Capítulo 202 A las puertas del abismo
Tiempo estimado de lectura: cincuenta y cinco minutos.
«Aquel que lucha con monstruos, cuide de no convertirse él mismo en un monstruo. Y si miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.»
Friedrich Nietzsche. Más allá del bien y del mal
No sé nada de Carmen. Le he dejado un sinfín de llamadas, ¿por qué no responde?
Estoy hecho polvo. Recuerdo vagamente que me metieron en un taxi, no sé a qué hora. He amanecido tarde, muy tarde, tirado sobre la cama con la ropa de calle y un dolor de cabeza que me martillea las sienes. Después de ducharme, la he llamado, he bajado a desayunar, he vuelto a insistir, he subido a la habitación, tenía varias llamadas perdidas, ninguna de Carmen, todas tratando de localizarme. He faltado a una reunión en la Junta. Mierda. He vuelto a llamarla; nada. Cuando ha sonado el teléfono, he respondido pensando que sería ella, pero no, era Emilio preocupado porque se han puesto en contacto con él preguntando por mí. He llamado a la Junta y me he disculpado, he conseguido que nos veamos esta tarde. He vuelto a intentar dar con ella. ¡Joder, dónde está!
Me he presentado en el Penta. Lo más probable es que esté cerrado, aunque sospecho que está allí con el hijoputa de Diego.
Voy a tener razón. La puerta está abierta, las luces, apagadas, cruzo el local escuchando mi respiración agitada sobre el profundo silencio, me dirijo al despacho, oigo voces.
Entro. El inconfundible olor a hierba inunda el despacho.
Diego está al teléfono. Se le cae la sonrisa.
La veo. Oh, Dios, ¿qué es esto?
Ahí está Carmen apoltronada en el sofá; las rodillas dobladas como bisagras; las piernas, descaradamente abiertas, revelan sin pudor lo que otras mujeres guardan con celo. ¡Desnuda, joder, desnuda de toda vergüenza! Me ve y aparece un fugaz destello de pudor que reprime al instante. Sostiene entre las manos una taza de loza alta a modo de cáliz hundida entre los muslos y el vientre, pero ni con ese torpe escudo logra tapar el sexo. Joder, el sexo. Esos labios, hinchados, oscuros como nunca los había visto se derraman de la vulva rozando el tapizado del sofá. ¿Qué le ha pasado? ¿Quién la ha herido de tal manera para exhibirse así, tan vulgar, tan… tan bestia?
Curro está detrás, sentado en el respaldo, parece un depredador al acecho. Me mira y, con una lentitud obscena, empieza a masajearle los hombros. Hijo de puta. Un jadeo se me ahoga en la garganta. Joder… ¡Joder!
Sobre la mesa baja, un paisaje de derrota: el sujetador arrugado; los restos de una ensaimada; un paquete de tabaco aplastado, el cenicero a reventar de colillas; una caja de condones abierta, dos envoltorios vacíos. ¿Y las bragas, dónde habrán ido a parar?
La voz, esa puta voz interior que me acompaña, martillea en mi cabeza, insistente, cruel: "Han follado, han follado, los tres." La frase se repite, una y otra vez, clavándose como un puñal.
Curro, envalentonado por mi pasividad, desliza la yema del índice por la clavícula, extiende los demás dedos como garfios y se abate sobre un pecho; la otra mano cobra vida, en un instante le rodea el cuello. Ella deja caer la cabeza, cierra los ojos en un gesto de entrega que me revuelve, se abandona a ese falso amago de asfixia. No puedo apartar la vista, no puedo. De pronto, descubro un detalle insignificante; a mis ojos, desolador: no lleva los aros. Me mira sin expresión ninguna, con un cansancio que parece haberle vaciado el alma. Menea la cabeza intentando desembarazarse de Curro y lo consigue.
—¿Qué haces aquí?
—Me ha dicho Candela que no has ido a casa.
Diego se despide indiferente y me calibra mientras guarda el teléfono en el bolsillo.
—La próxima vez, llama antes de entrar, casi nos pillas en plena faena, a que sí, nena.
Carmen responde con una caída de ojos y me mira. Su rostro muestra una laxitud que conozco bien, un rasgo de abandono preocupante. Curro, el hijo de puta, sigue amasándole la teta, se inclina y le hociquea el cabello.
—Ha dormido en mi casa, bueno, lo que se dice dormir… ¿Se lo contamos?, se lo contamos: Cerramos… ¿a las tres?, y como iba muy puesta, seguimos de fiesta en casa con unos cuantos amiguetes. Esta tía es una jabata, tío, se los fue cepillando uno a uno, pim, pam, pim, pam; aquí mi colega se pone a llamar y empiezan a llegar refuerzos y la muy zorra se los va pasando por la entrepierna uno a uno.
Curro deja de morderle el cuello y se suma a la obscenidad.
—Y de dos en dos, parecía una brocheta, niño: pincho por delante, pincho por detrás.
La vuelve a morder en su punto débil. Carmen le ofrece la garganta, ha escuchado su ocurrencia y esboza una débil sonrisa.
—Qué máquina, esta noche ha batido el récord: ¿te suena la historia de una que se tira a todo un equipo de fútbol? ¿No? Da igual, esta pantera la ha superado, se ha llevado por delante… a lo que sería la plantilla completa más los suplentes, entrenadores, árbitros… ¡y sigue fresca, la cabrona. Mírala, como una rosa!
Curro se golpea el pecho, orgulloso de su papel en la función.
—Y al jefe de seguridad, que soy yo. La noche ha dado para hacer un triplete: por delante, por detrás y por la boquita, ¡qué boquita más tragona tiene!
No me lo creo. No puede ser. Pero no lo desmiente, asiste impasible al discurso vulgar, asqueroso y obsceno de esos a los que se ha entregado como una ramera. Y yo, que la conocía, que la había creído diferente, ahora me lo creo todo. Será como dicen.
—Lo que yo digo, la presento al Guinness de los polvos y lo revienta.
—A ver si a la que vas a reventar es a ella, mira cómo la habéis dejado —señalo la vulva hinchada y los labios inflamados brotando al exterior como una llaga abierta. Curro sale a defender al jefe con la insolencia de quien se sabe impune:
—Eh, chaval, nadie la ha obligado a nada. Tenías que haberla oído pidiendo más.
—Tú verás lo que haces, si la quemas, en dos días matas la gallina de los huevos de oro. Además, no es cosa mía —acabo con un desdén que no siento—, he venido a hacer cuentas. Toma, la recaudación de ayer de Candela.
El sobre golpea la mesa poniendo punto final a una historia que no querría haber escuchado.
