haberme mostrado tan antipática, se empeñó en llevarme a esa cala, y…
—No esperabas encontrarte con nadie.
—Tierra trágame. Le insistí en que no le llamase la atención a tu marido. Por eso reaccioné tan mal, me enfada que tome decisiones en contra de mi opinión, le habría dejado plantado allí mismo.
—Hombres. Yo tampoco estaba preparada, ya sabes cómo es la gente, luego empiezan los chismes y los comentarios. No lo digo por vosotros.
—No tengo intención de contarle a nadie que he estado en una playa nudista.
—En realidad estabas de visita.
—¿Alguien creería que no me he despelotado?
Estaba irreconocible, no hice el menor comentario y seguí la conversación.
—Nadie tiene por qué saberlo; lo que ocurre en la playa se queda en la playa. —Bromeé, no estaba muy segura de adónde quería ir a parar con esta conversación.
—Hemos estado hablando y, la verdad, nos apetecería probar, pero ir solos…. imagínate si nos sucede lo que a vosotros y nos cruzamos con algún conocido. Tierra trágame. —repitió llevada por los nervios.
Ahí estaba, tanto rodeo para confesar que les gustaría hacer nudismo y necesitaban cómplices. Imaginé a mi chico delante de esas poderosas tetas y, puesta a imaginar, los vi corriendo de la mano hacia la orilla.
—Si os apetece, podemos volver un día de estos. —Abrió los ojos como una niña al recibir un regalo de cumpleaños
—¿En serio? ¿Querríais?
Me volví hacia los dos hombres, no me costó atraer su atención; desde que llegamos, Vicente no había apartado la vista de mí.
—Escuchad, Vero y yo estamos planeando volver juntos a la cala. —Nos miraron sin llegar a creérselo.
—Hemos pensado que pasemos el día allí y probemos a ver si lo de estar desnudos es tan agradable como contáis. —dijo ella, su marido no sabía qué decir y fue Mario quien remató la jugada.
—Es una idea excelente, si estamos todos de acuerdo. —añadió dirigiéndose a su amigo, éste titubeó, nos miró uno a uno y por fin se decidió.
—A mí… me parece genial, es decir, podemos pasarlo bien.
Cerramos detalles, en dos días estaba comprometida con Gerardo por lo que propuse no demorarlo e ir al día siguiente; era lo que el matrimonio deseaba. Cuanto antes, mejor.
Necesitaba un poco de espacio, Verónica empezaba a agobiarme, por eso me excusé para ir al aseo. Inmediatamente se apuntó, Mario captó el fastidio en mis ojos.
—Siempre he pensado que los piercings son cosa de otra clase de gente, sin embargo, cuando te vi me chocó, y a Vicente más.
—Ya me di cuenta.
—En ti, resulta elegante.
—Vaya, gracias. He de suponer que tu marido opina lo mismo.
—Perdónale, se comportó como un chiquillo, los hombres son así.
—Es lo bueno del nudismo —dije como si fuera una experta—: pronto te acostumbras y dejas de fisgonear a los demás.
—¿Duele? —Ya estaba acostumbrada a responder la curiosidad morbosa.
—Merece la pena; además, la frontera entre el dolor y el placer es muy fina. A veces, ni se distinguen.
Se ruborizó, a este paso no íbamos a salir del aseo.
—No sé si podría hacerlo, ponerme así, delante de un desconocido.
—En mi caso era una mujer, pero da igual, tampoco estaba sola y la compañía ayudó mucho a mitigar el dolor.
—¿Y qué se siente? Después; quiero decir, ahora.
—Como con cualquier pendiente, nada, salvo que el pezón está más sensible e hinchado de continuo. ¿Nos vamos?
Según nos vieron volver, Vicente me desnudó con la mirada. A saber qué estarían hablando.
—Le decía a tu marido que me impresionó ver tus… adornos, espero no molestarte. Te favorecen mucho. —Mario sonrió con benevolencia.
—En absoluto, al contrario, es todo un halago. Nosotras estábamos hablando de lo mismo, ¿verdad? —dije volviendo hacia ella—, de tu reacción; no esperaba encontrarme con nadie conocido y la sorpresa fue mayúscula.
Mario debió de considerar que ya era suficiente y desvió la conversación hacia otros temas; el resto de la velada sufrí un acoso constante, no dejaba de mirarme, y no siempre a la cara.
—¿Te has dado cuenta de cómo me miraba? Me tenía ya incómoda.
Nos acabábamos de despedir; habían vuelto a insistir en la hora del encuentro para ir juntos a la cala. Los besos de rigor llevaron una dosis de disimulado toqueteo que toleré sin darle importancia.
—Lo tienes loco, no ha dejado de preguntarme cosas sobre ti.
—No te habrás ido de la lengua. Lo has hecho. —afirmé molesta ante su silencio.
—Hablamos de las alianzas y dedujo…
—¿Dedujo? ¿Qué le has contado?
—Nada, en serio.
—Cuándo.
—Camino del restaurante, ibais delante y… una cosa llevó a otra.
—A ver, explícamelo porque no lo estoy entendiendo.
—Le pillé mirándote el culo y, para disimular, elogió tu figura: que si podías ser modelo, cosas así. Me divertía verle tan azorado, sin saber cómo iba a reaccionar yo. Saltó con que le sorprendió vernos cogidos en la playa.
—¿Por qué?
—Sí, mujer; tú, con el brazo por encima de los hombros y yo a ti por la cintura.
Íbamos cogidos de la mano, se detuvo, me rodeó los hombros con el brazo y me mató con sus ojos negros. La cogí por la cintura a tiempo de recibir sus labios. La quiero a morir.
—¿Así?
—Justo así.
Seguimos nuestro camino.
—Y qué tiene de particular.
—Ya sabes, lo habitual es al contrario.
—Ah, claro, lo de siempre.
—Le dije la de comentarios estúpidos que hemos tenido que escuchar.
—¿Y qué tiene que ver con las alianzas?
Habíamos llegado al coche, ocupé el asiento del pasajero y continué cuando arrancó.
—Al final concluyó que somos una pareja poco convencional, entonces le mostré los dedos y ya surgió el tema de la alianza.
—Piensa que somos una pareja poco convencional y tú le insinúas, a saber qué, mostrándole qué no llevamos anillos. No ha sido buena idea proponer lo de mañana.
—En cuanto llevemos una hora allí se le habrá pasado el calentón.
—Y a ti, ¿se te pasará cuando la veas desnuda? Porque tampoco es que hayas sido muy discreto.
—Todo este juego me gusta, ya lo sabes, y Verónica no está nada mal. Además, me atrae la idea de iniciarlos.
—Iniciarlos. De qué estamos hablando.
—De qué va ser. Nudismo.
—Ya, te crees que me chupo el dedo.
—Es una situación excitante, para qué negarlo.
—Tienes ganas de que pase, reconócelo. Si es así, dímelo.
—Y qué vas a hacer, ¿tirarte a Vicente para dejarme vía libre con ella?
—¿Me lo preguntas o me lo pides?
—Me encanta cuando te pones tan puta.
—Te lo estoy diciendo en serio. ¿Qué quieres?
—Me gusta, tiene un cuerpo bonito y una cara picarona.
—Tiene cara de viciosa contenida, lo que no sé es si te has dado cuenta porque no haces más que mirarle las tetas.
—Exageras. Es verdad, me gustan, son espectaculares, apenas se nota que las tiene operadas.
—Ya me lo dirás cuando se las manosees. Bueno, qué, ¿hacemos equipo?
—¿Qué propones?
—Yo me encargo de Vicente y tú seduces a Verónica; la tienes a punto.
—¿Lo harías? es poca cosa.
—Ni me lo plantearía si no fuera por ti.
—No tienes por qué, si no te gusta.
—Trabajar con Candela me quitó mucha tontería. No será peor que alguno de los que me tiré aquella noche.
—Por cierto, voy a estar con ella dentro de poco, ¿quieres que le diga algo?
—Dale un beso de mi parte.
—¿Nada más?
—No te montes películas.
—Pensaba que entre vosotras…
—Anda, déjalo. ¿Qué hay de lo de Verónica?
—¿Repetirías?
—De qué hablas.
—Lo sabes de sobra. Contesta.
—Yo no te pregunto si vas a repetir con ella.
—No es lo mismo.
—Lo que sí es lo mismo es lo de estos dos. Supongo que lo habrás pensado; si lo hacemos, condón con los dos.
—No lo había pensado todavía.
—¿Qué sabes de Vicente? Nada.
—Habrá que buscar una farmacia.
—Descuida, ya te doy yo. No me mires así, siempre llevo.
—Tan previsora como de costumbre. Al final no me has contestado.
—Ni tú. Qué hacemos con Verónica.
—Si estás de acuerdo…
Confiésalo, tienes ganas de tirártela.
—Me gusta, además, verla tan indecisa me excita todavía más, es una especie de virgen a la que iniciar.
—No se hablé más. Lánzate.
La cala
Habíamos quedado temprano, tal vez demasiado. Llegamos antes que ellos al punto de encuentro y nos sentamos en una terraza a tomar el segundo café del día. Llevaba un mini vestido playero y había prescindido de sujetador, para colmo cambió las barras por los aros y el efecto, bajo el ligero tejido, resultaba demoledor. Unos aros a juego en las orejas y las pulseras regalo de Gerardo completaban el impactante look de mi esposa. Oculta tras unas grandes gafas de sol se sentía segura.
Llegaron a tiempo de tomarse un café con nosotros, lo de las miradas de Vicente ya era de escándalo, ambos nos lo tomamos a risa. Decidimos llevar un solo coche y escogimos el suyo, más amplio que el nuestro; ellas ocuparon los asientos traseros y en poco más de media hora llegamos a nuestro destino. El vértigo de Verónica durante la bajada por poco nos causa un disgusto. La playa estaba casi vacía, dejamos los bultos en el suelo y tras extender unas toallas vino el momento cumbre, alguien tenía que dar el paso y fue mi chica quien se deshizo del vestido que traía a mal traer a Vicente, yo la imité, me quité la camiseta, él hizo lo mismo; Verónica quedó en bikini y, tras una breve indecisión, soltó el sujetador. Me miró directamente a los ojos cargada de deseo, los demás andaban ocupados guardando la ropa y pasó desapercibido, le mantuve la mirada y después me centré en sus pechos, más naturales de lo que esperaba, pechos firmes, redondeados y voluminosos sin caer en la exageración. Empecé a sentir palpitar mi sexo, mi polla. Le miré a la cara para comprobar el efecto; estaba intensamente ruborizada y volví a centrarme en aquel magnífico par de tetas, más por hacerle sentir deseada. Carmen atrajo mi interés al bajarse la braguita del bikini y decidí imitarla, me quité el bañador, la sensación de libertad era aún mayor, la verga oscilaba en cuarto creciente; busqué la mirada de Verónica, como esperaba estaba clavada en mi sexo, estaba nerviosa como una adolescente, respiró hondo y se deshizo de la única prenda que le quedaba. Carmen ya había guardado su ropa y recogía el pelo en una coleta mostrándose arrogante al mundo; cada vez me gustaban más las cadenas. Él salió del trance y se quitó el bañador; lo había calificado de poca cosa para mi espléndida mujer y ahora, al desnudo, me había quedado corto: culiplano, triponcillo, tan descuidado en el vello corporal como en el cabello, andaba encogido como si quisiera ocultar la erección.Yo había alcanzado el máximo y actuaba con naturalidad sabiéndome el centro de las miradas de Verónica. Carmen y yo nos cruzamos; estaba disfrutando tanto como yo. Cogió el protector solar y, de pie, aplicó por todo el cuerpo una fina capa, después nos untamos mutuamente la espalda; sin pretenderlo éramos el foco de atención no solo de nuestros amigos, ¿estábamos dando un espectáculo movidos por nuestra inexperiencia o tal vez ella atrae las miradas haga lo que haga? Verónica se sentó en la toalla y empezó por cubrir de loción los pechos, me vigilaba discretamente para comprobar si le prestaba atención y, cuando lo hacía, desviaba la vista avergonzada; Vicente seguía las maniobras de mi mujer sin perder detalle y, cuando me untó la verga y los huevos antes de cerrar el frasco, creí que iba a lanzarse por ella. Verónica empezó a aplicarle loción, ambos estaban más pendientes de nosotros que de lo suyo, Carmen ocupó una toalla y usó los brazos de almohada, su cuerpo en tensión mostró lo mejor de su figura, el vientre forjado a base de deporte y dieta sana, los pechos firmes sin ninguna deriva, la vulva adornada por una breve mata de vello. Y el tobillo encadenado. ¿Qué me estaba pasando?
Empezaba a llegar gente y me senté a su lado para ocultar la erección, Verónica había terminado y guardó la loción dándome una hermosa vista de la vulva asomando entre las nalgas, su marido me vio y calló, estaba tan empalmado como yo, ninguno de los dos atendíamos a la afluencia de bañistas, le hice una seña, él alertó a su mujer y los dos vinieron a refugiarse en las toallas tendidas a nuestro lado. Verónica lo hizo primero y escogió la más cercana a ella; él se sentó en un extremo, escorado hacia las chicas con la excusa de hablar conmigo, nada serio, el buen día, el oleaje, cosas así. Reconoció que estaba mucho mejor desnudo.
