Capítulo 182 Los retos abiertos
Tiempo aproximado de lectura: treinta y seis minutos.
Días del futuro pasado
Acompañadme, demos un salto en el pasado hacia el futuro que ya está en el pasado.
Verano del dos mil tres, una noche cualquiera del mes de Agosto.
Me hubiera gustado despertar entre sábanas de satén blanco, la noche lo había merecido, pero nos alojábamos en un complejo hotelero, hubiera sido mucho pedir. Nos despejamos con una larga ducha y bajamos a desayunar apurados de tiempo a punto de encontrar cerrado el comedor. Después, nos preparamos y salimos a pasar una mañana tranquila de playa.
—¿Qué quieres?
—Zumo de piña.
—Ahora vuelvo.
Esperé en la tumbona a resguardo del sol bajo un gran toldo. No le había querido decir nada a Mario, aquel hombre no me quitaba ojo desde que llegó. Da igual, estoy acostumbrada y más haciendo top less como la mayoría de las chicas a mi alrededor. Lo que nos diferenciaba eran los aros en mis pezones, unos aros idénticos al del ombligo y a los pendientes. Había ignorado los reiterados toques de atención de mi conciencia que exigía prescindir de la parte más llamativa de aquel precioso juego de seis piezas antes de bajar a la playa, un valioso regalo de… dejémoslo ahí. No había motivo, salvo librarme del insistente acoso de algún que otro mirón como este, pesado e impertinente. Nos habíamos cruzado. No exactamente: yo fui a refrescarme a la orilla, pasé cerca, al llegar esquivé unos niños y me entretuve con la marea empeñada en robarme la arena bajo los talones. Lo vi a pocos metros, ¿me había seguido?, miraba hacia mí con descaro, como si nos conociéramos. No le di mayor importancia, nadé un rato y volví al toldo, me sequé aún de pie y al levantar la vista lo encontré observándome. Sí, me conocía, sin embargo yo no recordaba haberle visto jamás. Esto sucedió diez o quince minutos antes de que Mario propusiera ir a por algo de beber y, durante ese tiempo, caí en la tentación de dar alguna ojeada. Siempre lo encontraba esperándome, declarando que él sí me conocía.
A poco de irse Mario, el desconocido se acercó, miró alrededor y se puso en cuclillas.