Capítulo 170 No mires atrás
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Parecíamos dos irracionales
que se iban a morir mañana
(Derroche, Ana Belén Víctor Manuel, 1994)
Prólogo: Quince años, seguimos
Cuando el diario empieza a publicarse en dos mil siete, Carmen cumple treinta y seis y yo cuarenta y nueve, han pasado seis años desde el inicio de todo y la vida sigue su curso. Habría tanto que contar… sin embargo lo más probable es que no llegue a escribir sobre esa etapa. El tiempo avanza como la lengua de un volcán. Que nos quiten lo bailao.
Esto es lo que redactaría el autor primerizo que comenzó sin saber en lo que se estaba metiendo. Si continúo, me va a caer la del pulpo. Mejor tiro ese párrafo a la papelera y lo intento de nuevo.
Vamos allá.
El diario nació en dos mil siete, en él se narra una historia ambientada en Madrid seis años antes, una historia de sexo y ternura, de derroche de amor y mucha, mucha locura. Lo más probable es que no alcance a cubrir la época en la que comenzó a publicarse. No importa, lo esencial está dicho y espero llegar al desenlace de lo fundamental. Lo demás, lo que no se publique y quede escrito, flotará olvidado en la nube. El tiempo es como la pleamar, va borrando la huella de las personas que pasaron por la orilla.
Sigamos, no sé hasta cuándo. He redactado textos para conmemorar otros aniversarios sin saber qué futuro tenía. Sigamos, mientras la ilusión permanezca encendida, mientras las horas que dedico al diario me produzcan placer. Sigamos, mientras los lectores aparezcan como las perseidas para dar su opinión, ofrecer un consejo o plantear una crítica, y los hooligans lo ensucien con sus pintadas sin producir más ruido del que necesitan para hacerse oír.
Quince años, seguimos.
(Dieciocho de Agosto, Sábado)
La dejé ir. Cerró la puerta dando un golpe sordo que retumbó hasta alcanzarme el pecho y la dejé ir. ¿Qué coño estaba haciendo? «Fíjate en mí, ¿estoy buena?», resonaba en mis oídos.
Imponentemente buena.
Había escondido el minúsculo bikini en la bolsa mientras se cambiaba de ropa antes de salir de la villa; no sé lo que me movió a hacerlo, supongo que fue el mismo impulso con el que logré vencer su resistencia en la tienda de Tarifa. «No me lo pienso poner», dijo cuando lo estaba pagando. «Ni de coña», afirmó cuando salimos con él envuelto en papel de regalo.
Estaba muy buena, casi desnuda, tremenda. Se ajustó la braguita hasta que ocultó el vello y, en lugar de decirle lo buena que estaba, la terminé de desesperar con mis inseguridades.
Y se fue, acabábamos de follar y se fue. Descansa, dijo. Si supiera el daño que me hizo.
No me moví de la cama, pensé cómo podría haber enfocado el día para no acabar en esto. Carmen lo advirtió desde el principio y no la escuché. «Ignóralo, no nos molesta, haz como si no estuviera». ¿Por qué siempre termino estrellándome?
Tomé una ducha y salí a su encuentro, tenía que enderezar el resto del viaje. Llegué a popa pensando que la encontraría nadando y con la sospecha de tropezarme con Santos. No estaba ninguno de los dos, entonces me dirigí a proa, la única alternativa posible.
Les escuché antes de llegar y aminoré el paso. A él no se le entendía, a ella sí, con claridad:
—Mi marido no es obstáculo.
No quería interpretar el papel de esposo ultrajado después de la escena a la que había asistido tras el avistamiento de los delfines; a Carmen le faltó poco para echarse a sus brazos, se lo comía con los ojos. Lo que había escuchado era la consecuencia inevitable. Me fui, nunca me ha gustado ser el convidado de piedra y menos con él.
«No, vuelve, ella no querría que te marcharas, ¿vas fallarle de nuevo?»
Y volví. Santos estaba delante de ella que, tumbada en la hamaca desnuda, con una pierna flexionada y una mano bajo la nuca, era la perfecta expresión de la entrega. No tardó en descubrirme, ya no podía seguir apostado en la entrada. Estás aquí, te andaba buscando, dije por decir; no pareció sorprendida, incluso respondió con una banalidad. Santos aprovechó el vacío y se hizo cargo de la situación; me ofreció una bebida con su habitual aplomo. Una brutal erección le deformaba la bragueta al extremo de resultar provocativa incluso para mí. Carmen estaba excitada, ilusionada, diría; era el momento de dejarle el campo libre. No, gracias, voy a nadar. Y añadí que pensaba quedarme en la terraza de popa. Ella estaba más pendiente de él que de lo que se hablaba y él no se privaba de mirar con insistencia donde yo no alcanzaba a ver porque el muslo alzado se interponía. Tú, sigue con lo tuyo, le dije. Lo entendió de sobra: «Tú, sigue zorreando y cuando te lo tires, me cuentas». Sonrió y se despreocupó de mí.
Iba a marcharme con el corazón en la boca cuando la oí decir, con su estilo particular, que me llevara el bikini; el juego que habíamos iniciado subía de nivel. Santos no vio la partida porque andaba en su propio juego: aprovechó para coger la prenda y ofrecérmela, para él era un gesto de poder; para nosotros, un movimiento de peón. Tuve que ser yo quien se acercase a cogerla y pude ver lo que el muslo había estado ocultando: trazaba surcos en el vello con indolencia, así es cómo tenía capturada su atención.
Lo cogí y salí sin decir ni una palabra, me temblaban las manos, podía medir el pulso en las sienes; llegué atropellado al camarote, cerré y me apoyé en la puerta con la respiración entrecortada, lo arrojé a la cama y entré al baño a refrescarme cara y cuello. Antes de irme quise doblar la prenda y guardarla; el pulgar resbaló en una babilla espesa, la acerqué a la cara y su olor me inundó. Era ella, ella en celo. Cerré los ojos y aspiré, la mantuve pegada al rostro, me agarré el bulto informe y lo manoseé sin parar mientras aspiraba el olor a hembra. Era ella. ¿Qué estaría pasando?
Abandoné el camarote, me estaba ahogando. Salté por estribor a mar abierto y empecé a dar brazadas como si el océano tuviese la culpa, tomé impulso y me sumergí sin más objeto que bucear, volar libre, más libre que arriba en el cielo amarrado a una vela, volé bajo el agua sin pensar descendiendo en picado como un halcón hasta que me faltó el oxígeno, la claridad mortecina allí arriba parecía inalcanzable, procuré ascender sin dejarme llevar por el miedo; porque de eso se trataba, de una carrera contra la distancia, la asfixia y el pánico que intentaba superarme. Alcancé la superficie al límite de mi resistencia, abrí la boca para tomar todo el aire posible, apenas me mantenía a flote; tardé en orientarme, el yate estaba más lejos de lo que esperaba, no podía rendirme, luché contra el agotamiento, hubo momentos en los que los brazos no me respondían y pensar en ella me devolvió el coraje para seguir. Llegué, mis manos alcanzaron el borde, se aferraron a él y ya no lo soltaron, traté de alzarme, estuve un instante sobre la plataforma, pero me fallaron las fuerzas y quedé apoyado en los antebrazos a merced del brusco vaivén del oleaje que tendía a expulsarme de mi frágil refugio; después de varios intentos logré subir a bordo, parecía que hubieran pasado horas desde que salté al agua en ese mismo punto, estaba aterido, nunca había sentido tan cerca la muerte. Al cabo de un tiempo imposible de calcular conseguí ponerme en pie, fui dando tumbos hasta las hamacas, me arropé con una toalla y cerré los ojos.
El golpe sordo de unos pies desnudos me sacó del sopor en el que había caído. Carmen pasó a toda prisa, saltó y comenzó a nadar como si estuviera compitiendo. Se dirigía a la cala sin duda, calculé la distancia, entraba en lo que podía asumir dada su preparación y forma física, pero no la perdí de vista hasta que, tras cubrir el largo trayecto, la vi salir del agua. Pasado un momento de indecisión se puso a recorrer la playa. Estaba siguiéndola cuando noté a Santos cerca; avanzó hasta el borde de la plataforma, los dos la observábamos caminar sin rumbo.
—Debería atarla corto.
—Mi mujer es libre de hacer lo que quiera.
Me echó una ojeada de desaprobación.
—¿Podemos hablar de hombre a hombre? —hice un gesto débil para que continuara—. Le diré, por si le preocupa, que no ha pasado nada.
—No estoy preocupado.
—No. Ya lo dijo, que usted no es un obstáculo; aun así no ha pasado nada, y no porque nos faltaran ganas. Su mujer pertenece a Don Gerardo, al menos hasta fin de mes.
—Mi mujer no es de nadie. —le advertí con firmeza.
—Cuando hay un contrato por medio y una parte paga, la otra tiene que cumplir, llámelo como quiera.
Esperó una respuesta en vano, estaba agotado, me importaba una mierda lo que pensara de nosotros; sin embargo esa mirada de desprecio comenzaba a irritarme.
—Sé cómo funciona lo de estas vacaciones, Don Gerardo me lo ha contado, tiene total confianza conmigo.
—Eso no significa que…
—Y yo le correspondo, soy leal; por eso no ha pasado nada, porque los dos tenemos que cumplir.
Sacó un cigarrillo, lo encendió y volvió a centrarse en la deriva errática de Carmen.
—Puede que, cuando acabe con ella, me la regale. ¿No quedamos en que íbamos a hablar claro? —dijo para reventar mi protesta—. A veces lo hace, a veces me las pasa cuando termina con ellas; pero hasta que eso no suceda no la voy a tocar, se ponga como se ponga. Y me lo ha puesto difícil; bueno, ya lo ha visto.
Superé el mareo que arrastraba desde que conseguí subir a bordo y me levanté como pude.
—No tengo por qué seguir escuchando esto.
—No tiene por qué, es verdad, pero tampoco ha hecho nada para cerrarme la boca. Otro lo habría intentado, por lo menos.
Me miró por debajo de la cintura, solo entonces sentí la verga luchando por escapar del bañador, algo que no sucedió cuando los dejé solos en proa. No estaba excitado, era otra cosa bien distinta.
—No se preocupe, no es el primer marido al que le gusta que otro se folle a su mujer, no es tan raro; lo que si le digo es que a mí eso de tener mirones meneándosela mientras me tiro a sus mujeres no me va. Esto es por si acaso Don Gerardo decide pasármela cuando termine de usarla.
—Oiga, no le consiento que hable de ella como si fuera una…
—Le voy aclarar cómo son las cosas: usted no pinta nada, esto es entre mi jefe y su socio; y yo, si tengo suerte. Ellos deciden y a usted no le queda otra que agachar la cabeza y callar; y si no le gusta no haberla canjeado por unas vacaciones.
—Usted no sabe nada.
—Sé lo que me ha contado mi jefe y me basta. —Se volvió hacia la cala—. Mírela, parece que está enjaulada, es una perra en celo a la que no han montado como se merece. Le faltó suplicarme, usted mismo la vio abierta de piernas; por eso está como está ¿no la ve?
—Cállese, cállese, no vuelva a hablar de ella.
—Si Don Gerardo me la ofrece le juro que no la va a reconocer, se la voy a devolver más suave que un guante, se acabaron esos humos que gasta, ya me encargo.
Vanidoso arrogante, se pensaba que Carmen no había conocido hombres mejores que él. Me fui, no merecía la pena hacérselo entender. Tampoco tenía fuerzas para hacerlo.
—Una cosa. No le cuente lo que hemos hablado, lo estropearía y eso no es lo que queremos, ¿verdad que no?
Me revolví movido por un arranque de desprecio que no creía ser capaz de sentir.
—Pobre Santos, no tienes ni puta idea de qué va esto. Te lo voy a explicar. Dentro de… seis, o siete años, por estas fechas mi mujer y yo estaremos de crucero, o estaremos en la Riviera Maya, o en los fiordos, quién sabe. Puede que al ver un yate nos acordemos de un día que pasamos en el mar y ella se entretuvo con el patrón. ¿Y tú, dónde estarás tú? No, ahora estoy hablando yo. Con suerte, trabajando en otro yate para alguien que ni de lejos te tratará tan bien como Gerardo, o navegando en un carguero, o lo que es más probable, gastándote el subsidio de desempleo en una taberna. ¿Sabes una cosa? Mi mujer ni se acordará de tu nombre.
Con otra mirada
—Estás aquí, te andaba buscando.
No le había oído llegar. Seguí su entrada en escena sin afectarme; debería, al fin y al cabo yacía desnuda frente a Santos en una actitud inequívoca. Me recorrió entera; luego, a él.
—Aquí se toma el sol mucho mejor. —dije respondiendo a una pregunta no formulada.
—Ya lo veo.
—¿Desea beber algo, una tónica como la señora? —Mario dirigió la mirada con insolencia a la abultada bragueta del patrón, yo también.
—No, gracias, voy a nadar, luego me quedaré en popa, hace demasiado calor. Tú, sigue con lo tuyo. —Sonó como si hubiera dicho «Por mí puedes seguir zorreando». Conque quería jugar, ¿eh?
—¿No te importa llevarte el bikini? —Se dio la vuelta desconcertado—. No vaya a ser que se manche. —Era la excusa más absurda que conseguí hilar.
—¿Estás segura?
—Luego paso a por otro y nadamos un rato.
Santos se apresuró a recoger las dos prendas y las sostuvo en la mano, me gustó que tomara la iniciativa, era un buen presagio; no hizo intención de moverse y Mario se tuvo que acercar a por ellas, me echó una última ojeada y se marchó sin abrir la boca. Qué poco duró y qué intenso fue; quedé a solas con el triunfador, desnuda, sin nada, con una sensación indescriptible de abandono e indefensión que, en lugar de inquietarme, desató un brote de deseo enfermizo. Me estudió con detenimiento, centímetro a centímetro, erizando cada poro de mi piel; el tiempo había perdido su significado. Sin pedírselo me acercó el vaso, bebí mirándole a los ojos y se lo devolví. ¿A qué estaba esperando?, toda yo era un latido, removí las piernas por la hamaca, no podía más.
—Será mejor que me marche, señora.
—Haga lo que quiera. —respondí con sequedad para ocultar no el profundo despecho que sentía.
—No es lo que yo quiera, es lo que he de hacer.
—Cuesta creerlo.
—Si usted lo dice.
—Es lo que es.
—Lo que es, señora, es lo que he visto desde que ha subido a bordo. Si lo permite voy a serle claro; no es la primera vez que una pasajera intenta buscarme las vueltas, llevo muchos años en esto y las veo venir de lejos y usted, perdone que se lo diga, no es distinta a las otras.
—¿Y usted?, qué es lo que ha estado haciendo cada vez que nos hemos encontrado a solas, ¿eh?, ¿y por qué me ha traído aquí con la excusa de hacer nudismo, qué pretendía?
