22 julio 2008

Capítulo 27  Negociación

(Tiempo aproximado de lectura: 25 minutos)


"¿Dígame?"

"Elena, soy Mario" – El silencio que siguió a mi frase me hizo dudar de mi idea de llamarla, por un momento temí que colgara. – ", ¿te pillo en mal momento?"

"¡Hombre!, el desaparecido"

"Cierto, y no será porque no me haya acordado de ti"

"¡Quién lo diría!"

"Por eso quería llamarte, para disculparme"

"Pues te ha costado, hace dos o tres semanas que me lo dijo Carlos, pensé que te habías vuelto a olvidar"

"Nunca me he olvidado Elena, nunca"

"Es igual, no pasa nada"

"No, no es así, hubiera querido… no sé, hablar más, poder…" – Elena interrumpió mi incoherente discurso.

"¿Y Carmen? ¿qué tal sigue?"

"Bien, como siempre, muy metida en su trabajo, en sus cosas"

"¿Os seguís viendo, no?" – recordé sus sospechas y procuré ser cauto.

"Si de vez en cuando, si las circunstancias son favorables"

"Ya, claro, recuerdo que aquella noche estaba muy molesta con vosotros dos, especialmente contigo, espero no haber sido yo la causa"

"En absoluto, se sintió engañada por el asunto de las habitaciones que reservó Carlos"

"Si las cosas no se hablan pueden causar estos efectos, aquello le debió parecer una encerrona, poco menos que un picadero"

"No le gustan las mentiras"

"A mi tampoco Mario" – no quise entrar al fondo de aquella frase que por el tono en que fue dicha, parecía querer decir mucho mas.

"Sentí dejarte así, hubiera querido…"

"Déjalo, aquello ya pasó; Supongo que aclaraste las cosas con ella, ¿no?" – insistía en el tema de Carmen donde me sentía incomodo.

"Si, aunque nunca me acabó de creer del todo"

"Creo que Carlos ya le ha contado cómo fue y eso te deja libre de responsabilidad ante ella".

"¿Y ante ti?" – Elena calló un momento.

"Conmigo no tienes ninguna obligación" – pensé decirle que con Carmen tampoco pero no quería mentir tan explícitamente.

La charla se fue suavizando, poco a poco comenzamos a hablar como no pudimos hacer aquella noche; evité hacer cualquier referencia a lo que había sucedido entre nosotros aunque la cercanía de su voz reavivaba en mi la excitación del recuerdo de sus besos, el erotismo que emanaba al saberla desnuda bajo su vestido accediendo a mi deseo, la calidez de su sexo, su peculiar manera de gemir en mi oído…

"Me gustaría volver a charlar contigo, si es que te apetece" – le dije poco antes de despedirnos.

"Claro, ¿Por qué no? Cuando quieras"

15 julio 2008

Capítulo 26  La manipulación

(Tiempo aproximado de lectura: 15 minutos)


Cuando colgué el teléfono hubiera dado cualquier cosa por no haber hecho esa llamada, acababa de ponerle en bandeja a mi mujer; Lo que fue un juego morboso en Julio que a punto estuvo de convertirse en algo mas, había sido cerrado entonces; Ahora por mi absurda obsesión acababa de abrirle el paso de nuevo a Carlos.

Otra vez reconocí esa sensación de vértigo que tantas veces me había invadido ante situaciones que no podía controlar. En mi mano había estado dejar aquello donde estaba, en los recuerdos; Sin embargo ahora Carlos estaría seguramente llamando a Carmen.

Pasé el resto del día en una tensión insoportable, hubo momentos en lo que deseé salir corriendo y buscarla para decirle que parásemos aquello que si, que tenia razón, no era capaz de continuar, me rendía.

Pero no lo hice, otra parte de mi, más sensata, me decía que Carmen no era un ninfómana que se fuese a tirar a los brazos de Carlos, para ella aquello era un juego erótico que compartíamos, un juego que se resistía a jugar mas allá de lo que hasta ahora habíamos hecho. Carmen era la sensatez y la cordura frente a la irresponsabilidad que yo representaba.

Salí del despacho antes de lo habitual y camino de casa llamé a su móvil.

"Hola cielo ¿Qué haces en la calle tan pronto? " – Carmen había captado el sonido del tráfico.

"Necesitaba tomarme un respiro, ¿te paso a recoger y nos vamos al gimnasio?"

"Jo! Lo siento, hoy no puedo, tengo una reunión a las seis y media" – se me congeló la sonrisa en la cara.

"Con Roberto, supongo"

"Claro, pero no tardaré demasiado, llévame la bolsa al gimnasio y me voy directamente allí ¿quieres?"

"De acuerdo"

"¿Qué pasa, te he estropeado el plan, no?"