—La recaudación, ni que fuera una máquina tragaperras —dice Diego riendo la gracia, una risa que contagia a Curro y hace sonreír a Carmen sin ganas—. A ver, cómo fue la noche.
Me siento frente a ellos tratando de no mirar el deterioro entre sus piernas: la vulva abierta como una herida, los pliegues oscuros fruncidos hacia fuera, el intenso aroma a sexo que desprende es el rastro de la orgía que la ha dejado en tal estado. Diego se encarga de hacer el reparto de las ganancias de Candela. No está mal, comenta, estarás satisfecho. Devuelvo mi parte al sobre sin abrir la boca. Me está mirando, seguro. Curro le dice algo al oído y ella recoge el sujetador, se levanta inestable y se van de la mano sin decir nada.
—No tardéis. —les advierte Diego guiñándome un ojo. —Está enviciado el muy cabrón.
—Normal, no se ha visto en otra como esta en su vida. —respondo en alto para que me oigan, para que me oiga ella, la zorra.
—¡Eh, no os paséis! —protesta Curro, con una indignación que es puro teatro.
—Calla, cabronazo, no le des mucha caña.
Me duele. Por qué hace esto. No la veo, pero sé que aún están en la puerta; escojo las palabras, las mido, las pulo como si de ellas dependiera mi última oportunidad de recuperarla. Le va a gustar, tal vez lo consiga.
—Dile a tu chica que esta noche vuelvo a…—¿a Madrid? No, mejor a…
—…a casa, que me llame, quiero cenar con ella.
—¿A qué hora sales? —Su voz ha sonado conciliadora, ¿es posible?
—Ah, estás ahí. He alquilado un coche, no tengo prisa.
—¿Por qué?, si no te gusta conducir de noche.
Es ella, sí, vuelve a ser ella. Curro se impacienta, la sujeta firmemente de la cadera. En la otra mano apretuja los trofeos: el sujetador y las bragas.
—Porque quería verte antes de irme.
—Está noche estamos a tope, nena, va a ser que no. —sentencia Diego, sin dirigirse a mí.
—No te preocupes, tomaremos algo rápido. — insisto, aferrándome a un clavo ardiendo.
—La vas a ver en dos o tres días, socio, no te vas a la guerra. Vaaale, pásate antes de marcharte; cuando se quede libre, os metéis al despacho, le echas uno rapidín y te vas de viaje contento.
No aguanto más. Me voy antes de cometer una locura. Curro se aparta con ella dejándome vía libre. A enemigo que huye…
—Te veo el domingo.
—El domingo, ya te digo yo que no. Tiene faena —me advierte Diego, con un matiz de burla.
—El lunes, o cuando te salga del coño volver.
—¡Mario, Mario, espera, no te vayas!
Examen de conciencia (viernes a mediodía)
Me recibió el alboroto de Patri, una algarabía que la dulce voz de Toni intentaba apaciguar. El olor a estofado vino a recordarme que apenas había comido desde el día anterior. El murmullo apagado de la ducha llegaba al salón, sería Candela. Entré al dormitorio a cambiarme de ropa con la misma inercia de una reclusa.
Un nudo de tristeza me atenazó la garganta antes incluso de que la razón pudiera nombrarlo. Recordé la mirada de Mario tan ajena, tan fría, y a mí, erigiendo un muro de dureza tras el que ocultar la vergüenza. Me había sorprendido en el sofá completamente desnuda con la piel aún manchada por los trazos groseros de Diego y su fiel acólito. Para colmo de males, Curro no cesaba de tocarme, la presencia de mi marido le excitaba y me manoseó a conciencia. Mario, ah, Mario… Su decepción era veneno que me calaba los huesos. Tal vez intentaba ocultar la tristeza que le producía verme en semejante condición. Yo no estaba bien, no. Había fumado demasiado, marihuana y quién sabe qué; me había metido alguna que otra raya, quizá eso influyó en mi apatía, en cualquier otra ocasión habría reaccionado; en cambio, me quedé impasible. Su mirada lo dijo todo con una elocuencia brutal: estupor, asombro, desprecio, incluso asco. No es extraño.
No debí haber vuelto al Penta. Salí de la mansión de Alonso y Rosalía de madrugada con la firme intención de refugiarme en casa de Candela. Es lo que debería haber hecho, mi instinto me lo gritaba. Sin embargo, cedí a la invitación porque necesitaba sofocar los recuerdos de aquel día aciago que se negaban a darme tregua y me habrían robado el sueño. Quería borrar de mi memoria la mirada de desprecio de Mario, necesitaba olvidar lo que acababa de suceder en la villa; en definitiva, quería escapar de esa versión mía que me repugnaba.
Me arrepentí en el mismo instante en que puse un pie dentro: habían cerrado, y el ambiente era otro, una fiesta estridente, una música diferente, gente desconocida. Me encontré sola, varada en medio de un grupo de tíos saltando y cantando al ritmo de Jamiroquai, sola porque Deylin se había esfumado, no sé cuándo, y las otras también. Martina aguantó un poco más y terminó llevándosela uno que había estado rondando a Andrea antes. Yo solo quería olvidarme de todo, del asco que le provocaba a Mario, de la forma en que había cortado conmigo, del remordimiento que me acosaba sin piedad por haberle llevado al límite. Sobre todo, quería borrar a Rosalía, su cortesía afectada, la velada alusión a una práctica que jamás se me había pasado por la cabeza, «¿jugabas con tus perros?» Quería arrancarme de la memoria su taimada conducta exhibiendo su desviación a dosis certeras para confundirla con amor a sus mascotas. Quería repensar cada frase, cada argumento enrevesado dicho con la intención de hacer pasar por normal lo que no lo es. Quería sacarme la fuerte impresión sufrida al verlos interactuar con los animales y, sobre todo, las sensaciones que experimenté al recibir unas caricias que nunca antes tuvieron otro trasfondo que el cariño a mis perros.
Por eso me quedé, para olvidar, para sumergirme en el torbellino de la fiesta y agotarme, caer rendida y poder, al fin, dormir.
Bailé hasta que los pies ardieron embutidos en mis taconazos y seguí bailando descalza, bebí como si el mundo se fuera a acabar, me divertí con la ligereza que da la droga, conocí gente nueva, rostros difusos en la niebla del alcohol y la música. Curro se acercó con ganas, pero me zafé de él con la habilidad que da la costumbre. Fumé, los porros circulaban de mano en mano. Diego me ofreció una pastilla. No, gracias. Volvió a la carga y otra vez la rechacé. Entonces, trajo un chupito, peppermint con chocolate, y la puta pastilla. Lo rechacé interponiendo una mano y negando con la cabeza.
