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05 julio 2022

Capítulo 166  Química 

Tiempo aproximado de lectura: 31 minutos


¿Por qué no cruzo el portal? 

Me niego a aceptar que mi vida está a punto de dar un vuelco dramático.  

Llegará el tiempo de la ira, de los reproches por las locuras a las que me dejé arrastrar y haré inventario de todo aquello que no debí hacer. Construiré una falsa ilusión pensando que, al menos, podré conservar una parte de lo que estoy en trance de perder: salud, profesión, amigos, estatus social… Tarde o temprano caeré en depresión, dejaré de luchar contra la realidad y nada de lo que he aprendido estos años servirá para superar la oscura sombra que irá calando en mi ánimo. Con el tiempo tal vez lograré aceptar la enfermedad y podré no ser una carga aún más pesada para quienes continúen a mi lado. 

Por eso no cruzo el portal. Quiero apurar hasta el último aliento de la persona que he sido y ya no seré. (1)


IX La renuncia

—Carmen, buenos días, soy…

—Ángela, buenos días, dime.

Así comenzó el cambio de rumbo que iba a tomar mi vida, con una llamada por encargo de Ramiro. «Quiere que pases por la consulta en cuanto puedas».

—¿Cómo, sin cita?

—Eso es; en cuanto tengas un momento pásate, no tendrás que esperar.

—Gracias, Ángela, hoy mismo me acerco.

El miedo lo invadió todo como lo hace el aceite, empapando cada rincón de mi cuerpo y mente. Podía ocurrir, creía estar preparada pero era falso, ahora lo sabía. Resolví un par de asuntos que no podían esperar y me dispuse a salir. Estuve a punto de ignorar la llamada antes de ver quién era. No, no podía hacerle esto. Tragué saliva para recuperar el aplomo y contesté.

—¿Sí?

—¿Carmen? ¿eres tú?

—Sí. Hola.

—No estás sola, ¿verdad? Te noto muy seria.

—Estoy… estoy reunida.

—Quería darte la noticia cuanto antes: El viernes llego a Madrid.

—¿El viernes? Había entendido que no volvías hasta final de mes.

—Parece que no te alegras.

—No es eso, es que… Ando muy ocupada, lo más probable es que tenga que viajar, ya sabes, cosas que van con el cargo.

—¿Cuándo vuelves?

No estoy segura, dos, tres semanas, y enseguida nos iremos de vacaciones hasta septiembre.

—¿Estás cortando conmigo?

—Tengo que dejarte, hablamos a la vuelta.

—Al final resulta que tenía razón, nunca te enamores de una hetero,  cuantas veces lo habré dicho y mira por donde la cagué, no sé cómo coño lograste que rompiera esta regla, pensaba que lo nuestro iba a ser diferente, lo parecía pero veo que no. En fin, has vivido tu aventura lésbica, supongo que es lo que te faltaba por probar, espero que al menos te lo hayas pasado bien.

—Irene, yo…

—Adiós, Carmen.

Había conseguido mantenerme entera. El ahogo que atenazaba mi pecho rompió los diques. No encontré lágrimas que verter, solo un vacío infinito. Renunciar a Irene era lo más honesto que había hecho en mucho tiempo, no podía contarle lo que estaba pasando y mucho menos las causas, no soportaría el desprecio. Recogí mis cosas y salí rumbo a la consulta de Ramiro.


X La decisión 

—Pasa, siéntate.

—Supongo que no tienes buenas noticias, si no no me habrías llamado con tanta urgencia; dime de una vez qué han dado los análisis.

—Nada de lo que estás pensando; tranquilízate, mujer.

—¿Entonces, por qué me has hecho venir?

—Carmen, estás embarazada.

—No puede ser.

¿Es posible que me asustase más que el VIH? No había lógica alguna; sin embargo ahí estaba, muerta de miedo ante la evidencia: Embarazada. Quedé varada en medio de una tormenta de ideas y reproches sin escuchar nada de lo que decía Ramiro.

—Quítamelo.

—¿Estás segura?

—Completamente, ¿Cuándo podemos hacerlo?

El aire fresco aventó la bruma que cargaba desde que salí de la consulta. Nadie debía saberlo, solo Mario. La intervención no requería hospitalización, a lo sumo una noche, por lo que no me vería obligada a dar explicaciones. Sentí unas irreprimibles ganas de llorar sin motivo. No era por la decisión, entonces ¿por qué estaba a punto de sollozar en plena calle? ¿Sería porque Ramiro me había tratado diferente? Lo encontré tenso desde que llegué, esperaba que, tras darme la noticia, tuviera un gesto de apoyo y cariño, parecía incómodo; en la anterior consulta, en otras circunstancias, habríamos terminado teniendo sexo, algo ligero tras la exploración. ¿Qué lo detuvo sino el riesgo que temía correr? Sin embargo, estando sana, ¿por qué se había mantenido tan distante? 

Tal vez las emociones a flor de piel no se debían a la conducta de Ramiro, tal vez no quería pensar más allá.

Paré un taxi.


XI La aceptación 

Dejé las llaves en el mueble del hall y entré al salón. No esperaba encontrarla esperándome en el sofá grande, el que está orientado a la puerta, y supe que, en cuanto cruzara el umbral, iba a cumplirse alguno de los muchos presagios que llevaban atormentándome toda la semana: Está muy enferma, o me va a dejar, o su familia lo sabe todo. 

—¿Qué haces ahí?

—Ven, tengo que contarte algo.

—¿Qué pasa?

—Ven, siéntate conmigo.

Avancé como lo hace un reo hacia el patíbulo, no podía esperar, estaba ocurriendo. Tomé asiento a su lado, ella cogió mis manos entre las suyas.

—Mario, mírame, mírame. Estoy embarazada.

—¿Qué?, entonces no… ¡Dios!

—Cariño, ¿qué creías?

La abracé, no la iba a perder.

—Has estado tan rara estos días, ya no sabía qué pensar. Embarazada… ¿Y tú, cómo te encuentras?

—No lo sé, aún estoy tratando de asumirlo; llevo mal desde que volví de Sevilla: mareada, con molestias, débil. Salí de la consulta convencida de que estaba infectada.

—Por eso no me dejabas acercarme.

—Hasta que no tuviera los resultados, no. Ramiro me ha dado un susto de muerte hoy, Ángela llamó para que fuera cuanto antes y temí lo peor.

—Podía suceder, has corrido un riesgo tremendo.

—Es rarísimo; soy muy metódica, ya me conoces.

—No te entiendo, qué quieres decir.