—La he mandado aquí, es usted quien me ha traído. Pretendo ponerla en su sitio y dejarle claro, de una vez por todas, cuál es el mío; pero tengo que reconocer que me lo pone muy difícil.
—¡Ja! ¿Lo debo tomar como un reproche o como un cumplido?
—Entonces se ha cruzado su marido...
—Mi marido no viene a cuento ahora.
—Su marido, que, en lugar de comportarse como un hombre, se marcha y nos deja solos; a usted, desnuda e insatisfecha, y a mí…
—No sabe lo que dice, no estoy insatisfecha.
—Será que no ha tenido suficiente con lo que se escuchaba en el camarote.
—Eso es cosa mía.
En respuesta, sacó la mano del bolsillo y se atusó el pantalón marcando el bulto. No perdí detalle a mi pesar.
—¿Qué espera su marido que suceda? —Me incorporé.
—¡Olvídese de mi marido!, esto es entre usted y yo.
Le vi vacilar, durante un par de segundos libró una batalla consigo mismo que pude haber ganado.
—No es por su marido, no puedo poner en riesgo mi futuro por una…
—Por una qué. —le desafié con la espalda erguida, el vientre en tensión y los riñones recogidos.
—Por una aventura de verano de una… mujer casada.
—No me conoce, no sabe nada.
—Mire, señora, Don Gerardo tiene absoluta confianza en mí, ¿me explico?
—Se explica perfectamente.
—A partir de mañana quiere tenerlo todo listo para pasar una jornada en alta mar con usted, día y noche, solo con usted. La conozco lo suficiente, y no voy a traicionar su confianza por satisfacer un capricho, espero que lo entienda. Llevo muchos años a su servicio cuidando de lo suyo y jamás uso sus cosas a menos que me lo ofrezca.
Ahí estaba, la mirada del chofer, mi desnudez, la figura del amo ausente, ¿quién? ¿Arnaiz?
—No se preocupe que por mi parte Don Gerardo no se va a enterar de lo que ha sucedido.
—Es que no ha sucedido nada, señora, solo estamos hablando, ¿no es cierto?
No sé qué me pasó, o creí que había pasado en otro tiempo que me hizo actuar como si Santos estuviese encadenado; descansé en un codo, bajé el pie contrario al suelo por el lateral, me quité las gafas de sol y le miré mirarme ahí, ahí.
—Tiene razón, solo estamos hablando.
—Con su permiso. —dijo al cabo de un tiempo que no sabría calcular y me dejó sola. En un instante el espejismo se vino abajo y la cordura recuperó su lugar. Me sentí vulgar e indecente como nunca me había sentido. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo había llegado tan lejos? Escondí el rostro entre las manos. ¡Qué vergüenza, qué vergüenza! Quería marcharme pero no podía aventurarme a que me viera derrotada. ¿Había venido a tomar el sol?, pues lo tomaría. Cuando no soporté más la tortura que yo misma me estaba infligiendo pasé por el camarote, llegué a popa y me zambullí, comencé a dar brazadas hacia la cala; no soporto huir y es lo que estaba haciendo, huir lo más lejos posible de mí. Llegué exhausta a la playa buscando soledad, pero no la encontré. ¿A qué estaba jugando? ¿Qué pretendía? No me reconocía en la mujer que había acosado al patrón poco antes. ¿Cuál había sido el detonante para que actuara como lo había hecho? ¿La puñetera frase? No era suficiente excusa. Me gustaba ese hombre, me gustaba a rabiar. Miré hacia el barco y lo vi en la popa atento a mis movimientos; durante un segundo deseé que viniera nadando a por mí, quería acariciar ese pelo encrespado, notar la barba descuidada en la mejilla, besar los labios resecos por el salitre y el sol, quería que me castigara por haber sido tan desvergonzada. Qué locura. Vagué por la playa intentando calmarme, miraba y allí estaba él y yo estaba aquí, en la arena muerta de deseo. ¡Olvídame, desaparece! Ni en tierra me veía libre de su asedio ya que se consideraba responsable de mi seguridad. Poco después, más serena, regresé para liberarlo de tal preocupación y que me dejara en paz.
Nos evitamos, Mario respetó mi silencio hasta que, sin saber por qué, la frustración voló como si el viento la hubiera arrebatado. De nuevo era yo, feliz y desenfadada por estar gozando de un día repleto de emociones y desafíos. No iba a pasar el resto de la travesía pagando por un error que ya habría tiempo de analizar.
Tomamos café en cubierta, actuamos como si nada hubiera pasado, volvió la normalidad. Le pedimos que nos contara historias de su vida en el mar, le tuve que insistir yo para que se aviniera a narrar algunas anécdotas, divertidas, dramáticas, emotivas; él, de pie con las manos a la espalda; nosotros, sentados, marcando distancia. Mantenía una actitud ambigua entre el respeto y la autoridad, porque en la embarcación él tenía el mando, aunque con el pasaje cumpliera una función de servicio; sin embargo, conmigo la relación era otra, equívoca y temeraria, que yo misma había propiciado. «¿A qué está jugando?», parecía decir su mirada. Al acabar cogí la cámara y propuse hacer unas fotos de recuerdo, Santos se mostró renuente pero no iba a darme por vencida, hice varias de los dos hombres frente a la cala, él nos tomó algunas a Mario y a mí.
—Toma, hazme una con el capitán.
Mario dudó pero sabía que no iba a cejar; empuñó la cámara, yo le cogí del brazo, le noté rígido.
—Una más. Espera que cambie de postura.
Antes de que reaccionara estaba pegada a su espalda, sujeta a su cintura asomando por encima del hombro.
—¿Qué está haciendo?
—Esta es para usted, si la quiere de recuerdo se la envío. —le dije al oído.
Luego Mario, en un gesto que no esperaba, situó la cámara sobre una base firme, puso el temporizador y vino a mi lado, los cogí por el hombro a los dos haciendo gala de mi envergadura y sonreí, porque él me sujetaba por el talle pero mi capitán, a punto de despedirnos, me sobaba el culo. Tarde, capitán, demasiado tarde.
Era hora de regresar, Santos navegaba rumbo a puerto en el puente elevado. No subí, tenía mucho en qué pensar.
A las siete atracamos.
—Gracias, ha sido usted muy amable.
—Un placer, señora, espero volver a verla.
—No lo dude, he disfrutado mucho. —Se le encendieron los ojos, solté la mano que me retenía y fui tras Mario que ya estaba cerca del coche.
El regreso
Hablamos poco, yo iba ensimismada mirando por la ventanilla. Llegamos y fui a la ducha para quitarme la sal de la piel. Me masturbé, lo necesitaba, lo hice apoyada en la pared, con los ojos cerrados, acariciándome como si estuviera delante de Santos. Me fallaron las piernas y terminé convulsionando en el suelo. Debí de golpearme el cráneo porque me dolía atrás, en la zona occipital, no lo recordaba.
Salí al jardín, arrastré una silla al lado de Mario. No, cariño, no quiero beber nada, quizás más tarde.
—¿Te has quedado a gusto? —Conozco esa sonrisa.
—¿Me has oído?
—Como para no oírte, se te escuchaba desde fuera, no pude resistir la tentación, abrí y te vi al trasluz machacándote el coño como si te fuera la vida en ello.
—Por qué no has entrado, habríamos acabado juntos.
—Pensé que era algo entre Santos y tú.
—Qué cabrito eres. Pues sí, pero un tercero siempre es bienvenido.
—Ante la duda he preferido darte intimidad.
—Lástima, te habría contado lo que pensaba.
—Mientras te castigabas el chocho.
—No seas malhablado.
—Te va a salir callo como sigas a este ritmo.
—No sabía que te preocupara la frecuencia con la que me masturbo.
—¿Tan necesitada te dejó?
—Y tú qué sabes lo que ha pasado.
—Me lo contó mientras te veíamos pasear por la playa como una leona enjaulada. Bueno, él te definió como una perra en celo mal follada.
—¿Estabas con él?, no te vi.
—Pasaste cómo una exhalación y te lanzaste al agua sin verme.
—Vaya… Es verdad, me dejó caliente como una perra, pero en lo de mal follada se equivoca. ¿Qué más te contó?
—Antes, dime qué pasó.
—Ahora sí me tomaría una Mahou.
—Te la traigo.
Lo de la cerveza fue una excusa para pensar cómo contarle la mayor humillación sufrida en los últimos tiempos. No tardó, se notaban las ganas de conocer lo que Santos le impidió ver en primera persona.
—¿Por dónde quieres que empiece?
—Desde el momento en que me mandaste a descansar y te fuiste del camarote.
—Joder. Lo siento, no quería decir eso.
—A veces hay que pararse a pensar antes de soltar lo primero que se pasa por la cabeza, cielo.
—Tienes razón, sabes que no pienso eso.
—¿El qué? No, es igual, cuéntame qué pasó.
—Llegué a popa con intención de nadar, entonces lo presentí, sabía que estaba cerca. Debí haberme tirado al agua, no lo hice, no sé por qué.
—Sigue.
—Cuando lo sentí detrás, lo primero que pensé… No. Antes de eso, noté la tirilla del tanga entrando por el culo; no es nada cómodo, ¿sabes? Fue lo que me hizo consciente de lo desnuda que estaba.
—¿Te sentiste mal?
—Mal, no.
—Te sentiste más zorra que nunca.
—No exactamente.
—Entonces, qué; parece un acertijo.
—Ya lo entenderás, no seas impaciente.
La cerveza, bien fría, con sus dos dedos de espuma; los ojos, hablando más que las palabras.
—Te gusta.
—A rabiar.
—No lo entiendo, no tiene nada en común con nosotros.
—Tampoco pienso invitarlo a casa ni vamos a intercambiar teléfonos. Es un bruto. —añadí para que no siguiera mirándome como a una desconocida.
—¿Lo sabes o lo imaginas?
—Lo sé. Detrás de esa máscara de frialdad se esconde un animal, lo veo en sus gestos. Si pudiera saltaba sobre mí y…
Y me perdí viviendo un ataque como no había vivido aún, a pesar de lo que ya llevaba vivido.
—¿Eso es lo que quieres ahora, un bruto?
—¿Y por qué no?
—Pensaba que después de tu experiencia de burdel con Candela ya habías cubierto tu cupo de perversiones.
—Eso no tiene nada que ver, Santos es otra cosa.
—Un bruto que te trate mal, que te pegue…
«Un chasquido, el ardor en la mejilla, el pitido en los oídos. Diego. Ah, Diego, Diego. Oh, mi coño por Dios, mi coño, cómo puede palpitar así.»
—Qué te pasa.
—N… nada. Santos es un hombre con carácter, está…. est… está acostumbrado a hacer su voluntad pero no lo creo violento. Los clientes de Candela son… —terminé con un gesto despectivo.
—¿Incluido yo?
—No, por favor, tú no.
«Oh, Dios, mi coño, otra vez no.»
—Menos mal. Conque Santos es el buen salvaje, ¿no estás haciendo una adaptación un tanto libre de Rousseau?
—Cuando te pones cínico no sé si lo haces por bromear o porque te molesta la conversación.
—Es broma, mujer. ¿Qué pasó?
—No pasó nada, hablamos.
—¿Solo?
—Me preguntó si había descansado, de sobra sabía que no. Poco, le dije y le pregunté si le habíamos molestado, respondió que le resulta agradable saber que los pasajeros disfrutan del viaje. Era tanto como preguntarme si lo habíamos pasado bien follando.
—Y tú, con ese bikini.
—En top less, para más detalles.
—¿Te lo quitaste? No me lo puedo creer.
—Nada más salir del camarote, la verdad es que no cubre casi nada y yo no iba con intención de encontrarme con él, pensaba zambullirme en cuanto llegara. Lo que pasa es que…
—Te estaba esperando.
—Supongo.
—Os estabais buscando, reconócelo.
—Te aseguro que no salí del camarote con esa intención.
—¿Qué más hablasteis?
—Cosas, no sé.
—Cosas, ¿qué cosas?
—Le dije que la cama hace ruido.
—¿Y eso, a santo de qué?
—No lo sé, la conversación iba subiendo de tono, yo estaba, ya lo sabes, casi desnuda y… qué sé yo, lo dije sin más; comentó que lo había oído y que, si quería, lo podía arreglar. Para qué, dije, si ya no íbamos a usarla más. Cualquiera sabe, respondió, aún queda mucho día por delante.
—Estabais charlando, como si tal cosa, sobre la posibilidad de que follases de nuevo.
—Ya lo sé. Era una conversación surrealista. Compartíamos un pitillo de tabaco negro, horrible, ya no teníamos nada de qué hablar, no hacía más que mirarme de arriba abajo y de pronto, sin venir a cuento, dice que no tengo ni una marca blanca. Así, sin motivo.
—Estabas con las tetas al aire, ¿te parece poco motivo?
—No lo hice con ninguna intención, es que… no lo necesitaba, además, apenas tapa nada, ya lo viste.
—Ya lo vi, te queda de muerte.
—Pues haber venido conmigo.
—Dijiste que querías estar sola.
—Me estabas agobiando, cariño, a veces es muy difícil hablar contigo.
—Lo sé, no hace falta que lo digas. Anda, sigue.
—Por cierto, me dijo que mis pechos son fuertes y firmes.
—¿Y eso a qué vino?
—Me advirtió que no debía de nadar sola sin vigilancia, le dije que no se preocupara, llevo nadando desde que era una cría y dijo que se notaba en mi constitución, que tengo cuerpo de nadadora, la espalda ancha, los brazos musculados, y dijo lo de los pechos; se disculpó por si me había molestado.
—Ya me imagino que no. ¿Te tocó?
—¿Tocarme?, ¿por qué iba a tocarme?
—Estabais hablando de tu complexión, de tu espalda y esas cosas, era la excusa perfecta para manosearte los hombros, los brazos y de ahí pasar a mayores, como hizo Guido.
—Pues no lo hizo.
—¿Querías que te tocara?
—¿A dónde quieres ir a parar?
—Es una pregunta muy simple, sí o no.
—No me tocó ni un pelo en toda la travesía. Bueno, no es del todo cierto; cuando nos hicimos la foto los tres me sobó el culo, no sé cómo no te diste cuenta, di un quiebro de cadera para rechazarlo, más por castigarle que por otra cosa, y se agarró como una lapa, ¿no lo notaste? Cuando sintió que no me resistía volvió a moverse a su gusto por todo el culo, ¿no viste que nos quedamos retrasados mientras te ibas a por la cámara?
—No me di cuenta de nada.
—Fue muy rápido, duró lo que tardó en disparar la máquina. Le di un manotazo y me separé; a buenas horas venía con esas. Es la única vez que se permitió cruzar los límites.
—No me extraña, después de tenerte todo el día en pelotas insinuándote, te pegas a él oliendo a sexo; qué querías que hiciera.
—Qué dices, yo no olía a sexo.