—Ya verás cuando nos metamos en el mar y no tengas luego la incomodidad de la ropa mojada. —le dijo Carmen. ¿Había sonado a invitación o era impresión mía? Vicente la miró con la ilusión de quien escucha las pistas de un regalo que ha de adivinar. El regalo era mi mujer, aunque no hubiera sido su intención, pero nada de esto ayudaba a rebajar la erección y así no podía acercarme al agua, ¿o sí? Aún podía hacer el recorrido hasta la orilla.
—Me voy al agua. —dije y salí caminando hacia el mar, me importaba poco ir en posición de combate, al contrario, el balanceo de la polla me hacía sentir libre, la brisa en la piel me proporcionaba un intenso placer. El contraste de temperatura con el agua me detuvo en la orilla, no era cuestión de vacilar, si algo podía acabar con mi problema era una buena zambullida. «¡Espera!», escuché a Verónica, me volví, la vi avanzar y perdí toda esperanza de reducir la vara que mantenía erguida. Caminaba con cuidado evitando las piedrecillas, sus pechos vibraban a cada paso y sus ojos iban y venían de cuidar los guijarros a mirar mi reacción. Y mi polla. Cuando estuvo cerca, con la respiración agitada, me dijo:
—A esos dos no les apetece. —la cogí de la mano.
—¿A qué esperamos?
Eché a correr arrastrándola, comenzó a gritar por el frío de las salpicaduras pero no me detuve, con el agua por la cintura se mojó toda, yo hice lo mismo y le lancé agua a la cara, aceptó la guerra y me empapó a manos llenas, le devolví la manta de agua, salió huyendo y riendo mar adentro, la perseguí sin dejar de lanzarle agua hasta que echó a nadar, no me costó alcanzarla, la sujeté por los brazos, hicimos contacto bajo el agua, reía, estaba excitada por la carrera, su piernas buscaron apoyo en las mías, me rodearon y la atraje, la cogí por la cintura, ella a mí por los hombros, el roce de su muslo en mi verga le hizo atraparme en un abrazo entre sus piernas, perdí la prudencia y sin soltarla del todo llevé mi derecha al encuentro de su pecho, gimió, me gustaba su voz herida por el deseo, cerró los ojos y me dejó acariciarla en mitad del mar, ocultos bajo las aguas, tan cerca que podría besarla. No quise asustarla y seguí manoseando su teta, sintiendo el golpe de su pubis en la verga cuando el oleaje nos movía, un ariete apuntando a la diana, tanteando a ciegas me tenía mordiéndome las ganas de enfilar y sumergirme en ella, ¿hubiera sido una locura? El tiempo lo diría.
…..
—Míralos, cómo lo están pasando.
Me incorporé. En medio del mar solo se distinguían dos cabezas muy juntas y los brazos de ella al cuello de Mario.
—¿Vamos? —preguntó; le miré, por primera vez lo vi como un hombre. Sentado en la toalla, la tripa hacía un pequeño pliegue; le sobraba grasa y le faltaba músculo. Se dio cuenta de mi examen, fingió estar distraído mirándolos y cambió de postura para ofrecerme una vista completa de su verga, una polla normalita, como otra cualquiera. Desde el principio lo había planteado como un trabajo en el que la retribución era ver a Mario disfrutar con Vero. Volví a prestar atención a la verga temblona. La primera punzada me hizo removerme, la segunda liberó un manantial que pronto haría brillar mis labios. No le había respondido y me encontró ensimismada, debió de pensar que era por su falo, nada del otro mundo, por cierto.
—Déjalos que disfruten. —dije.
Con la audacia que da un ego inflado, sujetó mi mano y la llevó a la polla. Bien, de acuerdo, mantendría el equívoco. Era corta y estaba dura y húmeda, habría que esmerarse. La empuñé y tembló atacado por una descarga eléctrica de alto voltaje. Miré, no había nadie cerca.
—Tranquilo, déjame a mí.
Derivé la humedad por todo el glande ya descapullado, no paraba de temblar; bajé al tronco, menos sensible, lo cubría casi entero con la mano, hice una incursión en busca de las pelotas y se abrió de piernas.
—Sube las rodillas, no hace falta que demos un escándalo.
—Eres una mujer fantástica. —dijo con la voz quebrada, obedeció y ocultamos la maniobra que llevaba a cabo entre sus piernas; más difícil era ocultar los cabeceos que daba en pleno éxtasis con los ojos en blanco, llamaban tanto la atención como lo que ocurría abajo. No hubo tiempo a hacer gran cosa, los temblores dieron paso a un río espeso y cálido que descendió por mi mano. No era eso lo que yo pretendía en mitad de la playa. Recitó una letanía de disculpas que corté de raíz, nos limpiamos y volvimos a guardar las formas.
—¿Estás bien?
—¿Yo?, sí, genial. Te debo una, lo siento.
—Es igual.
Miró hacia la orilla— ¿Qué harán?
—Hablar, conocerse. Como nosotros —Le ardían los ojos.
—Cuando vuelvan nos vamos al agua y te cuento mi idea de conocerse.
—De acuerdo.
Aceptar la insinuación le animó a lanzarse, me besó y no hice nada. Una mano aterrizó en mi pecho y se detuvo en seco, abrí los ojos, Vicente miraba nervioso hacia el mar.
—Calma, no vienen. —Nos besarnos y cedí al impulso que me empujaba a caer en la toalla; le daría un minuto. Jugaba con el pulgar en el aro sacándome suspiros bajitos, volvía a mirar al mar y regresaba a mis labios, abandonó mi pecho y descendió por el estómago, el vientre… Un minuto, no más. Escuché a unos niños gritar cerca.
—No sigas, hay demasiada gente.
—¿Y si no hubiera gente?
—Pero hay gente. — retrocedió al ombligo y jugó con el piercing. Me gustó que obedeciera sin protestar; lo deseaba tanto… Miré alrededor; se alejaban con sus padres. Doblé la rodilla haciendo un muro entre su mano y las personas más cercanas, lo entendió enseguida.
—Límpiate los dedos, tienes arena.
Se limpió nerviosamente y volvió directo al pubis. Mi estómago se encogió solo. Algo debió de ver que le hizo retroceder y acariciar el vientre, descendió en una caricia y llegó a la vulva, suspiré hondo, deslicé la pierna concediéndole acceso, buscó con cuidado hasta dar con la llave y me puso en tensión. Qué bien lo hacía, yo le acariciaba entre los muslos, se desplazó sobre la toalla, así pude ascender, tropecé con la blanda bolsa, exclamó un lamento corto, subí un poco más y me encontré con el tallo grueso, duro como una piedra. Él seguía castigándome el clítoris, hundiéndose a veces un poco sin llegar a penetrar, me hacía respirar a oleadas que avanzaban por el vientre y morían en su mano posada en mi pubis. Si continuaba me iba a correr en mitad de la playa.
—Vienen.
Soltó la presa, me recompuse, cerré los ojos y fingí descansar al sol. Descansar, me había quedado a medias. Llegaron armando bulla para advertirnos, ¿nos habrían visto? Mario nos animó a probar el agua, estaba divina, dijo. Me levanté de un salto.
—¿Vamos?
Caminamos uno al lado del otro, de repente eché a correr. «¡Espérame!». Con el agua a la cintura me zambullí, al salir todavía estaba cerca de la orilla, llegó y sin mediar palabra, se enganchó a mis caderas, le abracé con las piernas y me agarré a su cuello como había visto hacer a Verónica, no se detuvo, me besó y le aparté, —aquí, no; le dije, salí nadando, llegó y volvimos a enredarnos bajo el agua, a resguardo de todos, nos besamos, se afanó en tocarme las tetas, yo le palpé el culo y me atrajo hasta sentir la punta dura tanteando cómo he visto hacer a los perros en celo, solo que yo estaba de frente, con las piernas alrededor de su cintura y a poco que lo intentase iba a encontrar el camino. ¿Es lo que yo quería? Escuché voces acercándose, chavales, y deshice el lazo, volvimos a nadar, nos tocamos de nuevo, si seguíamos acabaríamos enganchados como los perros en celo, y no es lo que yo quería.
—Vámonos. Por favor.
—Qué, ¿a que se está de maravilla? —me preguntó Mario con esa expresión de deseo que le cambia la cara.
—Como para no salir en todo el día.
—Pues nada, seguid, nosotros estamos charlando.
¿Charlando? Verónica estaba roja y no por culpa del sol; tumbada muy cerca de mi chico, los imaginé como habíamos estado poco antes su marido y yo.
—Mejor no. —Una mirada bastó para hacerme entender, sonrió y dijo:
—Qué miedosa, este mar no tiene peligro.
—Por si acaso. Cogí una toalla y un peine de la bolsa, me sequé con cuidado, sobre todo el cabello y me peiné mirando hacia la brisa. Estaba en la gloria.
A las dos recogimos y nos acercamos al chiringuito de la otra cala, fuimos charlando sin parar, Mario emparejado con Verónica y Vicente conmigo; me sorprendía la naturalidad con la que habíamos aceptado la situación. Comimos de bocadillo, reímos, contamos historias, en algún momento descubrí que me sentía bien a su lado con la mano acariciando mi cintura; poco después nos ofrecimos a traer unos cafés y caminé cogida de su brazo.
Volvimos, nos libramos de la ropa sin rastro del pudor de la mañana y nos tumbamos al sol sin encubrir lo que ocurría. Mario y ella; yo entre los dos hombres. Se hizo el silencio, solo el rumor de las olas, su mano sobre mi muslo, las mías bajo la nuca; escuché un gemido ahogado, Vicente lo debió de oír, giró sobre el costado y empezó a acariciarme despacio, hubiera querido saber qué pasaba a mí derecha, me olvidé cuando tuve la mano en mi pecho, nada iba a interrumpirnos, nada, ni siquiera la mirada de Mario. Cerré los ojos, dejó una caricia en mi cadera y le oí removerse, la curiosidad me pudo, miré de reojo y le vi apoyado en un codo echado sobre ella. ¿Cómo habíamos llegado tan lejos? Miré a mi pareja, elevó los ojos señalándoles y sonrió, y sonreí, y me besó, le rodeé el cuello con los brazos y dejé que vagara por mi piel mientras nos comíamos la boca. Necesitaba más, le acaricié la espalda, alcancé su culo y busqué, busqué, me apoderé de su verga hinchada, oculta por su cuerpo, y lo masturbé con tranquilidad, solo quería conocerla, hacerme a su forma, su dureza, su tamaño; los dedos me supieron a sal y crema recién robada. Le gustó tanto verme hacerlo que entró a saco entre mis piernas, cómo impedirlo si estaba deseándolo. No sabía ni me importaba lo que estuviera ocurriendo a mí lado.
…..
—Mira. —le dije a Verónica. Frente a nosotros cruzaba una pareja en bañador. Carmen se apartó de Vicente para curiosear; apoyada en los codos dijo:
—Irán comentando entre ellos: Qué vergüenza, hay niños delante.
—No me hagas esto. —gimoteó Verónica. Rompimos a reír, ella se deshizo en protestas. —Sois unos cabrones.
—¿Y si los llamas y les haces una encendida defensa del nudismo y los conviertes como a estos dos? —salí en defensa de mi nueva pareja.
—Calla, con lo que tengo aquí voy sobrada.
Vicente dio un respingo, miró a su mujer y luego a mí. Yo capté el sarcasmo de Carmen, no jugaba las mejores cartas aún así estaba dispuesta por mí a seguir la partida hasta el final. Los habíamos visto besarse, sin embargo esta vez fue diferente, esta vez fue una declaración explícita; lo que estuviera ocurriendo allí donde la vista no nos alcanzaba duró lo que aquel beso y rompió los pocos límites que quedaban. Vero y yo nos miramos y buscamos nuestras bocas, me perdía el deseo por sus pechos y a ella le volvía loca sentir el tacto de unas manos nuevas, diferentes en su cuerpo delante de su marido, delante de cualquiera. Ya era mía.
…..
Paseábamos por la orilla los cuatro, ellos delante, la llevaba cogida de la cintura, ella le rodeaba los hombros, nosotros íbamos unos pasos por detrás cogidos de la mano, habíamos apretado el paso después de que un impulsivo beso de Verónica nos retuvo un buen rato. Tenía razón Carmen; sus tetas, al pegarse a mi pecho, declaraban la carga artificial. El efecto era tan impactante como si fueran naturales.
—Quién nos lo iba a decir.
—¿Verdad? Cuando nos echaste la bronca por estar desnudos asustando a los niños, y ahora, mira, morreándote en pelotas con el marido de otra.
—Otra a la que visto meneársela a plena luz del día a mi marido. Nos hemos vuelto locos.
—¿Estás bien?
—Ahora, sí. No sé cómo me sentiré esta noche.
—De maravilla. Tomándote una copa en la piscina de nuestro chalet después de cenar.
Logré sorprenderla, tanto como para ser incapaz de contener la ilusión que le produjo la idea. Los llamé a voces hasta que se detuvieron. Su primera mirada fue directa a mi polla, recta al ochenta por ciento, Vicente iba armado por el estilo. Esperaron nuestra llegada sin separarse, por el camino Verónica y yo nos habíamos enlazado de igual manera, salvo que era yo quien rodeaba sus hombros.
