14 septiembre 2009

Capítulo 48 Cómplices

(Tiempo aproximado de lectura: 49 minutos)


Su mirada


Si intento buscar en mi memoria qué es lo primero que recuerdo de Carmen no tengo ninguna duda. Su mirada. 

Aquel verano del noventa y uno en el que se me acercó para conseguir una plaza en mi curso su mirada me arrolló hasta el aturdimiento. Sus ojos negros son bellos pero sin esa pincelada de insolente seguridad, sin esa franqueza que le permite hablar con cualquiera clavando sus ojos en los de su interlocutor no serían ni la mitad de atractivos.

Carmen tiene mil formas de mirar y todas ellas reflejan su intensa vida interior. Sus ojos responden de una forma inmediata e instintiva a sus emociones y pensamientos, algo que otras personas utilizan conscientemente para coquetear y manipular en ella es natural, es así y esa naturalidad trasciende a los demás que intuyen la total ausencia de intención en gestos que, por otra parte, son profundamente sensuales.

Y sus cejas, perfectamente delineadas, dan el toque final para que su mirada adquiera el máximo de expresividad cuando se arquean para mostrar extrañeza o escepticismo o se curvan para mostrar tristeza, empatía, disculpa… o descienden sobre sus hermosos ojos para resaltar la profunda pasión que la domina. Es en esos momentos cuando su mirada me derrumba, me deja sin fuerzas, sin argumentos, sin réplica posible, es entonces cuando me derrota y sé que soy suyo, que haré cualquier cosa que me pida.