—No ha sido un descuido, de eso estoy segura.

—¿De qué estás hablando?

—La píldora, de qué voy a hablar.

—¿La píldora? ¿Desde cuándo la tomas?

—¿Cómo que desde cuándo la tomo? ¿ahora te enteras? Llevo meses, Mario, ¿no lo sabes?

—No, no lo sé.

—No me lo puedo creer, la tomo cada noche. 

—La primera noticia.

—Qué dices, hemos tenido que comentarlo alguna vez.

—No, Carmen, no me lo has contado.

—Qué sé yo; pero has de estar ciego para no haber visto la caja en la mesita de noche, por Dios. Y en la Sierra me has tenido que ver.

—¿Y desde cuándo?

—Poco después de irme a vivir con Doménico.

—Ya.

—Supongo que en Semana Santa, con todo lo que tuvimos que contarnos no surgió, pero me extraña que no te hayas dado cuenta.

—Ya sabes cómo soy.

—No me oculto, si es lo que estás pensado.

—No, no; sería absurdo.

—No sé cómo ha podido pasar.

—¿Qué vas a hacer?

—Ya he hablado con Ramiro; el lunes… lo habré resuelto.

—Sabes que estaré a tu lado si decides tenerlo.

—Si hubiera entrado en mis planes ser madre no te habrías hecho la vasectomía. No tengo intención de seguir adelante. Ya sé que cuento contigo, cariño.

—Entonces te acompañaré.

—Prefiero ir sola, no te enfades.

—¿Por qué no hablas con Esther? Te vendría bien que estuviera alguien contigo.

—No quiero que lo sepa nadie. No te preocupes, Ramiro es como un hermano.

—¿Tienes idea de quién puede ser el padre?

—Le he estado dando vueltas. Por las fechas tiene que ser Ángel, Tomás o quizás Gabriel. Hay una remota posibilidad de que pudiera ser Javier.

—¿Javier, el bodeguero? ¿Tampoco usáis condón?

—Son los únicos con los que no tomo precauciones. Lo de Gabriel es improbable y Javier se me va de fechas. Estoy casi segura de que es de Tomás.

—Y no quieres saber…

—Déjalo ya. Te he dicho que no pretendo tenerlo, no hay más que hablar.

—Está bien, lo que tú quieras; es tu decisión, es tu cuerpo, es tu vida, no te molesto más.

—No te vayas, perdóname, tengo los nervios a flor de piel.

—Yo solo quiero estar a tu lado, decidas lo que decidas.

—Ya lo sé, cariño, ya lo sé; abrázame.


…..


Los acontecimientos se precipitan, estoy listo para encajar el cambio de vida que nos hemos impuesto en el último año: Yo, consentidor; mi esposa, scort de lujo explorando el submundo de la prostitución, aunque algo me dice que solo es una etapa de la evolución que, como pareja, hemos emprendido. Lo que no esperaba, aquello para lo que carezco de recursos es un embarazo. No soy una persona habituada a sentirme impotente ante los retos que impone la vida, no me gusta, lo aborrezco, me devuelve a una época que no quiero recordar.


XII La próxima vez

Martini rojo, solo. En mi estado no debería beber alcohol. Qué estupidez. 

He quedado con Javier, está de paso, tiene que resolver un par de asuntos y quiere verme. Forma parte del trato que establecimos y aunque no lo fuera me apetece, me apetece mucho. Se lo he dicho a Tomás, por supuesto. He movido la agenda para despejar la tarde. A la una pasé por casa, me arreglé y escogí la mejor lencería y un vestido que fuera sugerente y discreto. Le gustan mis hombros, no he olvidado el detalle, dice que tengo espalda de nadadora. Exagerado.

Llega tarde. Está guapo, la mirada de aprobación me delata. Moreno, con el pelo más largo. Lo echaba en falta, ¿es posible? Me besa en la boca y le reprendo sin convicción. Ha reservado en un restaurante cercano a las cortes, un clásico. «Si me hubieras avisado con tiempo te habría llevado a un sitio que te encantaría». Acepta y promete dejarme la iniciativa la próxima vez. En cuanto nos sirven el vino pone sobre la mesa un estuche con el sello de una joyería muy conocida de Serrano y lo desliza hacia mí. ¿Qué es? Ábrelo. No me hago de rogar; es una esclava de oro blanco con un diseño exclusivo. ¿Y esto por qué?, no hay motivo. Desoye mi protesta y cedo, acepto el obsequio y le ofrezco la muñeca. 

El tiempo vuela, prolongamos la sobremesa como dos amigos que no quieren separarse. Me gustaría poder compartir con este amigo mi estado, es absurdo y contengo el impulso, rompería el clima de falsa amistad que se basa en un acuerdo pactado. Después de un segundo café y una copa estoy impaciente, qué más da si nota el deseo en mis ojos o en mis gestos; sin embargo la cita da un giro inesperado: Javier tiene una reunión inaplazable. La próxima vez, dice. La próxima vez, respondo. Hace una seña al camarero, paga al contado y no, no hace intención, ni yo lo hubiera aceptado; en el fondo es un caballero y yo una dama, aunque le pese marcharse y yo me guarde las ganas.


XIII Lo que nunca se dijo

—¿Se puede saber qué le has dicho?

—¿Esa es forma de entrar? Por qué no empiezas con un hola, cariño, y luego me dices de qué estás hablando.

—De Elena. Le pedí que hablase contigo sobre la propuesta que le hice. Te lo ha contado, ¿verdad?

—No me gusta ese tono, tampoco yo he tenido un buen día. Si estás de mal humor primero te tranquilizas.

—Quiero que me digas qué es lo que le has dicho.

—Te voy a decir una cosa. La próxima vez que quieras utilizarme como referencia ten el detalle de ponerme al corriente para que no me pille por sorpresa.

—Qué le has dicho.

—La verdad: no me parece buena idea.

—¿En serio? ¿Y puedo saber qué motivos tienes para pensar que no debe trabajar para mí?

—¿Que estáis liados? ¿que es íntima amiga de Carlos y cuando se entere la puede armar como la montó un día que le cogió bebido y bajo de ánimo? ¿qué la estás eligiendo en base a criterios que no tienen nada que ver con lo profesional? ¿te parece suficiente?

—Cree que es mejor que no nos volvamos a ver, algo más le habrás dicho.

—Cómo puedes pensar eso de mí.