—Apestabas, cariño; el tanga que me llevé estaba empapado en una cremita espesa, atufaba.
—No seas cerdo.
—Anda sigue, estábamos en que alabó la firmeza de tus pechos, qué más.
—Le dije que no me había molestado, que no todo el mundo aprecia el desarrollo debido a la práctica de la natación, y si a eso se une mi altura, pues ya sabes.
—Ya, ¿y qué dijo?
—Bueno, es que… comenté que no estoy dentro de los cánones de belleza estándar y que a muchos hombres les resulto intimidante; le pareció absurdo, no se creía que mi cuerpo no gustase, pero no se atrevió a seguir hablando, dijo que no estábamos en igualdad de condiciones. Porque usted no quiere, le dije, y ahí se mordió la lengua y no siguió.
—Qué provocona eres.
—Hablamos de otras cosas, no hacía más que mirarme, me estaba poniendo mala. Poco después propuso ir a proa porque, según él, allí podía tomar el sol desnuda.
—¿Eso te dijo?
—No con esas palabras, dijo que allí podría ponerme como a mí me gusta; qué sabrá él lo que me gusta.
—Se lo pusiste muy claro.
—Puede ser. Le contesté que parecía buena idea, recogí mis cosas y fui para allá, estaba segura de que todo se iba a precipitar.
—Qué quieres decir.
—Ya lo sabes.
—Quiero oírlo.
—Estaba convencida de que no iba a aguantar
—¿Y?
—Jo, Mario. Y me iba a follar.
—O te lo ibas a follar tú, tal y como ibas…
—No. Santos no es de los que se dejan mangonear, y menos por una mujer.
—Parece que te gusta la idea de que un hombre te trate al estilo clásico, en la posición del misionero, sin preámbulos y esas cosas.
—No sé qué tiene, Mario, no lo sé. Tenía que hacer algo para que viniera conmigo y le pedí que me trajera una tónica, mientras tanto coloqué una hamaca al sol y dejé el tanga sobre la mesa.
—Te desnudaste.
—Es a lo que iba, a tomar el sol desnuda, ¿no? Preparé la escena, me dediqué a darme bronceador por las piernas de espaldas a la entrada para darle un buen primer plano. Pensarás que lo tenía controlado y que estaba tranquila.
—Eso parece.
—Ni mucho menos, estaba en una nube. Cuando le oí llegar temblaba por dentro, no creo que lo notara. Me tumbé; con las gafas de sol podía ver el efecto que le causaba sin delatarme.
—Ya lo vi, tenía una erección tremenda.
—Sí, ¿verdad?, tremenda. Como tú ahora. ¿Te vas a correr?
—No, sigue.
—¿Seguro?
—Sigue.
—Para entonces estaba decidida a conseguir que me follara, ya tendría ocasión de seguir investigando. Pero él seguía frenado, no había forma de que tomara la iniciativa. Me tenía a punto, ¿qué hombre se resistiría teniéndome desnuda y claramente dispuesta?
—Nadie en su sano juicio.
—Te puso como excusa, yo le dije que no eras un obstáculo.
—Lo escuché, llegué en ese momento.
—Qué bien que apareciste, te necesitaba allí.
—¿Te das cuenta cómo he quedado?
—Como un consentidor, sobre todo después de llevarte el bikini. Fue una escena brutal.
—Nos entendimos a la primera. ¿A qué vino eso de que me lo llevara?
—Lanzaste un órdago, ¿qué te creías, que me iba a retirar? Ni de coña.
—Solo te dije que siguieras con lo tuyo.
—Mira cómo sabes por dónde voy. Que siguiera zorreando, a que sí.
—Y Santos, sin enterarse de nada.
—Me gustó que te lo diera él. Fue perfecto.
—Lo sé, vi la expresión que se te puso.
—Estaba desbordada. El macho dominante que se queda con tu mujer y cree que te humilla dándote mi ropa íntima. Si lo hubiéramos preparado no habría salido mejor.
—Se le veía tan orgulloso…
—¿Qué hiciste cuando te fuiste?
—Pasé por el camarote.
—Llevarías una erección de caballo.
—No lo sé, no recuerdo.
—Venga ya, no me lo creo, ¿no te apretaba el bañador?
—No sé, iba pensando en otras cosas.
—Vas a decir que no te la meneaste.
—Pues no, me fui a nadar.
—¿En serio?, ¿dejas a tu mujer en pelotas con el tío que se la quiere follar y no estás empalmado?
—Ya te he dicho que el entorno del barco me cohibía.
—No sé qué pensar; si no fuera por lo que estoy viendo me preocuparía. —Sobrepuse la mano en la meseta que se orientaba a la izquierda bajo su pantalón; no quise hacer más por si acaso.
—Bueno, qué pasó.
—Le insistí en que no eras obstáculo, pero Gerardo lo tiene bien sujeto, incluso le aseguré que no se enteraría.
—¿Y?
—No le valió; ha debido de sufrir un fuerte desengaño que no ha superado, una infidelidad o un abandono, y desconfía de la palabra de una mujer.
—Te quedaste con las ganas, vaya, lo siento.
—No fue nada agradable.
—¿Qué pasó?
—Prefiero no hablar de eso, Mario, perdí los papeles, fue… no, vale ya.
—Como quieras.
—Y a ti qué te dijo.
—Que te atara corto.
—Será cabrón. Según él, no puede tocarme por lealtad a Gerardo.
—Dice que se lo pusiste difícil.
—Déjalo.
—Aún tienes una oportunidad.
—¿Sí?
—No debería decírtelo, pero…
—Venga ya, cuenta.
—Dice que Gerardo, cuando acaba con las mujeres que usa —palabras textuales—, a veces se las regala.
—¿Cómo que se las regala? ¿Y qué es eso de que las usa?
—Se las pasa, eso dice. Tiene la esperanza de que lo haga contigo.
—¿Que Gerardo me… regale, a Santos, cuando acabe conmigo? Cuándo, ¿a final de mes? Vaya.
Estaba temblando; no era un temblor sino una especie de cosquilleo lo que había invadido cada fibra de mi cuerpo.
—¿Qué te parece?
—Sucio, jodidamente sucio.
—Y eso qué significa.
—Que, como dices, tengo una oportunidad de catarlo. —bromeé para disimular el estrago que me estaba causando la idea de ser usada, desechada y pasada a otro hombre.
—Es extraño que lo veas con tanta naturalidad.
—¿Te parece mal?
—Ni bien ni mal, no encaja con tu manera de pensar.
—Sería otra experiencia más, solo eso. —respiré hondo, vacié los pulmones y apagué toda esperanza—. No te preocupes, estando Tomás por medio no creo que se atreva a… “regalarme”.
—A no ser que se lo insinúes.
—¿Yo?, sería dejar en evidencia a Santos, no puedo hacer eso.
—Seguro que se te ocurre una forma sin comprometerlo, eres una chica lista.
—No sé…
—Y te mueres porque un hombre como Gerardo te entregue a otro.
—Reconozco que cuanto más lo pienso…
—De todas formas no es tan distinto a lo que Tomás acordó con Gerardo sobre ti.
—No te confundas, lo que hizo fue establecer las reglas, el acuerdo ya lo tenía yo cerrado. Es muy diferente.
—Yo no lo veo tan diferente, fue él quien te convirtió en un obsequio. En ambos casos, perdona que sea tan crudo, trafican contigo, solo que Gerardo te pasa a su hombre de confianza como podría entregarte al jardinero, al escolta o a un mendigo que pase por la calle. Ah, ya veo la diferencia. Es eso precisamente lo que te pone, y lo has visto antes que yo, qué bruja.
—Desde el principio.
—Entonces qué, ¿vas a tantear a Gerardo?
—Lo intentaré, lo único… no sé cómo voy a hacerlo, porque no quiero quedar al margen.
—Al margen de qué, no te sigo.
—No quiero que suceda a mis espaldas, quiero enterarme de que lo hace.
—¿Hacer, qué?
—Regalarme, cuándo lo hace y cómo. Y que Santos sepa que lo sé.
—Quieres ser testigo de la transacción, ¿es eso?; te pone ver el dinero cambiando de manos. Qué zorra eres.
—Ya me conoces.
—¿Y Tomás, cómo va a llevar que te saltes las reglas que te ha impuesto para este acuerdo?
— No sé por qué dices eso, jamás ha puesto límites a mi autonomía.
—Pretendes cerrar con Gerardo un acuerdo que probablemente te acarree alguna obligación incompatible con Tomás, o crees que insinuarle que deseas follarte a su lacayo te va a salir gratis.
—Déjame a mí, te vas a llevar una sorpresa.
—¿Una sorpresa cuándo, por qué?
—Cuando veas que todas las piezas encajan.
—¿Qué piezas?, no me estoy enterando de nada.
—Ya te enterarás.
—No sé qué estás tramando pero sea lo que sea te ha iluminado la cara, Maquiavelo a tu lado era un simple aprendiz. —Me hizo reír.
—En cualquier caso, si me equivoco, no creo que sea un problema, ya te he dicho que mi relación con Tomás no es tan estricta como la planteas.
—¿No es tu dueño?, algo tendrá que decir.
—Ay, Mario, otra vez; deberías aceptar que soy suya sin tanta reticencia, no acabas de entenderlo, dices dueño y te lo imaginas como algo opresivo y truculento.
—No sé si será truculento, pero es de suponer que si es tu dueño tiene cierta autoridad sobre ti, de hecho ya la ha demostrado.
—No te vas a quedar tranquilo hasta que lo digas.
—No mueves un dedo sin pedirle permiso.
—Eso no es cierto.
—Cuando llegaste con la oferta de Gerardo y me convenciste de aceptarla te faltó tiempo para llamarle, ¿qué habría pasado si no le hubiera parecido bien? Te lo digo yo: estaríamos en el chalet que nos ofreció en primer lugar. Cariño, haces lo que te ordena no sé si tu dueño, tu jefe, o tu papá incestuoso.
—Te podías haber ahorrado eso último.
—¿Vas a decir que es mentira?
—Tengo obligaciones con él, es cierto, pensaba que tenías mejor asumida la figura de Tomás.
—Y la tengo, en serio, solo que en algunas situaciones como esta, me plantea dudas.
—Pues aclarémoslas, venga.
—La figura de jefe, amante y padre…
—Vale ya con eso. —le advertí de malos modos.
—¿Es que no voy a poder mencionar la relación incestuosa que os une? Parece que te avergüenza.
—En absoluto, pero si entre nosotros nunca se pronuncia la palabra padre o papá, no vas a ser tú quien lo haga, ¿lo has entendido?
—No quería molestarte, lo siento, no volverá a pasar.
—Eso espero, o evitaré contarte esa parte de nuestra relación.
No estaba enfadada aunque lo pareciera; estaba dolida porque tuviera esa facilidad para cruzar la línea de lo que sabía que me podía afectar.
—Mejor lo dejamos.
—No pasa nada, prefiero terminar de aclarar tus dudas, yo no soy de aplazar las cosas como tú.
—Ese dardo iba envenenado.
—No seas pesado, sigue.
—Decía que, si es tu dueño, te impondrá ciertas restricciones, eso es algo de lo que nunca hemos hablado. ¿Las hay?
—En qué estás pensando.
—Imagino que hay cosas que no le gustan y que te habrá prohibido y no me has dicho.
—¿Por qué lo supones?
—Porque te conozco. ¿Ves?, lo sabía.
—Tomás no me prohíbe nada, pero sé lo que prefiere y no me cuesta nada darle un capricho.
—¿Por ejemplo? —suspiré resignada a pasar por aquello.
—El vello del pubis. No quiere que lo lleve rasurado, por eso lo he vuelto a dejar crecer.
—¿Y si yo te pidiera que te lo afeitases?
—Mario, por favor. —le rogué como si le hablase a un niño.
—Qué más.
—Qué más… A ver… Los pendientes, por ejemplo. No le gustan los aros grandes, los pequeños los tolera pero los grandes, nada. Y los. que cuelgan demasiado tampoco.
—Lo he notado, ¿cuánto hace que no te pones los que te regalé por nuestro aniversario?, ¿sabes los que te digo?. Sí, claro que lo sabes. Venga, qué más.
Estaba consiguiendo cansarme con tanto interrogatorio.
—¿No te has dado cuenta de que llevo las uñas más largas?
—¿Es por él? Me había fijado, pero no pensé que… joder.
—¿Qué pasa, no te gusta?
—Sí, claro que me gusta, podías habérmelo dicho.
—Qué más da. Tampoco le gusta que use pantalones.
—Pero a mí me gustas con pantalones, te hacen un culo de infarto.
—Y los sigo llevando, pero no cuando le voy a ver. Escucha, no me estoy plegando a su criterio, son pequeños detalles, solo trato de complacerle, nada más.
—¿Alguna otra cosa?
—No… no, nada más.
—¿Seguro?
Mario detectó lo que ninguna otra persona me hubiera notado, una combinación entre duda y malestar en mitad de un breve silencio; nadie lo habría notado salvo él.
…..
—Ah, Dios, qué me haces.
Estaba desmadejada, después de alcanzar un segundo orgasmo en la boca de Tomás no tenía fuerzas, sin embargo él seguía besando con ternura los alrededores de la vulva que no cesaba de emitir latidos como los truenos aislados cuando la tormenta se aleja.
—Cariño, para; para, por favor, no puedo más. —le supliqué, seguía con las piernas flexionadas y abiertas para darle libre acceso a toda mi intimidad, su lengua había explorado cada rincón sin perder ni un detalle, dedicándose a mí con esmero y delicadeza, bañando en saliva y con mis propios jugos el periné para hacerme desear el encuentro con el pequeño esfínter que ya latía al mismo ritmo que marcaba mi coño, Tomás era un artista manejando la punta de la lengua y si conseguía maravillas en el clítoris, no se quedaba atrás haciendo que el pequeño músculo respondiera a su llamada. Nunca pensé que pudiera caer en un éxtasis tan profundo solo con el dialogo entre el ápice de su lengua y la pulsión del potente esfínter. Él lo conseguía, orgasmos anales intensos como nunca había sentido. Estaba desfallecida y él seguía extasiado a un palmo de mi sexo.
—Es precioso.
—¿Qué es precioso?
—El paisaje que tengo delante.
—Bobo, lo que hay que hacer ahora es cambiar las sábanas, están empapadas.
—Me pasaría horas mirándote.
—Anda, levanta, debería lavarme, y tú también, te he puesto perdido
—Tienes el clítoris inflamado, me está llamando.
—Cariño… Aaah… para.
Un beso inesperado en la sensible punta me elevó al cielo.
—¿Sabes lo que me gustaría?
—Dímelo.
—Adornarlo, con una piedra preciosa, en realidad con dos, gemelas, una más pequeña abajo. Quedaría tan bonito….
—Estás loco, cómo se te ocurre.