—No sé de qué cojones tienes miedo a estas alturas. Relájate, coño, no son anfetas, tía, no te voy a joder la vida.
No sabes… no te quiero joder… no te va a sentar mal… no son…
¡No! ¿Tan difícil es de entender? ¡No!
—Supongo. —respondí vacía de la determinación que creía tener.
—Estás acojonada, ¿qué te crees, que lo siguiente va a ser un pico? Venga ya, la vida no es tan cabrona ni tan peligrosa como la pintan en las películas.
—A la tres la mandamos a tomar por culo por eso. —dijo Curro, pegando la oreja a escuchar de qué se hablaba.
—Una tía cojonuda, simpática, suelta, con unas tetas brutales… andaba muy perdida, una pena. —continuó, entre la lástima y el reproche—. Una noche llegó fatal, éste ya se olía algo, tiró de las mangas p’arriba y vio el destrozo.
—Me mosqueaba, nunca tenía un duro, ganando lo que ganaba, y luego está la manía de llevar siempre los brazos tapados, qué cabrona —susurró Curro, con un desprecio que no se merece nadie.
—La echamos a la calle, no quiero yonkis en el local.
—Pregúntale a Candela —volvió a la carga Curro—, las toma como el chicle, sobre todo cuando está reventada.
Un suspiro, un pensamiento fugaz, y… Venga, vale. En esa especie de acuerdo tácito, entendí que a veces, el miedo es una forma de no aceptar lo que somos, de negar que todos llevamos en la piel historias que no siempre queremos mostrar. Pero la vida, al final, siempre encuentra la manera de mostrarnos la puta verdad, aunque intentemos esconderla.
Terminamos cerca de las cuatro, estaba que me subía por las paredes, ¿a dónde había ido todo el cansancio? Mi cuerpo se movía solo al ritmo del chunda-chunda de los altavoces, Curro y Diego se daban codazos, me miraban y se partían de risa. Soltaron alguna frase incomprensible, quizá una broma burda de las suyas, y antes de poder replicar, me arrastraron del brazo fuera del Penta mientras el chunda-chunda seguía resonando en mi cabeza. Me embutieron en un coche con un par que había visto con Diego y salimos a toda pastilla. Me gusta la velocidad, a Mario le gusta conducir fuerte, pero Mario ya no está. La música del auto era más de lo mismo, chunda-chunda, no paraba de moverme, los dos tíos no hacían otra cosa que tocarme por todas partes, era agradable, se movían como yo, bailábamos sentados en el asiento y me tocaban. ¿Qué diferencia hay entre sentir una mirada o una mano, me lo queréis decir?, el efecto es el mismo más potente: placer, puto placer.
El coche se detuvo de repente y el silencio lo inundó todo, aunque el chunda-chunda seguía retumbando en mi cráneo. Me sacaron o, mejor dicho, me desprendieron del asiento, sus manos hambrientas exploraban cada rincón de mi cuerpo, y me gustaba. Había un jardín, lo intuyo, porque la oscuridad lo envolvía todo; el aire, fresco, perfumado a flores nocturnas, me inundó los pulmones. Entramos en una casa grande y destartalada, Curro me sujetó justo a tiempo, porque el suelo se movía bajo mis pies. Qué extraño, no recordaba haber bebido tanto. Diego apareció con unos chupitos, me metió algo en la boca y me conminó a bebérmelo de un trago. Obedecí. Un golpe de alcohol me abrasó la garganta, aguardiente, orujo quizá. Después, no recuerdo qué pasó después, el vacío. Imágenes fragmentadas que alguien hubiera cortado de la película de mi memoria.
Me veo bailando sobre una mesa, la multitud jaleándome, yo desnuda, ellos también. Luego, sexo sobre esa misma mesa, me masturbo a rabiar rodeada de hombres con los penes en la mano eyaculando sobre mí. No sé más. Intento forzar los recuerdos, pero las imágenes se desvanecen, se interrumpen, como si un censor implacable borrara los fotogramas. Mucha gente, muchos cuerpos, muchas manos, mucha lefa. ¿He dicho lefa? ¿Cuándo he dicho yo lefa? ¡Nunca! Lefa, lefa, lefa.
Oscuridad.
Me jalean. “¡Eh!, ¡Eh!, ¡Eh!, ¡Eh!, ¡Eh!”. Estoy en el suelo, en el centro de un corro que me aprisiona y libera a partes iguales, cabalgando a un hombre, cuya identidad desconozco, sobre una alfombra descolorida, testigo mudo de incontables encuentros como este. Lo monto con una desesperación febril, una furia contenida que se desata en cada embestida. Frenética, implacable, lo llevo al límite, a la explosión final, y lo dejo allí, jadeante, mientras se deshace del condón lleno de lefa.
El siguiente en la fila emerge del círculo, un nuevo contendiente, y se tumba ante mí trabajando su propia excitación. Mis ojos escudriñan, una comprobación mecánica detecta la barrera de látex, antes de ensartarlo. El sudor me perla la piel, un brillo que, lejos de repeler, parece avivar el deseo en él. Sus manos, ansiosas, recorren mi cuerpo resbaladizo, un roce que aviva el juego. "¡Eh!, ¡Eh!, ¡Eh!, ¡Eh!, ¡Eh!".
Oscuridad.
Postrada en un diván. Mario en mi boca y Salif entre mis piernas. Lo supongo, porque estoy sepultada en medio de un par de potentes muslos, frente a unas nalgas, viendo bambolearse unos huevos gruesos que a veces me abofetean la nariz; noto un desfase en el vaivén de ambos miembros, me desconcentra. ¡Con lo bien que suelen coordinarse! Un dolor punzante crece en mi cuello, necesito un descanso, pero una presencia imponente me atraviesa la garganta ahogando cualquier sonido.
De repente, una descarga tibia sobre mi pecho, un rastro escurridizo y espeso. Mi mano por instinto abandona el clítoris, lo recoge antes de que se precipite por el costado y lo extiende palpando su cremosa textura. Regreso a mi rinconcito con los dedos manchados y me asalta una duda: ¿es seguro frotarme ahí un bálsamo de semen? «Bobadas», dice mi otro yo, la salvaje, «¿ahora vienes con esas?». Si tuviera las uñas cortas, competiría con la verga negra que me perfora y me inseminaría. «Estás loca, tía». Poco después, otra ofrenda similar aterriza en el vientre, y otra. Salif se retira y una punzada de orfandad me asalta. ¿Ya te vas?, pienso, en un grito mudo. Aprovecho el vacío, recojo en mis dedos una muestra del lago que inunda mi ombligo y empapo la cresta que me hace saltar. Tomo otra muestra y ocupo el lugar que Salif ha dejado caliente. «Estás loca, tía, lo has hecho, cómo me pones», dice mi otro yo, la implacable. Vuelve, su silueta emerge por un costado. ¿Es él? Salgo de mí, separo los labios y le abro el paso. Adentro, de una estocada, a galopar. ¿Es él? La confusión invade mi mente. ¿Qué demonios está pasando?