—Porque todas las mujeres que me importan se alejan en cuanto se relacionan contigo. No te estoy gritando. Te enrollaste con Graciela y se acabó, ahora está en Paris o en Roma y cuando llama… bueno, tú sabrás si llama; Elvira, otro tanto: habla más contigo que conmigo, hace su vida y apenas nos vemos; Macarena, no quiere saber nada de mí, lo he intentado y se niega. Todas las mujeres de mi vida se alejan, joder, y ahora Elena, ¿por qué has tenido que meterte?

—¿Te estás escuchando? Es tan injusto y tan… ridículo que no voy a molestarme en discutir. ¿Qué tengo yo que ver en el fracaso de tu relación con Maca?, estaba cantado. O en que Elvira quiera vivir su vida. Por qué me tengo que sentir culpable de que Graciela esté recuperándose después de un duelo traumático, dime.

No entendía la rabieta, él tampoco a tenor de su silencio. Me dolía como si estuviera sangrando y del dolor pasé al desencanto. 

—No sé si te das cuenta de la gravedad de lo que has dicho. Cállate. —No quería excusas, tenía que hacer algo, no había tiempo para meditarlo—. Quiero que pienses las acusaciones que has lanzado, tómate el tiempo que quieras, una hora, dos, o toda la noche si hace falta y mañana hablamos. Ahora déjame.

—Vamos a tranquilizarnos, podemos…

—No, no podemos; vamos a tratar de no decir o hacer algo irreparable.

—¿Porque tú lo has decidido?

—Déjame sola.

—¡Carmen, por favor!

Abandoné el salón, a estas alturas daba igual si se iba o se quedaba. Cerré la puerta de la alcoba. Pocas veces me asalta un dolor de cabeza pero cuando lo hace entro en un estado de confusión mental que me anula. Con la luz apagada dejé la ropa tirada en cualquier sitio y caí en la cama.

Apenas dormí, a las siete estaba duchada, arreglada y lista para salir. La puerta del dormitorio pequeño permanecía cerrada. Apareció cuando tenía listo el café. El saludo fue frío. Preparé dos tazas y enseguida dio un paso:

—Todo esto me ha superado, no esperaba verte embarazada.

—Nunca entró en nuestros planes. ¿O sí? —pregunté, tras detectar un atisbo de duda.

—No lo sé. Ahora, con más perspectiva, creo que nos precipitamos.

—¿Crees? Desde cuándo, porque yo sigo pensando lo mismo. No entra en mis planes ser madre, entonces estuvimos de acuerdo y pensaba que lo seguíamos estando.

—Yo… estaba tan deslumbrado por ti que hubiera hecho cualquier cosa con tal de no perderte.

—¿Incluso una vasectomía? ¿lo hiciste sin estar convencido? Di algo. No me lo puedo creer.

—Eras un sueño, yo acababa de salir de un divorcio traumático.

—«Era», ¿qué soy ahora, otro sueño? Déjame, aparta.

Salí de la cocina triste, indignada, harta de los bandazos de Mario. Allí seguía al pasar con el bolso y las llaves.

No estoy acostumbrada a esto; además, el riesgo de volver a una época ya superada provocó un malestar que lastró mi actividad todo el día. No hablamos ni una sola vez, faltando a nuestra costumbre, y pasadas las seis acudí a la reunión extraordinaria convocada por Tomás. Pocas novedades, un par de asuntos en los que iba a necesitar el apoyo de Luca con un cliente al que ya conocía y a dos de nosotras para cerrar un primer contacto con cena, copas y noche en el hotel Miguel Ángel. Me ofrecí, sabía que estaba castigando a Mario y aún así acepté el encargo. Luego expuso los cambios habidos en la relación con la comunidad de vecinos: «Se ha normalizado pero debéis ser discretas, y nada de confianzas con los conserjes». Cuando se fueron marchando me quedé rezagada, quería saber más. Después de lo que pasó con Ismael se había dado cuenta de que no podía depender de los manejos que un portero hacía a sus espaldas, la estrategia era otra.

—He comprado los dos pisos que llevan en venta desde el invierno pasado, los alquilaré para oficinas; abogados o médicos. También me he hecho con el local que tantas molestias está ocasionando a la comunidad.

—¿El estudio de grabación?

—El garito de yonkis y moteros que no saben hacer otra cosa que meter ruido y ocupar la acera. Lo he comprado; bueno, lo ha comprado todo una de mis empresas, les he actualizado la renta, no podía ser que siguieran pagando lo mismo que se pagaba en esta zona hace diez años. Se lo tomaron mal, les ofrecimos un local en Fuenlabrada mucho más amplio por una renta más baja, no les ha costado decidirse. Ya veré qué hago cuando lo desalojen, de momento he resuelto el problema, el administrador está feliz y hemos llegado a un ten con ten: yo puedo cuidar que entren buenos inquilinos si me lava la cara en la comunidad, pero si no mejora mi imagen me desentiendo; mi negocio no es el inmobiliario.

—Eres tremendo.

—Juego mis cartas, nunca debí permitir que un conserje…

—Déjalo. Me voy a ir.

—De todas formas te noto rara, ¿qué te pasa?

—No es nada.

—Sabes que a mí no me puedes engañar —me alzó el rostro por la barbilla—. Estás triste, cuéntame.

Le acompañé al sofá, cuánto lo necesitaba.

—Es… nada, es una bobada, hemos discutido por algo que ni podía imaginar después de tantos años.

Qué fácil resultaba confiar en mi amigo, mi amante, casi un padre. Le conté hasta donde podía contarle; que mi marido, de pronto, tras diez años de convivencia declaraba su deseo frustrado de tener hijos y me acusaba veladamente de haberle inducido a la vasectomía para llevar una vida libre de ataduras y, puesto a acusar, lo hacía también de boicotear la relación con todas las mujeres que le importaban. Qué injusto. Hasta ahí llegué, no podía revelar el motivo de tal desatino, no iba a descubrir que estaba embarazada y que tal vez, solo tal vez, podía ser el padre de la criatura que de ningún modo llegaría a nacer.

—Como iba a saberlo, pensaba que estábamos de acuerdo, parecía estarlo, tomamos la decisión de la vasectomía juntos, fue idea suya, yo hubiera optado por cualquier otro tipo de control. Si lo hubiera sabido….

—Bueno, estáis a tiempo, hay muchas maneras de que cumpláis vuestro sueño si es que tú también lo deseas. Venga, no te quiero ver triste. Incluso yo puedo, si quieres, colaborar. Sigo siendo fértil, seguro, por ti estoy dispuesto a hacer una donación— bromeó para sacarme una sonrisa. 

