17 marzo 2009

Capítulo 40  El día después (2)

(Tiempo aproximado de lectura: 49 minutos)


Cerró los ojos mientras intentaba que su respiración volviera a la normalidad, se sabía observada por Carlos que acostado a su lado no dejaba de mirarla en silencio. Le resultaba tan deliciosamente agradable esa mirada casi reverencial con la que recorría su cuerpo… era como una caricia, sus ojos aun mantenían la misma expresión de sorpresa de la primera vez y no podía por menos que sentirse profundamente halagada por esa mirada que siempre la descubría como un tesoro. 


Esa sensación era quizás lo que más intensidad le daba a aquella aventura: Entregarse por primera vez, mostrarse desnuda por primera vez,  ver el asombro en los ojos de un hombre por primera vez.  La relación con Carlos le había devuelto a un tiempo único, a un instante irrepetible en el que la joven aun virgen se presenta ante el varón, ignorante del poder que su cuerpo tiene sobre el hombre, sorprendida ante el fulminante efecto que su desnudez causa en él.


De su coño brotó un reguero de semen que descendió entre sus nalgas, no se movió, estaba tan relajada, tan absorta en esos pensamientos…



 Abrió los ojos y se encontró el rostro de Carlos sonriéndola; se sentía más descansada aunque le dolía ligeramente la cabeza a causa del intenso y seco calor del aire acondicionado; una uña rozó su ingle siguiendo la línea producida por su muslo flexionado y su piel se erizó instantáneamente. La luz que atravesaba el ventanal dibujaba en el techo figuras irreales y Carmen se quedó mirándolas, siguiendo su curso errático mientras disfrutaba de la suave caricia que vagaba por su vientre lanzando oleadas de placer hacia su sexo y sus pezones.


La claridad que bañaba la habitación le pareció entonces diferente, demasiado intensa, el murmullo del tráfico, amortiguado por el doble cristal, contrastaba con el absoluto silencio que reinaba en la habitación, entonces sintió algo indefinido que la inquietó, aquel ruido, aquella claridad le producían una sensación discordante, el tráfico que escuchaba parecía demasiado fluido para ser... De repente surgió la alarma, de un salto se incorporó en la cama y buscó un reloj: ¡las once y cuarto!


- “¿Cómo no me has despertado?” – le reprochó mientras se dirigía al baño, Carlos se sintió culpable.

- “Lo siento, estabas tan dormida que quise dejarte descansar”

02 marzo 2009

Capítulo 39  El día después (1)

(Tiempo aproximado de lectura: 19 minutos)


El radio despertador sonó lejanamente y durante un tiempo que me pareció muy largo intenté ignorarlo; Soñé que lo apagaba, me metía en la ducha y después, como cada mañana, preparaba el desayuno mientras Carmen terminaba de arreglarse, pero el ritmo machacón de la emisora me devolvió a la realidad a los pocos minutos.


Y la realidad, la abrumadora realidad que hacia totalmente diferente aquel amanecer me despejó como si hubiera metido la cabeza en agua fría. 


Miré a mi derecha, Carmen dormía profundamente vuelta hacia mí; lancé el brazo hacia la mesita de noche y palpé con cuidado de no derramar el vaso de agua hasta encontrar a ciegas el interruptor del despertador. 


Estaba hermosa, con esa cara de niña que tiene mientras duerme nadie diría que acaba de vivir su mayor aventura, se había acostado con otro hombre, hoy amanecía una mujer adúltera.


El brusco silencio tras apagar el despertador hizo el efecto contrario al que yo pretendía y alertó a Carmen, intentó abrir los ojos que por dos veces consecutivas se negaron a obedecer, por fin me miró y me lanzó una de sus más hermosas sonrisas.


- “Tengo mucho sueño” – dijo mimosa, volviendo a cerrar los ojos y refugiándose en mi hombro.


Una inmensa emoción de amor  me hizo estrecharla con mi brazo, la sorpresa que me produjo sentir como dos lagrimas brotaban de mis ojos y rodaban por  mis sienes me desconcertó; ¿era emoción? ¿Era tristeza? ¿Acaso era arrepentimiento?


Volví mi rostro hacia ella y besé su pelo. Mi niña preciosa acababa de follar con otro hombre, la había visto besarle con pasión, con auténtico deseo, había escuchado sus gemidos de placer, había vivido sus orgasmos tremendamente intensos mientras se abrazaba con fuerza al hombre que la penetraba con un vigor envidiable.


- “Vamos perezosa, se nos va a hacer tarde”

- “Me da igual” – remoloneaba juguetona, de pronto abrió los ojos, su expresión cambió y comprendí que acababa de aterrizar en la realidad.


Me miró buscando conocer mi estado de ánimo, le sonreí pero me di cuenta de que mi sonrisa transmitía toda la ambigüedad de mis sentimientos.


- “¿Cómo estás?”

- “Bien cariño, estoy bien ¿y tú, cómo estás?” – Carmen bajó la mirada y suspiró.

- “No estoy segura, aun no lo sé”

- “Supongo que te pasa como a mí, todo ha sido tan… intenso” 


Me moví para quedar de lado, frente a ella; mi brazo derecho recogía su cuello, como una almohada y mi mano izquierda se posó en su cintura que, estando de lado, marcaba con rotundidad la curva de su cadera. Mis dedos ascendieron lentamente por la ladera de aquella hermosa colina hasta alcanzar la cima, luego avancé por su muslo suave y prieto, Carmen se mantuvo en silencio y yo proseguí.


- “Lo hemos imaginado tantas veces que me resulta difícil no pensar que lo de ayer no haya sido una fantasía mas”

- “Eso me pasa a mi”

- “¿Estás contenta?” – Carmen dudó, me miró un par de veces a los ojos.

- “Sí, creo que sí, pero estoy preocupada”