Oscuridad.
Arrastrándome de rodillas, me voy entregando, uno a uno, a los que conforman el corro, una suerte de rito atávico donde el placer y la humillación danzan juntos. Sin pausa ni respiro, la vorágine de cuerpos y la premura del tiempo implacable manda. Una voz grita: «¡Tiempo!». Si el milagro se ha obrado en mi boca, el afortunado gana un chupito, yo, un sorbo de agua para enjuagarme del sabor agridulce de la victoria o la derrota ajena y escupir en el vaso, un gesto de purga, de reinicio.
Vuelta a empezar. Con el aliento corto y las rodillas heridas, avanzo hacia el siguiente elegido por la fortuna, aquel que levanta la mano como una bandera blanca, ¿pide paz o pide guerra? El círculo, testigo y juez, ruge, un bramido ancestral que resuena en mis entrañas. «¡Tiempo!», y sin titubear, la recibo en la boca. Prohibido tocar, prohibida cualquier ayuda. Las manos, a la espalda, él enlaza las suyas detrás de la nuca, chupo con avidez la víbora que me envenena, la aprisiono con la lengua, la trago hasta donde alcance. «¡Tiempo!», anuncia la voz y el abucheo, un coro de desprecio, se alza para el perdedor cuyo goce no ha florecido. Agua. El juego sigue, implacable, perverso.
Oscuridad.
Estoy tendida sobre él con su miembro hincado como una verdad ineludible. Sus brazos recios me mantienen presa contra su pecho mientras bombea feroz. Desde algún lugar oigo el eco de una orden: "No te muevas". Una presión insidiosa y a la vez familiar se hace notar en el ano expuesto como una diana. Ensayo un amago de resistencia, un leve quiebro de caderas. Entonces lo intenta, un empuje sutil pero firme en el esfínter y me rindo a la evidencia, mi cuerpo lo está pidiendo. Aflojo como si mi culo, por sí mismo, quisiera dar la bienvenida a lo que viene. El primero se detiene y espera dentro. Escucho mi propia voz, un jadeo contenido, un "Oh, oh, oh" escapa con cada centímetro ganado por el intruso llenándome hasta la extenuación, alcanzando una plenitud que nunca antes había experimentado. El recién llegado lame mi espalda, su voz, grave y perversa, me golpea: "Vamos, guarra, ¿querías polla? Pues ya tienes dos". Y así, empalada, con dos presencias ancladas en mi cuerpo, comienza el baile. Ambos se mueven en un compás a contrapunto, saliendo y empujando, desenvainando y penetrando con una cadencia sincopada primero lenta, casi un preludio, luego andante, allegro, presto, vivace; estalla una orquesta en plena apoteosis final, cañones, campanas, himnos solemnes, fuegos artificiales, luces y truenos en una caótica mascletá. Me siento completa, absolutamente llena, las lágrimas, un torrente de puro gozo, se desbordan. Clavada a dos estacas de recia carne, me poseen con una parsimonia estudiada para después romper el ritmo siguiendo el crescendo de una potente sinfonía de placer. (1)
—Menudo sandwich habéis montado, la vais a partir en dos.
Reconozco esa voz. Es él, el que siempre está en los márgenes, el que lo observa todo a una discreta distancia. Recoge mi cabello y de un tirón brusco me obliga a levantar la cara. La erección me mira desafiante.
—¡Quítame eso de encima, cerdo! —protesta el de abajo con la voz ahogada por el esfuerzo.
—¡Calla, hostias, o te la enchufo en la puta cara!
Y de repente, me la presenta en la boca, trato de evitarlo, vano intento, otro tirón de pelo más brutal y aprovecha el lamento para invadirme la garganta, me retiene estampada contra el vientre, quiere hacerme entender quién manda; cuando dejo de luchar, empieza a follarme clavándomela a empellones controlando mi cabeza con la coleta. Desde que supe quién era, esperaba algo así. Contundente, violento, peligroso. Aguanto, cuanta menos resistencia oponga, menor será el daño y más intensa la experiencia de ser usada por tres hombres, atravesada por tres pollas con tres ritmos dispares, cada uno con su propia cadencia y su propio egoísmo. Siento llegar el temblor del primero, un espasmo profundo que me estremece, es la señal para el segundo que descarga en mis intestinos. Laten con fuerza sus agonías en mis entrañas batiéndose a duelo la una con la otra a través de una delgada pared y en cada espasmo, me llenan. Es cuando caigo en que lo hacemos a pelo, joder, a pelo. Pero sabe tan bien, estoy tan completa que no voy a estropearlo por una minucia, total, ya no tiene remedio. Una corriente de semen espeso y abundante brota espontánea en mi paladar, me agarro a su cadera para retenerlo y trago, trago todo lo que puedo, eyacula con fuerza a impulsos cortos y potentes entre roncos gruñidos. mi boca rebosa semen, tomo aire, me atraganto llena de polla, me ahogo, toso y arrojo una mezcla de esperma y saliva por la nariz y las comisuras, los otros se quejan de puro placer, porque los he estrangulado con el reflejo del estallido de tos y en represalia, redoblan su esfuerzo en taladrarme, el de abajo me insulta, se limpia a manotazos las babas espesas que gotean de mi barbilla, sorbo los mocos blancos y trago, trago colgando de la coleta. En medio de la vorágine, sacudida por el azote de un temporal, lloro, me corro como una bestia, me orino toda, río a carcajadas, lloro. Guarra, me dicen a coro. Uff… El tercero en discordia se marcha sin ni siquiera mírame y yo me limpio la boca, la nariz, la barbilla antes de manchar más al que aún sigue debajo dedicado a mis tetas con manos de hierro. “Que tía más cerda”, escucho decir detrás.
Sexo, sexo sin parar. Voy recordando.
Recuerdo despertar sola, en una cama enorme. Busqué la ropa inútilmente y salí de la habitación envuelta en una sábana.
¿Qué había pasado?
—Ya era hora. ¿Qué haces así? Pareces una romana, quítate eso.