Lo escuché y la emoción abrió las esclusas, ¿qué me estaba ocurriendo?, las lágrimas brotaron a raudales, no lograba pararlo, me faltaba el aire y el tórax inició un ritmo vertiginoso; la razón me dijo que estaba hiperventilando antes de que terminara de sucumbir.

—¡Oh, Tomás!

Sollozaba en sus brazos sin poder controlarlo, hundida en su pecho, escuchando su cálida voz que intentaba calmarme aunque yo solo podía seguir descargando un llanto inacabable.


…..


—No sé qué me ha pasado, qué vergüenza , ¿Cuántas veces me has visto llorar?

—Una, o ninguna.

Estallé en una risa absurda que sofoqué como pude. Me sequé la cara sin atreverme a mirarlo.

—¿Hay algo más?

—No, ¿qué va a haber? Ya te lo he dicho, no esperaba enterarme a estas alturas… y luego, lo que dijo de sus mujeres… y yo, y…

—Está bien, cálmate, no vuelvas a eso. ¿Por qué no tratas de relajarte?

—Si te quedas conmigo.

Acurrucada en su pecho estoy protegida, la cadencia de su respiración me relaja. Podría ser un buen padre, un padre-abuelo. Seguramente tomaría la noticia con una ilusión más serena y madura que mi propia pareja. Más constante. Sería un apoyo incondicional. ¿Cómo  lo llevaría Mario? Dijo que estaría dispuesto a apoyarme si yo tomase la decisión de… Qué estoy diciendo. Sin embargo sería bonito: Nosotros dos, el bebé y Tomás, el padre-abuelo que mima y consiente. 

Acabaría sabiéndose, mamá no es tonta y papá calla pero me conoce muy bien. Otra vez estoy llorando, qué me pasa. Mi yo racional se asombra, no se reconoce en este manojo de emociones desordenadas en que me he convertido. Como si no supiera que no somos más que química, lo he pregonado a diestro y siniestro en tantas ocasiones que no sé de qué me sorprendo. Las hormonas me acosan, mi química se alborota, ese yo que parlotea en mi interior se transforma a golpe de neurotransmisores; lloro, el corazón palpita desquiciado, mis decisiones son otras. Somos química, no somos nada trascendente ¿de qué me sorprendo? Esta que habla dentro de mi cabeza está embarazada,  hoy lloro y saltan las emociones, ¿o acaso son las emociones las que disparan el llanto? William James me invitaría a café. Estoy desvariando.

La semana que viene volveré a ser normal.

—Carmen, ¿qué pasa?

—Nada, estoy triste.

—No lo consiento, me parte el alma verte triste. No puedo volver a Londres dejándote así.

—Cariño, qué haría sin ti.

Me besa con tanta dulzura que cierro los ojos y me entrego. Nada malo puede pasar en sus brazos. Sí, desnúdame a tu ritmo, hazme tuya, lo necesito, no sabes cuánto lo necesito.


…..


—¿No lo vas a coger? —Rechazo con un cabeceo enérgico, será Mario y no pienso estropear este momento de paz con una agria disputa.

—No. 

Me besa el cabello. Estoy acoplada a su costado con una pierna sobre la suya para afianzarme, cabalgando el muslo, poniéndole perdido; da igual, sé que le gusta. No tengo intención de cambiar de postura. Soy la náufraga aferrada a una roca tratando de no hundirme. Nuestras respiraciones oscilan acompasadas, el tacto de su brazo cubriéndome la espalda me proporciona la seguridad que necesito y deseo alargar cuanto sea posible.

Pero el móvil vuelve a sonar impertinente.

—Deberías contestar, puede ser importante.

Me levanto a regañadientes. Es él.

—Toma. Dile que voy a pasar la noche contigo. —Agito el aparato para que deje de mirarme el coño, a un palmo de su cara, y se decida a hacerse cargo.

—Mario, soy Tomás. No te preocupes, está bien, pero ahora mismo prefiere no hablar con nadie.

—No es extraño, le dije auténticas barbaridades. Me quedo tranquilo sabiendo dónde está.

—Ya me contó.

—Ah, ¿te lo ha contado?

—Sí, que habéis discut…

Huelo el peligro y sin pensar lo que hago le arrebato el móvil. 

—Oye, no me esperes, voy a pasar la noche con Tomás, mañana hablamos.

Cuelgo. Caigo en la cuenta de lo que estará pensando y tomo la peor decisión: excusarme.

—No me apetece que estéis de charla. Acaba de insultarme, ¿lo entiendes?

—Lo siento.

—No, soy yo la que lo siente, no sé qué me pasa, sabes que no soy así.

—Olvídalo. Ven.

—Fóllame.

—Cielo, no sé si voy a poder.

—Déjame a mí.

Con una rodilla a cada lado me siento sobre sus caderas. Recojo el pelo con las dos manos, mis pechos le desafían. Mírame, le dicen mis ojos, y siento crecer atrapada su hombría. Soy tuya, le dice mi cuerpo hambriento, y responden sus manos cazando mis pechos. Crece, crece y busca el camino. ¿Ves como puedes?, le digo y suspira. Busca el camino y el camino le busca. Entra, penetra, horada y comienzo la danza sin soltar la melena, ha de ser él quien sujete mi cuerpo, quien lo toque, lo palpe y lo use a su antojo. Danzo sobre la estaca, muero empalada, gimo, lloro, lo anego todo y me precipito en su hombro.

—Te quiero.


…..


Está inquieto, no lo dice pero lo noto, hace rato que tiene la cabeza en otra parte. 

—No puedes quedarte.

— Ojalá pudiera. No tengo excusa para no volver a casa esta noche. 

—No importa.

—Mañana a primera hora vengo y desayunamos juntos.

—No, yo también me marcho. —Y abandono la cama.

—¿Vuelves a casa?

—No, llamaré a… no sé, ya veré.

—¿Por qué no te quedas?

—No puedo, no me siento cómoda aquí.

—Es por lo que pasó. Maldito hijo de puta.

—Déjalo, es igual. Si Luca está en casa...

—Espera, voy a hacer una llamada.

Me quedo sola, de pie, desnuda, con la huella de Tomás descendiendo como lava por los muslos. Cuando regresa lo hace triunfante.

—Arreglado.

—¿Cómo lo has hecho?

—No preguntes.

—Tomás —lo reprendo—: no deberías.

—¿Quieres pasar la noche conmigo, sí o no?

—Claro que sí.


…..


—Carmen, si no te apetece hacer lo de mañana dímelo y se lo encargo a Lauri.

—¿Cuándo te he dejado colgado?