"Es igual, no te preocupes, lo comprendo"

09 julio 2008

Capítulo 25  El retorno de Carlos

(Tiempo aproximado de lectura: 21 minutos)


"Hola Mario, ¿Qué tal?" – Carlos había reconocido mi móvil, me había costado toda la mañana hacer aquella llamada, sabía que si la hacía estaría a un paso de ponerle a Carmen en bandeja y no me sentía en absoluto tan seguro como creía estar.

"Hola Carlos ¿cómo va todo?

"Bien, como siempre, ya sabes, aquí en provincias hay menos variedad que en la capital" – bromeó.

"Ya será menos ahora me vas a decir que allí no lo tenéis todo muy bien organizado"

"Bueno, tú dirás" – hice una pausa en la que aún estuve tentado de desviar el tema de conversación y dar por zanjado algo que podía ser muy arriesgado, el órdago lanzado por Carmen no tenía por qué ser recogido por mí.

"¿Estás ahí?"

"Si, perdona ya estoy contigo, verás, llevo algún tiempo pensando… dándole vueltas a algo que me preocupa"

"Cuéntame y si te puedo ayudar…"

"Creo que si; Se trata de Elena, desde que estuvimos en Sevilla no dejo de pensar en la forma tan brusca que tuvimos de terminar aquella noche, al menos tu y yo pudimos hablar después, pero Elena… no sé, quizás ni se acuerde de aquello, posiblemente lo haya olvidado y no le de importancia pero…"

"Bueno, la verdad es que se quedó un poco… digamos, dolida, y más aún cuando no la volviste a llamar"

"De eso se trata, no tengo su teléfono y me gustaría disculparme"

"No creo que haga falta Mario, ya lo tiene superado"

"Ya, pero aún así, me gustaría"

"Y quieres que te de su número, ¿no?"

"Si, si no tienes inconveniente" – sabia que se acercaba el momento crítico.

"Por mí no pero, ya sabes, tendría que consultarlo antes con ella, supongo que lo entiendes porque te ocurrió lo mismo cuando te pedí el teléfono de Carmen" – ahí estaba, de una forma velada e indirecta me planteaba el canje.

"Por supuesto, díselo y ya me contarás"

"Por cierto, ¿Qué tal Carmen? ¿Sigues viéndola?"

"Siempre intentamos buscar algún momento para vernos"

"Claro, me extrañaría que dejases pasar una oportunidad así, es una mujer increíble"

"Lo es, desde luego que si"

Se produjo un silencio que presagiaba lo que iba a venir.

"Dime una cosa, ¿alguna vez te ha preguntado por mi?" – Noté como se me erizaba el vello de la nuca, era un momento trascendental; De lo que contestase en ese instante dependían tantas cosas…

"Hace poco me preguntó si seguía en contacto contigo, le dije que si, pero no me hizo ningún comentario más" – la suerte estaba echada.

"Vaya, es un buen síntoma" – su voz había cambiado, parecía más jovial, más alegre"

07 julio 2008

Reflexiones

(Tiempo aproximado de lectura: 3 minutos)


"La verdad, no sé que le encuentras a esta comida, no sabe a nada"

Mi amigo Fidel había aceptado mi invitación en un conocido restaurante vegetariano cercano a Las Cortes, no era la primera vez que le comentaba los placeres de este tipo de comida y por fin, sin que yo me lo esperara, aquel día decidió probar con cierto aire fatalista, como quien se dispone a vivir un gran sacrificio.

Al escuchar su frase le miré a los ojos; Fidel, engullidor habitual de hamburguesas bien bañadas en kétchup y mostaza, aficionado a las pizzas, al chorizo frito y a las "bravioli", bebedor de cervezas, "cubatas" y chupitos, en cuestión de vinos tiene por meta el Valdepeñas, más allá de eso su umbral de percepción no distingue matices.

Fidel tiene el paladar en overbooking permanente, saturado a tal punto que cada vez necesita más picante, mas sal y mas mostaza para sentir, es algo así como cuando te metes en una discoteca en la que apenas puedes oír de tanto ruido como satura tus oídos.

No me extrañó, pues, que aquella deliciosa comida, un autentico paisaje de sabores, colores y aromas, pasase desapercibido a su maltrecho paladar, su umbral de percepción está tan alto que esos matices tan delicados apenas rozan sus papilas gustativas.

Si supiera, - pensé-, si supiera lo que se pierde por querer saborear demasiado y demasiado deprisa, si supiera que esa satisfacción urgente de sabores estridentes le está haciendo perderse el autentico placer de saborear lentamente, de recorrer con su paladar una melodía de texturas y sabores inéditos que se mezclan entre sí creando nuevas combinaciones…

¿Qué le podía decir? ¿Cómo explicarle a un ciego los asombrosos matices de colores que pueden surgir en veinte minutos de puesta de sol?

Miré a Fidel, le sonreí y seguí comiendo.

 

"sinceramente creo que podrías seguir hasta el día del juicio final, y no pasaría nada en tu historia."

Leí hace unos días esta frase que me dedica un lector, y me dejó perplejo, podría entender que no le guste mi historia, que le parezca, - como me han dicho otros -, pura invención, pero que alguien después de leerla piense que en ella no pasa nada…

¿Cómo explicarle?