Solté el nudo y la sábana resbaló al suelo. Solo entonces, con la tela a mis pies, pensé en mi aspecto. Debía de estar horrible, el pelo revuelto, el rímel corrido, el maquillaje deslucido… Huelo a sudor y a… Uff…
—¿Qué ha pasado?
—Se te fue la pinza un montón. Anda, ve a ducharte, estás…
Asquerosa, su semblante lo delataba.
—Voy a buscarte la ropa. El baño está ahí.
¿Qué había querido decir? El espejo me devolvió una imagen lamentable: las huellas de una noche sin tregua, caderas doloridas, rodillas arañadas, escozores, manchas resecas en la piel. Entré en la ducha y la ajusté a mi gusto. Bajo el chorro potente, el cuerpo termina de despertar, o quizá de asumir la realidad. Tenía el ano inflamado, la sensación de una pelota de golf incrustada entre las nalgas. Los pezones chillaron al contacto del agua, los palpé y aumenté sin querer el escozor, irritados de tanto chupetón y tanto mordisco; noté una pequeña llaga en el izquierdo fruto de un tirón del piercing, seguramente. Traté de girar los aros y un agudo dolor lo impidió. Pasé la mano por la vulva, la encontré hinchada, tumefacta, ajena como si fuera de otra mujer. Los labios, engrosados, los pliegues internos pugnaban por brotar hacia fuera.
Las imágenes se sucedieron en tromba: la llegada al Penta, la flaqueza de Mario, mi reacción desmesurada… Si hubiera mantenido la calma, la puñetera calma, podría haber continuado el plan yo sola. La imagen de Curro, follándome la boca con esa brutalidad suya, interrumpió el curso de mi lamentación. Era un bruto, sí, hasta el punto de obligarme a tragar una verga demasiado gruesa. Y a pesar de todo, mi cuerpo reaccionaba al recuerdo con una traicionera punzada. Mi conducta con Leonardo, más pensada para mortificar a Mario que para satisfacer al putero, me llevó a lucirme a conciencia delante de él. Si no le hubiera castigado tanto… «Toda tuya, por mí, como si la subastas, a cambio quiero a Candela.» ¿Cómo pudo decir eso? La pena me impidió reaccionar. Salí del despacho con la amarga convicción de haberle perdido para siempre.
Phobos, Deimos, la sensación de estar siendo manipulada por una pareja sofisticada que realiza prácticas difícilmente justificables. Esa extraña mezcla de cariño y cuidado hacia los animales, junto a la permisividad ante el avance de sus caricias, resulta tan ambiguo… es difícil encontrar el punto exacto en el que debería escandalizarme. Los razonamientos de Rosalía están bien formulados, suenan tan coherentes que cuesta reconocer la cruda realidad: tiene sexo con sus perros, no hay otra manera de verlo. Alonso también. Pueden elaborar el discurso como quieran, la realidad es esa.
Entonces, ¿por qué no fui más rotunda? Me dieron la oportunidad de no participar, y yo, necia de mí, acepté ser espectadora de lo que eran más que simples caricias entre un perro y su ama. Pensé que habría límites y cuando estos se traspasaran, una de las dos diría la palabra que los detiene, me la enseñaron para evitar que mi cuerpo fuera pasto de sus ávidas lenguas. ¿Qué me movió a transigir? ¿Fue la curiosidad o el morbo y no quiero reconocerlo?
Sí, se me fue la pinza.
Candela irrumpió envuelta en una toalla.
—¡Por fin! —exclamó en una mezcla de alivio y reproche—. Estaba preocupada. ¿Sabes algo de Mario? Si lo hubieras visto… estaba desquiciado, hecho un manojo de nervios, quería saber dónde habías ido, quién era él, si corrías peligro. Cuando le solté que lo más probable era que no volvieras, se puso muy nervioso, ¿sabes? Luego me fui con un cliente y al volver, mira, ya no estaba, tuvieron que meterlo en un taxi y mandarlo al hotel porque iba como una cuba. ¿Qué demonios os ha pasado a los dos?
No cesaba de hablar, su voz era un torrente mientras hurgaba en los cajones del armario y yo la veía correr de un lado a otro desnuda, guapa, sexy. Hablaba de Mario, de nuestro hombre, con la preocupación honda de quien se sabe mujer, compañera y amiga, tanto como la que escucha, la que ha dejado jirones de su dignidad por no cuidar una relación «que no te mereces». Me lo había dicho de todas las maneras posibles, con la crudeza de una puta, con la ternura de una amiga, y ahora me lo lanzaba con la autoridad de quien ha ocupado el lugar que yo misma, por mi desidia, había dejado vacío.
Mario. Parecíamos dos desconocidos. Había en sus ojos un desprecio tan lacerante, que fui incapaz de sostenerle la mirada. Habló de mí como lo que soy, una vulgar ramera. Lo dijo, me llamó ramera. ¿O lo he imaginado?
—Eh, espabila, cuéntame, ¿dónde te has metido? —su voz me trajo de vuelta anclándome al presente.
—Salí de la casa del cliente a a eso de las dos, no sabía si estarías aquí y llamé a Diego. Me dijo que te habías ido, y venga a insistir en que volviera al Penta, porque tenían montada una fiesta de las suyas. Yo no tenía ningunas ganas de dormir, había demasiadas cosas dándome vueltas en la cabeza y acepté. Después de la fiesta nos fuimos todos a su casa y seguimos, no te lo imaginas, se llenó de gente, una locura. No tengo ni idea de a qué hora acabamos, solo sé que amanecí con un dolor de cabeza descomunal, y después de ducharme y tomar café, he venido aquí.
La verdad, qué escurridiza, qué puta, qué vulgar y necesaria era la verdad.
—No entiendo qué os está pasando. Tenéis que arreglarlo. Esto no puede seguir así.
—¿Qué voy a hacer? Has visto cómo me trata.
—No quiero meterme en medio, ya lo sabes, pero esto es cosa de los dos.
—Tienes razón.
—¿Os habéis vuelto a ver?
—Antes de venir aquí pasé por el Penta a recoger unas cosas y apareció Mario…
…..