—Le he propuesto cenar en casa, luego podemos tomar unas copas, nadar en la piscina y lo que surja, ¿qué os parece?
Aceptó entusiasmado y Carmen mostró su satisfacción por lo que ambos sabíamos que la noche iba a deparar. Seguimos el paseo con las mochilas en la mano y los adelantamos en silencio cuando se enzarzaron en un beso de locos.
Llegamos pronto, quien diría que estábamos ansiosos. Propuse una barbacoa, había suficiente para dos, podíamos complementarlo con unas tortillas de patata y una buena ensalada, las chicas se encargarían.
—Perdona —saltó Vicente—, pero aquí el experto en tortillas, soy yo.
—Con cebolla, supongo. —provoqué.
—¿Lo dudas?
Y mientras tomaba el mando de las tortillas y las chicas se daban una ducha, yo puse manos a la obra con el carbón. No tardé en obtener una buena brasa y me duché en la piscina sin perder el control de la barbacoa. Ellas no nos defraudaron, aparecieron en top less magníficas, explosivas, con unas cervezas y unas tapas de queso, jamón y aceitunas. ¿Cómo les había dado tiempo a prepararlo? Charlamos, intercambiamos los papeles para que todo funcionase a la perfección y conseguimos que, en cuestión de una hora, disfrutásemos de una carne a la brasa en su punto, unas tortillas deliciosas y una charla a la luz de los focos de la piscina que crearon el ambiente adecuado. ¿Café, copas?, Carmen llevaba ya tiempo recostada en Vicente, quizás porque la sangría estaba en su punto y había entrado con facilidad ayudando a aceptar alguna chuleta más de la cuenta. Fui a la cocina memorizando el pedido: dos cortados; dos con leche, uno de ellos templado; dos gin tonic; ron con coca y whisky para mí.
—¿Te ayudo?
Debería haberla mirado a la cara, sin embargo mis ojos volaron sin control a sus tetas, hermosas, rotundas y muy apetecibles; solo un par de segundos de debilidad, suficiente para declarar mi derrota. Después derivé a su rostro clemente conmigo.
—Cómo me gustas, no lo puedo evitar. —reconocí.
—La besé, tomé posesión de su pecho, uno de ellos. Suspiró, apretó la boca en la mía y se entregó al deseo.
—Me vuelves loca.
Volvimos con los cafés y las copas y una sonrisa delatora. Mi esposa se refugiaba en el costado de su pareja y nos entendimos de inmediato.
—Creíamos que os habíais perdido.
—Es que preparar unas copas como Dios manda requiere tiempo.
—Ya pueden estar buenas.
Estaba todo tan claro que ninguno hicimos nada por disimular. Carmen se rindió a los besos de su pareja, yo abusé de la exuberancia de Verónica, a veces volvíamos a la realidad e intercambiábamos frases tontas para llenar el impacto que les suponía vernos en brazos los unos de los otros, desnudos, entregados al placer de buscarnos en el cuerpo de la pareja contraria.
…..
—mmm, huele a café.
Vicente se removió, enseguida tuve una mano ascendiendo desde el culo.
—¿Qué hora es?
—Qué más da, ¿tienes prisa?
Me incorporé. A mi cabeza volvieron en tropel multitud de escenas tórridas que habían ocupado parte de la noche, le besé, me rodeó el cuello y caí otra vez.
—Eres una fiera.
—¿Nos tomamos ese café?
—Voy a lavarme un poco, debemos oler a tigre.
Entramos en la cocina cogidos de la mano tal y como nos habíamos levantado, forzando la resistencia de Vicente a aparecer desnudos. Mario vestía un bóxer y preparaba café; al vernos, la expresión cambió de la sorpresa a la complicidad.
—Buenos días, habéis dormido bien o como nosotros.
—¡Qué le has hecho a mi mujer, canalla! —dramatizó.
—Amigo, he de anunciarte que tu esposa te es infiel.
La iniciación
Seguimos la velada cerca de la piscina, el intercambio estaba en marcha, Carmen sentada en brazos de Vicente y su mujer conmigo. Después de haber estado en la playa nudista no tenía sentido usar bañador. La conversación, a medida que cayó la noche, se volvió más íntima, de vez en cuando íbamos al agua por parejas y allí sucedían cosas que ya nos revelaríamos. Acabamos hablando de sodomía, no recuerdo quien sacó el tema, nosotros no, desde luego, pero aceptamos el envite, yo reconocí lo mucho que me gustaba, lo diferente que era respecto al sexo convencional y lo que para mí, como mujer, significaba ofrecerme de esa manera.
—¿Qué quieres decir? —preguntó intrigada.
—No es lo mismo tener sexo cara a cara, donde conservas el control, que hacerlo de espaldas. En esa posición has de tener mucha confianza en el otro, porque estás completamente entregada, y si ademas le añades que entregas el culo… arriesgas mucho. Al menos para mí es un acto en el que me doy por completo.
Hubo un debate, los chicos razonaban como hombres, es normal, no lo acaban de entender, pero Verónica escuchaba, a veces intervenía al margen de ellos, argumentaba pero en otra onda. Por los comentarios deduje que nunca lo habían hecho, probablemente ni lo habían intentado, Verónica hablaba de que no era una vía normal para mantener sexo y al decirlo se le escapaba un leve gesto de desagrado.
—Si nos ponemos en esas —dije—, tampoco sería normal chupar el aparato por el que los tíos mean y bien que lo disfrutamos, ¿o no lo disfrutas?
Se echó a reír. «Lo disfruta, lo disfruta», apostilló su marido. La broma ayudó a distender el debate.
—¿Y tú —me preguntó Verónica— como lo viviste?, quiero decir: la primera vez supongo que no es muy agradable.
—Depende de la otra persona, si va a lo suyo puede convertirlo en una experiencia desagradable que no desees volver a repetir.
Entonces lo pensé, éramos un equipo y merecía una mentira de amigos para ponérselo fácil.
—Yo tuve la suerte de contar con un maestro dulce y paciente. —miré a Mario a los ojos y proseguí—. Èl ha sido mi guía en el sexo desde que nos conocimos cuando yo era casi una niña y en esto fue fundamental su paciencia y su dulzura, si hubiera caído en manos de otra persona no hubiera sido igual.
Ambigüedad calculada. Nos miramos, nos entendimos y sonreímos.
—Joder —exclamó Vicente—, tal como lo cuentas dan ganas de pedirle que me dé por culo.
Nos hizo estallar en risas. Mario no dejó de mirarme agradecido.
Poco a poco nos fuimos aislando, las idas y venidas a la piscina se fueron convirtiendo en un modo de perderse.
—Se han ido. —le dije a la salida de un beso.
—¿Tu crees? —preguntó indeciso.
—No sé qué hacemos aquí todavía.
Tiré de él, lo llevé al interior de la casa, subimos entre besos y caricias, no quería encontrármelos en la misma habitación y nos guiamos por los ruidos. Unos jadeos en una de las habitaciones señalaron donde no debía entrar. Mario, todo amabilidad, me había cedido la alcoba principal.
…..
Me gustaba Verónica, suponía una transgresión del modelo de mujer al que soy adicto: Carmen. Ella era la antítesis; pequeña, redondeada, de pechos generosos sin caer en el exceso, tenia una expresión en el rostro insinuante que, metida en faena, se transformaba en provocativa, con su media melena rizada y sus ojos chispeantes podría pasar por una actriz italiana del neorrealismo pero muy actual y pronto perdió los miedos, sabía lo que estaba pasando en la habitación cercana y venía dispuesta a todo. ¿A todo? A pie de cama nuestras manos no estuvieron quietas, deseaba conocer su cuerpo sin temor a que nadie nos viera y a ella parecía volverle loca el tacto de mi piel; pegada a mi cuerpo me besaba sin parar. Mis manos la calibraban por todas partes. Descendí a apoderarme de una de las nalgas y probé a buscar entre las dos, sentí una maniobra de acercamiento y también el aliento lanzado directo a mi boca; llegué hasta la vulva, se acopló al ritmo de mis dedos, cuando empezó a jadear en mi oído vagué hacia atrás, encontré el pequeño agujero y lo empapé en círculos, Verónica clavó la frente en mi pecho y lo tomé como una invitación; regresé a la vulva, recogí humedad y volví al esfínter, apreté, se cerró asustado y volví a acariciarlo sin prisa; presionaba y soltaba hasta que lo noté relajarse, entonces señalé con la yema varias veces para acostumbrarlo; apreté y se abrió para mí. Verónica dejó de respirar, moví al intruso arriba y abajo y tembló. La besé en el cuello, seguí avanzando, seguí penetrando. Solo era el inicio.
—¿Estás bien?
—Sí.
—Vamos a la cama, te voy a follar el culo.
Escuchamos un fuerte gemido de Carmen. «Qué le estará haciendo tu marido». Nos besamos, estaba dispuesta pero yo no quería precipitarme, sé merecía más. De rodillas frente a ella admiré cada rincón de su cuerpo y se dejó, tal vez sorprendida de que no sucumbiera al deseo. Apartó la mirada incapaz de soportarlo. Comencé a acompañar mi recorrido con las manos, porque un cuerpo como el suyo merecía más. Los hombros fueron el inicio de un lento viaje hacia el cuello, las mejillas, los párpados; frente y orejas me devolvieron al cuello y las clavículas, desvié las manos a los costados y elevó el tórax ofreciendo los pechos agraviados por mi olvido. Acaricié vientre y estómago, pasé por las caderas y escuché un lamento, quizás por dejar en mi camino el abultado pubis y atender a los muslos que se abrieron a recibirme, el aroma de mujer era perceptible y contuve el deseo de probarlo. Bajé por las piernas llegué a los pies y les dediqué mi atención como Carmen sabe que puedo llegar a hacer; cuando la tuve temblando inicié el camino inverso, la hice sollozar al ignorar el monte entre los muslos; nos tenían que estar escuchando y, al navegar por su vientre, curvó la espalda y sus pechos se mostraron arrogantes a mis manos. Gimió a voces cuando las posé sobre ellos, siguió gimiendo cada vez que los acaricié rozando sus dos picos de piedra y lloró cuando mis dedos dibujaron el contorno de su volumen.
No soy un fetichista, pero me vuelven loco los pies. Es lo mismo que dicen los adictos al tabaco. «Cuando quiera lo dejo». De acuerdo, bien, solo es parecido, no sonriáis así. Adoro sujetar entre mis manos un pie de mujer bien cuidado, admirar la curva del empeine, los dedos finos, largos, de uñas trabajadas, pintadas con esmero; me apasiona prodigarle caricias serenas, dibujar el perfil de cada dedo, juntando mis yemas a las suyas imitando al creador y a su criatura, pintar la sombra que forma el tobillo. Conozco la íntima conexión que establezco allá al fondo, al final o al principio del largo camino que voy a cruzar a través de sus piernas. No es fácil leer las señales del cuerpo de una mujer, demorar el propio placer o dejarse llevar acuciado por el deseo; ese es el difícil equilibrio que solo una sabia lectura logra encontrar. Se trata de pensar en ella, interpretar las señales para obtener lo que ambos deseamos en el momento justo.
Subí por sus piernas. Temblaba. Atrapé entre mis dedos la vulva tan tierna y mullida. Parecía sufrir. Mentirosa. Elevó las rodillas para ofrecerse más. La apreté como un gajo tierno y jugoso. Me acerqué; suspiró anticipando el encuentro. Un nuevo aroma a mi colección, un sobresalto a mi sexo, mi polla, mi cipote; voy perdiendo las formas ante un coño tan carnal. Coño, vagina, chocho peludo, babeante, oloroso. Una mujer abierta ante una boca dispuesta a devorarla, ¿hay algo más humano, desnudo y sencillo desde Courbet? Aproximo mis labios a los suyos, cruzamos un beso, se contrae, tiembla, me moja; los sentidos se nublan por el aroma de hembra; me inflamo, beso, hundo la boca en la grieta, sus labios absorben los míos, mi lengua avanza. Pliegues, huecos, rugosidades, todo un mundo acuoso. Y su voz, agitada, narra el placer, y me hace feliz ser la causa. Aprendo sus gustos, su manera de ser y sentir, con ella no vale lo que ya sé, soy un lego y aprendo a ofrecerle placer, su placer, y la llevo al orgasmo y soy el más feliz de los hombres.
…..
—Lo siento.
—No digas eso.
—No sé qué me ha pasado.
—Nada, cada cosa tiene su momento y hoy no era tu momento. Deja de preocuparte, lo estamos pasando bien, eso es lo importante.
—Te he decepcionado.
—Eres una mujer excepcional, Verónica, no le des más vueltas. Te voy a contar una cosa.
Y le conté la verdad. Los años pasados deseando que la sodomía formara parte de nuestras relaciones sexuales, los muchos intentos fallidos con tal de evitar hacerle daño. Lo dábamos por imposible y siempre volvíamos a intentarlo, porque ambos queríamos, porque ella lo deseaba, por mí, por los dos.
—Fue imposible, no quería era hacerle daño. Hasta que, en nuestro primer trío, él se armó de paciencia y logró lo que nosotros, por falta experiencia, no habíamos conseguido.
—¿Estás diciendo que no fuiste tú?
—Yo tenía demasiado miedo a provocarle un desgarro, sin embargo él poseía la experiencia que a mí me faltaba; puso el cuidado y el mimo necesario para abrirle culo sin que le doliera.
