13 diciembre 2013

Cap 63 Enroque corto

(Tiempo aproximado de lectura: 63 minutos)


-        “Todo empezó como una broma”

Carmen no ahorró detalle en su relato aunque evitó entrar en descripciones escabrosas. Comenzó a describir la trastada, - así la definió -, que me inventé camino de Sevilla y cómo le fuimos dando forma kilómetro a kilómetro hasta construir unos personajes que nos iban a servir para llenar de morbo y aventura el tiempo libre que nos quedaría durante aquel congreso. Se trataba de un juego inocente en el que nos comportaríamos como si fuéramos  amantes ante otra persona, nada más. Pero ella descubrió algo nuevo; la insoportable excitación, nunca imaginada hasta entonces, que le supuso presentarse ante un desconocido como si no fuese ella, usando una personalidad diferente, protegida tras un anonimato que le permitía ser, decir y hacer cosas que jamás se hubiera atrevido bajo la piel de Carmen. Descubrió que esa libertad para transgredir le gustaba más, mucho más de lo que había llegado a apreciar en un primer momento.

Representar nuestros papeles ante Carlos nos excitaba, jugábamos a ver quién era el más atrevido de los dos, el que llevaba su personaje más lejos. Carmen me describió como un jugador siempre dispuesto a echar un pulso más osado, arriesgando, siempre subiendo las apuestas, y a ella misma como la perfecta compañera de juego, lanzada, dispuesta a asumir el riesgo, lista para responder “lo veo” a todas las propuestas por fuertes que fueran,  disfrutando con el morbo hasta el punto de ser ella la que, dejándose llevar del impulso por lanzarme un órdago ganador, se inventó la historia de la orgía sin calcular que en aquella partida se estaba jugando con los sentimientos de una tercera persona.

Doménico escuchaba atentamente sin interrumpirla. A veces Carmen se demoraba en una pausa eligiendo las palabras adecuadas o poniendo orden en sus recuerdos, como cuando tuvo que explicar las contradicciones que experimentó cuando tras haberse declarado libertina se quedó sin argumentos para frenar los avances de Carlos.

Acompañó otro largo silencio mientras mi mujer se perdió rememorando la huida de Sevilla antes de poder expresarla en palabras, una huida que la hizo sentirse cobarde, ruin.

A pesar de todo, a medida que el relato avanzaba Doménico veía perfilarse una pareja enamorada. Meses después me contaría que lejos de encontrar una historia sórdida o vulgar en la que el argumento principal era el sexo y la lujuria, lo que Carmen le describió aquella tarde fue una historia de amor, compleja y poco ortodoxa, pero muy profunda.

01 diciembre 2013


Capítulo 62 Todo empezó como una broma

(Tiempo aproximado de lectura: 31 minutos)



La primavera comienza a hacerse notar con fuerza en este Madrid de primeros de Marzo. Intento huir del intenso tráfico de mediodía y callejeo para llegar al restaurante en el que he quedado con Carmen para almorzar. He salido con tiempo suficiente y me detengo en una de las escasas tabernas que aún quedan de las de vermut de grifo y tapa de boquerón en vinagre, de paredes alicatadas de azulejos con evocaciones goyescas, de las que huelen a gamba y a berberecho, donde la cerveza se sigue  tirando en barro y en las que aun se apunta con tiza en la vieja barra de madera la consumición de la clientela.

De tanto repetir la escena, mi mente conserva nítida la imagen de mi mujer tomada de la cintura por ese hombre que la atrae hacia si y la besa en la boca sin que ella oponga ninguna resistencia. Sus brazos, ¿dónde estaban sus brazos? Creo recordar que cuando la besó por primera vez se hallaban cogidos de las manos, pero en ese momento, cuando se atrevió a volver a besarla… no se, yo estaba tan trastornado que no puedo recordar. Creo que una de sus manos iniciaba un saludo de despedida en el brazo de él y acabó apoyada en su pecho. Si fue así no lo sé, quizá es mi imaginación que ha rellenado la escena ya que no tuve ojos más que para esas bocas que se unían. Recuerdo su espalda arqueándose como si por una parte intentase huir del beso y al mismo tiempo estuviese atrapada por el deseo. Tuvo ocasión de reprocharle la osadía, pudo alegar sorpresa la primera vez, sin embargo el segundo beso lo vio venir y no hizo nada por esquivarlo.

¿Estoy acusándola de algo? ¿Es esto un reproche? En absoluto. Preparo los argumentos que momentos después posiblemente tendré que enfrentar a sus dudas al tiempo que alimento la excitación que me produce rememorar esas escenas.

El proceso está en marcha. Si como Carmen dice, Carlos es agua pasada, acabamos de dar el pistoletazo de salida a la nueva aventura y toda la emoción contenida se me agolpa en la garganta impidiéndome respirar con normalidad.


Apuro el vermut  y salgo a la calle a encontrarme con la adúltera, con esa mujer que me vuelve loco y con la que voy a ultimar los planes para seducir al que hemos decidido que será su nuevo amante.