Capítulo 96 Vidas paralelas
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—Mírate, si estás en los huesos; y esas ojeras… No lo voy a consentir, estás obsesionada.
—Solo unos días más, ya casi estoy acabando.
—Eso llevas diciendo… ¿cuánto? No Carmen, no. Te escucho y me asustas, hablas de esa náufraga como si fuera otra persona. Te concedo una semana, después te vienes a casa o si no...
—Irene, por favor.
—No soporto verte así, no te imaginas cómo has cambiado. Tienes que parar, no sé si estás consiguiendo lo que buscas pero por el camino a lo mejor pierdes más de lo que encuentres.
¿Es posible? Carmen percibe un brote de miedo. Quizás está tensando demasiado la cuerda sin darse cuenta. Todo tiene un límite y puede que no haya calculado la resistencia de las personas que la rodean.
—Te lo prometo, antes de Semana Santa termino con esto.
Irene la mira con escepticismo desde el cuarto de baño con el cepillo de dientes aún en la mano. Carmen observa cómo el enfado se diluye y la mirada se va transmutando desde la incredulidad hacia el deseo. No es extraño, la imagen debe ser arrolladora; tumbada en la cama, la sábana apenas cubre sus caderas. No se mueve, se deja mirar sin hacer un solo gesto; no pretende provocarla, sabe que no lo necesita. Esa postura inocente, con una mano tras la nuca y la otra bajo la sábana parece insinuar algo que no sucede pero que bien podría suceder. No se da cuenta pero un leve movimiento, una cadencia forma suaves ondas bajo la tela y capta la atención de esos ojos color miel.