Capítulo 23 Las dudas
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¿Dónde estaba yo mientras se consumaba esta transición en mi esposa?
Yo estaba en otra onda, ofuscado por mis deseos; desconcertado por mis inesperadas reacciones ante la prueba a la que suponía que Carmen me sometía, era incapaz de ver con claridad lo que le sucedía a mi mujer.
Desde aquella noche, tras su primera reunión con Carlos, perdí mi capacidad para sintonizar con sus estados de ánimo y con sus emociones y todo lo filtré desde la perspectiva de una competición en la que veía a Carmen como la maquiavélica autora de una conspiración cuyo objetivo era demostrarme mi incapacidad para asumir una infidelidad consentida.
Aquel día en el que, por primera vez en nuestro matrimonio, Carmen se había sentido sola, sin mi ayuda, marcó un punto de inflexión en nuestra relación; mi ausencia en esos momentos críticos, mi insistencia en analizarlo todo desde el prisma del juego erótico hicieron que Carmen tuviera que afrontar en soledad decisiones que, si me hubiera tenido a su lado, habría resuelto de otra manera.
Mi comportamiento en esos primeros días le ofreció también la excusa perfecta para no afrontar ante mí su dilema; Temía ver en mis ojos el reproche por su claudicación y le serví en bandeja la oportunidad de moldear lo que le estaba sucediendo y vendérmelo como si fuera mitad fantasía, mitad juego. Sus comentarios del día a día y también sus omisiones eran interpretados por mí de acuerdo al sentido de la prueba que estaba en juego, lo cual le permitía no decir sin sentirse culpable y decir sin sentirse humillada.
Carmen durmió poco aquella noche tras nuestra fogosa descarga durante la que la había acribillado a preguntas sobre su reunión con Roberto y le había dado la pauta de lo que esperaba oír. Estaba nerviosa por todo lo sucedido; las expectativas profesionales que se le presentaban la tenían en una estado de intensa euforia; al mismo tiempo su preocupación se centraba en cómo controlar a Roberto; Seguía experimentando esa especie de insensibilidad que le permitía no sentirse mal por lo sucedido. Sabía perfectamente lo que significaba esa anhedonía que la invadía; básicamente, no sentir nada es preferible a sentirse mal. Había visto esa misma reacción en tantas mujeres maltratadas en tanta chica violada, en tantos niños abusados… Su situación no era comparable en magnitud pero la reacción que experimentaba era la misma.
De madrugada me desperté; por su respiración supe que no dormía, noté sus nalgas rozando las mías, siempre nos une un punto de contacto cuando estamos en la cama, pueden ser los pies, una mano que descansa en su vientre, una pierna sobre las mías…