Capítulo 33 Trauma
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Abrió los ojos.
Durante unos segundos intentó ubicarse pero se sentía desorientada.
Miró hacia su izquierda, no reconocía la habitación en la que se encontraba, un intenso dolor de cabeza y un zumbido en los oídos le recordó que se había pasado con las copas.
En pocos segundos se situó; estaba en una cama extraña, el calor de la calefacción no evitaba que se sintiera destemplada al estar desnuda y sin cubrir. Su cuerpo salía del letargo y comenzó a enviarle señales, notó zonas de su piel endurecida por el sudor seco, una sensación de humedad viscosa le llegó de su coño que percibió dilatado, rezumaba un flujo espeso que mojaba el interior de sus muslos y se deslizaba pesadamente entre sus nalgas empapando la sábana que se pegaba a su piel. Una molesta irritación en su ano convirtió su preocupación en alarma. A su lado, percibió una respiración acompasada y un penetrante olor masculino que reconoció. Sobresaltada se volvió a mirarle.
- “Buenas tardes muñeca, por fin te has despertado” – Roberto acompañó esta frase poniendo una mano sobre su vello púbico.
Carmen comenzó a recordar; La comida de empresa de Navidad, esta vez en la mesa de dirección, alejada de sus compañeros con los que otros años compartió bromas y charla y que este año le dirigían miradas inquisitivas que le hacían sentirse el centro de todos los comentarios. Luego la copas, las conversaciones con los socios, siempre acompañada de Roberto al que tuvo que plantar cara varias veces para que no la pusiera en evidencia delante de todos con sus mal disimulados magreos.
¿Cómo había acabado allí? No recordaba que el restaurante en el que se había celebrado la comida estuviera en un hotel, porque aquello era evidentemente la habitación de un hotel.
Mientras intentaba reconstruir los hechos que la habían conducido a aquella situación, la mano que descansaba pesadamente sobre su pubis se desplazó hacia abajo y uno de los dedos comenzó a hundirse entre sus labios, instintivamente pensó hacer algo para evitarlo pero comprendió que ya carecía de sentido, no tenía ganas de moverse y le dejó hacer; el dedo se movía despacio, hurgando entre sus labios cerca del clítoris y apenas le molestaba.
Como en un fogonazo las imágenes se presentaron en su mente, mezcladas, confusas, sin un orden fijo; Se acordaba de un ancho pasillo, ella iba del brazo de Roberto, intentando caminar recto y ahogando la risa etílica que le producía su inestabilidad; Luego, besos en el ascensor, besos que aceptó sin que le provocaran el rechazo de otras veces; se vio a si misma protestando por aquella mano que le había bajado el tirante del vestido y descubría su pecho izquierdo arrastrando la copa del sujetador, recordó que en aquel mismo instante, atrapada contra la pared del ascensor, decidió sorprenderle y cuando se abrieron las puertas dejó su pecho desnudo y salió al hall, la emoción del riesgo disparó su morbo, mas aun cuando escuchó a su espalda la sorpresa ante su audacia expresada en un “¡pero qué puta eres!”; El alcohol le hacía sentirse libre, completamente desinhibida, quería acabar con aquella imagen de estrecha que suponía que Roberto tenía de ella; Caminaba con su pecho desnudo guiada del brazo por el mal iluminado pasillo hacia una habitación, deteniéndose a cada tramo para dejarse besar por Roberto que aprovechaba para manosear su pecho cada vez con más intensidad.