Capítulo 44 Desilusiones
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La fría lluvia no consiguió despejarme y tan solo reavivó un intenso dolor de cabeza que me había acompañado desde la segunda copa. Cuando entré en la habitación del hotel eran ya las once de la noche ¿Cuánto tiempo había durado la paliza a la que me había sometido Roberto?
Dejé el abrigo sobre la cama y me vi reflejado en el espejo del armario, una enorme mancha oscura se extendía hacia abajo abarcando medio muslo, sentí la pegajosa humedad que adhería la tela a mi piel y me despojé de toda la ropa dejándola esparcida por la habitación. Entré en la ducha y dejé que el chorro cayera sobre mi cabeza durante mucho tiempo, el agua templada me relajaba y parecía calmar el desprecio que sentía por mí mismo, luego me froté el muslo con la esponja compulsivamente, como si quisiese borrar hasta el último rastro de aquella indigna polución.
“Tu mujer es una puta… se comportó como una golfa… no esperaba nada decente de ella…” las palabras de Roberto se repetían machaconamente en mi cabeza, “…gana mucho en pelotas… vaya tetas que tiene…”
No lograba arrojar de mi cabeza la voz de Roberto que se repetía machaconamente y sentí asco de mí cuando noté como mi polla comenzaba a crecer. A medida que el agua me rescataba de la ebriedad la vergüenza se fue apoderando de mi mente. Ya tenía lo que deseaba ¿no quería ser reconocido como cornudo? pues ahí estaba, Roberto lo había dicho muy claro “No, si al final me vas a dar las gracias por atender a tu mujer”.
Salí de la ducha, una violenta nausea me hizo correr hasta la taza y eché todo el alcohol que había consumido.