Silencio, oscuridad. Los segundos avanzan a golpe lento y constante de reloj de pared. 

—¿Te puedo decir algo?

—Tú, siempre.

—No lo hagas por despecho, lo vas a empeorar.

—No sigas. Escucha: esta noche seré tu niña si quieres.

—¡Oh, mi vida!

 —Y mañana seré tu puta. No te voy a fallar.


XIV El golpe 

No me encontraba bien, la reunión de dirección estaba resultando insoportable. El pinchazo en el vientre, que al principio era un sordo rumor, había derivado en una aguda cuchillada que mordía mi cintura como una tenaza, el sudor se condensaba en la frente, no podía mantenerme erguida y eso que me jacto de aguantar el dolor como una jabata. No pude más, murmuré una excusa y abandoné la sala; Andrés, que hacía uso de la palabra, me miró preocupado. Al llegar a los lavabos lo entendí, estaba pálida, tenía el rostro desencajado. Oriné y descubrí la sangre, abundante y fluida. Me protegí con varios salvaslip, salí al vestíbulo y llamé. 

—Ángela, pásame ahora mismo con Ramiro, es muy urgente, corre.

—Qué pasa.

—Estoy sangrando, tengo un dolor insufrible, creo que lo estoy perdiendo.

Me dirigió al Ruber, el taxista se hizo cargo de la situación y trató de calmarme, nunca se lo agradeceré bastante. Cuando llegamos Ramiro ya estaba allí. Si dijera que recuerdo al detalle las horas que siguieron mentiría. Me vi transportada por pasillos demasiado iluminados en los que perdí la sensación de autonomía, dejé de ser yo y pasé a depender de otros, no tuve conciencia plena de lo que pasaba, simplemente sucedió. En algún momento quedé desconectada de mí misma, desaparecí. Cuando volví Mario estaba a mi lado, me cogía de la mano y sonreía.

—Hola, cosita.

—Hola, ¿qué ha pasado?

—Ahora te lo contará Ramiro, has sufrido un aborto, pero estás bien.

—¿Sabe por qué ha sido?

—Aún no. Descansa.

Volví a abrir los ojos, atardecía, Mario estaba sentado en una butaca leyendo. No le dije nada. Sentí correr una lágrima.


…..


—Vamos a ver cómo está mi paciente favorita.

Abrí los ojos, se había hecho de noche. Ramiro sonreía en un plano picado.

—¿Qué ha pasado?

—Has tenido un aborto, durante la intervención sufriste una fuerte hemorragia y una caída brusca de tensión que nos costó remontar, ahora todo está bien pero te vas a quedar en observación un par de días.

—¿Tienes alguna idea de a qué se debió? —Escuché decir a Mario.

—Ahora necesita tranquilidad. Te vamos a dejar descansar, trata de dormir.

Hubiera querido saber más pero no fui capaz de preguntar, probablemente estaba sedada. Se fueron y volví a caer en un estado de anhedonía. Bueno, había abortado, ya está. La reunión… ¿y el almuerzo con Andrés? La cita de Tomás… Se me cierran los ojos. 

Las enfermeras entraron varias veces de madrugada, me enteré en sueños. Mario seguía en el mismo sillón, qué bien. 

A las ocho —lo sé porque vi el reloj de la tele—, vinieron a traerme el desayuno. Él no estaba, apareció después, cuando había acabado.

—¿Cómo te encuentras?

—Mejor, un poco aturdida.

—Debe de ser la medicación.

—Quiero irme a casa, ¿Cuándo viene Ramiro?

—Pronto.

Me ayudó a levantarme, estaba algo mareada, lo achaqué al cambio postural, hipotensión ortostática; oriné y me aseé un poco. Necesitaba recuperar la autonomía. En esas estaba cuando apareció un doctor que nos explicó lo que había sucedido, por lo visto era el jefe de servicio. Esperaban unos resultados de laboratorio, me harían varias pruebas y si todo estaba bien tendría el alta en un par de días.

—Supongo que no lo sabe nadie.

—Nadie. Anoche llamó Tomás, estaba preocupado, teníais una reunión muy importante y no consiguió comunicar contigo, te excuse como pude pero estaba bastante molesto, al final se lo tuve que decir.

—Joder, cómo se te ocurre.

—Solo le dije que estábamos en urgencias, no le di más explicaciones salvo que ya hablarías con él cuando te recuperaras.

—De todas formas…

—Tenía que darle algún motivo, estaba realmente enfadado porque no sabía nada de ti, decía que le habías dejado colgado.

—Está bien, ya le contaré algo. ¿Has hablado con el gabinete?

—Con Andrés, le he dicho que te sentiste mal y fuiste a urgencias. Deberías llamar.

—Hazlo tú, di que estoy ingresada, que me están haciendo pruebas.

—¿Y tus padres?, tenemos que cancelar lo del sábado.

—Para el sábado estaré recuperada.

—De eso nada, ya me encargo.

—Ni se te ocurra decirles que estoy ingresada, invéntate cualquier cosa.

Poco después se marchó, yo estaba bien y prefería que siguiera con su actividad antes que tenerlo pegado a la cama. Necesitaba sosiego para ordenar las ideas. Los acontecimientos se habían precipitado de tal manera que no había dispuesto de tiempo para reaccionar.  Abortar era la opción más sensata, sin duda era la que habría acabado por tomar, sin embargo no podía apartar de mi memoria sus palabras: «Si quieres tenerlo sabes que estoy contigo». No entraba en mis planes ser madre, tampoco podía quitarme de la cabeza la discusión que tuvimos en la que terminó por confesar su deseo frustrado de ser padre. La congoja apareció y esta vez me encontró sin ánimo para combatirla. ¿Es posible que hubiéramos construido toda una vida sobre una base falsa?

Mario achacó mi tristeza a la debilidad propia de la hemorragia, no lo desmentí, prefería evitar un debate para el que no tenía fuerzas. Entretanto seguía reelaborando la historia de los últimos diez años de mi vida. ¿Qué otras cosas habría sacrificado con tal de salir del duelo de su tormentoso divorcio y aferrarse al sueño que yo representaba? Sabía que no estaba en las mejores condiciones anímicas para procesar el incidente, mi cerebro actuaba como si estuviera encerrada en una pesadilla que se repite en bucle y me viera obligada a revisitar mi vida en base a la nueva información. Afortunadamente a medida que recobré fuerzas los pensamientos obsesivos remitieron y pude verlo con objetividad. Tendríamos que hablarlo pero sería más adelante, cuando estuviese recuperada.