Abrirle el culo. Elevó las cejas sorprendida por mi forma de expresarlo. Abrirle el culo. ¿Acaso no fue lo que Doménico le hizo? Estaba decidido a acabar con los últimos prejuicios de Verónica y el lenguaje es la herramienta adecuada para impactar en la mente.
—Yo había sido incapaz de hacerlo, me sobraban precauciones. Desconocía hasta qué punto podía forzarle el ano, qué elasticidad tenía para soportar la dilatación que le provocaría mi polla; ya has visto el grosor.
—Ya, ya lo he visto. —dijo incómoda.
—Sin embargo, Doménico tenía experiencia y le desvirgó el culo sin hacerle sufrir, al contrario, pregúntale, la vi sollozar de placer.
Incómoda o excitada, no le impidió satisfacer la curiosidad.
—¿Y tú?
—¿Yo?, estuve a su lado, cogiendo su mano, compartiendo ese momento con ella.
—No puedo imaginar. Él…
—Le abrió el culo, la folló hasta darle su primer orgasmo anal, y el segundo aquella misma noche, y yo compartí la experiencia con ella.
—¿Cómo se puede compartir algo así?
—Con mucho amor y compenetración.
Tardó en asimilarlo, luego me besó, quería más y nos volcamos en apagar el fuego que se había despertado en ella. Le quité de la cabeza volver a intentarlo, no estaba preparada, tal vez no lo estuviera nunca, pensé entonces.
…..
—Te voy a echar de menos.
—¿Por qué dices eso?
—Tienes razón, no debería decirlo.
—Vamos, qué te pasa.
—Me has descubierto un mundo nuevo, no te puedes hacer una idea, y a la vuelta voy a sentirme muy sola, muy desorientada.
—Tienes a Vicente.
—Ah, Mario, no lo entiendes.
—Si has pensado por un momento que voy al olvidarme de ti, no me conoces.
—Entonces…
—Cuenta conmigo, llámame; no tenía intención de agobiarte pero, tal y como lo planteas, no pienso dejarte sola.
La despedida
—Menuda noticia, mi esposa me es infiel. Desde que empezaste a tocarle las tetas en la playa, cabronazo. Por cierto, ¿Dónde la has dejado?
—Se está duchando, ahora vendrá.
—Voy a buscarla. —Tenía tantas ganas de estar a solas con ella como nosotros. Nos besamos, parecía que llevásemos una semana sin vernos.
—Cuéntame, ¿qué tal?
—Es como imaginaba, una viciosa sin prejuicios.
—Ya era hora de que tuvieras una alegría.
—¿Y Vicente?
—Bueno, como los fuegos artificiales, poca pólvora y mucho humo.
—¡No me digas!
—Empezamos bien en la piscina, yo esperaba más, tanto mirarme, tanto tocarme… cuando subimos a la habitación; chico, debió de ser que venía muy excitado porque terminó casi antes de empezar; pero tenía ganas y seguimos, hizo lo que pudo con la lengua y así logró animarse; puse manos a la obra, lo monté y... Calla, ya vuelven.
Verónica llegaba exultante, no así él; parecía apagado, ¿qué le habría contado? Al verme desnuda, se libró del albornoz y volvió a ocupar su lugar. «¿No te importa?», me dijo; «Siempre y cuando os ocupéis del desayuno…». Cogí de la mano a su marido y nos fuimos fuera, quería saber el motivo de tanta melancolía. Lo llevé a un cenador donde a veces tomábamos café, se sentó y yo lo hice sobre sus piernas.
—¿Qué te pasa? Te veo tristón? —le acaricié la mejilla, trató de asaltarme y lo detuve—. Dime.
—Es Verónica, está deslumbrada por tu marido.
—¿Y eso te preocupa?
—Es que, tengo la sensación de haberte defraudado.
Le eché los brazos a los hombros y lo besé, no hizo falta más, inmediatamente se apoderó de mis pechos, sentí un puntazo abriéndose camino entre mis muslos.
—No seas bobo, estábamos muy excitados, primero en la playa, luego la piscina, todo el día en pelotas.
—Lo siento.
Le volví a besar y dejé que se desfogara conmigo hasta que les oímos llegar con el desayuno. Me mantuve sobre sus piernas para hacer que recuperase la autoestima.
…..
Llegaba la hora de la despedida aunque les estaba costando arrancar. Nos ofrecieron acompañarnos a recoger el coche aparcado en el pueblo. «No hace falta, tenemos el otro en el garage, iremos más tarde».
—Nos llamamos.
—Claro.
—Podíamos quedar en Madrid, un fin de semana en nuestra casa, ¿verdad, Vicente? —imploró. Sentí lástima de ella porque nadie respondió y se produjo un breve desconcierto; Carmen fue más rápida.
— Lo que ocurre en la playa se queda en la playa; nos lo hemos pasado bien.
Fue un jarro de agua fría, balbucearon una excusa y enfilaron hacia la verja. Verónica nos miró un par de veces y se las ingenió para quedarse atrás, yo intuí lo que buscaba y entablé conversación con mi excompañero. Carmen se acercó a ella.
….
Era una situación difícil, Verónica parecía sacudida por una tormenta emocional y acudí en su ayuda.
—Siempre podemos quedar, como amigos. —dijo en voz baja, iba a decirle que no era buena idea, pero prosiguió—: No creo que pueda hablar con nadie de esto, tú me entiendes, os voy echar de menos.
Me desarmó, veía en ella un reflejo de mí misma cuando empecé a transformarme en la que ahora soy, sin nadie con quien hablar, sola y desorientada, muy desorientada.
—Llámame, podemos quedar algún día y charlar. —concedí.
—Yo también te voy, os voy a echar de menos. —intervino Vicente mirándome.
—Déjalo en mis manos, la convenceré. —Era Mario quien se aliaba con el enemigo, ¿o debería decir con la tentación?
—Os estoy escuchando, podíais disimular un poco.
…..
—Reconoce que lo deseas.
—No es buena idea, no necesitamos una relación que tiene todas las trazas de convertirse en obsesión.
—No tiene por qué, podemos manejarlo.
—Estoy harta de manejar a la gente, de manipularla a nuestro antojo como si fueran muñecos. Me niego a volver a usar la inexperiencia de alguien para nuestro beneficio.
—Estas exagerando.
—¿Tú crees? No voy a volver a ilusionar a una persona pensando que lo nuestro tiene futuro, no cometeré el mismo error dos veces.
—Pues a mí me apetece verla. Me gusta.
—Haz lo que quieras, pero conmigo no cuentes, no voy a ser tu carabina, ¿de acuerdo?
Necesitaría una o dos semanas más para terminar de depurarlo a mi gusto; por eso este será, con toda probabilidad, el capítulo que sufra más revisiones antes de su publicación en TR.
ResponderEliminarDada su extensión, sesenta y cuatro minutos, estuve tentado de dividirlo en dos, pero no encontré motivo alguno que lo justificara salvo la duración. Espero que aguantéis.
Mario
El capítulo me a gustado mucho, pero Carmen me a desconcertado muchísimo, el arranque de ira del principio, después decide ayudar a Mario para que esté follara a Verónica.
ResponderEliminarEs comprensible que no quiera repetir lo de Carlos, pero tiene gracia que diga lo de la obsesion, cuando ella va a follar en dos días con un tío que está totalmente obsesionado con ella y no se queja.
En la parte final con lo de carabina me a parecido un comentario bastante injusto, en estas vacaciones Mario a tenido suficientes razones para quejarse y no lo a hecho, me estaba gustando mucho la Carmen de este capítulo, para mi estaba siendo el mejor capítulo de las vacaciones, pero ese final lo a empañado.
Por lo demás tengo que darte las gracias Mario por alegrarme un mal día.
Un abrazo fuerte para todos.
He vuelto a leer el principio y la contestación de Carmen a sido demasiado dura, Mario metió la pata los dos lo saben, pero lo que Mario a percibido es que una parte de Carmen lo odia y las otras dos están cansadas de él.
ResponderEliminarNo se, pero creo que esa parte de Carmen solo la protege de Mario, no la he visto salir con ninguna otra persona más.
Lo que nunca veo a Carmen es disculparse, Carmen ama a Mario, Carmen odia a Mario, o simplemente está cansada de el, la verdad es que ya no me queda nada claro.
Me acaba de decir mi secretaria favorita que he subido una versión equivocada. Eso me pasa por no subir inmediatamente a la nube los cambios que hago en word. Son solamente dos párrafos, uno en un dialogo sobre Candela y otro sobre Vicente. Hoy me es imposible solucionarlo, mañana en algún hueco por la mañana lo arreglaré si no me han asesinado antes por llamar secretaria a quien no debo.
ResponderEliminarLa parte que mas me a gustado del relato es la que Carmen decide follarse a Vicente para que Mario pudiera hacer lo mismo con Veronica, me a parecido un bonito gesto, esa parte del relato me a recordado al principio del relato cuando tenían una gran complicidad.
ResponderEliminarpor eso
jajaja ya te vale Mario mira que te gusta chinchar.
ResponderEliminarPues lo hice, terminé una reunión antes de tiempo y actualicé el capítulo con lo que me dejé en el tintero y algunas correcciones de última hora. me marcho a casa a ver si no duermo esta noche en el ático, por aquello de «secretaria».
ResponderEliminarApasionado: espero que ahora entiendas mejor el final del capítulo.
Gracias Mario, como he dicho entiendo que Carmen no quiera repetir lo de Carlos, pero a sido muy cortante con Veronica y después con Mario, me he quedado como, pero que a pasado aquí, que me he perdido.
ResponderEliminarFinalmente tenemos un nuevo capitulo, es muy interesante la compenetración de Mario y Carmen, la forma en que se dejan llevar para el intercambio, ahora es Mario el ganon, aunque Carmen queda atrás. Pero el que disfruto mas fue Mario, y se quedó con ganad de estrenar su retaguardia, creo que si repiten estando en Madrid
ResponderEliminarLo he leído dos veces más y me a surgido una duda, lo que yo pensaba en un principio que era un buen gesto de Carmen, ahora me parece un gesto de compensación, porque ella se siente algo culpable.
ResponderEliminarA ver si algunos de mis compañeros consiguen arrojar luz, ahora mismo no tengo claro absolutamente nada, el primer intercambio dd parejas no podía terminar peor.
Con respecto a el. Sueño de carmen que empieza a ver una luz al final del tunel, carmen se queda con la idea de que es su papá el que la esta amenazando, y no alcanzan a ver lo que el tio pretende, Carmen sigue sin saber a ciencia cierta que es lo que la atormenta, aunque creo que pronto sabremos mas sobre el trauma.
ResponderEliminarComo comente en otro comentario, cuando Mario y Carmen estan en la playa nudista, se siete como los dos estan disfrutando, se sienten buen, los dos con la mirada saben que esta pensando cada quien, eso es para mi entender, solo una pareja bien compenetrada lo puede lograr.
Me Llama el trabajo, sigo comentando mas tarde
Yo no veo nada claro, que el intercambio se produzca, otra cosa es que Verónica y Mario se vuelvan a ver, pero Mario tiene que tener muchísimo cuidado, es el matrimonio de su amigo es el que está en juego, un mal paso y ese matrimonio puede terminar destruido.
ResponderEliminarHay mucho que analizar en este capitulo, daré otra leida para seguir analizando, estare mas atento y asi poder hacer un análisis mas completo de este capítulo
ResponderEliminarOtro gran capítulo, y al único maquiavélico que veo por aquí sigue siendo Mario. Nos enseña unos caramelos que los va cambiando el gusto conforme va pasando el relato.
ResponderEliminarCon el fragmento que nos había regalado hace unos meses, nos creamos unas dudas y sobre todo unas expectativas, que al principio por lo menos a mi se me vinieron abajo.
No se si hay muchos taurinos por aquí, pero en este relato, he visto un símil taurino. La suerte del capote, puede ser la más espectacular y la que más expectación crea, pero por lo general es la que más decepciona, esa sensación la tuve con el encuentro en la playa con Vicente y Verónica. El siguiente, el tercio de varas, aunque no guste es necesario para pasar al siguiente tercio el de banderillas. En el relato seria la llamada telefónica que nos sorprendió a todos. Las banderillas siempre son más espectaculares si las pone el jefe de la cuadrilla, en este caso nos deleitó en esta suerte el maestro Mario, con una cena interesante y sobre todo un par final donde se ve la complicidad de Mario y Carmen, donde Carmen se sacrifica a pasar una mala noche para que Mario disfrute con Verónica. La suerte de la muleta puede tener varias partes, entre ellas estudiar el terreno, el día de playa, asentamiento en el centro del ruedo, cena, piscina y posterior noche, excitante y morbosa, y para finalizar la suerte con la espada.
Por ahora no me voy a meter en analizar lo que me gusta o no me gusta de este capítulo lo leeré con calma de nuevo, y después valorare la suerte de la espada, ya que en un principio me ha dejado unas sensaciones raras, veo el miedo de Vicente, las ganas de repetir de Verónica y Mario y las reticencias de Carmen en volver a estar con Vicente, aunque si deja un hueco a Verónica.
