Capítulo 172 Lo que ocurre en la playa… (2)
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Yo quisiera saber si tu alma es igual a la de cualquier mujer
Porque a mí me atormenta en el alma
Tu frialdad
Y sueño, con gran pasión, que vives para mí
como yo vivo, niña, por ti
Tu frialdad, Triana 1980 Escuchar
(Veintiuno de Agosto, Martes de madrugada)
Me despertó el calor. Mario dormía profundamente. No lograba conciliar el sueño y abandoné la cama con cuidado. Bajé a la cocina, vacié de un trago un vaso de agua del frigorífico. Se estaba bien, mejor que en la planta de arriba. Oriné y me refresqué toda. Volví a la cocina y bebí con calma otro vaso de agua, luego entré al salón y abrí el mirador; qué noche más buena. Salí al exterior, el aire puro actuó igual que lo haría un bálsamo.
Cómo habían cambiado las cosas, a estas horas deberíamos estar en la Sierra, sin embargo vivíamos una aventura impredecible en una villa de lujo y yo me llevaba la mejor parte, sin duda, porque Gerardo había resultado ser un amante colosal, un fuera de serie; solo de pensarlo se me erizaba la piel. Y otras cosas.
Mario lo estaba asimilando mejor de lo previsto; al primer contacto entre ellos congeniaron como si fueran a convertirse en amigos. No me confié, faltaba la prueba de fuego: los preparativos para acudir a la primera cita y ahí estuvo genial, pude irme sin el menor remordimiento. Pensaba contárselo cuando despertase, aunque debería suavizarlo, no era prudente que lo supiera todo. ¿Cómo no me lo advirtió Lorena?
«Ya podías haberme avisado, me ha dejado destrozada».
Me había precipitado, si acaso andaba despierta estaría ocupada, seguro.
Unos segundos después, dio señales de vida: