26 diciembre 2011

Capítulo 52 Mudando la piel

(Tiempo aproximado de lectura: 22 minutos)


Café con leche; la leche bien echada, con arte, haciendo círculos lentamente para provocar una abundante espuma blanca.  Agradecí con un gesto  al camarero su buen hacer y eché medio sobrecito de azúcar.  Mientras daba vueltas al café no pude evitar volver la vista a la mesa que quedaba detrás a mi izquierda y cuya ocupante había llamado mi atención al entrar.

Pelo castaño claro recogido en un moño alto, delgada hasta marcar los pómulos y dibujar suavemente las mandíbulas en su rostro. Cuello esbelto en el que se insinúan las vértebras que se pierden bajo el negro suéter de escote ovalado que deja ver sus clavículas. Espalda recta a pesar de que apoya sus codos en la mesa mientras lee un libro

Cuando entré, de alguna manera debió notar mi mirada pues sus ojos abandonaron la lectura para cruzarse brevemente con los míos. Ojos de un verde intenso que ahora, al volver la vista atrás mientras removía mi café, respondieron a mi insistencia con un aire de altiva interrogación.

Juro por esos dioses en los que no creo que jamás me comporto así. Quizás fue la necesidad de resarcir al varón malherido que acababa de poner en tela de juicio en la sauna de la que apenas salí cinco minutos antes, lo cierto es que mis pasos me dirigieron con una seguridad que no era mía hacia la mesa de aquella hermosa mujer, con la taza en la mano, mientras ella no dejaba de desafiarme con el magnetismo de sus ojos.