Carmen es mi personaje preferido, no porque este buena y folle como los ángeles, sino porque tiene un corazón que no le entra en el pecho, durante todo el diario a hecho sacrificios que no se si los demás estaríamos dispuestos a hacer.
ResponderEliminarPor ejemplo alejarse de Irena cuando todos sabemos que los sentimientos de Carmen hacia Irene son muy reales, pero sabe que está nueva vida es incompatible con esa relación.
Carmen y Mario son los que han hecho todos los sacrificios, los demás llegan y follan, después siguen con su vida tan felices.
En el capítulo de ayer, una parte de Carmen está muy resentida con Mario, está llevada por el rencor puede tomar malas decisiones, Gerardobpodria aprovecharse de eso.
Carmen y Mario tienen que hablar y sincerarse de verdad, si no en un futuro podrían haber problemas entre ellos.
Con respecto a Irene espero que Mario haga una de las suyas, por mucho quecesto endurezca a Carmen, me gusta la pareja que hacen las dos.
El plan Maquiavelo cada vez lo tengo menos claro, lo que si tengo claro que la única salida es que Gerardo pase a ser su amante y esa lombriz no se lo merece.
Tengo ganas de ver al final, una cosa Mario, ¿al final dormiste en el ático?
Un abrazo muy fuerte a todos.
Este es un buen capítulo por varias razones, la primera es que surge una molestia por parte de Carmen cuando Mario intenta presionarla un poco para que recuerde algo más del sueño de su trauma no es algo negativo ya que Carmen va soltando el resentimiento que tiene contra Mario y eso le hará sanar en su relación de pareja aún más y llegar a ser la cómplice perfecta.
ResponderEliminarPor otra parte vemos que Carmen cómo han dicho varios comentaristas se sacrificó en este capítulo pasando su noche con Vicente para que Mario pudiera disfrutar de Verónica.
Al final del capítulo muchos notaron una caída al vacío cuando Carmen se negó a volver a encontrarse con esta pareja ya que veía a Vicente en una mala situación y Verónica con ganas de continuar deslumbrada por su noche con Mario.
Hay una luz cuando ella decide darle a Verónica la esperanza de volverse a encontrar al menos con ella para guiarla en este nuevo camino y que no pase lo mismo que ocurrió con ella en su inicio de vida liberal.
Falta un día para el tercer encuentro con Gerardo que va a ser muy decisivo todavía muchos no ven claramente a Maquiavelo, está cerca, muy cerca de ya.
Saludos y un abrazo a todos
Cuando pueda hablaré del machaque de Mario que provoca el ataque de Carmen, por adelantar por donde va a ir mi comentario diré que he recordado la escena antes de irse a la montaña cuando Domenico la pinchó tanto que forzó la primera aparición de esa personalidad agresiva que aparece para protegerla ¿os acordáis del puto italiano de mierda que le soltó y luego no recordaba? No sé en cuál capítulo fue, tengo que revisarlo antes de seguir.
ResponderEliminarAhora quería comentar otra cosa que me ha gustado. Carmen hace equipo con Mario para ayudarle a tirarse a Verónica, Vicente es poquita cosa para ella, se lo dice Mario, pero está dispuesta porque son un equipo y lo ve con ganas. No es que se sacrifique por él y se folle a un tío fofo y peludo, es que mario se lo merece. Dice una frase genial, “trabajar con Candela me ha quitado mucha tontería”. Ejercer la prostitución con Candela no es lo mismo que ser la escort de lujo de Tomás, se ha fogueado, ha aprendido y se ha tragado más de un sapo. Ha madurado como puta, por eso puede follarse a un tío como Vicente, que no le atrae nada, con tal de ponerle en bandeja a "la tetas".
Otra pista de por donde va Carmen: Mario le pregunta si volvería a repetir otra noche de trabajo junto a Candela, ¿Cuál es la respuesta de Carmen? La callada por respuesta y ya se sabe que el que calla otorga.
Yo después de esto estoy seguro de que Carmen, descubra o no su trauma, no abandona la profesión más antigua del mundo.
Coincido contigo Dosoctavas, yo ayer dudé de si Carmen lo hacía por un sentimiento de culpa o porque como tú dices, Mario se lo merecia, vuestros comentarios valen oro, sobre todo para un ser apasionado como yo que enviaste sin mirar.
ResponderEliminarPero yo creo que Carmen se verá obligada a dejar el mundo de la prostitución y será cuando Tomás muere y la investigacion saca a la luz que usaba prostitutas para cerrar negocios.
Seguramente me equivocarme.
No conocía amigo esa veta suicida...secretaria, es muy fuerte yo no me animaría a tanto, preferiría una corrida de San Fermín, creo que sería menos riesgoso.
ResponderEliminarUn amigo mío por menos durmió en el sofá por más de un mes, espero que tengas un buen plan para compensarla.
ResponderEliminarAl final dormí en la cama. Las temperaturas en Madrid han bajado drásticamente y me temo que he sido utilizado como hombre-estufa.
ResponderEliminarNo te quejes, que saliste muy bien parado, jajajaja.
EliminarTuviste suerte, de todas formas espero que cumplieras porque cuando uno se comporta como un bocazas debe cumplir y hacer que esa boca recupere el prestigio que ha perdido.
ResponderEliminarA mi Mario me hace dudar de todo, pero hechando la vista atrás, después de ver por todo lo que han pasado Carmen y Mario, mi instinto me dice que se aman, si no como podrían seguir juntos y superar un camino más dificil que ascender el Everest con un brazo atado a la espalda.
ResponderEliminarEl plan maquiavelo, mi plan maquiavelo perfecto sería que Gerardo sintiera lo que es que otra persona te utilice y después se desaga de ti como si fueras un trapo viejo, sintiéndose el macho y orgulloso de ello.
Lo veo difícil, porque a este solo le haría falta hacer un negocio con Tomás a cambio de cerrarlo con los servicios de Carmen.
Tomás aceptará, porque para el los negocios están por encima del todo, no se negara a un trato que pueda aportarle veneficios.
Veo imposible deshacerse de Gerardo y más si Carmen quiere follarse a Santos, una lástima, porque me gustaría ver a Gerardo tomando de su propia medicina.
La primera vez que entiendo por que esta encuadrado este relato en intercambios. Aunque me da igual, como si está en la seccion de extraterrestres, es una gozada.
ResponderEliminarBATMAN
Lucia ----- El comentario de Dosochi me ha recordado otra escena. cuando estuvo con Gonzalo Arnedo y volvió a casa de Doménico y no supo decirle donde había estado, Doménico se lo tomo a mal, pensó que no se lo quería decir y yo creo que lo habia olvidado igual que olvidó icluso el nombre de Arnedo. Estas amnesias tiene que estar relacionadas con el trauma de su tío.
ResponderEliminarMariobuna preguntaba, todabia no has subido el capítulo corregido, ¿verdad?
ResponderEliminarSí, he subido la versión corregida con los párrafos que faltaban y algunas correcciones adicionales. Lo cual no quita que pueda haber alguna revisión menor posterior.
ResponderEliminarGracias Mario, tu ponlo a tu gusto, para mi un acierto que no lo separaras en dos capitulos, este capítulo merecia leerse entero.
ResponderEliminarSeguí su mirada. Les eché un vistazo: dos chicas y un chico; habían llegado al mismo tiempo que Vicente y su mujer, lo recordaba porque Verónica alzó la voz durante el alegato moralista y atrajo su atención. No aprecié nada de particular. Me fijé bien, una de ellas guardaba cierto parecido: morena, de ojos negros, con el cabello en cascada por media espalda podía recordar lejanamente a Carmen. Hasta ahí, porque en el resto difería. Era lo que Emilio definiría como una mujer maciza. Fuerte sin llegar a ser gruesa; pechos grandes ligeramente caídos; pubis cubierto de una poblada mata; los muslos, poderosos, parecían brotar incontenibles de las caderas. Toda ella rebosaba carnalidad. Tendría mi edad, algo menos. La otra, más joven, una rubia pecosa, de pelo corto rizado, también destacaba por su pubis frondoso. Estaban acompañadas por un gigante atlético de unos dos metros, muy bien armado. Iba a preguntarle si la intención de alertarme era por ese parecido lejano cuando un simple gesto lo desveló; recogió la melena con ambas manos y mostró las axilas cubiertas por un salvaje vello negro. La amiga se puso en jarras y dejó ver una suave mata rubia.
ResponderEliminar—Joder. —exclamé.
—Sabía que te iba a gustar. Pero tanto…
Miraba con descaro entre mis piernas donde una parte de mí revivía a toda velocidad.
—Es brutal, un poco exagerado pero me encanta.
—Ya lo veo. Anda, se un poco más discreto.
La morena me había cazado, le dijo algo a su compañera y ambas miraron hacia nosotros; yo bajé el rostro azorado.
—¿Ha sido tanto?
—Te has quedado embobado, ya sé cuánto te gusta pero no puedo, cariño, tengo obligaciones.
—Algún día, no tengo prisa.
—Cómo puedes ser tan…
Se volcó sobre mí y me arrolló. En esos momentos recupero la certeza de que somos indestructibles y nada nos puede hacer daño.
—Qué ibas a decir.
—Ah, míralo, te gustan los halagos. —Elevó la mirada al cielo apoyada en mi pecho buscando las palabras—. Iba a decir… Cómo puedes ser tan dulce, tan tierno, tan generoso. Ojalá pudiera dejar de depilarme las axilas, lo haría, por ti y por mí.
—Como en Grecia.
—Como en Grecia. Todo esto pasará y volveremos a ser como éramos.
—¿Y cómo éramos?
—Inocentes.
—No te quiero inocente, amor, si intentásemos volver al pasado fracasaríamos. Te quiero tal como eres.
—Algún día. ¡Eh, vuelve!, déjala tranquila.
—Uff, es que me pone…
Esta es la parte que más me gusta del relato.
Los tíos tenéis suerte, podéis pasear por una playa nudista sin que os preocupe que nadie os mire de una forma u otra. Sin embargo nosotras, incluso en una playa donde en teoría las personas saben a lo que van, te encuentras la típica mirada como la que describe carmen, aparentemente inocente pero que enseguida notas (porque lo notas) que no es tan inocente. ¿qué vas a hacer, montar el pollo? te callas, aguantas, miras a otro lado y tragas como has hecho toda la vida. "mujer, no es para tanto", te dicen si lo comentas. noe s para tanto para ti, tío que no lo tienes que aguantar.
ResponderEliminarEso es el patriarcado, ahí comienza y si se le permite, deriva en cosas mucho mas graves.
Perdonad que me haya puesto tan tremenda.
Bruto.
EliminarMe declaro culpable de haber mirado con deseo y pido perdón en mí nombre y en el de mí genero.
Lo siento pero somos muy básicos y nos pierden los ojos.
Yo solo he estado una vez en una playa nudista y al principio lo pase fatal, soy muy vergonzoso, pasado un rato cuando me di cuenta que cada uno iba a lo suyo ya me relaje.
ResponderEliminarNo te disculpes Divagante, a Nadia también le incomoda mucho, una vez en la playa tuvimos que cambiarnos de sitio porque se sentía muy incomoda y como dices para no montar el pollo.
ResponderEliminarSabés qué pasa DIVAGANTE, la evolución del hombre es muy lenta, demasiado diría mi compañera, hace muy poco abandonamos las cavernas, también la quema de mujeres en la hoguera si pretexto de condena por brujería. Encima cuando nos venden cualquier cosa siempre nos ponen una mujer semidesnuda.
ResponderEliminarLa verdad, decir que descendemos de los monos es para que éstos nos demanden por daños y perjuicios.
LUIGI
ResponderEliminarPrimero: poco a poco, Carmen va montando en su memoria el recuerdo escondido, poco.....a poco.
Segundo: lo del intercambio playero, no hace más que demostrar lo que disfruta Mario, manipulando a la gente que es más vulnerable y como tenemos los casos de Maca, Elena, Carmela ....etc, es más yo creo que menos Elvira, que debe de conocerlo mejor y sabe darle la distancia correcta y el tiempo apropiado, las demás en la mente de Mario, da la sensación que son solamente presas y Verónica va por el mismo camino a poquito que pueda. Y como Carmen lo conoce es normal que no quiera hacer de carabina.
Nota 1 ¿ qué le pasa a Carmen, que es capaz de pasar del amor al odio y viceversa, como el que se cambia de camisa ?.
Nota 2 lo de Maqui. Si el motivo del plan es tirarse al barquero, es fácil y si por el contrario es otro el motivo..... ¿ cuál sería?, sin conocer el motivo, es dificil establecer un plan.
Sigo pensando........ hasta la próxima.
Con Maca y Elena no le salió nada bien, Carmen toma sus propias decisiones y Verónica tendrá a Carmen para protegerla, si Carmen y Mario trabajan en tandem Verónica lo pasará en grande, teniendo en cuenta que Carmen frenará a Mario.
EliminarUna parte de Carmen está muy resentida con Mario, por que la manipuló, yo creo que por eso es tan dura con Mario, a Mario le hacen mucho daño esas palabras, pero es consciente que el tuvo la culpa, espero que consiga ayudarla, Carmen lo a pasado muy mal, creo que no somos conscientes de hasta que punto.