—Encargaré el juego completo, para el clítoris, para los pechos y para el ombligo. Ah, y unos pendientes a juego. Y un anillo. Eres una joya de mujer y así serás una joya completa. ¿Te imaginas? Vas a estar divina. ¿qué te parece?
—No sé, es un lugar muy delicado, he oído cosas… no me gusta la idea.
—Y una gargantilla, y una pulsera. ¿Qué cosas?
—Chicas que han quedado insensibilizadas después de hacérselo, infecciones… no, no me apetece.
—Porque se lo habrán hecho sin garantías. Te voy a llevar a la clínica de un amigo, no tendrás ningún problema, sabes que puedes confiar en mí.
—Confío en ti, pero de todas formas….
—No se hable más, olvídalo.
Seguimos sin la menor muestra de malestar por su parte; eso es lo que más apreciaba de él, que jamás me coaccionaba. Estábamos descansando, intentando recuperarnos porque él aún no había tenido su parte, pero a mí no se me iba de la cabeza. Recordaba mi experiencia con Piera en los lavabos del club, la impresión que me causaron sus pezones anillados, el roce en mis dedos, su mano guiando mi cabeza, el sabor de su sexo, el contacto de la joya en mi boca.
«Demasiada humedad sin nada que la contuviera, pensó cuando se limpió tras orinar. Se ajustó las medias y se colocó el vestido; fuera del reservado se miró al espejo. Le dolían los pies, demasiadas horas con tacones. Se arreglaba un poco el cabello cuando entró Piera.
—¡Por fin coincidimos! Estás tan solicitada que no hemos podido charlar ni un minuto —Carmen detecta el acento italiano más acusado que el de Doménico.
—Es verdad, aunque tú tampoco has estado desatendida.
—No me puedo quejar —se acercó a un espejo, sacó del bolso un pintalabios y comenzó a retocarse. —¿qué tal, te gusta esto?
—Sí, es… no sé, no lo había imaginado así.
—¿Ah, no? ¿y cómo lo esperabas?
—No tenía una idea preconcebida.
—Me extraña, Domi tiene una cierta tendencia a exagerar.
Piera pierde la sonrisa, la mira profundamente
—Doménico tiene muchos planes para ti —Carmen no puede aguantarle la mirada, sabe que se está sonrojando —y creo que tú estás de acuerdo, è vero?
—No sé…
Piera apoya la cadera en el lavabo, la mira, Carmen no puede sustraerse por más tiempo a la intensa mirada de la joven italiana, se siente intimidada, ¿por qué? no es mujer que se acobarde fácilmente.
—Mira —dice señalándose el pecho.
Carmen ve el relieve del pezón, observa un pequeño círculo alrededor, la mira a los ojos, Piera toma su mano con suavidad, sujeta la parte alta de los dedos y hace que palpe con las yemas el contorno. No ha puesto ninguna resistencia y ahora ya es tarde, siente el tacto duro de un objeto redondo, un aro que cuelga del pezón y lo atraviesa; el rubor le caldea las mejillas. Se abre la puerta del baño. Antes de que pueda reaccionar Piera ha ejercido presión, la suficiente para que no pueda retirar la mano, se ha adelantado al pudor. Entra una chica, la ha visto antes aunque no recuerda el nombre, las mira, se encierra en un reservado. Piera la observa con insistencia y la mantiene férreamente pegada a su pecho mientras la chica sigue dentro. Suena la cisterna y se abre la puerta.
—Ciao, Silvia —dice Piera en tono desenfadado. La chica saluda, Carmen no se atreve a mirarla, tiene los ojos clavados en Piera.
—Ven —la toma de la mano y la lleva hacia el cubículo del que ha salido Silvia.
—No…
—Vamos.
—No es el lugar, ni el momento —dice, apenas se la escucha.
—¿No es el lugar, por qué?, ¿porque es un lugar sucio? Tú y yo somos unas chicas sucias y hacemos cosas sucias.
Carmen respira agitadamente, no puede apartar los ojos de ella.
—Es un lugar sucio, sí, es lo adecuado, ven.
Entra, le arden las mejillas, apenas caben las dos, la mirada no es como la de Irene, es lo primero que piensa. Piera desliza uno de los tirantes del vestido y descubre el pecho, es más grande que el de Irene, más grande que el suyo; el pezón, sobre una areola pequeña y oscura, es grueso, está atravesado por un aro dorado, está hinchado. No puede apartar la vista.
—Tócalo, vamos tócalo —insiste ante la parálisis de Carmen, por fin, acerca la mano y roza la joya con los dedos como si se fuera a romper si lo toca demasiado —. Sin miedo.
Pone la mano sobre la suya y la guía, hace que lo recorra y le provoca un temblor, le hace mover la joya arriba y abajo y girar el aro dentro del pezón.
—¿Te gusta?
—Sí —apenas se escucha su voz.
—Mírame, ¿te gusta?
La mira a los ojos, está conmocionada.
—Sí. —Piera desnuda el otro pecho, le muestra el piercing idéntico, Carmen mira a uno y otro pecho, su respiración se asemeja a un jadeo.
—¿Quieres tener unos iguales?
—Sí.
—Pídeselos a Doménico.
Calla, sigue mirando los pechos de Piera, no ha dejado de tocar el piercing; roza el pezón, sin darse cuenta ya es una caricia lo que está haciendo.
—¿Lo harás, se lo pedirás? —Carmen parece salir de un trance.
—Sí.
Piera le aparta la mano, sonríe, no se cubre, escuchan la puerta abrirse, el baño se llena de voces. Carmen se altera, Piera se lleva un dedo a los labios pidiéndole silencio, cuando las voces salen del baño exagera el alivio, luego la mira y con un gesto de travesura se sube el vestido hasta la cintura y se quita el pequeño tanga, Carmen descubre el pubis rasurado, el vientre plano; un ahogo le impide respirar, mira su desnudez de una manera diferente. Piera sube un pie al borde de la taza y se separa los labios.
—Mira.
Sobre su grueso clítoris aparece una pequeña piedra de color verde intenso sobre una base plateada; por debajo, otra igual de menor tamaño.
—Agáchate, lo verás mejor; vamos, agáchate.
Se arrodilló sin pensar en el lugar en el que estaba. La visión de aquella joya atravesando el clítoris la tenía trastornada, el órgano parecía inflamado. Sin darse cuenta su foco se amplió a todo el sexo de la mujer, el brillo acuoso que humedecía los labios que mantenía separados con sus dedos atrajeron su atención, el color rosado del coño y el aroma que comenzaba a llegar a su olfato, ese olor, empezaba a afectarle. La miró, Piera le sonreía consciente de lo que le estaba sucediendo.
—¿Te gusta?
—Mucho.
—Tócalo.
Carmen dudó.
—Vamos, no seas tonta, tócame.
Ese matiz, ese cambio sutil en la frase hizo que se sonrojase y bajase la mirada.
—¿Te gusto, verdad?
No respondió, no podía responder, llevó los dedos hasta rozar la joya que atravesaba el clítoris, lo movió como había hecho con el piercing que adornaba el pezón.
—¡Aah! Quieres hacer que me corra, ¿eh, putita?
—No, yo…
—Vamos, tócame si es lo que quieres.
Carmen deslizó los dedos un poco, solo un poco hasta que sintió la tibia suavidad de la carne húmeda. Tropieza con el erecto clítoris, lo roza y escucha el gemido, la mira, tiene los ojos entreabiertos, sonríe, coge la joya con dos dedos, con sumo cuidado y la mueve, prueba a deslizarlo por el finísimo canal que atraviesa la delicada zona. Unos dedos enredándose en su melena le agradecieron la atención.
—Sigue, no te detengas.
Cómo no seguir, esa joya la atrae, la hipnotiza, ese aroma de hembra que acaba de probar hace unos momentos con Irene por primera vez la vuelve loca. Toca con extremo cuidado el pequeño falo que se yergue ante ella y la mujer que se ofrece exhala el aire de sus pulmones por la nariz. Repite el contacto y ve el tremor que provoca en los muslos perfectos de su amante, nuevos brillos brotan del sexo que tiene ante su rostro, el aroma se intensifica, deja que los dedos improvisen, recorre los pliegues que se muestran ante sus ojos, recibe el flujo que mana gracias a sus caricias y se lo lleva a la boca. No puede más, gatea, se aferra a esos muslos y prueba a tantear la joya con cuidado, con sumo cuidado, no quiere herir a su maestra. Cierra los ojos, en realidad se le cierran solos, muere de placer, liba el néctar que fluye abundante de la flor que tiene en los labios, bebe, besa, besa, bebe, juega con la joya, su lengua provoca jadeos allá arriba en esa garganta que apenas puede contener los gemidos que no deben ser escuchados afuera, donde vuelven a oírse pasos, voces.
Y cuando consigue arrancar el orgasmo a la italiana hermosa que debe guiarla en el arte del libertinaje, esta la levanta del suelo la mira a los ojos y se funden en un beso apasionado.
—Cara mía, ahora entiendo que Doménico esté tan perdidamente loco por ti, llevo toda la noche sin poder apartar la vista de ti.
—¡Oh Piera!
Se abrazan, Carmen está sobrepasada por las emociones. No es capaz de procesar lo que siente; Irene, Piera… es mucho más intenso que cualquier otra experiencia que haya tenido hasta ahora. Y eso la emociona y a la vez le asusta
—Estaremos juntas este fin de semana, tendremos tiempo de conocernos.
Se funden en un beso intenso, Piera parece a punto de caer en otro éxtasis.
—¡Dios, qué me has hecho! —ríe y Carmen se une a su risa, se abrazan.
Caminan juntas cogidas del brazo, Piera la guía hacia Doménico que conversa con Mahmud y otros. Algo ve en ellas que le hace abandonarlos y sale a su encuentro.
—Ya está —dice Piera, Carmen se inquieta, ¿qué quiere decir, por qué se entienden entre ellos?
Piera aprieta el brazo con el que la sujeta, la mira, se acerca a su rostro y le susurra.
—Díselo, anda, díselo.
No sabe a qué se refiere, le basta un segundo, le basta ver sus ojos, su sonrisa para comprender.
—Pídeselo —le insiste.
Mira a Doménico, ahora lo entiende, el encuentro en el baño estaba amañado; no importa, ha sido tan hermoso; pero no, no puede.
—Vamos, pídeselo, lo estás deseando —se acerca al oído y le susurra unas palabras, Carmen se sobresalta, la mira asustada—, vamos ¿no es lo que deseas?
Respira agitadamente, siguen cogidas del brazo, sus ojos expresan el morbo que la domina. Sus planes de independencia han saltado hechos añicos, de nuevo se sabe sometida, Piera vuelve a acercarse al oído y repite la frase, Carmen entorna los ojos, la pasión puede con ella. Cuando vuelve a abrirlos…
—Quiero que me perfores el coño.» (1)
Le hice una de mis mejores mamadas, no solo porque lo deseaba, no solo porque le quería con locura, sino también porque el recuerdo de aquel sexo anillado en mi boca no se extinguía. Después, acurrucada en su pecho, se lo dije:
—¿Conoces a Piera, la amiga de Doménico?, es igual. Trató de convencerme para que me pusiera piercings cuando aún no los llevaba. Fue una noche en el club, antes de conocerte; me enseñó el que lleva en el clítoris. Me impresionó, reconozco que resulta muy excitante. Déjame pensarlo, no te prometo nada.
—No quiero que me prometas nada, cariño.
…..
No, no podía contárselo, aunque nunca lo llegara a hacer realidad no podía contárselo; porque sería darle munición para despertar una de sus fantasías que por ahora estaba bien controlada.
—Nada más.
—Te conozco, hay algo que no me cuentas.
—Qué va, anda déjalo ya. Venga, ¿por qué no preparas una ensalada?, tengo hambre.
—No, mejor vamos a cenar al pueblo.
La cena
—Limoncello, ¿y tú?
—¿Tenéis grappa? ¿Sí?, perfecto.
Cuando ya desesperábamos de encontrar un lugar donde cenar sin tener que hablar a voces entre nosotros, vimos un italiano en una bocacalle apenas iluminada que, en cualquier otra ocasión, nos habría pasado desapercibido. Ristorante Palermo. Torcimos la esquina, bajamos la pendiente y echamos un vistazo. Desde fuera no tenía mala pinta; pocas mesas, alguna libre y en la barra una camarera que andaba atareada en preparar las bebidas de una comanda. Entramos, el local era lo que estábamos buscando; bien decorado con grandes fotos en blanco y negro de las estrellas del neorrealismo, conversaciones en voz baja y una música ambiental poniendo el fondo adecuado; nos gustó y esperamos a que terminara de servir una mesa.
Cenamos bien, sin alardes, lo justo para culminar un día agitado. No pedimos postres; due cappucci y los licores obsequio de la casa sirvieron para cerrar la velada: limoncello para mí, grappa para él. No teníamos prisa, se estaba tan bien.
—Ahora te toca a ti.
—¿A mí?
—Yo te he contado todo, ahora te toca.
—Tú dirás.
—Por qué no empiezas por el principio. A qué vino esa salida de tono cuando te estaba acariciando, me sentó fatal.
—Ah, eso. Lo siento, traté de disculparme pero no me diste la oportunidad.
—Es que las cosas no pueden ir siempre a tu ritmo, no esperaba ese arranque de genio cuando estaba empezando a… En fin, es igual, lo que quiero saber es qué te pasó para que no pudieras seguirme.
—Te lo dije, me sentía cohibido por Santos.
—¿Por qué? Como si fuera la primera vez que lo hacemos delante de alguien.
—No es lo mismo, estábamos en un espacio cerrado, en un barco, teníamos que convivir con él, me resultó muy violento.
—Joder, Mario, no lo entiendo, ¿sabes lo que sentí?, que me dejabas sola, y no es la primera vez.
—¿A qué te estás refiriendo?
—Piensa: tu mal humor repentino, que estropees un momento de intimidad sin motivo y rompas el clima. ¿No te recuerda nada?
—Si quieres decir algo, dilo, no te andes con rodeos.
¿De verdad no sabía a lo que me estaba refiriendo? Entonces, ¿por qué se había puesto a la defensiva? Tal vez era un error sacar un tema que ya estaba cerrado. Mejor sería no mirar atrás por mucho que su arranque de genio me hubiera devuelto a un tiempo que nos cambió la vida.
—No nos desviemos, estamos hablando de lo que ha pasado en el yate. Lo que quiero saber es por qué te ha molestado tanto la presencia de Santos como para interferir en nuestra conducta, es lo que no entiendo, Mario, no es propio de ti.
—¿Tan importante es para que tengamos que tener ahora esta conversación? Ya ha pasado, te he pedido perdón, de verdad que lo lamento.
—Eludir el problema no es la mejor forma de solucionarlo, tú lo sabes.
—Mira Carmen, la travesía no ha salido como esperábamos, en gran parte por mi culpa; pero también ha sido responsabilidad tuya y eso precisamente es de lo que no quiero hablar.
—Ya estás como siempre, evitando el conflicto. Es ahora cuando debemos tratarlo porque si no, lo que haremos será darle vueltas y más vueltas y arrastraremos el malestar.
—No vas a dar tu brazo a torcer, ¿eh? Está bien, Santos no me cae bien, es el clásico tipo arrogante que se cree alguien por estar al mando de un barco. Desde que subimos a bordo te miró como si fueras una pieza a la que dar caza, solo cuando veía que le estaba mirando disimulaba pero en cuanto me descuidaba te comía con los ojos. No como otros hombres, hay algo diferente en él que no me gustó desde el principio. Por eso no estaba cómodo cuando empezaste a meterme mano. Reconozco que reaccioné mal, pero tú tampoco me diste la oportunidad de explicarme, te fuiste a nadar y cuando lo intenté de nuevo me dejaste con la palabra en la boca. Con esa actitud era difícil que pudiéramos aclararlo; entonces volviste en otro plan, pensé que te habías calmado.
—Claro, esa es la solución, esperar a que se me pase el sofoco. De verdad…
—No me has entendido.
—Te he entendido de sobra. Las hormonas, la histeria… lo de siempre.
—Lo que quieras, el caso es que te quitaste el sujetador para tomar el sol y a mí no me pareció adecuado, puede que estuviera equivocado pero es lo que pensé y te lo dije, no te sentó bien.
—Porque insistías en lo mismo, en tratar de que nos contuviéramos, y yo, que andaba quemada por lo que habías hecho antes, me rebelé.
—Y soltaste una frase que daba qué pensar.
—Te pedí que dejases al patrón en paz, que esa clase de empleados de confianza ni ven, ni oyen, ni hablan; ya vi que te extrañó, no fui capaz de darte una explicación porque ni yo misma la tenía, no sabía de dónde había sacado esas palabras, tardé en recordar que fue Gerardo, cuando nos ofreció el yate, el que dijo que no me preocupase por él, que era ciego, sordo y mudo.
Tenía la boca seca, mi vaso estaba vacío y bebí un sorbo del suyo.
—Tengo la certeza de haberlo oído antes, no preguntes cuándo, no tengo ni idea, pero estoy segura de que no es la primera vez que lo escucho; desde entonces no paro de darle vueltas porque, no es solo que me resulte familiar, sino que evoca una reminiscencia que no consigo recuperar por mucho esfuerzo que hago.
—Ya lo vi, llegué a pensar que tratabas de ocultarme algo.
—Cada vez que intento recordar cuándo lo he escuchado no consigo sino agobiarme, es frustrante.
—No deberías forzarte, ya saldrá.
—Sabes cómo soy, no puedo evitarlo. He pasado toda la travesía dándole vueltas y…
—Y qué.
—Hay algo más, algo que tiene relación con esa frase. Convivir con Santos en el barco no me ha dejado indiferente, no en el sentido que piensas, es… la estructura.
—No te entiendo.
—Yo tampoco, no creas, no estoy muy segura de lo que quiero decir. Tengo una intuición; de alguna manera está… cómo lo diría, bloqueado, no puede acercarse a mí aunque quiera, haga lo que haga, ¿entiendes?, no es solo que no vea, no oiga y no hable de lo que pase en el barco sino que no puede tocarme un pelo aunque lo desee.
—A dónde quieres ir a parar.
—Es… es un modelo de conducta similar a la de un esclavo que no toca las posesiones del amo.
—Y aunque así sea, ¿qué tiene que ver contigo?
—No lo sé, no lo sé; pero tiene que ver conmigo, y he estado tratando de averiguarlo hoy.
—¿Por eso has hecho lo que has hecho?—¿Qué es lo que he hecho?
—Provocarle, Carmen, provocarle, desde el minuto uno, a partir del cabreo que te pillaste.
—¿Crees que he actuado por despecho?
—Llámalo como quieras, reaccioné mal, te grité, fastidié un momento especial. A partir de ahí se fue todo a la mierda; si lo llego a saber le habría dicho que regresara a puerto.
—Yo también lo pensé, no creas.
—No hiciste nada por arreglarlo, intenté disculparme y me ignoraste, es como si quisieras castigarme.
—¿Cuándo he hecho yo eso? No paras de sorprenderme.
—Es lo que parecía: te pusiste en top less y no volviste a cubrirte, y después de la aparición de los delfines estuviste a su lado sin hacerme ni caso, parecía que te lo ibas a comer. Y qué decir del polvo, sabías que estaba fuera, le oímos pasar y empezaste a gritar como una loca. Vamos, Carmen, querías que te escuchara.
—¿Y si fuera así, qué? ¿no hemos hecho lo mismo otras veces en otros sitios?
—No es lo mismo, no tenemos que convivir con los que nos escuchan.
—Joder, Mario.
—Y luego vas y te pones ese bikini.
—Que habías colado tú en la bolsa.
—Lo sé, ya me lo has dicho. Y cuando voy a buscarte te encuentro en pelotas y al puto Santos delante listo para…
—Para qué, ¿para follarse a tu mujer? Ahora te van a entrar escrúpulos porque un marino se tire a tu esposa, no fastidies. Y te hirvió tanto la sangre que me hiciste un guiño y te fuiste a nadar; no veas cómo quedaste.
—Lo sé, como un cornudo.
—Vas a decir que te disgusta.
—Esa no es la cuestión.
—De acuerdo, lo reconozco, le he provocado y mucho. No me mires así; además, no ha pasado nada y eso que le he dado motivos.
—Motivos, para qué.
—Para… no sé, estaba segura de que no iba a pasar nada.
—¿Y si hubiera pasado? Ya, tampoco es tan distinto a lo que has venido a hacer con su jefe.
—No iba a ocurrir, lo sabía, pero necesitaba comprobarlo, necesitaba pasar por ello.
—Es decir, que lo que has estado haciendo, los arrumacos pidiéndole que te contara cosas de los delfines, la sesión de fotos, tu exhibición en pelotas, ha sido para verificar si la fiera está bien amarrada.
—No seas cruel.
—Perdona, creo que la que has sido cruel con Santos eres tú.
—¿Porque me quedé en bolas?, ¡si fue él quien lo propuso! ¿Qué pasa, qué te hace tanta gracia?
—Es la primera vez que te oigo decir «bolas».
—Lo dicen las chicas, Lorena lo dice mucho, ¿qué pasa?
—Pareces una adolescente. Repítelo.
—Sí, claro.
—Venga.
Me sujeté los pechos desde abajo e inicié un balanceo sugerente.
—Mira qué bolas, ¿te gustan?
Los de la mesa de al lado nos miraron y se rieron entre ellos, Mario me reprendió, vaya día que llevaba. Al menos la broma había servido para rebajar la tensión.
—Quería ver si descubría algo en mí.
—No sé qué pretendes descubrir poniendo en apuros a un hombre que se juega el puesto si se le ocurre tocarte.
—No lo entiendes, ¿verdad? No es un capricho, he tratado de reproducir la misma escena que me viene a la cabeza cuando escucho esa frase y no consigo ubicar, porque si lo intento se desvanece.
—¿Y lo has conseguido?
—No.
—¿Y si se lo cuenta a Gerardo?
—No lo va a hacer, sería su palabra contra la mía.
—Cariño, Santos es su perro fiel, tú solo eres el capricho del amo.
—Un capricho por el que paga quince días en una villa de lujo incluido el uso de un yate y un deportivo a cambio de cuatro noches. No me subestimes, Gerardo me valora y él lo sabe. No lo hará, conozco a los hombres.
—Lo siento, no quería decir eso.
—Está bien.
Apuramos los licores, yo aproveché para encender un cigarrillo.
—Qué es lo que dices que se te viene a la cabeza.
—Una escena borrosa, inconexa. Veo a un chofer en un auto enorme aparcado, podría ser una limusina. Estoy desnuda en el asiento trasero, no sé por qué ni con quién, necesito limpiarme o mancharé la tapicería. El chofer me ofrece pañuelos de papel, yo los uso sin ningún pudor, los primeros se empapan tanto que terminan por desgarrarse y me mojo los dedos, los envuelvo en otros, él me da más y continúo limpiándome bajo su mirada, no hace otra cosa salvo observarme. No sé quién es, lo que sé es que no puede tocarme. Es, es muy confuso.
—Desde cuándo tienes esa escena. —Mario cambió de registro, el psicólogo entró en acción y lo di por bueno.
—Apareció después de que te dijera esa frase, comencé a buscar el origen y surgió de repente.
—¿No recuerdas con quién estabas?
—Tengo un apellido: Arnau, Arnaiz o algo parecido y el nombre tiene una G, estoy segura: Germán o Guzmán, aunque también se me cruza otro nombre: Alfredo, no sé más, ni siquiera sé si es real.
—¿No lo sabes?
—No estoy segura, creo que es real, que no lo he imaginado; pero no veo a nadie más y me parece tan vago…
—¿Tampoco sabes cuándo fue, o dónde?
—Si intento recordarlo se apaga, es agotador,
—Tuvo que ser antes de Semana Santa.
—Te digo que no lo sé, no insistas.
—A lo mejor te dieron algo y por eso no lo recuerdas.
—Tomás lo sabría.
—¿Y si no fue a través de Tomás?
—¿Qué estás queriendo decir?
—Nada, no lo sé, estoy especulando, ¿y si es anterior a Tomás o son personas que has conocido en otro sitio?
—Me crees capaz de… sí, ya veo que me crees capaz de cualquier cosa.
—No estoy diciendo eso, solo digo que esa época fue un tanto oscura y puedes haberlo olvidado.
—Tú qué sabrás.
—Piénsalo, ¿te parece que lo has imaginado?
—No. —respondí tras un largo silencio.
—¿Qué le aconsejarías a un paciente si te contase algo similar? Haz lo mismo, no te fuerces, trabájalo pero sin presiones. Deberías tomarte un descanso, podemos tratarlo más adelante; estoy aquí, puedes contar conmigo.
—Ahora entiendo mejor la angustia que sienten los pacientes que no consiguen recordar, no es lo mismo observar su ansiedad que vivirla en primera persona.
Una nueva vía
—Supongo que ahora que tienes una nueva vía abierta…
—¿mmm?
—Perdona, estabas dormida.
—mmm…
….
—Digo que… ahora que has descubierto lo del automóvil y el chofer y eso...
Me puse boca arriba, estaba claro que no iba a dejarme dormir.
—Qué.
—Lo siento, es que no consigo conciliar el sueño. —Y para compensar, me besó el hombro.
—Por eso me despiertas, mal de muchos…
Se apretó a mi costado. Era una noche calurosa, dormíamos sobre la cama sin sábana, sin nada, porque no nos gusta dormir con aire acondicionado; las ventanas abiertas no conseguían refrescar la habitación, tal vez cuando llegase la madrugada notaríamos entrar la brisa. El calor no impedía que estuviéramos piel con piel, rozándonos, tocándonos, porque si no, nos falta algo.
—Es que le sigo dando vueltas a lo que hemos estado hablando.
Terminé de bostezar antes de poder preguntarle.
—A ver, cuéntame qué es lo que nos ha quitado el sueño.
—Tonta. Estaba pensando que, ahora que has encontrado una vía de investigación bastante interesante, puede que no necesites continuar la que tienes en marcha.
—Dilo con claridad.
—Lo que has descubierto sobre ese automóvil es lo más sólido que has tenido hasta ahora, por primera vez manejas una secuencia de hechos y unos posibles actores. Dime qué tenías antes, nada, una pesadilla de tu pubertad con la que te has lanzado a la prostitución. Pienso que esto es más serio, tanto como para que te plantees abandonar la vía actual y te dediques a investigar a fondo de una manera más, digamos… profesional.
Encendí la lámpara de la mesita y apoyé la espalda en el cabecero.
—En pocas palabras, me sugieres que abandone la carrera de prostituta y vuelva al laboratorio a estudiar de una forma canónica los indicios que han aparecido, ¿es eso?
—Bueno, dicho así, suena un poco…
—Te diré lo que pienso: primero, lo que me lanzó a la prostitución no fue aquel sueño infantil que te confié sino lo que tú hiciste con él: la terapia de puta. El resultado de ese arriesgado experimento que ensayaste conmigo soy yo, la que soy ahora. Mírame, soy tu producto, no tergiverses las cosas. Por lo demás, mi vida de prostituta avanza en función de los dos; si no, carece de sentido, no hace falta que le des tantas vueltas, si no vamos juntos en esto, se acaba, yo puedo dejarlo en cualquier momento, lo que dudo es que ese sea tu caso. Mira, Mario, desde que esto comenzó te comportas como lo haces con el alcohol.
—¿Me estás llamando alcohólico?
—No, en absoluto; pero nuestra relación con el alcohol tiene diferencias sutiles, igual que con el sexo. Si un fin de semana no hay ginebra en casa, no pasa nada, puedo pasar sin tomarme un gin tonic, es que ni lo pienso. En cambio tú, como no quede Jack Daniels tienes que salir, si o si, a comprarlo, y si por la razón que sea no lo consigues, no voy a decir que entres en un estado de ansiedad, pero poco te falta. Con el sexo ocurre igual, a mí me gusta, me vuelve loca, pero puedo prescindir de él unos días, tú sin embargo te obsesionas hasta convertirlo en algo que roza la dependencia y lo que es peor, arrastras contigo a quien tienes cerca.
—¿Es lo que he hecho contigo?
—Contéstate tú mismo. Piensa tranquilamente si serías feliz con la mujer que era antes de convertirme en la que soy ahora. Cuando lo tengas claro, hablamos
—¿Tú podrías?
—Pensé que me conocías mejor, que realmente creías que estoy inmersa en un experimento. Si decides que sí, tomaré en cuenta tu propuesta y me lo plantearé. Tiene sentido.
—¿Y Tomás?
—Tomás, Tomás, siempre con lo mismo. Si llegamos a tomar esta decisión tendré que hablar con él; no solo lo entenderá sino que se alegrará, nunca quiso esto para mí. Piénsalo, tómate el tiempo que necesites pero no te equivoques.
Fin del capítulo
(1) La escena corresponde al capítulo 79 “Decepciones, ilusiones” publicado el 11 de Julio de 2014
Porque no iba a estar esta noche he tenido que adelantarlo todo. Aquí lo tenéis. Disfrutad a Ana Belen al tiempo que leeis.
ResponderEliminarPrimero felicitarte por los quince años.
ResponderEliminarDarte las gracias y decir que a mí y creo a muchos nos tienes enganchados, y que espero que continúes mucho tiempo disfrutando y haciéndonos disfrutar.
Y ahora, a leer.
Felicidades Mario, es un lujo seguirte y comprobar que los años no hacen sino mejorar el diario. Gracias por tu trabajo y por el cariño que le pones. Leer hoy el capítulo escuchando a Ana Belen ha sido todo un detalle por tu parte.
ResponderEliminarY el prólogo da mucho en que pensar. ¿es cosa mía o suena a despedida?