Dos días después recibí el alta. Ramiro había pasado antes, nos confirmó lo que ya sabíamos, recomendó reposo en casa unos días y me citó en su consulta a la semana siguiente. Todavía estaba débil y me acosté nada más llegar. Pero no soy de estar en cama; a las cinco comencé a hacer planes para mi reincorporación.

 —No sé qué voy decir.

—A todos los efectos has tenido un cólico nefrítico, eso es lo que le dije a Andrés.

—Lo van a notar, miento muy mal.

—Tampoco tienes que dar detalles. Demasiadas explicaciones levantan sospechas.

—¿Y mis padres?

—No saben nada, no han llamado y por tanto esta ha sido una semana como otra cualquiera. Lo mismo que tu hermana, no ha dado señales de vida.

—Tengo que llamar a Tomás.

—¿No puedes esperar?

—Cuanto más tarde en hacerlo más se va a preocupar.

Tenía llamadas perdidas de Ángel, de Andrés, también de mi hermana y varias de Tomás. Pulsé rellamada.

—Carmen, ¿Cómo estás?

—Bien, ya en casa.

—¿Qué ha pasado?

—Un susto; empecé a encontrarme mal, parecía un cólico pero iba a más y decidí ir a urgencias, al llegar me ingresaron, ya sabes cómo son estas cosas, pruebas y más pruebas y al final se ha quedado en nada, menos mal.

—Qué es, ¿el riñón? Tu marido no me supo decir.

—Aún estamos esperando un diagnóstico definitivo, tendré que volver a hacer otras pruebas.

—¿Pero no te han dicho nada? No es lógico.

—Están casi seguros de lo que es pero quieren asegurarse. No te preocupes, lo que sea está controlado.

—No me gusta. Si quieres hablo con el director de medicina interna de La Paz, es íntimo amigo mío, si le llamo te recibe ya.

—Te lo agradezco pero no hace falta, estoy en buenas manos.

Hablamos poco más, no le vi convencido, Tomás era muy sagaz, captaba los titubeos al vuelo y yo no tenía la historia bien preparada. Tenía que haber hecho caso y esperar un poco antes de llamarle.

La conversación me agotó como si hubiera corrido una maratón, me tumbe en el sofá y cerré los ojos. debió de pensar que dormía porque volvió a salir del salón. Mejor, quería estar sola. Al final acabé por quedarme traspuesta mecida por el murmullo del jardín, algún ruido del piso de abajo, pisadas, voces apagadas a través de los tabiques. Descansaba sin más.  

Hasta que mi cabeza comenzó a procesar lo que había vivido.

Me incorporé; debía de estar pendiente de mí porque apareció por el pasillo.

—¿Cómo estás?

—Aún no lo sé, supongo que me llevará unos días hacerme a la idea de todo lo que ha sucedido.

—Es normal.

Nos quedamos sin saber qué decir, no suele pasarnos. Me alisé la ropa, tosí, mullí los cojines del sofá; gestos dirigidos a llenar un vacío que, de otra forma, se volvería insoportable.

—Tenemos que hablar.


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(1) El prólogo está inspirado en la teoría de fases del duelo descritas por la Dra. E. Kubler Ross en su obra «On death and dying» (1969)




35 comentarios:

  1. Tengo que volver a leer el relato ya que no solo está lleno de sentimientos, y muchos de ellos que me tocan y puede que el comentario no sea todo lo distante que se merece.
    Lo primero, plantea el tema del aborto que tal como lo plantea Carmen no me gusta. No quiero decir que estoy en contra del aborto, pero creo que no se tiene de simplificar.
    Una de las cosas por las que no me gusta, es porque Carmen y Mario no son unos niños que no saben lo que hacen, ellos han decidido un estilo de vida que tiene unos riesgos, entre ellos ese. Por lo tanto y aunque Carmen es la que al final va a decidir al final, creo que Mario debería saberlo antes y no tomar la decisión asi de repente. Es más, Mario debería haber estado en la consulta.
    El capítulo para Carmen es una montaña rusa, sobre todo de sensaciones, le parece mal que Mario plantee la posibilidad de tener el niño, le parece mal que Ramiro no la hiciera caso después de darle el diagnóstico, y las pequeñas mentiras que tanto echa en cara a Mario, y de las que ella abusa en este capítulo.
    Entiendo que en el trabajo no diga nada, pero a su familia, Tomas que es el mejor apoyo que tiene.
    Y la forma de cortar con Irene, sabía lo recelosa que esta era a la relación con una hetero, fue siempre clara con Carmen y creo que Carmen no solo no a sido sincera con ella, sino también ha sido muy cobarde, Irene se merece por lo menos una explicación.

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  2. Yo también creo que Irene se merece una explicación, creo que Carmen se a precipitado.

    La pareja formada entre Mario y Carmen hace aguas, todo por su falta de comunicación, para mi fue un error que Mario empezará una relación con Carmen, sin haber superado su divorcio.

    Carmen es excesivamente dura con Mario y eso que Mario se luce echandole en cara a Carmen lo de Sus relaciones fallidas.

    Por lo que se ve Mario nunca a elegido, siempre a ido a remolque de Carmen, todo por la estúpida idea que podía perderla, si Mario quería ser padre, lo tendría que haber dicho, o por lo menos no hacerse la vasectomia, será que no hay remedios.

    Mario vive en dos mundos, en uno gobiernan sus fantasías y en el otro las cosas que realmente quiere y están en constante colisión.

    Lo que más me apena es que Mario está solo, Carmen discute con el y se puede ir con Tomás, pero Mario no tiene a nadie.

    La parte de los anticonceptivos, me a dejado a cuadros, una no dice nada y el otro no se da cuenta, ¿seguro que viven juntos?

    Que contraste entre Tomás y Mario, uno cabreado porque Carmen no apareció, no entiendo su enfado, yo siendo el me hubiera preocupado, Carmen no le fallo nunca, ni le negó nada.

    Sin embargo allí estaba Mario cuando Carmen despertó, pero al final Carmen termina con Tomás y Mario otra vez solo.

    Ninguno de los dos son felices, se han ocultado demasiadas cosas el uno al otro, así es difícil mantener una relación.

    Me temo que hasta septiembre nada, me volveré a comer las uñas, si no publicas antes de agosto, os deseo unas buenas vacaciones a Carmen y a ti Mario.