He estado leyendo capítulos antiguos, siempre son los hombres los que buscan a Carmen y no al revés, en una conversación que tienen Claudia y Mario, esta le dice que Carmen come de la mano de Angel, cuando Mario se lo comenta a Carmen esta le dice que es al revés, en las vacaciones es Gerardo el que busca constantemente a Carmen, una vez que termina el sexo Carmen vuelve a su vida con en este ultimo capitulo y no hace mención de Gerardo para nada.
ResponderEliminarcreo que a los únicos hombres de este relato que a buscado Carmen son Mario y en una menor medida Tomas.
LUIGI
ResponderEliminarPerdona Mario, si según mis cuentas con los datos aportados por tu persona, la quedan dos noches todavía con Gerardo y el día del intercambio según mis cuentas es el 28, se supone que la noche del 29 al 30 está con el , ¿ no se acababan la vacaciones el 30/31 ?, que pasa, que empalman las dos noches seguidas? O la cuentas mías son erróneas?
Un saludo y perdón si estoy equivocado.
La verdad es que con todas las veces que Gerardo sexa saltado en acuerdo,el acuerdo ya estaría cumplido
EliminarNo andas desacertado, Luis. Tampoco va descaminado Apasionado. Tened en cuanta que el uno de septiembre cayó en sábado.
Eliminar(Ya tengo ganada una colleja en cuanto llegue a casa esta tarde, por bocazas)
Carmen tiene esos dos días para conseguir follarse a Santos, muy poco margen.
EliminarSeguro que Gerardo intentara sacar tajada, como dije ayer, por mucho que Carmen se deje llevar cuando está con Gerardo.
Una vez terminado el compromiso con Gerardoces este el que insiste apareciendo con excusas ridículas, me imagino quexestacsera una de las bazas que utilizará Carmen contra Gerardo.
Pero me temo que queda mucho para que ese encuentro entre Carmen y Santos se dé, Gerardo está demasiado obsesionado, veremos lo que sucederá.
En este relato, veo a Carmen condescendiente con Mario, se sacrifica un poco al estar con Vicente, pero como ya estuvo de puta de barra con candela, ya entiende como debe de comportarse, sabe que no todos los hombres son aguantadores ni empotradores como Gerardo, Doménico, el mismo Mario y otros tantos con los que se ha relacionado, así que aguanta a Vicente para que Mario pueda disfrutar de Verónica, que a su ves le hace ver una sexualidad adormecida en el interior de ella, y Vicente se da cuenta que de que Verónica la paso super, y de seguro por su mente estará viendo que ya no será el hombre ideal para ella.
ResponderEliminarCarmen se ve en Verónica cuando inicia esta aventura, sin nadie con quien comentar, por eso se ofrece a platicar con ella.
De a poco Carmen empieza a descubrir la pesadilla que le atormenta, al menos ya se acuerda de algo, aunque el recuerdo no es exacto, pero ya se empieza a dar cuenta de por donde viene su pesadilla,
Cuando Carmen esta con el mayoral, y este se aprovecha de ella al ayudarle a bajar del caballo, en ese momento le viene un vago recuerdo de cuando el tío abuso de ella, en la pesadilla esta entre el caballo y el tío, tratando de abrir la blusa y tocar los pechos, es una escena similar la que vive Carmen con el mayoral, se siente atrapada entre las manos callosas del mayoral y la yegua, se siente paralizada, no puede actuar y el vienen flechazos de esa pesadilla recurrente. Esta a muy poco de terminar de armar ese rompecabezas, y así liberarse de el trauma que le aqueja.
Me sorprende Carmen de con que facilidad se encabrita a mas no poder, pero en un corto rato esta como si nada hubiera pasado, este Mario a veces es medio impertinente con Carmen, obligándola a trtar de recordar el sueño, y no escucha a Carmen cuando le dice ya vasta estoy cansada, ahora no. Pero entiendo que Mario se da cuenta y la deja sola en esos momentos para no agobiarla más. Creo que Carmen cuando sale al jardín después de la discusión con Mario, ella si analiza o trata de analizar el sueño pero sin la ayuda da Mario, y ella sola esta armando ese rompecabezas y hasta que no encaje la última pieza, le va a conta a Mario.
A ver si esta apreciación mi es correcta.
O que opinan
No creo que al salir al jardín pensara en nada, salió simplemente para no terminar discutiendo, yo tengo una cosa clara, Mario no se quedará con los brazos cruzados.
EliminarBruto, no te declares culpable por mirar con deseo, sabes que no es eso lo que denuncio. Todas las personas miramos con deseo, eso es bueno, incluso necesario, es agradable sentir que te miran con deseo. Es otro tipo de mirada a la que me refiero.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, Federico, no pienso que la postura de Carmen con respecto Mario sea condescendiente. Fijate que incluso ella misma recalca que no se trata de sacrificarse por él. Lo veo más como un trabajo en equipo. A él le gusta Verónica y ella hace su parte para ponérselo fácil, exactamente como él ha hecho por ella en otras ocasiones.
ResponderEliminarMe preguntaba, para cuando el intercambio con Hans y Ute, intercambio de teléfonos pues es veneficioso tener un contacto.
ResponderEliminarJajaja, tu no das puntada sin hilo, veremos si me equivoco.
Contacto en el extranjero, mal pensado.
EliminarQuien sabe Mario, el mundo es un pañuelo.
ResponderEliminarSi os fijáis todos los hombres desde Domenico, todos tienen el mismo perfil, les gusta mandar y que los demás obedezcan, Tomás también entra.
ResponderEliminarEste es muy majo cuando hace de su amigo, pero cuando entra el empresario, su tono cambia y Carmen pasa a ser un mero instrumento para sus fines.
Diego el dueño del bar en Sevilla, Angel, todos cortados por el mismo patrón.
El último a sido Gerardo, creo que por eso Carmen a elegido continuar al lado de Mario y aunque aveces Mario me haga dudar de ese amor, es el hombre de la que sigue totalmente enamorada.
Es con el único hombre con el que Carmen es libre de verdad.
Hablando de Gerardo, a este se lo tienen que quitar de encima, este es capaz de aparecer en casa de Carmen y Mario cualquier día con ganas de marcha, porque mientras no toquen lo suyo, le da igual destruir lo de los demás.
Cómo bien dices Apasionado, el perfil de la mayoría de los hombres (corneadores ) de está historia son dominantes. Algunos no tienen este razgo tan acentuado. Cómo Javier, Emilio, Vicente, a Mario no lo puedo catalogar en este grupo por ser el consentidor, es su esposa (a la que se cepillan como dijo Carmen) , aunque se hayan quitado las alianzas y hablen de pareja en vez de esposos, la relación que hay entre Carmen y Mario es distinta, él es el puerto al que vuelve Carmen después de sus expediciones de sexo y lujuria, dónde descansa sus sentimientos y es por eso que se enoja con él cuando la presiona, porque ella busca consuelo y complicidad, busca ese remanente de hogar tranquilo y seguro donde nada la afecta y nada la puede dañar. Mario ya pasó su prueba de fuego varios capítulos atrás, se graduó con honores de "Cornudo consentidor" cuando Carmen le confiesa, le comunica que está embarazada y conociendo la historia ya sabemos que no puede ser de Mario. En ese momento el peso del mundo cae sobre él con la noticia, es el momento cúspide de un consentidor, saber que otro hizo lo que tú no puedes ya sea por; cómo en este caso la vasectomía o como en otros casos porque la esposa dominante no le permite al sumiso esa labor y busca un corneador que sea más fuerte y es el elegido para tal tarea. Mario estuvo apoyándola al 100%. Le dijo que si lo quería tener el estaría a su lado fuera cualquiera la decisión que ella tomara.
ResponderEliminarCarmen ya pasó por muchas pruebas y aún faltan más para lograr salir del trauma. Vemos en muchos capitulos el desdoblamiento de sus personalidades y surge de repente esa persona agresiva que luego no recuerda lo que dijo, a Mario le toca mucha paciencia para sacar lo mejor de su análisis y lograr ayudar a la mujer que ama a salir de ese trauma que aún no reconoce.
Saludos desde Panamá
Si es verdad que Mario va a tener que tener paciencia, pero por una persona que quieres tienes esa paciencia y mucho más.
ResponderEliminarCreo que Mario no vio el embarazo de Carmen desde el punto de un consentidor, por lo menos no del todo, se ve que Mario guardaba el anhelo de ser padre, lo descarto cuando Carmen le comunico que no quería ser madre, cuando Carmen le comunica que está embarazada, ese sentimiento aflora y no puede contenerlo delante de ella.
Ese fue un error, si quería ser padre debería habérselo dicho en su momento a Carmen y hablarlo.
Ahora nos queda el final de las vacaciones, se me han hecho muy largas, veremos si avanzan con lo del trauma de Carmen, cual es el plan Maquiavelo y que papel desempeñará Gerardo en el futuro de esta pareja, yo espero que ninguno, junto a Angel y Claudia son los personajes que peor me caen de todo el diario.
Un abrazo muy fuerte a todos.
Que mala es la resaca a mis años, ya no aguanto el alcohol como antes y lo peor de todo es que a partir de unas copas y de una horas me molesta la gente y el ruido. me estoy haciendo mayor.
ResponderEliminarNo se por que ha salido ahora lo del embarazo, mi opinión es que la reacción de mario demuestra otra vez que son un equipo, reacciona como hizo cuando ella ledijo que hast que no supiera si estaba infectada se apartara. "contigo hasta la muerte" le vino a decir, y con el embarazo más de lo mismo, "si lo quieres tener, estoy contigo". Claro que en una situacion como esa afloran emociones, de padre y de madre, a mi me pasaría, seguro, pero eso no quiere decir que con la cabeza fria mantengas lo que piensas cuando estas de subidon emocional. Para mí son un equipazo.
A mi también me pasa Dosoctavas, cuando tenia 25 años no llegaba a casa antes de las seis de la mañana, ahora para las diez y media ya me entra el suelo, los años no pasan en balde, ley de vida.
ResponderEliminarSi es verdad que son un equipazo, lo están demostrando en estas vacaciones.
Siempre que publico en TR y lo reviso surgen correcciones, no falla. Catorce mejoras y/o gazapos que voy a cambiar ahora mismo.
ResponderEliminarHecho. El que quiera jugar a buscar la catorce diferencias puede comparar las dos versiones, la de TR y la del blog.
ResponderEliminarMario, la perfección es imposible, tienes un relato de 10, no le des más vueltas, cada vez que mires seguro que encuentras algo.
ResponderEliminarJajaja, junio y figura.
Genio, quería decir genio.
ResponderEliminarFin de semana en la nieve con un ....amigo. ¡¡¡¡qué frío!!!!!! menos mal que siempre hay trucos para entrar en calor. Cómo me gusta esquiar, tenía mono de nieve. Gracias quiyo.
ResponderEliminarPor lo demás, Mario, me alegro que hayas aprovechado el finde para adelantar el 176, por lo que sé, va a levantar ampollas. Anoche, calentita, vi un documental en TVE sobre Paloma Chamorro y su genial programa "La Edad de Oro". Sigue su onda y no te achantes, por mucho que te lluevan las críticas.
Divagante eso no vale, ya me has dejado con una curiosidad brutal.
EliminarBruto.
ResponderEliminarBastante tengo con mi amigo Maqui como para ponerme a buscar gazapos, que suelen ser pequeñitos y camuflarse bien.
Al final no me equivoqué mucho del 17 al 21, y esta vez pronostico que hacía el 16 o el 17, a ver cuánto me desvio.
Este capítulo me ha gustado por lo refrescante, personalmente estaba y estoy de Gerardo hasta...
Hoy nos a nevado en Donosti y hace un frío de cojones, ahora mismo estamos Nadia y yo tapasos con una mantita hasta las orejas, jugandonos a piedra papel o tijera quién se levanta a preparar la cena.
ResponderEliminarHola a todos.
ResponderEliminarComo alguna vez te he comentado, Mario, guardo en formato HTML cada uno de los capítulos.
Me resulta más fácil hacerlo de la página de TR, ya que simplemente usando Flashget la guardo al tirón.
En el blog al no tener un enlace para ir a ella, me resultaría más engorroso.
MI pregunta: ¿ahora mismo, lunes a las 22:17 horas, que versión es la buena para guardar, tras los cambios que nombras?
Muchas gracias.
Wiru
Siempre, la versión del blog es la buena ya que en TR no puedo actualizar el documento.
EliminarDivagante nos a dado una gran pista, yo me imagino por donde van los tiros, si los tiros van por ahí, me voy a decepcionar, pero no por eso Mario tiene que cambiar el capítulo.
ResponderEliminarYo también te pido que seas valiente Mario, te lo digo sospechando que no me va a gustar un pelo, pero la historia es lo que es y después de 175 capítulos no seré yo quien se baje del barco.
Anoche una lectora me advirtió de un gazapo importante. ya está corregido pero merece un comentario, algo más que un comentario, y como meter un texto relegaría este capítulo a un segundo plano, he pensado rescatar un blog olvidado, un descuido que tuve al vrear éste. Lo tengo como referencia para derivar aquí, probablement no lo conozcáis, se trata de diariodeunconsentidor arroba blogspot.com en mis inicios en estas historias me lié bastante y el que debería haber sido el principal quedó postergado. Todavía podéis verlo. he pensado usarlo para publicar ideas, comentarios, reflexiones y, como es el caso una respuesta amplia a lo que ha sido un fallo garrafal. Estad atentos, pronto publicsré ahí lo que ha sido un gazapo producto de la repuesta evolutiva de un cerebro en contínua adaptación.