ResponderEliminarImpresionante capítulo, me alegro mucho de haberte hecho caso Mario y haber leído el capítulo, este capítulo me ha hecho apreciar más a mis compañeros de comentarios y lectura, acertasteis con lo que Mario sentía por Santos, me a decepcionado que Santos no haya caído en brazos de Carmen, solo mi pelirroja a conseguido excitarme al grado que lo a hecho la Carmen del principio del capítulo.
ResponderEliminarNo me a gustado la actitud de Sabmntos creyéndose más que Mario y me a gustado como este le a puesto en su sitio con educación y sin perder los nervios.
Pobre Santos pensando que el salvará a Carmen de un marido que no la satisface, Carmen es una mujer hipersexual, en el mejor sentido de la palabra. Estoy convencido que se comería a Santos con patatas, espero que ese encuentro se de y pueda ver en sus propias carnes el error de subestimar a una mujer como Carmen.
Entiendo que no quiera contar a Mario el episodio vivido con Piera, si lo sabe la enbarca en otra de sus obsesiones seguro.
Te felicito por el 15 aniversario, espero que dentro de 15 años yo tenga la misma ilusión con mis relatos, que tu demuestras por tu chiquitín que es este relato, me a sabido a poco, y eso que es un capítulazo en todos los sentidos.
Un abrazo muy fuerte para Carmen y para ti Mario, por habernos hecho un regalo como este relato.
Yo no creo que sea una despedida, pero, puede pasar que en un momento necesite tomarse un descanso, a mi me a pasado en mis relatos y no llevo 15caños al pie del cañón.
ResponderEliminarEnhorabuena Mario. Sigo tu historia desde el primer capitulo hace ya quince años... Intuyo que tu relación con Carmen sigue siendo buena... Julia y yo agradeceríamos que dejaras caer algún comentario sobre vuestra relación en la actualidad. Abrazos cordiales. Solitario. Julia y Pablo.
ResponderEliminarUn gran relato, y un más que digno colofón a quince años de historia. En cierto modo, una síntesis de la evolución de los dos protagonistas, con una variación a un tema ya abordado en Carmentxu. El comienzo de este relato tiene un cierto regusto añejo, pues la compra del bikini evoca lo narrado en los primeros episodios.
ResponderEliminarA modo de crítica, creo que, en efecto, como alguien ha apuntado, puede resultar desconcertante las dispares de reacciones de Mario ante las aventuras de su esposa. Santos y Roberto encarnan, en cierto modo, el arquetipo de masculinidad tóxica, lo cual desagrada a Mario, y sin embargo con el primero alienta a su esposa a que acceda a su abuso y chantaje que conduce al filo de una violación, mientras que con el patrón de barco le asquea un simple flirteo. La personalidad de Mario parece fluctuar y adaptarse a las necesidades argumentales del momento.
Por otro lado, la maestría con la que Mario, el narrador, plasma las líneas de conflicto entre personajes y los distintos planos en sus siempre complejas psicologías, hace que el diálogo en el que Carmen charla con su esposo sobre lo sucedido en el barco. Obviamente, los diálogos entre ambos están dirigidos al lector, para informarle, y éste ya conoce bien lo acaecido, por lo que las explicaciones femeninas resultan redundantes.
Lo más positivo es el resto, casi todo, de entre lo cual yo destacaría la compleja jerarquía implícita en el juego de de dominación, formada por Tomás, Gerardo, Santos y la puta y el cornudo, valga la cruda expresión. Esta compleja red de poder y esta maraña de turbias sinergias sitúa a Diario de un consentidor muy por encima de la media de Todorelatos.
Como mujer, puedo fácilmente empatizar con la mezcla de atracción-rechazo que produce en Carmen esa masculinidad tóxica. Hay mucha sabiduría en la pluma o en el teclado del narrador, y una gran comprensión de la psicología femenina. La conclusión lapidaria “¿Sabes una cosa? Mi mujer ni se acordará de tu nombre” supone una gran síntesis de un momento efímero en el que una figura masculina lo es todo, y días después se convierte en nada.
Yo no creo que Gerardo, Santos o Tomás tengan el poder, Gerardo les a entregado a dos desconocidos, su mansión, deportivo y yate, solo por follar con Carmen.
ResponderEliminarTodos los machos alpha en este relato han caído rendidos a ella, fíjate lo que le dice Piera a Carmen Domenico esta loco por ti.
Seguro que Piera es una mujer con una belleza que rivaliza con la de Carmen, pero es Carmen quien tiene a Domenico a sus pies.
Santos un tío que se cree el superman de la tierra, hubiera terminado cayendo con Carmen, le soba el culo cuando la foto, es cuando Carmen le deja claro que demasiado tarde.
Tomás es otro que teniendo mucho poder es esclavo de la belleza de Carmen, si de verdad Tomás es el dueño de Carmen es un dueño nefasto, porque Carmen termina haciendo lo que quiere con el veneplacito de el.
Carmen terminará follando con Santos, Gerardo se la entregará estando ella delante y solo tendrá que que pedírselo mientras follan para que esté acepte sin rechistar.
No me estoy quejando al contrario, los hombres así me caen como una patada, tíos que se creen los reyes del mambo y son los primeros en deshacerse como un azucarillo.
He tenido que retirar el capítulo de TR porque, no sé qué ha pasado pero la maquetación daba pena. La acabo de revisar por si era cosa mía y lo enviaré esta noche, lo lamento por quien ya lo había valorado y por quien lo había leído ya a primera hora. De paso he hecho alguna corrección de ultima hora tanto aquí como en el que voy a subir, ya me conocéis.
ResponderEliminarA mi alguna vez me a pasado Mario, en TR, jejeje contigo hemos encontrado petróleo, cuidas hasta el mínimo detalle y eso se nota.
ResponderEliminarA la gente le puede gustar más o menos el diario, pero lo que ninguno puede negar es la calidad narrativa y una escritura muy por rncima de la media que tiene el relato gracias a tu esfuerzo y meticulosidad.
El prólogo es muy duro, no parece una despedida, habla del paso del tiempo y me ha dejado jodido. Supongo que en algún momento esto se terminará y como dice Mario quedarán capítulos escritos que no leeremos guardados en la nube hasta que los administradores de Dropbox o la que sea decidan borrar la cuenta por falta de uso, es la marea alta que decía Mario borrando las huellas de los que pasaron. Me has jodido el día.
ResponderEliminarAparte de eso el capítulo es una pasada, los diálogos son tan reales que digo yo si no han sido escritos a cuatro manos. Esa mujer es mucha mujer y lo que hay es un derroche de amor y locura a partes iguales. Qué pasada.
Una hora de lectura y me han parecido diez minutos, ¿Cómo lo consigues?
Por cierto, reconozco que me equivoqué, estaba convencido de que Mario iba a parar lo que parecía que iba a pasar entre Carmen y Santos, no se me podía pasar por la cabeza que estos dos jugasen un juego tan enrevesado y que por poco le cuesta la vida a Mario. ¿Se lo contará alguna vez a Carmen o habrá esperado a que lo vea escrito en el diario veinte años más tarde?
ResponderEliminarAl leer el prólogo, me pareció que decía que en algún momento se tomaría un descanso, pero la presoectiva que comenta dosoctabas si que te deja desolado, entiendo que Mario no nos cuente todo, en quince años pasan muchas cosas y Mario necesitaría más de una vida para relajarnos todo.
ResponderEliminarDe momento el relato sigue adelante, el día que se acabe, nos quedará una profunda tristeza, pero también alegría de haber formado parte de esta historia como dice dos octavas llena de amor y locuras.
Felicidades por los quince años Mario.
ResponderEliminarBuena pregunta la de dosoctavas, si nos ponemos en la alternativa de que esto es un relato veridico, ¿habrá cosas de las que se entere Carmen al leer el diario veinte años despues? ¿le pasara Mario lo mismo, se enterará de cosas que escriba Carmen y que sucedieron entonces?
Demasiado bonito para ser verdad, yo soy de las que piensan que estamos ante una ficción magistralmente construída, lo cual no le quita ni un punto de calidad. pero por soñar que no quede.
No hay en todo Relatos, una historia que despierte en mi tanto interés, es como si a la vuelta de la esquina encontraré a Carmen, o a Mario, ustedes dos son como parte de mi familia, pero me da no sé que, yo se tanto de ustedes y ustedes de nosotros (los lectores) nada, pero bueno, la relación autor-lector es así..
ResponderEliminarEspero la continuación de la historia como un niño espera su juguete, o como mi esposo espera la pizza, su comida preferida.
Espero no ser tosca en las comparaciones chicos, pero me da tanto gusto leerles que son mis protagonistas preferidos, mis amigos lejanos e inalcanzables.
Les mando un beso a los dos, y les digo que la historia está rebuena!!! como decimos aquí en Argentina cuando algo nos gusta demasiado.
Un abrazo de parte nuestra con todo nuestro amor!
Juan Carlos y Laura.
Coincido en gran parte con el análisis de Eva, sin embargo me parece que los dialogos de Carmen no son redundantes, ya que desde mi punto de vista la visión de lo que sucede en la relación de pareja cuando ponen en común lo que ha sucedido, es decir, Mario conoce de primera mano las sensaciones de Carmen y los motivos que tuvo para actuar de la manera que hizo.
ResponderEliminarEl final del capítulo plantea una alternativa que no creo que ocurra, Carmen no va a abandonar su vida de prostituta, esta habituada a esa vida y Mario va a recular, le gusta demasiado la mujer en que se ha convertido ella. Puedo estar equivocada pero las señales me parecen claras.
Feliz aniversario, Mario Ojalá pudieramos leer todo lo que ha pasado en estos años, pero si en quince solo has escrito las vivencias de uno es evidente que no nos vamos a enterar de mucho mas.
ResponderEliminarDiscrepo de Apasionado, lo que a Carmen le importa no es que Mario se entere de lo que pasó con Piera sino de que sepa que Tomás quiere "adornarle" ahí abajo porque aparte de que le despierte sus fantasias, sabe que va a trabajar a favor de Tomás en eso como lo hace a favor de del barman sevillano con lo del tatuaje de la nueve. Mario es así, morboso hasta pasarse todos los límites.
Solamente agradecer el esfuerzo de seguir adelante para hacernos partícipes de tan magnífica historia. Siempre la lectura con un nudo en la garganta, con una erección, con mariposas en el estómago, es la señal del sentimiento bien transmitido a través de la escritura.
ResponderEliminarBrindo por todos estos años, y por el deseo de reducir los intervalos entre cada relato
Gracias Mario y Carmen
No quería decir eso Mia, lo que digo es que seguramente Piara sea tan hermosa como Carmen, pero Domenico pierde el culo por Carmen, aquí veo mucho machito como Santos prejuzgando y sintiéndose mucho mas que Mario, diciéndole te la voy a domar, no puedo con esos tíos, si llego a estar yo en vez de Mario me hubiera reído en su puta cara, en cuanto Carmen le ponga el coño en la cara este infeliz termina comiendo de su mano.
ResponderEliminarSe que intencion tenia Carme en al contarle eso a Mario, a mi no me parece una buena idea, una ex novia se puso uno en el clitoris y a las pocas horas tuvimos que subir a urgencias porque se le había infectado y tenia mucha fiebre.
Gracias Mario por los 15 años de relatos y espero y deseo disfrutar del diario por lo menos el triple. ¿Crees que con 45 años mas o menos lleguemos estar casi al día?
ResponderEliminarEl relato ha sido brutal, y a mi lo que más me gusta son las charlas aparentemente tranquilas que mantiene la pareja. Y digo aparentemente ya que en ellas hay momentos que se aprecia el cuchillo entre los dientes y el temor a malas intenciones, pero siempre dejan un poso que hace pensar en los actos de los dos.
Y con respecto a lo del adorno completo que le propone Tomas. Mi opinión es que no se lo dice a Mario por si se decide a hacerlo que no lo vea como otro síntoma de poder de Tomas hacia ella.
Es cierto que Tomas no le impone nada, pero ella cumple con sus sugerencias y sino la pregunta que lo hace Mario, y no hay una respuesta clara, si yo te pido que lo afeites ¿que harías?
Carmen es muy poderosa con muchos hombres, pero dentro de ese poder también es muy sumisa con ciertos personajes, cada vez con más.
Jajaja perdona Mia soy un puto desastre, te referías a que Carmen no le cuenta nada para que Mario no se obsesiones y le embarque en otra locura, jajaja, eso me pasa por estar haciendo varias cosas a la vez.
ResponderEliminarEs muy posible que este equivocado, yo tengo una constante en mi vida, ni en el euro millón, ni en mis percepciones o teorías de los relatos acierto una.
Yo descubrí todo relatos a principios de 2021, viendo titulos, llegue a ver a Mario como autor, y lei un poco del relato que estaba publicando en esa ocasión, viendo que faltaba algo, me fui hasta el primer capitulo, me en gancho practicamente desde el principio , y no he deje de leerlo hasta que el momento, gracias Mario por esta saga.
ResponderEliminarRespecto al relato de hoy, veo que Carmen esta bloqueada respecto a la frase no ven no olle no hablan, no recuerda bien donde la escucha, porque esta relacionada con otro recuerdo muy obscuro, cuando de niña la violan sus primos y tio, en el capitulo Carmenxiu relata que estando con Gonzalo que su mente revive entre sueños esos pasajes, considero que es un momento de su vida que no quiere recordar por eso es que solo tiene chispasos, sabe que el nombre del señor empieza con G, etc.
Tambien creo que Carmen se a convertido en una manipuladora hacia Mario, quiete que Mario se suelte y le diga todo lo que pienza y quiere pero ella se guarda a muchas cosas, como lo que los pircing en el clitoris, que le propuso tanto la italiana como tomas.
Mi voto excelente
Yo he visto complicidad entre Carmen y Mario en este capítulo, cuando Mario le dice a Santos que no tiene ni idea de lo que habla.
ResponderEliminarSantos cree que Carmen es una mujer prepotente a la que hay que domar y el muy memo no se da cuente de que el es un peon en el juego que están jugando Carmen y Mario.
Que Carmen manipula a Mario, yo creo que al final se manipulan mutuamente, pero eso es parte de ese juego lleno de locuras en el que están inmersos.
Lo único que me va a joder es que Carmen es muy posible que se comporte sumisa con el prepotente de Santos, cuando lo que esté necesita es que una mujer del calibre de Carmen le pondría en su sitio.
Como me gustaría que Carmen sacará ese carácter que tiene y fuera Santos el que terminará domado.
Creo que Carmen se portaría como sumisa con santos, eso ha pasado en varios encuentros, cuando se topa con hombres dominantes se doblega y se porta sumisa, aunque podría ser que en este caso Carmen quiera doblegar a Santos solo por el placer de hacerle ver que no es facil tener ua una mujer como ella
ResponderEliminarA ver si estamos leyendo el mismo relato.