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  3. Perdón por publicar el comentario anterior como anónimo.
    Me gustaría puntualizar un par de cosas del comentario de Apasionado creo que el deja en el aire.
    No sabemos las causas del fracaso del primer matrimonio de Mario, y de repente llega a su vida una joven preciosa de la cual, creo que nos hemos enamorado la mayoría de los lectores, sobre todo al principio. Y claro, Mario sin superar su fracaso matrimonial se ve asaltado por un torbellino de aire fresco que no quiere perder.
    De este miedo a perder a Carmen, ella se aprovecha en algunas partes del relato.
    Y lo de las pastillas, ¿cuando las comenzó a tomar? Al poco de estar con Domenico. En el momento más difícil de su relación, donde no necesitan verse para discutir, después la terapia de la sierra y entre el pluriempleo de Carmen y el trabajo en Sevilla de Mario, la falta de comunicación o de sinceridad plena y que el tiempo que están compartiendo no es mucho, y tampoco está exento de momentos tensos, como para fijarte que toma uno o el otro.
    Si no recuerdo mal, creo que en la convención de Sevilla, Mario se entera que Carmen lleva siempre algo en el bolso que el desconocía.
    En definitiva, en este último año de la historia, esta pareja tiene más silencios que charlas.
    Y la diferencia entre Mario y Tomas. Mario quiere a Carmen y la apoya en lo que haga falta, embarazo, estilo de vida, aborto, en los momentos importantes y que Carmen no le oculta, intenta estar, en cambio Tomas ya le aviso que si quería trabajar para él la iba a tratar como a una chica más y en este momento Carmen no fallo a un amigo, le fallo al chulo, el cual lo único que sabe es que ha puesto en peligro un negocio. También hay una frase que dice cuando están juntos, no lo hagas por despecho y después de esa frase, Tomas no sabe más de Carmen.
    Otra cosa que estoy de acuerdo y que se ve por lo escrito, es que Carmen cada vez que tiene una pelea con Mario tiene camas de sobra en las que refugiarse, si Tomas no hubiera arreglado para pasar la noche con Carmen, esta no hubiera vuelto con Mario, yo apuesto que acabaría la noche con Ángel y Claudia.
    Espero que esta situación les ayude a centrar un poco la relación que cada vez está siendo más difícil.
    Mario es mal momento para irse de vacaciones, no porque nos quedemos huérfanos y sin saber cómo continúa la historia, sino por la inflación, precio de combustible... planteate quedar en casa y con el tiempo que ahorras del viaje puedes publicar más relatos.
    Disfrutar de las vacaciones.

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  4. Jahaja secundo lo dicho por Kikotou, la gasolina esta muy cara, mejor quedarse en casa.

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  5. Rafa
    Los de las vacaciones, de las cosas más inteligentes que se han dicho, secundo la moción.
    No sé si soy yo solo, pero estoy notando un giro en el relato, es como si hubiera cambiado la forma de escribir quiere ser más ágil y no lo consigue. Esto lo digo al margen del propio relato.
    Los personajes son como menos sólidos, hay cosas que no me cuadran con la idea que me había hecho de ellos serán las circunstancias, no todo va a ser lineal.
    De cualquier manera manera sigue siendo magnífico y de lo más apasionante.
    Y lo más cachondo es que no quería meter este rollo y sólo quería felicitar al autor, espero con ansia las vacaciones de los personajes que no las del autor.

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  6. Yo después de cortar con mi ex por serme infiel, conocí a la que hoy es mi pareja, tarde mucho tiempo en empezar una relación con ella, no estaba preparado, también tenía miedo a que se cansará de esa situación, pero se merecia la mejor versión de mi.

    Ninguno de los dos nos arrepentimos y se que tuvo mucha paciencia, para mi Mario no estaba preparado para empezar una relación.

    Esa frase del final es como una frase lapidaria, es la frase que escuchas en la boca de tu pareja y todo tu cuerpo tiembla.

    De todas maneras no creo que esa compensación acabe bien, Carmen no está receptiva y Mario no está preparado, lo del embarazo a sido un palo muy duro.

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  7. MARIO

    Kiko, te agradezco el interés por ahorrarme un gasto excesivo tomándome una vacaciones, aunque me huele a que el consejo no es desinteresado. Me queréis tener todo el verano atado a la pata de la silla escribiendo como un esclavo, ¡vaya panda!

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  8. No entiendo el capitulo.
    Tomas no había muerto
    Eso creí al leerlo en capítulos anteriores

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  9. Bueno, también puede ocurrir que te aburras en la vacaciones y que eso suponga tiempo para dedicárnoslo, jejej... Sé que tampoco es desinteresado este comentario.

    Sabes, hoy teníamos una pequeña discusión entre las compañeras del trabajo, por el tema de las vacaciones. Unas decían que no tenían para irse fuera de Granada y otras que aunque tenían, se veían obligadas a recortar demasiado la estancia fuera de su casa. Y yo les decía que no tenía ese problema, porque a diferencia de ellas, que consideraban que no eran vacaciones si no salían fuera, yo defendía mi humilde postura, que donde más a gusto estoy en estos días de tremendo calor, de exceso de gente por todos lados y de precios desorbitados, era en mi casa. Así que fiel a mis convicciones, estaré de vacaciones disfrutando de mi casa, mi ciudad, mis paseos, mi cerveza con buena tapa por las noches o la tertulia en alguna terraza, siempre en compañía de buenos amigos o, simplemente, de mi marido.

    Un beso para todos (si hay algo que detesto ahora es el que por narices nos estén imponiendo los politicuchos de tres al cuarto que tenemos, el -os/-as).

    Felices vacaciones allá donde os encontréis, hoy, especialmente, a Carmen y a Mario.

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  10. Jajaja, todo el verano no, te daríamos algunos días libres jajajaja.

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  11. Que ojo tienes Mario, y yo que creía que había sido discreto.
    Yo soy también de los raros que disfrutó de estos meses en mi casa, en realidad de todo el año, son las ventajas de vivir en un pequeño pueblo costero.
    Disfrutar del descanso, largo o corto, en casa o viajando, pero sobre todo con calma y disfrutando del momento, algunos más que de vacaciones parece que están en una carrera.
    Buen verano.

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  12. Pues to me quedo en Donostia, tengo tres playas y una de las ciudades más bonitas del planeta.

    Para que me voy a ir de vacaciones.

    Buen verano a todos.

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  13. MARIO
    A la anónima granaína le diré que hace bien: disfrutar de lo que uno/una (eso es para picar) tiene cerca, y las prisas del día a día no permiten, es uno de esos pequeños placeres que no están valorados. Y si encima es en Granada: un lujo. Felices vacaciones, amiga.

