17 junio 2011

Capítulo 51 La ruptura

(Tiempo aproximado de lectura: 16 minutos)


Abrió los ojos desorientada. Una rítmica serie de pulsaciones en progresiva intensidad habían culminado en una fuerte contracción de su coño que la expulsó del profundo sueño en que se había sumido tras acabar con el sándwich y el café que se preparó al llegar a casa.

Aún trataba de despertarse del todo cuando unas leves réplicas empezaron a cobrar fuerza,  la espalda se fue arqueando al ritmo que marcaba la intensa palpitación de su sexo. Las manos, conscientes del huracán a punto de llegar, ocultaron crispadas su rostro intentando dominar el arrebato  que amenazaba con hacerla estallar, sus muslos se apretaron cruzándose unas veces, estirándose otras sellando la grieta por la que habría de surgir el Apocalipsis, la agonía y la resurrección de la petite morte que no sabía cómo controlar.

Se dejó arrastrar sin oponer resistencia, como una muñeca de trapo zarandeada por invisibles hilos, acompañada por las mismas escenas que habían llenado su sueño. Hermosas y turgentes pollas atrapadas por sus ávidas manos deseosas de conocerlas por primera vez… sus dedos acariciando torsos sin rostro vagando inevitablemente hacia unos firmes glúteos en tensión… unas fuertes manos aferrándose a sus pechos… otras ansiosas la despojan sin delicadeza de la ropa… rostros pugnando por abrir un resquicio entre sus muslos, olfateando como lebreles, lamiendo, gruñendo, empujando con la testuz hasta conseguirlo…

Y la imagen suprema, la que provocó el brutal espasmo y ahora la está llevando al clímax: Desnuda sobre un gran lecho con los brazos en cruz y las piernas muy abiertas, las rodillas flexionadas al máximo hasta chocar contra su cuerpo y los talones tocando sus nalgas ofreciendo obscenamente su coño, el ano a seis, siete, quizás diez o más hombres que se disponen a poseerla.