ResponderEliminarUna niña es violada por sus primos, aparece su tío y ella cree que es su salvación y a saber qué pasa porque no nos lo ha terminado de contar, posiblemente porque no puede ni quiere recordarlo, parecen suficientes motivos para que se altere su forma de entender la sexualidad, creo yo. Luego, un marido obsesionado con compartirla y usarla como objeto sexual y cuando lo consigue se mosquea, la llama puta y le rompe los esquemas, después conoce a Mahmud, un psicópata que intenta manipularla y casi lo consigue y me olvidaba del italiano que juega con ella y también la manipula. Y me dejo a Claudia que se la encuentra de bajón y se aprovecha de ella a tope. Y el lavado de cerebro que le hace su marido en la Sierra cuando estaban intentando reconciliarse. Aparece Tomás, que no es ningún santo pero intenta que no se meta sola en una vida peligrosa. Menudo coctel.
Me parece que ver a esta chica como prepotente, dominante con su pobrecito e inocente marido y sumisa por capricho con los demás hombres es poco serio.
Lucia no te enfades, estoy totalmente de acuerdo con tu comentario, lo único que digo es que me encantaría que Carmen pusiera en su sitio a Santos, que el infeliz fuera a por lana y terminará trasquilado.
ResponderEliminar¿Parezco enfadad? ¿de verdad parezco enfadada? No era mi intencion, ni tampoco hablaba solo de ti, Apasionado, era un comentario generico y muy muy calmadita
ResponderEliminarParece increíble que hayan pasado quince años en la vida de ellos, en la vida de nosotros y en la vida del Diario. Maravillosos y entrañables quince años: con amor, con alegrías y con penas, pero así es la vida de todos nosotros.
ResponderEliminarHay quien se aferra a decir que es una fantasía en la mente de un escritor, me parece estupendo. Hay quien lo ve como una historia novelada, me parece genial; y los hay quien lo ve como la necesidad de hablar, transmitir e, incluso, de inocular la filosofía de vida de una pareja cuya única pretensión, y no es poco, es la de ser feliz.
Que como en San Manuel Bueno Mártir, de Unamuno, que cada uno crea lo que necesite creer, porque en el fondo, todos seguimos unidos cual cordón umbilical, porque precisamos aferrarnos a que otra felicidad es posible, lo único es que igual nos ha faltado la fuerza y la determinación que otros SÍ han tenido.
Hoy no es día para reproches, no es el momento de decir si el estilo de escritura es el mejor o el peor, de si es real o ficción, de si ella es una puta y él un cornudo porque su filosofía de vida es una quimera o más bien porque en el fondo los envidiamos y lo que nos falta a los demás son cojones u ovarios para no ser como somos.
No, hoy es día para felicitarnos todos, yo la primera, por haber tenido la suerte de, en un momento determinado, ser amiga de un maravilloso hombre que ha tenido la fortuna de tener a su lado a una increíble mujer, Mario/Carmen.
Sólo echo en falta a aquellos otros que también siguen el Diario aunque discrepan, principalmente porque no lo hacen siguiendo nuestros cánones de buena educación o conducta, aquellos a los que Mario, bajo mi humilde e insignificante opinión, no deja entrar en su casa porque son incómodos o, al menos, a él, le incomodan. Pero bueno, es su casa y tiene todo el derecho del mundo a rodearse de quién a él le apetezca.
Sí, hoy es el momento de felicitarnos todos, los presentes y los ausentes, por seguir aquí, al lado del Diario, al lado de esta maravillosa pareja por la que siento una envidia sana, engrandeciéndonos mutuamente.
¡¡¡FELICITADES!!! De todo corazón.
Un beso enorme.- Cristina
Cris, como te he dicho en TR, formas parte del diario desde el inicio y repito las palabras que me dedicaste el año pasado por estas fechas: estuviste, estás y estarás siempre.
ResponderEliminarUn beso.
Lo se Lucia, por eso me gusta hablar las cosas en persona, muchas veces los textos confunden, crees que la otra persona se a enfadado y nada mas lejos de la realidad, se que no hablabas solo de mi, pero yo solo puedo hablar de lo que yo escrito, reitero que estoy de acuerdo con cada palabra que has escrito en tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte Lucia lee.
Federico/Fedeguer, no eres el único que, aprovechando el parón de la pandemia para buscar en la red, recalaste en TR y llegaste al diario; me alegro que estés aquí y sigas con nosotros aportando tu visión.
ResponderEliminarMe abruma la acogida que ha tenido este aniversario, Bruto, Lucia, Apasionado, Eva, dosoctavas, gracias a todos, gracias, flexycamin, kiko y los que han escrito al mail simplementa para apoyar lo que os decía en el prólogo: seguiré mientras sigais apareciendo de vez en cuando para recordarme que estáis ahí, no para adular sino para compartir opiniones.
ResponderEliminarYo opino que leer el capítulo 171 estaría muy bien, tengo la cara más dura que el cemento armado, jajajaja.
ResponderEliminarYo soy muy de prontos, Apasionado. He ido a tu perfil en TR y me he encontrado con que no tienes visible tu email. perdiste tu oportunidad.
ResponderEliminarHola Mario, mi más sentido enhorabuena.
ResponderEliminarNunca escribo ni comentó nada , hace muchísimos años que te sigo desde el capítulo 1.
Tu escritura me ha echo ir de un lado a otro, tanto en sentimientos internos como en sentimientos externos, ubicandome en la postura de ambos personajes.
Últimamente, sigo leyéndote pero a medio capítulo dejo y vuelvo después, Mario, ha dejado darme un sentimiento. Se ha convertido en un objeto más de las variantes de ella.
Espero algún cambio que haga por lo menos imponerse en algo. No creo que un hombre pueda soportar ese vaivén de situaciones. Está claro que el ser humano sufre y acepta muchas cosas peores, pero es por qué no puede cambiarlas o las circunstancias así lo imponen,( guerras, matar al alguien por pura defensa, algún accidente,etc) pero un ser humano con todas las posibilidades de cambio, tiene conocimiento, dinero y actitud. Lo hemos visto con otras mujeres o parejas. Por ello es que me es tan contradictorio y dejé a mi punto de vista de ser real.
Te vuelvo a felicitar , 15 años ya, que barbaridad, que persistencia. Enhorabuena y a por todas ...
Así no hay quien trabaje, ¿por qué no comentáis a unas horas normales, a mediodía o por las tardes, cuando una está ya libre?, sois unos golfos, ¿es que no tenéis nada que hacer? La culpa es mía, ya lo sé, no tendría que estar entrando cada dos por tres a ver si se ha publicado alguna cosita, esto es puro vicio. ¿Hay algún sitio tipo alcohólicos anónimos, para desengancharse del diario?
ResponderEliminarGracias, Fernando. Tu comentario confirma lo que llevo pensando mucho tiempo: los lectores que no os manifestáis merecéis que el diario continúe, sin embargo, no sabes cuán importante es para el autor la opinión de un lector de largo recorrido como es tu caso.
ResponderEliminarComo le decía esta mañana a otro lector en TR, no busco adhesiones incondicionales sino opiniones libres como la tuya y la de tantos otros lectores; comprendo que la conducta del protagonista no encaje con lo que podría ser aceptable para muchas personas, incluido tú, el concepto de realidad e irrealidad no debe juzgarse desde la perspectiva de lo que uno haría o dejaría de hacer, no quiero con esto influir en tu opinión, solo digo, en general y para todos, que a veces hacemos y decimos cosas que, visto con perspectiva nos parece imposible que hayamos sido nosotros quienes lo hicimos o dijimos. El tiempo nos presenta un retrato de nosotros en el que a veces nos cuesta reconocernos.
Perdona el sermón, no era mi intención ni, como ya he dicho, va exclusivamente dirigido a ti. Espero no haberte molestado.
Mario
Probando
ResponderEliminarLuigi
ResponderEliminarSegunda prueba
Prueba superada, Luigi, ya nos dirás cuál era el problema, sobre todo para los que aún siguen sin poder entrar, como es el caso de Torco.
ResponderEliminarLuigi
ResponderEliminarMario si quieres que te diga la verdad, si tuviera que esplicarlo no sabria, si se que el problema biene por el usuario y la conexion entre cuentas, yo me sali, lo reinicie y quiten Anónimo, puse mi nombre y Eureka, funcionó, pero fui tan torpe de no apuntarme como paso.
Si a alguien la vale, pues mira que bien
Un saludo.
A lo que comentaba ayer Lucía, yo estoy de vacaciones, por eso tengo más tiempo para comentar.
ResponderEliminarOs comento, a excepcion de Lucia porque no quiero interferir en su terapia de desintoxicación del diario —¡No lo leas, Lucia!—, lo siguiente:
ResponderEliminarA propósito de lo que le decía a Apasionado, os diré que el capítulo 171 está prácticamente terminado, todo puede ser que, de aquí a que se publique crezca desmesuradamente, no sería la primera vez; lecturas, comentarios, hacen que lo que ahora son apenas veinte minutos se desmadre.
No creo, he comenzado a organizar la estructura de lo que será el desenlace al que me refería en el prólogo de este capítulo y me está copando todo mi tiempo, supongo que todos habéis entendido a qué me refiero cuando hablo del desenlace, no puede ser otra cosa que el descubrimiento por parte de Carmen del origen de su trauma. No sé cuándo se publicará; teniendo en cuenta que la serie del verano del 2001 la comencé a escribir en Agosto del dos mil veintiuno y algunas otras series llevan en bodega desde antes y por cronología tiene prioridad. (Cristina podría hablaros de personajes y situaciones que conoce hace años y a los que le falta mucho para aparecer, si es que aparecen.)
Esa es la cuestión, hay tanto escrito y tanto por escribir que como ya he dicho, mucho se quedará flotando en la nube. No importa, lo estamos disfrutando y, de verdad, lo importante, lo realmente importante lo vais a conocer.
Buen fin de semana, incluída Lucia, aunque no se entere porque esto no lo esta leyendo, seguro.
Gracias Mario, es normal que no puedas contar todo lo que a pasado en 21 años, en todos esos años habréis tenido muchas vivencias, tu cuenta lo que tu creas que es lo importante, el resto es otra parte de tu vida que no conocemos, por lo cual no saberlo tampoco cambiará nada, seguiremos disfrutando de cada capítulo, hasta que me llene de tristeza como cada vez que llego a la última página de un libro que he disfrutado mucho.
ResponderEliminarBuen fin de semana a todos, el mio en principio pasado por agua.
Bruto.
ResponderEliminarVamos a ver bromas las precisas, que alguno aún podemos dejar el diario cuando queramos, ¿Qué es esto de desenlace…, se termina? Todos sabemos que antes de eso tienen que pasar cosas, muchas cosas, y en algún momento Carmen descubrirá el origen del trauma, eso traerá cambios, pero la vida continua, serán otras vivencias y otras situaciones distintas pero quien dice que no serán dignas de continuar en el Diario, o es que no hay vida y experiencias más allá del desenlace, esto se puede alargar mientras tengas un lector y a no ser que la cagues mucho me parece que tienes voluntarios.
Nada tú continua, que nos lo estamos pasando muy bien con el Diario, para que te hagas una idea, se lo pasan bien hasta los que te critican.
Y por cierto, un consejo cuanto antes publiques 171 menos se va a hinchar la cosa, ahí lo dejo.
Nota: lo de los puntos y luego la coma es un tiro, lo sé.
Bruto.
ResponderEliminarSoy un lector nuevo, si nuevo es un par o tres de años, y descubrí el Diario a través de otra autora que se auto publicaba y siguiéndola llegue a TR, esto creo que me da una perspectiva distinta que si lo hubiera seguido desde el principio, pero hay algo que tengo claro he pasado por diferentes valoraciones de la realidad de los personajes, ahora mismo no sabría decir cuánto hay de realidad y cuánto de relato en ellos, creo que lo ha dicho Mario en algún momento, una historia contada después de un tiempo es distinta de lo que pasó realmente, quizá no muy distinta pero si distinta y eso lo hemos experimentado todos.
Al lío, como soy lector de libros habitualmente no me hago a este formato y menos con una obra tan extensa y me lo he dividido el libros, lo recomiendo para gente como yo, el primero yo lo he terminado cuando Carmen se va voluntariamente a quedar con Dominico ahí creo que lo he clavado, el segundo lo termino cuando Carmen se va a ver a Tomás para prostituirse, que poco cuentas Mario, y el tercero lo quiero acabar, lo fácil sería cuando Mario vuelve a Madrid pero algo me pide que sea en el capítulo del congreso en Sevilla, ¿Qué opináis? ¿Es realmente un punto de inflexión o no?
Mario tú opinión en este caso no vale, es una cosa de lectores.
Doy la razón a Caitoparaelmundo en ese "¿quien dice que no serán dignas de continuar en el Diario?" refiriéndose a vivencias vuestras, Mario, que puedas pensar que no nos interesan.
ResponderEliminarYo quiero leerlo todo, todo, todo.
En serio, estoy tan enganchado al Diario que no quiero imaginar siquiera que finalice.
Al menos un capítulo al mes de noventa minutos mínimo hasta el 2040.
Ea.
Qué graciosito se levantó mario este fin de semana. No estoy en rehabilitación, pienso seguir chutándome diario en vena cada vez que salga un capítulo y a entrar compulsivamente a ver si hay nuevos comentarios. Y eso del desenlace lo he entendido bien y no creo que signifique que despues se acaba el mundo.
ResponderEliminar¿Habéis visto cuantos enigmas nos ha dejado Mario en este capítulo?
ResponderEliminar“—Pretendes cerrar con Gerardo un acuerdo que probablemente te acarree alguna obligación incompatible con Tomás, o crees que insinuarle que deseas follarte a su lacayo te va a salir gratis.
—Déjame a mí, te vas a llevar una sorpresa.
—¿Una sorpresa cuándo, por qué?
—Cuando veas que todas las piezas encajan.
—¿Qué piezas?, no me estoy enterando de nada.
—Ya te enterarás.
—No sé qué estás tramando pero sea lo que sea te ha iluminado la cara, Maquiavelo a tu lado era un simple aprendiz.”
¿En qué cojones está pensando Carmen? llevo dándole vueltas a esto desde que lo leí y no consigo ver que está tramando. ¿tenéis alguna idea?
Luego está esto otro.
“—Joder, Mario, no lo entiendo, ¿sabes lo que sentí?, que me dejabas sola, y no es la primera vez.
—¿A qué te estás refiriendo?
—Piensa: tu mal humor repentino, que estropees un momento de intimidad sin motivo y rompas el clima. ¿No te recuerda nada?
—Si quieres decir algo, dilo, no te andes con rodeos.
¿De verdad no sabía a lo que me estaba refiriendo? Entonces, ¿por qué se había puesto a la defensiva? Tal vez era un error sacar un tema que ya estaba cerrado.”
