22 enero 2014

Capítulo 65 La droga

(Tiempo aproximado de lectura: 47 minutos)



La ducha me ha despejado, me siento bien. Mientras termino de secarme echo un vistazo a la ropa que me ha prestado, un blusón de lino beige, pantalón oscuro y un bóxer que a simple vista me parece algo estrecho. Me pruebo las zapatillas y resultan muy cómodas, es como estar en casa. Salgo del dormitorio y veo a Doménico al fondo, en la cocina, sentado en una banqueta alta enfrascado en el móvil. Levanta la vista cuando me acerco.

-        “¿Mejor?” – su tono es cordial, viste de forma parecida a la mía, tiene el pelo húmedo, señal de que también él ha aprovechado para refrescarse. ¿Solo? Desecho esa idea de mi cabeza.

-        “Mucho mejor, fuiste demasiado generoso con el whisky en el pub, pensé que intentabas noquearme”

-        “Por cierto, no te he dado las gracias… por lo del pantalón”

Hago un gesto con la mano dando por zanjado el asunto pero continúa

-        “En serio, me pareció increíble por tu parte; sin tu ayuda no hubiera conseguido llegar… ya sabes”

La escena se me presenta vívida, fresca, al detalle. Quizás en el fragor de la batalla, cargado de morbo y alcohol me pareció coherente. Ahora, despejado tras la ducha, frente al hombre al que le había facilitado el camino hacia el coño de mi esposa… desvío la mirada sin darme cuenta, como si me avergonzase.

-        “Lo siento, no pretendía molestarte”

¡Mal jugado! Lo último que quería es situarme en el papel de marido cornudo pasivo que juega el rol de consentidor-sufridor  y que se limita a mirar cómo su esposa se entrega al amante de turno. Me irrité conmigo mismo, tenía dos segundos para corregir el error.

09 enero 2014

Capítulo 64 Va a suceder

(Tiempo aproximado de lectura: 25 minutos)



Carmen camina abrazada a Doménico como si al mundo no le importara nuestra vida. A veces extiende una mano reclamando la mía y caminamos así, cogidos de la mano mientras besa al hombre que acaba de provocarla un orgasmo en medio de un pub de Alberto Aguilera y con el que dentro en unos minutos hará el amor en mi presencia. No sé si ha sido el contraste de temperatura, el caso es que el frío se concentra en mi espalda y comienzo a tiritar. Nunca he sido friolero y me incomoda esta reacción precisamente en estas circunstancias. Me hace sentir débil.

Llegamos a la glorieta de San Bernardo cuando es la una de la madrugada. El intenso tráfico del inicio del fin de semana en Madrid me recuerda que somos blanco fácil de las miradas de quienes atraviesan las calles mientras esperamos que el semáforo nos dé paso. Ellos continúan cogidos de la cintura sin reparar en los riesgos que corren, que corremos, porque formamos un trío que no pasa desapercibido. Carmen, con sus zapatos de tacón de vértigo nos saca media cabeza a Doménico y a mí. Descalzos somos más o menos de la misma estatura, su gusto por los tacones nunca me ha supuesto un problema de autoestima, al contrario, me encanta llevarla cogida por el talle y que ella me eche el brazo por el cuello. Así es como espera que el semáforo cambie a verde, con su brazo por encima de los hombros del italiano que a su vez rodea su cintura mientras ella se aferra a mi mano.

Un trío que no pasa desapercibido, eso somos y veo cómo nos observan desde los autos que se detienen en medio del denso tráfico de la noche. Una hermosa mujer con una espléndida figura flanqueada por dos hombres, una mujer que responde a los besos del que estrecha su cintura a su derecha y que en ocasiones se vuelve hacia el que sujeta su mano izquierda buscando su boca para besarle, como si tuviera que equilibrar ambos lados de una balanza. ¡Como para no mirar!