Capítulo 94 Agité la botella…
(Tiempo aproximado de lectura: 50 minutos)
30sep15
“Luego te llamo, necesito pensar, estar solo”
Una vez más la evitaba.
Llevaba intentando comunicarse conmigo desde el sábado, sin prisas para no agobiarme. La primera vez aquella misma madrugada, una llamada que no contesté; el domingo por la mañana hacia las doce probó de nuevo, un mensaje marcado por la cautela; debió imaginar de todo al ver que no la llamaba, incluso que Carmen y yo habíamos iniciado el camino de la reconciliación. A las tres de la tarde, quizás sobrepasada por la preocupación me volvió a llamar pero no fui capaz de responder; en lugar de eso le envié ese mensaje. Puro egoísmo; un mensaje en el que, una vez más, no pensaba en la otra persona que formaba parte de mi vida en ese momento. Yo, conmigo mismo, lamiéndome mis heridas.
No volvió a insistir; la imaginé desolada, ignorada por el hombre que la dejaba al margen cuando más podía necesitarla, como si ella no fuese suficiente mujer para ayudarle.
¿Cómo decirle que no era esa la causa? ¿Cómo explicarle que solo necesitaba un tiempo de silencio, de soledad y luego, luego la buscaría?
La conversación con Doménico me había hecho ver las cosas con otra perspectiva. Hasta entonces me había situado en el punto de vista del marido abandonado, del esposo engañado. Sí, claro que reconocía una parte de la responsabilidad. Aceptaba que había sido el motor del cambio de nuestro matrimonio, un matrimonio que había descarrilado. Yo fui el impulsor del juego que en Sevilla la llevó a los brazos de Carlos, era yo quien le hizo cambiar sus ideas sobre las relaciones de pareja, quien movió los hilos para meter en nuestra cama los fantasmas de otras personas que, al menos en nuestras fantasías cuando el orgasmo estaba cerca, follaban con nosotros y así conseguía que Carmen consintiese en asumir como suyas ideas que al principio solo eran mías. Pero nada más; hasta ahí limitaba mi responsabilidad.
Aquella conversación, a pesar del rechazo que manifesté, me hizo pensar.
De alguna manera fue como quien agita una botella de cava y cuando suelta el tapón intenta detener la fuerza desbordante que él mismo ha provocado. Por mucho que se esfuerce por devolver el corcho a su lugar jamás conseguirá controlar la furia que ha desatado.