ResponderEliminarHace tanto frío que se me a partido uno de los tornillos, lo he apretado con una llave dinamometrica utilizando los parámetros dados por el fabricante, pero he escuchado el sonido del metal romperse.
ResponderEliminarVoy a perder toda la tarde en un trabajo que no debería haberme llevado ni diez minutos.
Espero de verdad que esteis teniendo un día mejor que el mío, un abrazo para todos.
Suerte, que te sea leve.
EliminarGracias Mario, me han caído varias broncas, la última a sido de aúpa, gajes del oficio.
EliminarPues ya está. Quien quiera puede entrar al blog alternativo, diariodeunoconsentidor arroba blogspot.com y leer el comentario sobre el gazapo "garrafal" en el que fui pillado in fraganti. No sé si mi actividad en ese entorno tendrá recorrido, depende de vosotros.
ResponderEliminarYo no tengo no idea de tauromaquia, tampoco sobre caballos, las únicas tres veces que he pisado la plaza de toros de Donostia a sido pare ver el concierto de Iron Maiden en el año 2000 y para vacunarme del covid.
EliminarYo no le daría más vueltas, fallos cometemos todos, lo que para mi cuenta es que el relato es buenísimo, no conozco a nadie que no cometa errores al escribir, Mario eres humano, sin errores no hay progreso.
Luego voy a ver la película los cazagazapos jajajaja, perdona por el chiste malo.
Un abrazo fuerte para Carmen y otro para ti Mario.
Buenos días, buenas noches según dónde se encuentren, Mario he intentado varias veces ingresar al link que pones, pero 8nvariablemente me manda a este blog. Algo he de estar haciendo mal.
ResponderEliminarMe he dado a la tarea de ver las diferencias que hay en el capítulo publicado aquí y en todo relato, es lento el trabajo, ya he encontrado 3 o 4 correcciones, hasta no terminar de analizar los dos textos haré la puntual reseña de cada 8nos de las correcciones que haya encontrado.
Bruto.
ResponderEliminarHe tenido tres yeguas y dos caballos pero mala suerte, todos tordos, la verdad me fijé en la yegua alazana y en el potro tranquilo pero no en el caballo, entendí la asociación que los olores pueden hacer con los recuerdos y estoy convencido de que de ahí viene el sueño de Carmen, he leído mucho de caballos y creo recordar que zaino lo he visto de las dos maneras, eso pasa cuando los textos son de gente que saben de su tema pero no son profesionales de la escritura así que no te fustigues.
Comento aquí por qué no he visto dónde comentar.
gazapo al canto: diariodeunconsentidor arroba blogspot.com disculpad
ResponderEliminarMario cuantos capítulos quedan para el final de las vacaciones, porque yo prefiero quitarme la tirita del tirón.
ResponderEliminarDepende del desarrollo de una par de escenas. Si supero los ochenta minutos divido en dos.
EliminarMe temo que voy camino de superarlos con creces.
Pues nada a sufrir un poquito más, nos queda el Springsteen final, jajajaja.
EliminarCon motivo de poner a punto la plantilla del otro blog he hecho algun cambio en éste, he quitado opciones no necesarias de la barra lateral y las he dejado en el otro. Supongo que afecta poco porque solo se ven en el modo de tablet y equipos de sobremesa y portátiles. Estoy a la busca y captura de una plantilla más moderna para el blog pero no encuentro nada que me guste.
ResponderEliminarAndas un poco despistado. menos arrobas y mas puntos. el blog que nos quieres decir es diariodeunconsentidor.blogspot.com a que si????? ya te vale mario, en que estaras pensando. ya he entrado, me parece buena idea tener un sitio para poder opinar sin que se pierdan los debates al cambiar de capítulo.
ResponderEliminarte he dejado un comentario en el otro blog y una idea, a ver que te parece
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminarUna pregunta ¿Nos avisaras aquí cuando publiques en el otro blog?
No, es cosa vuestra visitar ambos blogs.
EliminarHe visto por casualidad que tenías un nuevo blog, desconozco si vas a mantener los dos, si te decantas por uno de ellos y el otro lo cierras. En fin, que estoy algo perdida. Pero en relación con el comentario al gazapo que has publicado en el otro y no sabiendo si es que estás de pruebas o qué pasa realmente, envío mi pequeña e insignificante aportación, la pongo en los dos y dejo en tus manos que aparezca o no, y en todo caso, donde tenga que hacerlo.
ResponderEliminar.........................................................................
¿Acceso libre? No me lo creo
¿Que no hay acritud? Pues quién lo diría
¿El perfeccionismo es una manía, una simple y llana forma de ser o es un toc?
Cuando leo tus relatos, siempre hay pequeños errores, insignificante errores, supongo que inevitables errores, la diferencia es que para nosotros no tienen mayor importancia, mejor si los hubieras visto, pero no siendo así, tampoco es el fin del mundo, salvo para ti.
En mi humilde impresión, tienes siempre presente ese exceso de pulcritud con el fin de evitar el error, al que todos nos sumamos, no faltaría más; es decir, que por muy dejada que sea una persona, no creo que nunca haga las cosas mal, pudiendo hacerla bien, por pereza o apatía, sobre todo si va a suponer el mismo esfuerzo hacerla de una forma o de otra.
Mario, sabes que siento un cariño muy, muy especial por ti, pero eso no significa que me ponga una venda en los ojos y que no pueda decirte que llevas, que siempre has llevado muy, muy mal las críticas, y no cabe la menor duda que el que puedan encontrar un gazapo que tú no has detectado, en el fondo lo es.
Yo siempre te he dicho que eres un personaje público y que como tal debes aceptar, de igual manera, la alabanza y la crítica, entre otras cosas porque la crítica significa que le importas, más de lo que imaginas, a la persona que lo hace. Sin embargo, tu reacción siempre ha sido visceral y por consiguiente desabrida, áspera o arisca, lo que ha llevado a que extraordinarios, maravillosos comentaristas y analistas de tu obra hayan optado, hace mucho tiempo, por abandonar el Diario.
Que no pasa nada, por supuesto, el Diario tiene vida propia y su camino ya es, poco menos que imparable. Pero no por eso deja de ser una pena, el blog es tu casa y lógicamente dejas entrar en ella a quien quieres, lo acepto y lo respeto, como no puede ser de otra manera, pero no lo comparto.
Un besazo
C
Ay, Mario, te complicas la vida sin necesidad, luego te pasan estas cosas y encima te sorprendes. ¿Qué necesidad tienes de complicarte la vida con otro blog si bastante tienes sacando tiempo de donde puedes para atender uno? Eres incorregible.
ResponderEliminarBroncas aparte, apoyo la decisión de dividir el final de la serie del verano en dos capítulos. Noventa minutos es demasiado, la decisión difícil será encontrar el punto de corte adecuado pero tú en eso de dejar a los lectores con la intriga en lo más alto eres un lince.
A mi leer los 90 minutos no me da miedo, me leí, el nombre del viento en dos noches y tiene 880 paginas.
ResponderEliminarVoy a aclarar algunas dudas sobre el otro blog.
ResponderEliminarEn principio es solo un experimento que surge de la idea de darle mas recorrido a algunos debates que se pueden perder cuando se publica un nuevo capítulo y, por tanto, los comentarios continuan en el nuevo; tambien ocurre que, a veces, me apetece publicar alguna idea que no tiene cabida en los comentarios porque no tiene relación con el capítulo y no encuentro lugar donde hacerlo. No sé si dará resultado, tampoco pretendo estar publicando constantemente y su vida depende mucho del interés que suscite en vosotros.
Corrijo lo que le dije a alguien: Informaré aquí cuando publique algo nuevo allí.
Lucia ___ Me parece una buena idea. lo tendrías mas sencillo si el blog estuviera en WordPress pero a estas alturas cualquiera se mete migrar. Déjalo como está y cuando quieras abrir un tema como has hecho ahora con zaíno, publícalo en el otro y nos avisas.
ResponderEliminary en cuanto a la idea de dosochi de quitarle la condición de blog de temática de adultos, la verdad es que da igual, los que entran aquí les va a dar igual entra con una cuenta de google o no y los demas seguirán con su paranoia de que el acceso no es libre.
Yo lo que quiero es saber el final de las vacaciones, esto es un sin vivir Mario.
ResponderEliminarLo estoy viendo, seguro que partes el capítulo en el punto más álgido, ya me estoy comprando uñas nuevas por si acaso, jajajaja.
Cómo decíamos en el barrio, a Gerardo no le va hacer falta un despertador, porque alguien lo va a madrugar.
ResponderEliminarNota: madrugar a alguien es lograr sobre esa persona unesa ventaja determinada tan importante que cuando logra reaccionar es tarde.
Tiene que ver con la fuerza del bello íntimo femenino comparado con una yunta de bueyes.
Buenas a todos los comentaristas y al administrador del blog. Ya fui a mirar el otro blog, me parece una buena idea el separar los asuntos que tienen otro tipo de trascendencia de El diario original. Con respecto a lo que dice Lucía y Dosoctavas, me parece que el diario sí debe mantener la condición de blog adulto, sé que las personas que opinamos tenemos un criterio ya formado pero el que entra a un blog de condición "público general" en el momento en que encuentran algo subido de tono, comienzan a reportar para tratar de darlo de baja. A veces es difícil ingresar (problemas con el señor de las gafas) y tenemos que hacer una cuenta para poder comentar (eso me pasó) a mí me tocó crear un blog que se mantiene en blanco, algún día tendré ideas para comenzar a compartir. Mientras tanto sigo leyendo el diario organizándo las ideas maquiavélicas porque ese premio viene para Panamá. Saludos a todos, un abrazo a Mario y a Carmen.
ResponderEliminarEste es un capítulo de refresco, de bajada de tensión, un día de playa, sin presiones, en el que la pareja recuerda a los del inicio, los que viajaron a Sevilla y montaron una fantasía para vivirla los dos. Me ha gustado mucho, ha sido refrescante, los he visto compenetrados y muy enamorados. No doy un euro porque vuelvan a verse en Madrid.
ResponderEliminarMás capítulos como este por favor.
Por cierto, soy Batman
EliminarPues a mi me da que es la calma antes de la tormenta, en los dos capítulos que quedan veremos las cartas de todos vocales arriba, Carmen tiene un plan, veremos si Gerardobno tiene otro.
ResponderEliminarTengo una sensación que cada vez me grita más fuerte y esta me dice que el final de las vacaciones no me va a gustar, tal vez me equivoque, espero que así sea.
El comentario anterior es mio, mi móvil haciendo de las suyas.
EliminarBruto.
ResponderEliminarEcho de menos capítulos de más de 90 minutos, son la sal de vida, lo otro son mini capítulos para gente floja y sin interés.
Las teorías que me están llegando por mail sobre el plan Maquiavelo andan un poco despistadas en general, alguna se acerca pero no del todo. Como acabo de contestar a un participante, Carmen, la protagonista, va dos o tres pasos por delante. Teniendo en cuenta que el megacapítulo que venía a continuación ha quedado dividido en dos (lo siento, bruto), la solución al dilema la leeréis en el próximo y la consumación de lo que debe suceder para que le plan funcione, así como las despedidas y cierre de las vacaciones quedan para el 177.
ResponderEliminarTampoco he olvidado una oferta que le hice a dosoctavas en el otro blog y que, en cuanto encuentre el tiempo necesario, escribiré y publicaré allí; es un tema apasionante.
ResponderEliminarYo creo que el plan maquiavelo va dirigido a follarse a Santos, si en el camino deja en su sitio a Gerardo, pues yo que me alegraré mucho.
ResponderEliminarTambién podías hacer que un piano le cayera encima a Gerardo, solo es una sugerencia, jajajaja.
Eso me recuerda a los dibujos animados del correcaminos. Siempre se libraba de las trampas del coyote.
Eliminarjajajaja, si, yo al final me puse de parte del coyote, esperaba que en algún capitulo el plan le saliera bien.
EliminarBruto.
EliminarEstoy contigo, me parece que lo del piano es el culmen del plan Maquiavelo y si se puede votar cuenta con mi voto.
Beep, Beep...
Si Gerardo no termina derrotado, el plan Maquiavelo pierde interés para mi y me temo que no va a ir por esos derroteros.
ResponderEliminarCarmen no tiene ningún motivo para perder a Gerardo como cliente, menos como amante, espero equivocarme, será un placer rectificar.
No es culpa de Mario, los capítulos son muy buenos, el problema lo tengo yo, al crearme un plan Maquiavelo en mi cabeza, como dije aceptaré el plan sea cual sea.
Un abrazo muy fuerte a todos.
Maquiavelo es de mucho predecir lo que piensa el contrario. Maquiavelo aprovecha las debilidades del adversario y las convierte en fuerzas a su favor. ¿Cuáles son las debilidades de Gerardo, cuáles son las de Tomás? El parón solo es una pieza. Dadme una palanca y moveré el mundo, dijo el sabio. Pues Santos es la palanca.
ResponderEliminar¿A que parezco el maestro de karate kid?