Me dirigí a su perfil para intentar conocerle e incluso leí alguno de sus relatos.

Y ciertamente, en ellos si pasa mucho, desde el primer capítulo y en todos ellos, mucho, en mucha cantidad y en mucha intensidad, nada de "in crescendo" ¿para qué perder el tiempo? Al grano.

Y miré su ranking de lectores. 10.000 8.000

No intento hacer una crítica, no podría hacerlo cuando le avalan tantos lectores satisfechos; Tiene un público que no es, - ¡gracias a Dios! -, el mío y al publico ante todo hay que respetarle aunque solo sea por aquel paradigma del marketing: "diez mil millones de moscas no pueden estar equivocadas, coma Vd. mierda", (¿O es el paradigma de la televisión actual?)

Aunque si me voy a permitir una puntualización: Al igual que no le critico a Fidel su compulsiva afición a acaparar colesterol, no le voy a criticar a mi descontento lector su superávit de testosterona, yo no le diré cómo debe escribir, su público ya lo hace.

A cambio, tampoco le aceptaré que me diga cómo debo hacerlo yo, primero porque mis lectores ya me lo dicen y segundo porque, hablando idiomas tan diferentes, sus consejos carecen de "sabor" para mí.

Las críticas siempre, siempre, son bienvenidas, me ayudan a mejorar la redacción, a recuperar el ritmo si es que ha decaído e incluso a explicar mejor detalles que para mí son evidentes por conocidos y que mis críticos me hacen ver que no supe explicar correctamente.

Pero que alguien diga que en mi diario "no pasa nada" delata tal atrofia de "paladar" que… mejor sonrío… y sigo escribiendo.


04 julio 2008

Capítulo 24  El reto

(Tiempo aproximado de lectura: 11 minutos)


La semana transcurrió con una falsa normalidad en la que ambos nos desenvolvíamos intentando ver quien aguantaba más, quien se rendía antes; No me creía su versión sobre su plan con Ángela pero me molestaba que una tercera persona estuviera involucrada de alguna manera en nuestra prueba. Carmen por su parte aparentaba que mi silencio no le afectaba; estaba convencido de que ella esperaba otra reacción por mi parte y yo no estaba dispuesto a dársela. Tras la primera sorpresa cuando desveló aquella supuesta trama no había dudado en ningún momento de que se trataba de una treta para poner en evidencia mis inseguridades.

Día a día me fue poniendo al corriente sobre los planes del nuevo departamento que iba a dirigir, sus comentarios iban impregnados de una cierta ambigüedad calculada que yo interpretaba como una artimaña para hacerme pensar que Roberto estaba intentando algo, ante lo cual mantenía una actitud displicente que Carmen ignoraba, ninguno de los dos estábamos dispuestos a ceder y el juego, además de morboso, se había convertido en una especie de competición entre ambos. Yo, por mi parte, evité hacer la más mínima alusión a su falsa salida con Ángela.

No obstante, había algo que me inquietaba y excitaba simultáneamente, Carmen había pasado de mantener una actitud pasiva ante mis insistentes insinuaciones sobre el sexo compartido a adoptar un rol diferente, ahora era ella la que creaba situaciones en las que la ambigüedad generaba más tensión que cualquier declaración explícita que, sin duda, me habría llevado al terreno de la fantasía; La ambigüedad, el decir sin decirlo todo, la insinuación velada, el gesto descuidado… hacían más efecto, mucho más, que el erotismo explicito que habíamos usado hasta entonces en nuestras fantasías compartidas.

"Mañana por la noche se cumple el plazo" – Estábamos cenando cuando rompí el silencio con esta frase, me miró largamente sin responder nada. -"¿Algún plan en concreto?" – Sonrió al descubrir en mi insistencia la debilidad de mi aparente aplomo.

"Hablar, salir de la cancha, dejar de competir, volver a ser nosotros mismos y comparar" – dijo con una preciosa sonrisa en su boca, su expresión de sosegada calma me dio a entender que, al igual que yo, estaba deseando acabar con aquello.

"¿Comparar? Creo que no te sigo"

"Yo creo que me sigues perfectamente, supongo que cuando terminemos el… ¿partido? ¿o debería decir ‘combate’?"

"Dejémoslo en partido" – dije sonriendo.

"Bien, pues cuando dejemos el partido, podremos relajarnos un poquito, rebobinar la película de estas dos semanas y valorar lo que tenemos" – Tenía la impresión cada vez más firme de que Carmen estaba cansada de mantener este juego y me alegró porque yo sentía eso mismo: deseaba volver a nuestra vida, no me gustaban las incógnitas que se habían creado estos días. Echaba de menos la transparencia que siempre hay entre nosotros y aunque se tratase de un juego, me generaba una molesta desazón.

"Perfecto, ¿después del gimnasio?" – Carmen asintió con la cabeza. Continuamos cenando en silencio.