Capitulo 151 Un ogro detrás de la puerta
(Tiempo aproximado de lectura: 33 minutos)
Guido se fue pronto, nos dimos un buen revolcón y a las cinco volvió al gimnasio. Me vino bien porque no quería tenerlo toda la tarde en casa y no sé cómo me las hubiera arreglado para hacerlo marchar. Ni siquiera lo acompañé, le escuché asearse, se vistió y me dio un beso de despedida convencido de que me había dejado agotada. Le oí cerrar la puerta y me quedé en la cama pensando en mis sentimientos, una mezcolanza de emociones desbordadas por el regreso de Mario en el que nos reencontramos tal y como éramos entonces, nos abrimos con total sinceridad y nos entregamos con el deseo fresco y renovado. Guido fue la culminación, el regalo de despedida de Mario. Sin embargo no podía obviar los silencios y las sombras que provocó una explicación vaga y retorcida. Elena, ¿qué pasó con Elena? Me dejó una sensación parecida al reflujo de las olas cuando llega la bajamar.
Me gusta acodarme en el muro a ver el cambio de la marea en las costas del norte. El mar se resiste a abandonar la playa conquistada y a veces lanza un ataque agonizante tratando de recuperar el terreno que sabe perdido. Así me sentía intentando mantener la euforia del fin de semana. Terreno perdido. Mario no estaba y yo trataba de apuntalar las emociones que cultivamos aún a costa de ocultar la amarga sensación de estar viviendo silencios ya vividos. Hablamos, escuché, quise creer para no estorbar la marea crecida. Pero ahora, en pleno declive, no pude negar lo evidente: algo no había ido bien, no conseguía dejar de pensar en el desencuentro que a duras penas logré evitar. Otra vez no, otro engaño no. Qué ocurrió con Elena, qué hablaron, lo que fuera que hubo no fue capaz de compartirlo conmigo.
Y tenía relación con Carlos.
No iba a amargarme el resto del Domingo, preparé una bolsa de deporte y me fui a las piscinas del club, poco después estaba nadando.