Cómo contarle. Cómo narrar lo innombrable, lo que no cabía en palabras, lo que escapaba a la decencia. Cómo confesar que Diego me había vuelto a usar y luego me había pasado a su mano derecha como un juguete. No podía contarle que me usaron porque no estaría siendo sincera. Desde que entramos en el despacho, supe que no quedaría en coger cuatro cosas olvidadas. Diego me cogió las tetas desde atrás con la familiaridad de quien se cree con derecho, un escalofrío me recorrió el cuerpo y flaqueé. Había cerrado los ojos, no le vi venir. Curro, el muy cabrón me metió mano entre las piernas y no hice nada por impedirlo, al contrario, las separé a medida que subía buscando hueco. Diego manoseaba mis pechos, Curro frotaba por encima de las bragas hundiendo el tejido entre los labios con un dedo firme, seguro que se miraban con esa sonrisa sucia que ya conozco, esa que anuncia la perdición. Me hacían gemir los muy cabrones. Enseguida estaba sobre el sofá ayudándole a quitarme la ropa, me ponía muy burra ver a Curro meneársela despacio mientras su jefe me la metía. ¿Quién usaba a quién? Curro se hacía una paja en mi honor y su jefe me la clavaba hasta la matriz. Me ponía mucho, mucho. ¿Se puede pedir más?
Se puede. Siempre se puede pedir más. Que recién follada, con el orgasmo aún palpitando, el lacayo tomara el relevo y me la clavara de golpe con la voracidad de un animal. Si no hubiera estado chorreando me habría desgarrado, pero entró como una cuchara en un flan y el orgasmo, en sus últimas boqueadas, se volvió a inflamar como prendido por una ráfaga de aire. Me corrí al instante. No problem, baby, tengo más. Me cabalgó a lo bestia animado por el espectáculo —porque yo, cuando me corro soy de montar el número— y enlacé otro orgasmo, ¿o era el mismo? Qué sé yo, para ponerme a contar orgasmos estaba; me sacudía a golpes secos y constantes en el coño que sabían a gloria bendita y me hacía chillar como si me estuviera acuchillando, descargó entre gritos a mi puta madre, pobrecita, y me volví a correr.
Diego me zarandeó, un movimiento brusco que me devolvió a la realidad. Abrí los ojos y me encontré un vaso lleno de burbujas con hielo y una rodaja de limón. Tenía la boca pastosa y un agujero en el estómago. Me levanté y bebí: demasiada ginebra, tenía tanta sed que medié el vaso de un trago. Estaba al teléfono, Diego, sí, estaba al teléfono, discutiendo, su voz era un zumbido molesto, me desentendí de la conversación. Curro no estaba. Mientras buscaba la blusa y las bragas, escuché un chasquido de dedos. Lo miré. Con un gesto claro, me ordenó que parara. De acuerdo, dejé la ropa y salí en pelotas, tenía que lavarme bajos y axilas, al menos un mínimo de decencia. No me crucé a nadie, mejor, me aseé como pude y volví. Curro estaba de vuelta exhibiendo su sonrisa de caniche. Me dio una palmada en el culo y me ofreció un porro. Di un par de caladas y me apalanqué en el sofá con la espalda y los riñones bien metidos en el respaldo buscando un confort que no existía. Diego seguía discutiendo al teléfono. Tenía hambre, se lo dije a Curro por señas y me devolvió un gesto obsceno, mi dedo medio se alzó desafiante: Que te la chupe tu madre. Al rato volvió con un zumo, una ensaimada y un par de rayas, cocaína, sí, cocaína. Lo rechacé con un amago de sensatez, pero insistió y al final acepté, estaba cansada, no vendría mal un chute de energía. Me pasó el índice por la vulva antes de irse y lo chupó, qué guarro. Sí, guarro, pero me había hecho brincar en el asiento y sacado una sonrisa.
Colgó, anduvo en los cajones del escritorio y se acercó portando un estuche nacarado repleto de pastillas diminutas.
«—Coge una, te ayudará a espabilarte.
—Estoy bien. —murmuré.
—No me jodas, qué crees que es, ¿eh? Has tenido una noche movidita y la que te espera va a ser parecida. Necesitas cargar energía. Vamos, hazme caso, Candela las toma cuando hay jarana.
No me atreví a llevarle la contraria, la verdad, no me atreví. Cogí una, tenía el zumo cerca y me la tragué sin cuestionar.
—¿Qué es?
—Nada que te vaya a matar.»
…..
Candela interrumpió la deriva de mis pensamientos con un gesto áspero.
—Voy a la cocina, tengo a Toni con todo.
—Perdona, me he quedado ensimismada, es que estoy cansada.
—¿Tomaste algo? —La pregunta, corta y directa, me devolvió a la realidad.
—Diego me ofreció una pastilla. Dice que tú las tomas para aguantar.
Aguantar qué, me pregunto, ¿la vida? ¿el peso de los días? ¿el infierno que, sin saberlo, se estaba cociendo bajo una aparente normalidad?
—¿Nada más?
—Alguna raya, unos porros, ¿por qué? —La voz me salió más desafiante de lo que pretendía, con ese punto de rebeldía que esconde el miedo.
—¿Bebiste?
—Gin tonic, ron, chupitos, muchos chupitos, demasiados.
—Chupitos, ¿de dónde los cogías? ¿quién te los daba? —La premura que empleó me heló la sangre, tenía un tono de alarma que resonaba en lo más profundo de mi ser.
—Me estás asustando, Candela. Me los daba Diego, a veces Curro, ¿qué pasa?
—Estás ida —sentenció, y su voz se suavizó—. Reconozco esa mirada y ese bajón.
—No he dormido nada en toda la noche, ¿te parece poco bajón?
Intenté poner una capa de normalidad a lo que no la tenía. No recordaba si había dormido si quiera un minuto o la noche había sido una larga y dura pesadilla de la que no terminaba de despertar.
—Qué estaba diciendo? Ah, sí, volví con ellos al despacho a recoger mis cosas y apareció Mario, pero antes Diego empezó a meterme mano y Curro también, y…
—Ya imagino. Meterse en el despacho con esos dos siempre termina igual.
—No nos encontró en plena faena de milagro. porque entró sin llamar. —añadí, y la imagen vergonzosa se materializó ante mis ojos.
—Joder, hubiera sido un desastre.
Se enfadó, sí, claro que se enfadó. Curro no me dejaba en paz, estaba empeñado en marcar territorio delante de Mario y Diego se lo consentía. Yo, a la vista de su desprecio, no hice nada por impedirlo, ni un movimiento, me habría sentido más humillada si hubiera intentado rectificar cuando me sorprendió despatarrada en el sillón. Acababan de follarme, primero Diego, luego Curro, cosas de la jerarquía. Tanto porro y tanta coca me tenía muy… uff, no sé, muy relajada y me eché al sillón a tomarme un zumo y un bollo como si la vida fuera solo eso, un zumo y un bollo después de un echar un polvo. Me estiré, ya me has visto alguna vez: los brazos arriba, los pies al límite, la columna tensa… Subí los pies al asiento y doblé las piernas, la postura era bastante… porno, sí, porque me comían con los ojos a pesar de que habíamos follado apenas diez minutos antes, pero no me dio la gana de moverme, ni un músculo, ni un centímetro. Estaba cómoda, si querían desahogarse que se la meneasen, joder, que se la soplaran ellos solos.