Apuesto a que se refiere al trio con Doménico después de meterse la coca y dejarlos solos en la cama y hacerse el dormido, si no recuerdo mal se puso bastante borde y ya no participo como lo había estado haciendo en el pub y al principio de la noche. Si tenéis otra alternativa lo hablamos.
Yo la verdad con lo de cómo se lo va a montar Carmen para follarse a Santos con el veneplacito de Gerardo, ni idea, esperaré a leerlo.
ResponderEliminarCarmen tiene que entender que ella va en un Ferrari pisando a tope y Mario le sigue montado en un caballo, creo que deberían hablar las cosas, sin ponerse a la defensiva ninguno de los dos.
Tendrán que conseguir un equilibrio, donde Carmen pueda ser ella misma, dejando tiempo a Mario para asimilar cada situación, Carmen no a salido de una y ya se mete en otra.
Diego, Tomás y Gerardo, mucho gallo de pelea y muy poco espacio, no se como acabará esto.
Tengo claro que Gerardo se saltará lo prometido a Tomás en cuanto folle con Carmen, Carmen es leal a Tomás, no se como acabará eso.
Luego esta lo de Diego, una vez tatuada, el la reclamará, se lo contará a Tomás es una cosa que no va a poder esconderle por mucho tiempo.
Bueno yo por hoy me despido, feliz domingo a todos.
Yo me guio por lo que le dice a Santos: dentro de seis años, Carmen y yo seguiremos juntos y ella ni se acordará de tu nombre. esa frase vale para todos.
ResponderEliminarLo único que lamento de esa escena es no ver la cara de estreñido que se le quedaría a Santos al escuchar esa frase de boca de Mario.
ResponderEliminarBuenos dias, si os digo que estoy trabajando en el capitulo 172, ¿qué me decis?
ResponderEliminarTe digo que eres un sádico torturador que nos quieres hacer sufrir. Si estas con el 172 ¿por que coño no publicas el 171, eh, Mengele?
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminarQue nos parece muy bien y que nos parecería mejor si estuviéramos leyendo y comentando el 171.
Bruto.
ResponderEliminarQue por algo hemos entrado en la fase histérica de entrar tres o cuatro veces al día en el blog.
Así que apiádate de nosotros que somos poco pecadores, sólo cuando hace falta y pecadillos menores.
Parece que no conocéis a Mario, esta trabajando en el 172, mientras revisa el 171, a tomarlo con calma, hasta que el 171 no esté a su gusto no lo publicará, yo doy por hecho que hasta principios de diciembre no vemos el 171, espero equivocarme.
ResponderEliminarSigo pensando que lo bueno, si espaciado, dos veces bueno.
ResponderEliminarUn capítulo al mes, aunque despotriqueis de mí, lo veo bien.
Prefiero que dure a darme un atracón y pasar hambre después.
Wiru.
Pues podías sacar el 171, Pa echarle un vistazo, que con esa manía que tienes de publicar cada tres o cuatro semanas esto se hace largo, más con lo que está en juego.
ResponderEliminarAdemás si ya lo tienes, coño subelo, haber si te va a dar por revisarlo otra vez
Porfa
El 171 está donde tiene que estar, en bodega, madurando; mientras tanto reviso los dos siguientes. El 172 está muy avanzado y el siguiente menos, tanto como para pensar en desgajarlo en dos, es inevitable, noventa y cinco minutos a priori y sin meterme a fondo da para dos capítulos. Es decir, que tenemos saga sobre el verano del dos mil uno hasta marzo, y teniendo en cuenta que septiembre fue movidito cumpliremos aquello de que la primavera la sangre altera.
ResponderEliminarAbrazos,
Mario
Mario como no saques el 171 pronto, te hacen un motín a bordo, jajajaja.
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminarTú lo que quieres es quedarte sin seguidores. Nos vas a liquidar de un hoenco.
Las cosas en la despensa se pasan, con los siguientes ya te meteremos prisas.
Anónimo¿Tú quieres llevarte bien con el personal? Pues ese no es el camino.
Mario una pregunta, ¿cuál es el capítulo más largo que has publicado?, a mi personalmente leer capítulos largos me gusta, no me costaría leer uno de 95 minutos.
ResponderEliminarMira Fernando, escribe relatos de hasta dos horas de lectura, yo esos los suelo leer los domingos, sin prisa y del tirón.
Hace y unos años, tuve una época en la que los capítulos superaban los noventa minutos. Cristina me aconsejó que tratase de reducir la longitud para hacerlos más asequibles; con el tiempo le hice caso y ahora procuro no superar los cuarenta minutos aunque a veces, por necesidad de la trama, surgen capítulos que alcanzan la hora de duración pero no es frecuente.
ResponderEliminarNo tenía que haberos azuzado con el asunto del próximo capítulo, lo cierto es que aún le quedan matices que retocar; el tiempo de bodega es útil para ver cosas que se pasan por alto si estas encima del texto a diario. Merecerá la pena, os lo aseguro.
Perded toda esperanza; Mario es un adicto y como tal, no puede evitar volver una y otra vez a su fuente de placer inmediato, como yo con el tabaco o el otro con la tragaperras. "Solo un poco más y lo dejo", seguro que dice cada vez que entra a corregir una coma mal puesta o un adjetivo duplicado. Debe de tener a su pareja hasta el moño. menos mal que lo quiere con locura, si no...
ResponderEliminarCon amigas así... Con que adicto, ¿eh? Lo que pasa es que me gusta el trabajo bien hecho y el diario forma parte de lo que me gusta dejar "niquelado". Por cierto, tú que sabrás si me quieren con locura, chica lista.
ResponderEliminarVaya... Con que, no: Conque.
ResponderEliminarCierto que Cristina te aconsejó que no publicaras capítulos de 100 minutos una vez al mes cuando seguro que la gente te agradecería más que fueran de 50 si en vez de publicar una vez cada treinta días lo hicieras cada quince. Y seguro que a tus seguidores les parecería bien si se pudiera hacer así.
ResponderEliminarY ahora que otra chica como Divagante, le ha metido bien los dedos con el exceso de pulcritud -¿para qué limpiar sobre limpio?-, jjjj... pronunciaros si queréis que Mario publique cada dos semanas, a ver si entre todos/as ablandamos ese corazón tan duro.
Un besico para todos/as (qué hartica estoy del os/as que nos han metido hasta en los sueños)
Uy, uy, uy, cualquiera diría que es una riña de pareja.
ResponderEliminarYa que preguntas y pides pronunciamiento, Anónimo, comenté hace un par de dias que prefiero más duración en el capítulo y una frecuencia más o menos mensual.
ResponderEliminarWiru.
Bruto.
ResponderEliminarCreo que el capítulo debe de tener el tamaño que necesite, tus lectores te lo agradecerán. No tienen ser cortitos por fuerza, tus lectores pueden con capítulos largos, con eso y con lo que les eches.
Nos tenías acostumbrados a un capítulo cada tres semanas más o menos, es un ritmito que para mí está muy bien, las vacaciones de este año han trastocado la cosa, vale, ya irás cogiendo ritmo.
Anoche entre copa y copa, pensando y pensando me acordé de Roberto ¿se llamaba así el hijoputa que la intentó engañar con el ascenso? si no recuerdo mal está en Boulder, Colorado y estuvieron hablando cuando todo el rollo de Solís, me parece que se portó mas o menos bien en esa ocasión. Si sigo recordando bien le toca regresar a españa a finales de año o principios de 2002. ¿Qué creeis que va a pasar porque ahí hay temas pendientes y como dicen en las peliculas cutres, tension sexual no resuelta.
ResponderEliminarLo que pasa es que al ritmo que va esto, principios del 2002 nos pueden dar las uvas, o sea, lo podemos estar leyendo en 2025
Dosoctvas, ¿Eso es lo que haces cuando sales de copas, pensar en lo que lees en internet? Vaya vida social más pobre. No te lo tomes a mal es que me lo has puesto fácil.
ResponderEliminarHe vuelto a leer el diálogo que mantuvo Carmen con Roberto a propósito de lo de Solís y creo que la conducta de Carmen es muy diferente a la que tuvo cuando él la estuvo manipulando y éltampoco está en la misma posicion o a mi no me lo parece. No creo que vuelva a las andadas y ella ha vivido mucho, no tiene por qué caer otra vez con ese tío.
Dosoctabas vamos a tener que inventar una maquina del tiempo, o una que congele el tiempo para que a Mario le de tiempo de terminar su obra de arte
ResponderEliminarLugasan
ResponderEliminarEn primer lugar felicitar a Mario y felicitarnos todos por estos quince añitos...si, ya sé que se publicó hace días, pero he logrado estirar el capítulo hasta hoy. Me es muy difícil "alargar" el capítulo y lo he logrado hasta hoy.
Sobre el capítulo decir que me ha gustado más el final que el principio, aunque reconozco que la situación es complicada empieza a tener demasiadas aristas, en un momento en el que la relación y diálogo parecen volver a imponerse.
Sobre el siguiente capítulo, me gustaría proponer un regalito para en el puente...y ya si eso un regalazo en navidad de 95 minutos o más seria impresionante, así aprovechamos y nos felicitamos fiestas y año nuevo y todo eso.... ¿Alguno más de acuerdo? ¿Mario?
Por fin he conseguido arreglar el problema que no me dejaba enviar mensajes con mi nombre jejeje.
ResponderEliminarYo tampoco creo que Caemen vuelva a caer en los brazos de Roberto, más ien creo que de caer alguien sería Roberto en las manos de Carmen.
No creo que el capítulo esté para la semana del puente, tal vez como regalo de Navidad, todo dependerá del espíritu navideño de Mario jajajaja.
ResponderEliminarGente de poca fe: El capítulo va a estar ANTES DE el puente, ¿qué os pensáis? ¿por quién me tomáis? ¿por un obseso de la corrección y la sintaxis y la ortografía?
ResponderEliminarReconocenos que disfrutas repasando los relatos, eso no es malo, al contrario, tus capítulos son impecables y cobran vida según lo vas leiendo, lo malo es que siempre nos dejan con ganas de más jajaja.
ResponderEliminarEstaba pensando si publicar hoy o mañana cuando, en una penúltima revisión, me encuentro con 136 repeticiones del adverbio “no”. Para un escrito de cuatro mil quinientas palabras supone una frecuencia de 2,99% de uso, lo cual es una barbaridad, y no solo eso.
ResponderEliminarUtilizo Word para escribir; si busco “no”, el texto se llena de manchitas amarillas que muestran la localización del término, esto ayuda a ver, no solo su frecuencia sino también su situación, es decir , la proximidad entre sí. He podido de esta manera encontrar párrafos no demasiado extensos infestados de noes como si fuera una plaga.
¡No y mil veces no! Este capítulo no puede salir así.
¿Lo veis? Un párrafo tan pequeño y le he metido mil tres noes, no tengo remedio.
¿Mario, en serio has publicado este comentario y no esperas que la gente aparezca en tu puerta con antorcha y orcas?
ResponderEliminarlo que dije, no tendremos capítulo antes de Navidad, tío no puedes publicar un comentario diciendo que tenemos poca fe y después publicar otro donde nos demuestras que no tenemos que tener fe.
Jajajaja ya te vale hombre.
Acabo de terminar de leer un artículo de una revista que a comprado Nadia y no he podido más que sonreír.
EliminarLe metemos caña a Mario porque quiere que sus capítulos estén lo mejor posible, pero sin embargo al redactor que a escrito ese articulo nadie le dice nada y eso que su texto estaba lleno de faltas.
Como se nota cuando un texto esta escrito por una persona que lo escribe con cariño y pasión y otro que lo escriben por obligación.
Calma, Apasionado, esto lo resuelvo de aquí al fin de semana, prometido.
ResponderEliminarYo he sido blando, a ver que opinan los demás, de todas maneras, si te soy sincero a mi no me importa esperar, ya verás cuando Divagante comenté, que le has dado toda la razón.
ResponderEliminarJajaja, ahora en serio, tomate tu tiempo, todos somos adictos, tu a corregir y nosotros a tu relato.
Bruto.
ResponderEliminarApasionado ¿Dónde se recogen los cacharritos?
Mucha negación es esa, así que corrige pero rapidito, que nos tienes en un sinvivir y uno ya no sabe que repasar, habrás advertido el adverbio, deja alguno.
Bruto.
ResponderEliminarNo sé cuando terminará el relato según nos cuentas, pero hay algo que no nos puedes hurtar, ¿que coño pasó con Tomás para que investigará la poli?
Como no me entere si que me pasó por tú casa.
Bruto, se supone que tuvo un accidente de choque.
ResponderEliminarMario nos tiene llenos de expectación, esperemos que pronto salga el siguiente capitulo, y que sea igual o mejor que todos los anteriores, que ya es un decir, me encanta la forma que describes los acontecimientos , vale la pena la espera para seguir leyendo
ResponderEliminarBruto, ¿dónde se habla de la policía? no me acuerdo haber leído nada de eso.
ResponderEliminarCoche, no choque, escribes algo y lo modifica a traición el autocorrector del demonio
ResponderEliminarEn el capítulo "la niebla", la hija de Tomás se lo dice a Carmen.
ResponderEliminar"Cuando aquel inspector vino a casa y nos contó lo tuyo con mi padre y el negocio de prostitución que tenía montado no lo podía creer.".
Eso es pasada la pandemia y segun yo lo entiendo, muchos años despues de la muerte de Tomás.
Mi duda es si llegaremos a leer algun dia el relato en el que un inspector de policia interviene y saca a la luz el entramado de chicas que "ayudan" en los negocios de Tomas y, entre ellas, Carmen. yo pienso que, si no fueramos a leerlo, no lo habria sacado en este capítulo.
Estoy contigo, dosochi, si no lo fuera a publicar no lo habría sacado. La duda es cuando, porque primero Tomas tiene que fallecer y por el momento es un personaje clave.
ResponderEliminarOpino igual que Dosoctovas.
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminarEstaba releyendo el prólogo y me ha venido lo que nos podemos perder si Mario para de escribir, no me preocupa mucho lo inmediato, es decir el verano, que creo que va a ser calentito, y septiembre que tiene que ser la bomba, tener en cuenta que vuelve Doménico y el regreso al trabajo con Tomás, y por si fuera poco la sesión de fotos en la fiesta de Claudia. Todo esto son elucubraciones mías, son pistas de futuro que ha ido dejando Mario pero que no sé si desarrollará.
Lo que me preocupaba era que no llegásemos a saber que pasó para que la investigaran por prostitución, era un tema a más largo plazo y conociendo a la policía española debió ser gorda y esa sí que yo no me la quiero perder, promete ser apasionante.
Yo lo que admiro es como saca tiempo Carmen para poder llevar a cabo todo lo que tiene entre manos, a mi apenas me da el día, para cuando me doy cuenta ya estoy en la cama descansando para empezar un nuevo día.
ResponderEliminarViajar en AVE tiene sus ventajas. Preparado, listo.... ¡ya!
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