Diva, lo de que el patrón es la palanca no se si tomarlo por el calibre de la tranca o por la alusion a arquimedes, (otro chiste malo), aparte de esto creo que sabes mas de lo que aparentas o eres muy lista.
EliminarNo lo dudes, soy una chica lista y hago chistes mejores que tú. De todas maneras lo de la palanca, si hacemos caso de lo que cuenta Carmen, te lo puedes tomar por los dos sentidos.
EliminarMas te pareces al maestro de kung fu, pero no vas descaminada. Estarías muy mona con el kimono negro. Ki mona. (chiste malo, lo sé)
ResponderEliminarKi malo, Mario, ki malo jajajajaja
EliminarYo soy team Coyote, y veo que el correcaminos se va a volver a escapar, al final de este relato hombres como Gerardo y Santos seguirán igual, pensando que las mujeres están para que machos como ellos las domen y eso es lo que me decepciona de verdad.
ResponderEliminarCarmen se habrá salido con la suya, pero Gerardo y Santos se creerán vencedores, a no ser que Carmen humille a Gerardo con Santos, la verdad preferiría que lo hiciera con Mario, Santos también me cae como una patada.
Pero bueno, pronto se desvelará todo.
Bruto.
EliminarUn aspirante al Tema Coyote, espero que me aceptes, aunque tengo que reconocer que luzco poco.
Me encanta tú apasionamiento, no te preocupes que Carmen y Mario saldrán triunfantes, aunque Carmen haya estado un poquito... Bueno que Maquiavelo triunfa y podrás regodearte en la caída de Gerardo, Santos como dijo Mario no es nadie, una anécdota, un intento de recordar.
Claro que esta aceptado, se que Santos es una herramienta para un fin, pero con Gerardo tengo mis dudas, el seguirá haciendo negocios con Tomas, por eso veo difícil que Carmen lo ponga en su sitio.
EliminarBruto, miembro del Teams Coyote.
EliminarPues gracias, y como miembro del Team Coyote me comprometo a apoyarte en todo, tengas razón o no.
Te recomiendo que pongas en los estutos que gocemos el relato sin preocuparnos por el futuro y a Gerardo que le den.
Gozaremos con la miseria a a la que está abocado.
Sí, sí, mucho coyote pero no veo que hayáis avanzado nada en la teoría Maquiavelo. Os aviso que os están ganado por la costa del Atlántico.
EliminarBruto miembro del Teams Coyote.
EliminarNo tengo nada claro que quiera avanzar en el tema Maquiavelo, lo estaba dejando macerar, tengo justo una semana, como sabes desde el principio que no lo tenía nada claro y aun así creo que no voy desencaminado, le echaré una pensada y algo té enviaré.
Ahora sí, si acertaste lo hago por mí y por mí compañero.
Yo me doy por vencido, ya me enterare cuando lo publiques.
EliminarHecho Caitoparaelmundo.
EliminarBruto MTsC.
EliminarQuerido conmiliton, estaba deseando usarla, ya tengo pergreñada una estrategia y esta tarde con un poco más de tiempo espero lanzarla, creo que vamos fuertes pero Dios dirá y Mario juzgará.
Para no hacerla pública te pido Mario que se la resumas o que le envíes el texto cuando te llegue para que sepa de va.
Gracias anticipadas.
Oído.
Eliminar“A los hombres se les ha de mimar o aplastar, pues se vengan de las ofensas ligeras, ya que de las graves no pueden: la afrenta que se hace a un hombre debe ser tal que no haya ocasión de temer su venganza”.
ResponderEliminarMira esta frase de Maquievelo me gusta, le va a Gerardo como anillo al dedo.
Ahora en serio, leeré los últimos 2 capítulos con más tranquilidad, porque ni Gerardo ni Santos pueden hacer daño a esta pareja, los únicos que si pueden dañarla son ellos mismos.
ResponderEliminarPero, pero, pero que rollito os traéis Diva y dosocto!!!! Aquí hay tema. ¿Habéis quedado ya y no nos lo habéis contado?
ResponderEliminarHoy es el 8M, y a todas las mujeres que participan del foro el fuerte abrazo que les brindamos coni compañera.
ResponderEliminarTodavía sigue siendo tiempo de lucha y compromiso.
El capítulo 176 está madurando en bodega y yo ya estoy metido en faena con el siguiente al que que tenía abandonado desde que metí el bisturí y lo desgajé del macrocapítulo. Ya me empiezan a pitar los oídos.
ResponderEliminarJajajaja, estamos ansiosos de conocer el desenlace, dale Mario dale, tenemos sed de conocimiento.
ResponderEliminarJajajaja.
Alegrame el dia, para cuando el mensaje de "en pista de despegue????
ResponderEliminarLugasan
ResponderEliminarNo sólo nos dice que está en la bodega, si no que ha encontrado el maldito punto álgido para desgajarlo...si es que no tiene corazón.
Un ataque de ansiedad esperando el 176 y otro por saber que está con el 177.
Un saludo a todos y felices uñas nuevas
LUCIA ---
ResponderEliminarVamos a fiarnos de Mario y en el próximo capítulo tendremos la respuesta al enigma Maquiavelo. Yo tengo mi propia opinión que he compartido con el autor por mail tal y como nos recomendó, espero haber acertado.
Me gusta Carmen, lo he dicho muchas veces, tambien he dicho que no comparto todas sus conductas, eso me pasa con mis mejores amigas y no es motivo para dejarles de hablar. es que aquí parece que todo es blanco o negro (no digo aquí, ya me entendéis) y la vida es mucho mas flexible.
Feliz finde
Lucia, la que lee
Yo como he dicho me he desentendido con el plan Maquiavelo, pero la verdad es que he ido perdiendo el interés, por este, en estas vacaciones han pasado cosas que me han llamado más la atención, como el trauma de Carmen.
ResponderEliminarAdemás, volver a ver esa complicidad tan grande entre Carmen y Mario me a gustado mucho, lo unico que lamento es que Mario no va a cumplir mi capricho, este no es otro de que a Gerardo se le caiga un piano encima, jajajaja.
Buen fin de para todos.
Bruto MTsC.
EliminarYo lo voy a intentar una vez más, si Mario me deja, según mis predicciones tiene que publicar esta semana, lo voy a hacer porque no me rindo eso sí con poca fe, me han dicho que tengo que pensar como una mujer, lo siento para eso necesito el palito de más que ellas tienen en los cromosomas y les da la ventaja que nos sacan.
Además dudo que mejore lo último que envié, pero da igual rendirse jamás, le echaré la última intentona.
Yo prefiero leer el plan del puño y letra de Mario, da igual si pienso como un hombre o una mujer es leer a Gerardo y solo me viene una palabra a la cabeza, Vendetta, por eso deje de comerme la cabeza.
ResponderEliminarPrefiero leer lo que paso lo menos intoxicado posible, el plan es el que es, seguramente estará muy lejos de lo que me gustaría a mi, para eso pare de analizar los capítulos, esto es como cuando se estrena una película que quiero ver en el cine, evito incluso ver los trailers para llegar virgen al cine y disfrutar la película sin ideas preconcebidas.
No voy a tratar de descubrir el plan Maquiavelo, pero sí arriesgar por dónde vendrán los tiros.
ResponderEliminarCreo que Carmen utilizará la estrategia según el autor del El Príncipe. Para él lo importante son dos elementos: la fortuna y la Vertú.
El primer elemento tiene que ver con que nuestro contexto debe favorecer nuestros objetivos, porque no todo depende de nosotros.
La Vertú facilita prever las debilidades, amenazas, y/o fortalezas que presenta la fortuna y utilizar estos recursos para aprender y mejorar una situación problemática.
Y así es, querido amigo, el plan Maquiavelo que tiene en mente Carmen tiene como objetivo principal poner orden, (y no diré más). favorecer los objetivos, suyos y de alguien más, para lo que tiene muy en cuenta las fortalezas, debilidades y amenazas presentes. todas ellas han sido mostradas en los capítulos, es cuestión de ordenar el puzzle. Ánimo.
EliminarEsta noche a mi tía le han ingresado por un ictus, así que ahora mismo no estoy en condiciones de hacer puzzles, esperaré pacientemente a que publiques el capítulo.
ResponderEliminarEl piano Mario, el piano, eso me animaría enormemente en estos momentos.
Os deseo un buen lunes a todos.
Espero que la hayan cogido a tiempo y las secuelas sean mínimas o nulas. Mucho ánimo.
EliminarNo puede expresarse correctamente, y tiene problemas de movilidad en la parte derecha del cuerpo.
EliminarTiene muchos años y no le van a poner tratamiento, según el médico, serie peor el remedio que la enfermedad.
Ahora mismo he perdido la sonrisa, quiero mucho a mi tía y no puedo evitar temerme lo peor.
Gracias por tus ánimos Mario
Bueno el estado de m i tía es irreversible, me han dicho de sedarla y les he dado el permiso.
ResponderEliminarEstoy devastado, siento escribirlo aquí, pero necesitaba expresarlo.
Lo siento amigo es algo que te quiebra. Vaya desde este lado del charco un abrazo muy grande
ResponderEliminarVenga va Mario, dame una alegría, que bastantes penas estoy teniendo esta semana.
ResponderEliminarLa alegría es que quedan horas para la publicación, ya solo falta que disponga del tiempo suficiente para subir el capítulo.
ResponderEliminarSi en algo ayuda a mitigar tu dolor, aunque sea durante los minutos de lectura, ha merecido la pena mi trabajo como ninguna otra vez.
ResponderEliminarTorco, Mario gracias por los ánimos, tiene 92 años, es ley de vida, pero cuando llega la hora cuesta asimilarlo.
ResponderEliminarMario tus capítulos siempre nos animan a todos, ahora voy a comer con Nadia y después subiremos al hospital para estar con ella.
He estado out unos dias y no he podido darte ánimos, se lo mal que se pasa viendo a un familiar con un ictus, sobre todo si esta consciente. Echale narices y apoyate en los que te quieren. Animo.
EliminarTu esfuerzo, siempre es una recompensa, estoy segurisimo que todos los que comentamos el relato, opinamos lo mismo.
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminarLo siento, en estos casos nunca se sabe que decir, cuando han fallecido familiares mios lo que más me a preocupado siempre es que no sufrieran.
Un abrazo y ánimo.
A muerto, por lo memos no a sufrido, gracias por los ánimos.
ResponderEliminarCuídate, va a ser una etapa muy dura pero siempre tendrás el recuerdo de tu tía y cuando pase el tiempo recordarás estos dias tambien porque los que pasaste a su lado.
ResponderEliminarGracias.
EliminarPuede que me guste el plan maquiavelo o no, pero lo que tengo claro es que Carmen es una gran mujer y que ningún hombre de este relato, la merece, ni Tomás y muchas veces ni el mismísimo Mario.
ResponderEliminarCarmen es una mujer que tiene un corazón que no le entra en el pecho, siempre se preocupa por todos, más de lo que lo hace de ella misma.
Muchas veces no estoy de acuerdo con ella, pero ese hecho no la afea en absoluto, veremos como acaban las vacaciones, Mario Carmen llevaros el Aston Maetin, que seguro que Gerardo y Magali no saben sacarle el jugo que se merece.
Hoy me meteré pronto a la cama pues a sido un día duro, un abrazo muy fuerte a todos.
Las heridas querido APASIONADO tardan en cerrar y luego quedan cicatrices con las que debemos convivir. Te lo dice alguien que perdió a su padre festejando sus treinta años.
ResponderEliminarFuerza amigo.
Gracias Torco.
EliminarMario has encontrado un gazapo de última hora verdad, jajajaja.
ResponderEliminarEn absoluto. Un imprevisto de última hora me ha complicado la vida (laboral) y me ha impedido cumplir mi palabra. Lo siento sobre todo por ti, porque quería endulzarte la vida en estos momentos tan tristes, de verdad que lo lamento.
EliminarIntentaré cumplir a lo largo del día, pero no confiéis mucho en mí.
No te preocupes Mario, publícalo cuando puedas.
ResponderEliminarBueno ayer fue la incineración y el entierro, se me hace raro que llegue el sábado y no ir a visitarla.
ResponderEliminarRespecto al relato, me pregunto cuantos habrán acertado el concurso Maquiavelo, dirás el ganador en el capítulo 176 o tendrán que esperar al 177?
Mario y Carmen y demás compañeros, que paséis un buen fin de semana.
Que callado anda todo el mundo, me da a mi que esta vez mas de uno se va a llevar el premio por acertar el plan Maquiavelo.
ResponderEliminarHe tenido unos días un poco ocupados y no pasaba a revisar los comentarios del blog.
EliminarLamento mucho tu pérdida pero es ley natural y tenemos que estar no preparados pero sí conscientes de que el ciclo va a seguir.
Un abrazo fuerte a todos con muchos saludos desde Panamá.
Gracias.
EliminarBruto MTsC.
ResponderEliminarEfectivamente Apasionado tenemos duros y buenos rivales, y aquí estamos esperando el capítulo para ver el desenlace del concurso en un sin vivir.
Como se dice en los toros que tanto gustan por aquí, que Dios reparta suerte.
Por lo que comentó Mario tiene mucho trabajo, eso nos a pasado a todos, te toca un trabajo que te absorbe hasta la vida.
EliminarEn cuanto pueda Mario ya lo publicará.
Calentando motores.
ResponderEliminar