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  14. MARIO

    Recién salido del horno, puedo prometer y prometo que antes de fin de mes tendréis el capítulo 167 a vuestra disposición. Ahora mismo estoy entusiasmado dándole cuerpo al 168. Lástima que los tiempos no hayan coincidido porque relata el veraneo de ese año. Los ganadores del último concurso ya saben de qué va.

    Que el cambio climático os sea leve,
    Mario

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  15. Gracias Mario, ayer tuvimos una sensación térmica de 45 grados en Donosti, como dijo una buena amiga mía, parecía el aliento de Satan, jajajaja.

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  16. Rafa
    Buenas tardes, después de haber visto un pequeñísimo anticipo, casi nada, puedo dar fe de que el verano de nuestros protagonistas se presenta muy interesante.
    Pero habrá que esperar a que termine nuestro verano, la idea de encadenar a Mario al banco de trabajo no era nada mala.
    Feliz verano para el que lo pueda disfrutar.

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  17. MARIO
    Et tu, Brute? ¿También me quieres atar a la pata de la mesa? ¡Devuelve el anticipo, traidor!

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  18. Jajajaja Mario huye y no mies atrás.

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  19. MARIO

    No lo dudes, dentro de ¡TRECE días! huimos a las islas. Relax, libros por leer, vida nocturna y… lo que no se cuenta.

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  20. Mi pelirroja y yo nos quedamos en Donosti, la verdad es que teniendo tres playas como las que tenemos, no nos merece la pena movernos.

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  21. Bruto-Rafa
    Hay que ver como nos ponemos querido Cayo por una leve puñalada de nada.
    Pues nada, a disfrutar que te lo has ganado de sobra.

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  22. Te responderé, Oh, Bruto, con palabras de Shylock; ¿O pertenecen a Lubitsch?, qué sé yo. "¿Por qué nos ataca? ¿Por qué? ¿No somos humanos? ¿Es que no tenemos ojos, manos, órganos, sentidos, proporciones, afectos, pasiones? ¿No nos nutre la misma comida, nos hieren las mismas armas, sujetos a las mismas enfermedades? ¿Curados con los mismos remedios, calentados y enfriados por el mismo verano e invierno? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ofendéis, ¿acaso no nos vengaremos?".

    Estás advertido.

    Desde Venecia, donde me hallo mercadeando un pelín.

    Mario

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  23. Querido Cayo Mario, se las hubiera atribuido antes al Bardo que al genial Ernest.
    Ahora, veo que por estos pagos piden la libra de carne con sangre y vísceras en cuanto te descuidas, creía que solo era en la otra plataforma.
    Desde Madrid y con la calor, solo te puedo pedir que descanses para volver fresco y ocurrente, que te necesitamos así y ahora creo que hablo por todos, parece peloteo y lo es, pero es que la cosa anda muy interesante y parece que se va a poner más.


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  24. Dispuesta para empezar la vacaciones, ya tengo los bikinis y algún bañador preparados, qué ganas tenía de marcharme a la playa a tomar el sol, nadar y salir de noche sin prisas. ¿Os habéis bañado en el mar de noche alguna vez? Cuidad de dejar la ropa en un sitio que sea fácil de identificar de noche sin ninguna luz. Se pasa muy mal.

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  25. Si muchas veces, y como dices Divagante, lo de la ropa tiene su aquel y más llevas una copita de más.

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  26. Cuenta, cuenta, divagante, no nos dejes con la miel en los labios. ¿Llegaste a casa envuelta en papel de periodico o encontraste la ropa?

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  27. Jajaja tu estás muy salido Dosoctavas.

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  28. Llegué casa entera, al final entre todos encontramos la ropa, menos mal.
    Quiero decir, vestida porque entera...
    Me estoy metiendo en un pantano.

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  29. Entera, entera no sé, que ya tenemos unos añitos, jajajaja-
    Qué interesantes están los comentarios, ya solo faltaba Shakespeare para inspirar la venganza.

    Sobre el capítulo digo que cada cuál es muy libre de hacer con su cuerpo lo que considere mejor, Carmen decide abortar y nadie, ni su pareja, tiene derecho a interferir y menos en este caso. En el tema del aborto, como en el de la eutanasia, hay una manía muy extendida de intentar decirle a la persona lo que debe hacer. Con la fácil que es respetar a quien ha tomado una decisión dificil, nada agradable yen la mayoria de los casos muy meditada.

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  30. Te has metido en un charco tu solita Diva, y ademas lo llamas pantano, señal de que pasaron muchas cosas que no querias contar y ahora no te va a quedar más remedio, por provocar.

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  31. Bueno yo opino que la última decisión siempre tendría que ser la decisión, pero y si Mario le dice que quiere ser padre de esa criatura, no tiene derecho de expresarlo.

    Carmen decidió sin contar con su pareja y eso tampoco lo veo bien.

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  32. Bueno yo opino que la última decisión siempre tendría que ser la decisión de Carmen, pero y si Mario le dice que quiere ser padre de esa criatura, no tiene derecho de expresarlo.

    Corrección.

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  33. Yo me lo planteo en terminos de coste-beneficio. ¿Quien soporta en un embarazo y durante la maternidad el mayor coste fisico, emocional, de desarrollo profesional y personal? Nosotras, sin duda. Por lo tanto la opinión del hombre, que no invierte nada y pierde poco (si es que pierde), no puede valer lo mismo que la opinion de la mujer. es mucho mas facil decir "quiero ser padre" que tomar la decision por parte de una mujer. El hombre tiene todo el derecho a expresarlo pero no a imponerlo apoyandose en una falsa igualdad de costes.

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  34. Tenéis razón en que la decisión final tiene que tomarla Carmen, pero no es menos cierto, o eso pienso yo, que Mario puede participar en la decisión expresando lo que el siente, para eso son pareja.
    Y si es cierto que durante el embarazo la parte de la pareja no embarazada tiene un papel secundario, pero después del parto no todos se desentienden de su responsabilidad. Si ir más lejos yo tengo tres compañeros de trabajo que no solo pidieron ellos el permiso de maternidad y lactancia, sino que también pidieron la reducción de jornada para llevar a los niños al colegio,actividades extraescolares y al médico, es cierto que la razón puede ser que las mujeres tienen un sueldo bastante superior al de ellos.
    Puede ser por ahí por donde se consigue más igualdad.
    Que vacaciones le estamos dando a Mario con tanto debate

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  35. MARIO

    Todavía ando por aquí, leyendo las ideas que exponéis. Prometo dar mi opinión cuando deis por acabado el debate, probablemente después de publicar el próximo capítulo.
    Por cierto, se avecina nuevo concurso.

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