Capítulo 45 La preparación
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“¿De dónde nace este placer por sentirme cornudo, por exhibirme como cornudo ante quien usa a mi esposa delante de mis ojos? ¿Cuál es el mecanismo de mi cerebro que transforma una honda humillación en un morboso y excitante afrodisiaco? ¿Qué es lo que realmente me produce placer: ver a mi mujer entregándose a otro hombre o recibir la expresión de desprecio y prepotencia con la que me habla su amante mientras la desnuda y se la lleva a la cama? ¿Y qué desprecio me excita más, el que percibo en la mirada victoriosa que me lanza en el momento de hundirse en ella o el que veo en los ojos de mi mujer mientras se aferra con brazos y piernas a su amante”
Mario, en el otoño del 2003
MIÉRCOLES
La jornada transcurrió con la normalidad de todos los días, el trabajo la mantuvo concentrada hasta el punto que tuvo que reducir a unos pocos minutos la charla con Carlos e incluso cuando yo la llamé se excusó enseguida. Comenzaba a ser habitual desde que se hizo cargo del departamento este exceso de trabajo que en poco tiempo le haría empezar a plantearse si le merecía la pena, cada vez dedicaba menos tiempo a la clínica y mas a la burocracia, ¿era eso realmente lo que quería?
Pero al anochecer sintió un vacio, una ausencia que pronto identificó.
Cenó en casa de sus padres y regresó conduciendo con prisa, sabía lo que quería: llegar a casa, acostarse y charlar con Carlos. Intentó negarlo, se forzó por ocultar sus verdaderos sentimientos pero poco antes de comenzar el postre se rindió ante la urgencia que la movía a abreviar y marcharse.
El camino hasta casa fue un continuo cúmulo de reproches, un rosario de fugaces promesas de apagar el móvil, débiles propósitos que sabía improbables de cumplir y que generaban nuevas recriminaciones que se apagaban ante la intensa excitación que agitaba su pecho y la hacía conducir más rápido.
Se sentía frustrada, era incoherente, si, pero la noche anterior Carlos no había hecho la menor alusión a un posible viaje a Madrid y en las dos ocasiones en que hablaron durante el día tampoco lo mencionó; Temía esa proposición y a la vez la deseaba, tenía decidida su respuesta, no iba a dejarle venir pero negarse, forcejear con él, le daba una intensidad a sus charlas que ahora echaba de menos; sentirse deseada, asediada, vacilar, tener la opción de dudar… era tan morboso que ahora se sentía vacía sin sus ruegos.
Cerró la puerta tras de sí y dejó el abrigo y el bolso en el salón; Como si tuviera que alcanzar un objetivo antes de que sonase el móvil Carmen se desnudó nerviosamente y contra su costumbre, dejó la ropa esparcida en el dormitorio pequeño. Desnuda cruzó el salón en penumbra sin reparar en las ventanas iluminadas al otro lado del jardín que separa ambos bloques, entró en la cocina donde bebió de un trago un vaso de leche, luego apagó la luz del recibidor antes de recorrer el camino inverso hasta el baño. Se lavó los dientes, se aplicó la crema hidratante… tras orinar se lavó en el bidet y corrió a la cama.