Capítulo 97 Virando hacia Ítaca
(Tiempo aproximado de lectura: 27 minutos)
Me llevan en volandas, boca abajo. Unas manos sujetan mis muslos, otras mis piernas, otras apuntalan mis tobillos. Más arriba mi cintura descansa en unas manos que se ahuecan para sustentar las crestas de mis caderas; saben lo que hacen. Así, a lo largo de todo mi cuerpo que parece volar por la sala en la que me encuentro, manos que aguantan mi vientre, mis hombros, mis brazos extendidos hacia delante como si estuviera volando.
Con todo, la postura no es cómoda; tengo que mantener en tensión el cuello para aguantar erguida la cabeza y poder mirar al frente, mas cada cierto tiempo debo claudicar y dejo caer la cabeza, vencida, agotada. Entonces veo mi pelo largo, mi melena atada en una coleta que se balancea al ritmo que llevan mis porteadores. A veces alguno se apiada, agarra la coleta y tira de ella; mi cráneo se levanta y puedo mirar al frente sin que eso me suponga un esfuerzo para el cuello.
Mis piernas viajan abiertas lo suficiente para que cuando nos detenemos atendiendo al capricho de alguien pueda ser penetrada con facilidad. Tengo el coño muy dilatado, lo siento palpitar todo el tiempo. Ya no llevo la cuenta de las veces que he sido follada, noto los labios hinchados y húmedos. De vez en cuando me aplican una toalla que me refresca y me limpia de restos; la hunden con delicadeza en mi interior y me vacían de semen, luego continúa el peregrinaje.