…..
«Estaba a gusto, o eso quería creer, con los ojos cerrándoseme, oyendo a Triana de fondo y una taza en las manos bien sujeta para evitar que, en un descuido, se me cayese, porque alguna cabezada había dado. Un toque en mitad de la vulva me espabiló de golpe.
—¡Qué haces, gilipollas, casi tiro la taza!
—Deja a la muchacha en paz, ¿no has tenido suficiente? —La voz de Diego sonó calmada, casi paternal, pero con ese deje de posesión que lo volvía desagradable.
—Es que está cañón.
Diego bajó la voz, el silencio del despacho no permitió que sus palabras pasaran desapercibidas.
—Aprovecha, porque en cuanto vengan los árabes, se te acabó el chollo.
—A ti y a mí, no te jode éste… Qué pasa, ¿te vas a hacer siete mil kilómetros cada vez que te acuerdes de sus mamadas?
—¡Cierra la puta boca!
—¿No se lo has dicho todavía?
—¿Qué árabes? ¿De qué habláis? —murmuré. La confusión, el cansancio y la niebla de la droga me impedían entender. O quizás no quería entender.
—Nada, princesa, relájate.
Del resto, solo escuché frases sueltas, palabras carentes de sentido como ecos de un sueño febril. Volví a caer en un duermevela inducido, aunque eso lo supe más tarde. En mi cabeza retumbaba la voz de José el Francés cantando una sentencia inapelable: “Fuera de mí / Ya no quiero tu querer / De mi mente te he borrado / Ya no quiero besar tus labios.”. De fondo, un murmullo, frases sueltas de una conversación sin sentido: “La niña… Candela no hablará… esta desaparece… A Mario, ¿quién le va a creer...? “
Meses más tarde, los cabos sueltos se ataron durante la declaración de Curro en el juzgado, un testimonio con el que, pese a la aparente colaboración, solo buscaba salvar el pellejo inculpando a su jefe en un delito de tráfico de personas del que salió impune por falta de pruebas. Antes de aquello, de la farsa en el juzgado, había ido a verle a la comisaría de Sevilla; el inspector encargado de la investigación me citó para mantener un careo, y fue allí, en una sala aséptica, donde conocí de primera mano aquella conversación, aquella parte del plan que me había mantenido en la oscuridad, ciega y dócil.
“—¿No se lo has dicho todavía?
—Cada cosa a su tiempo.
—Pero si están al caer.
—El lunes, no te preocupes.
—¿Y la vas a convencer?
—Mírala cómo está, una pastilla y dócil como una corderita.
—Me preocupa Candela, cuando esta desaparezca es la única que puede contarlo.
—Candela no va a abrir la boca.
—Muy seguro estás.
—El lunes la niña no vuelve del colegio y no la recupera hasta que todo se calme. Cuando venga Mario con su versión, Candela dirá lo que nosotros digamos: No la conoce, no ha estado aquí. ¿Quién va a creer que una pija de Madrid ha trabajado de puta en un antro de Sevilla?
—Te vas a meter en un marronazo, tío, esto te viene grande.
—¡Venga, pírate, cagao, ahí tienes la puerta!”
Curro salió bien parado. Los abogados que le asistieron no los habría podido pagar en su vida.»
…..
—Justo antes de entrar Mario, me desperecé. Por poco me encuentra estirándome, lo que faltaba. Sentí su mirada de desaprobación recorriéndome con desprecio. Por eso tampoco me moví ni un ápice. Si tanto le avergonzaba la mujer en la que me he convertido, esta versión rota y manchada de mí misma, tendría que aguantarse y verme, ver el reflejo de lo que él también ha contribuido a crear. No se contuvo, dejó bien claro que ya no soy nada, la puta de su socio, un objeto de intercambio. Se apresuró a certificar que me están machacando porque Diego contó una historia de una orgía que no sé de dónde se la sacó; algo hubo, sí, claro que hubo, pero no tanto como contó, que yo recuerde. Eso terminó de enfurecerlo. Luego Curro me dijo al oído que nos fuéramos a echar un polvo. Con tal de borrarme de aquella escena, cualquier cosa. Me sacó de allí de la mano con una familiaridad que me revuelve el estómago. Debería haberme negado, no sé en qué estaría pensando, quizá en nada, en desaparecer. Cuando estábamos en la puerta, le escuché pedirle que le dijera a “su chica” que esa noche cenara con él. Su chica… A pesar de todo me emocionó como… un puñal clavado en el corazón. Diego no nos dio permiso, solo para echar un polvo rápido en el despacho cuando tuviera un rato libre. Mario se cabreó, casi nos arrolla. Curro me llevó al almacén pequeño, el que usan de sala de descanso, ¿lo conoces?, un cubículo oscuro lleno de trastos, y me folló a su manera, sin ternura ni respeto, y yo me tragaba las lágrimas. ¿Lo has hecho con él alguna vez? Candela, es un bestia.
—Joder, Carmen…
Le hago un gesto restándole importancia con una impostura que no me creo ni yo mientras intento recomponer los pedazos de mi dignidad.
—Nos sorprendió uno de los ayudantes de cocina, el chaval rubio de pelo rizado. Curro le dijo que se quedara.
—¡Es un crío, Carmen, por Dios!
«—Cierra la puerta, ¿has visto? ¡Mira qué culo!
—Perdón, no sabía… Cojo el pedido y me marcho enseguida.
—Tranquilo, mira y aprende.
El chaval se quedó clavado, los ojos abiertos como platos. Curro me zarandeaba con la furia de quien ha esperado demasiado. Cuando el bramido final le partió el cuerpo, me soltó de golpe y caí de lado en el catre con el aliento escapándose de los pulmones. Me miraba como si en lugar de una puta fuese yo la mismísima Virgen de la Paloma, y tanta inocencia, tanta desarmada sorpresa, me rompió por dentro con un pellizco de ternura.
—¿Quieres catarla? Aprovecha, está muy fumada, no se va a enterar de nada.
—¿De verdad? ¿Puedo?
—Toda tuya, campeón. Pero esto, eh, esto queda entre nosotros, ni una palabra a nadie. Toma un condón, es mercancía de la cara, si la estropeas nos corta los huevos a los dos, a ti y a mí, te lo juro.»
—El chico dejó la caja, se desabrochó los pantalones con dedos torpes y, más nervioso que en una primera cita, intentó abrir el envoltorio. Me apiadé de él, Candela, de su inexperiencia a flor de piel. «Déjame a mí», no estaba yo tan fumada como Curro creía. Se lo quité de las manos, liberé la goma con un chasquido y vi su asombro. Tiré de la cintura del bóxer, y él, por la sorpresa o la vergüenza, trastabilló. Así, más cerca, pude bajárselo del todo. Ya estaba empalmado, pobre criatura, le enseñé con mis propias manos cómo se colocaba aquello, el infeliz no había visto un condón en su vida. Creí que se corría allí mismo, en la palma de mi mano de puro nervio. Me tumbé y lo ayudé a encontrar el camino. Luego, el instinto, el hambre de piel, la urgencia de sus pocos años, hizo el resto. Fue pura energía desbocada, todo potencia y desorden.
—Su primera vez, ¿verdad?
—Seguro. Conmigo debajo, y todavía no acababa de creérselo.
—Se acordará de ti toda la vida, estas cosas no se olvidan.
—Puede. Estaba tan nervioso… me folló a toda prisa, no querría que notaran su ausencia. En medio del jaleo, la puerta se abrió de nuevo. No lo vi, me lo tapaba ese cuerpo joven que aún temblaba.
«—¡Coño! ¡qué bien os lo montáis, jodíos!
—¡Cierra, joder, cierra la puta puerta!
—¡Pero si es la…!
—¡Baja la voz, te digo! ¡Nos van a oír en el despacho!
El chaval, con los pantalones a medio subir, se quedó allí, mirándome, memorizando cada curva de mi anatomía, cada detalle de mi miseria y mi belleza. Habló algo con Curro en un susurro y desapareció. Entonces lo vi. Al recién llegado. El cocinero marroquí, de sonrisa fácil y ojos oscuros como pozos.
—Ya verás cuando se entere Diego. —dijo con un velado tono de amenaza.
—No se va a enterar, y tú vas a estar callado, ¿me oyes? O te corto los huevos, te lo juro por lo más sagrado. Venga, rápido, pero rápido. Si dices algo, te la corto.»
El marroquí me levantó en vilo, mis rodillas y mis codos buscaron apoyo en el camastro. Cuanto antes lo hiciera, antes acabaría, antes podría cerrar los ojos y borrarlo todo. Fue tan rápido como el otro, un mete-saca sin ningún valor que terminó en menos tiempo del que tardé en arrepentirme de haber accedido a entrar en aquel almacén. Curro lió un porro mirándonos. No, no estaba tan fumada como él creía; aturdida, agotada hasta el tuétano. Había sido una noche larga, demasiado larga. Después, estuvieron hablando. Los escuché mientras me ponía las bragas y el sujetador: le pasa droga y le prometió algo por el favor. El favor fui yo, Candela, ya ves. Siempre soy yo la moneda de cambio.
—Es el camello del Penta. Diego hace que no se entera, pero lo sabe. Siempre lo ha sabido.
—Cuando volvimos, Mario se había ido. Diego protestó por la tardanza. Me vestí tragándome las ganas de decirle cuatro cosas y vine aquí, buscándote. Esta tarde nos quiere ver pronto, dice.
—Habla con Mario, Carmen. No esperes ni un segundo más.
La cogí de las manos con fuerza.
—Escúchame bien: lo he perdido, pero tú… tú tienes una oportunidad. ¡Escúchame, por favor! Mario te quiere, créeme, y está loquito por Patri. Lo he visto en sus ojos. Él puede sacaros de esta vida, a ti y a la niña. No dejes pasar esta ocasión. Os necesitáis los dos. De verdad.
—Cállate, ¿quieres? Basta de tonterías. Lo que tú necesitas es…
—Asearme y comer algo. Estoy muerta de hambre. Y descansar, necesito dormir. Dormir hasta…
Hasta que el mundo deje de doler.
Milky Johnny
«El tatuaje es una cicatriz producto del deseo.»
El cazador de tatuajes
Juvenal Acosta
Llegamos pronto, la puerta aún permanecía sellada. Los primeros en aparecer —camareras, personal de cocina— abrieron el telón de una nueva jornada. Yo me enredé en una conversación con Candela para evitar las miradas de los que me habían poseído horas antes. A punto de entrar, con los pitillos recién aplastados en el suelo, vimos llegar a Diego, el amo del circo, y a Curro, su sombra.
—No sé cómo lo haces, cualquiera diría que has pasado la noche durmiendo como un bebé.
—¿Te ha contado el show que montó ella sola? —le preguntó Curro a Candela con su habitual guasa.
Diego atajó la conversación: —Vamos dentro, tenemos mucho que hacer.
Caminaron despreocupados hacia el local, sus voces se perdían en el ruido de la calle, nosotras los seguimos mudas, cómplices de un silencio forzado. No le había contado lo sucedido en casa de Diego, y Candela, siempre prudente, tampoco hizo alusión alguna al comentario de Curro. Nos dirigimos directamente al despacho, su santuario. Durante un rato, fuimos invisibles, objetos sin alma, él, ajeno a nuestra presencia, revisaba el correo, atendía al jefe de cocina y rellenaba un par de talones. La entrada de una camarera trayendo cafés cubrió el vacío; detrás apareció Curro que cerró la puerta en cuanto se marchó.
—Todo en orden.
Tomamos café aderezado con unos chupitos que nos hacían olvidar la realidad que se cernía sobre nosotras. Escuchamos la agenda en los que las dos ocupábamos un lugar preferente. Le dejé hablar, los objetivos eran inalcanzables sin una presencia constante en Sevilla, lo cual no entraba en mis planes. Ya tendría ocasión de aclararlo desde Madrid. Bajo la superficie de sus palabras algo se agitaba, insinuaciones, miradas cómplices entre ellos que no llegaba a descifrar. Desde que entramos, Diego me observaba con ojos de lobo al acecho.
—¿Sabes que la nueve aprendió un numerito en Santander? Vamos a enseñárselo, nena, desnúdate.
El vodka empezaba a hacer estragos. Puse el vaso en la mesa y, con la obediencia de quien no tiene opción, empecé a desnudarme. Diego, previendo mi movimiento, rellenó mi vaso. Candela se desnudaba sin que nadie lo pidiera, y él, sin perder un segundo, rellenó también su vaso. Curro, con la prisa de la bestia, se bajó el pantalón y el bóxer a los tobillos revelando una erección soberbia que acariciaba con orgullo; como para no estar orgulloso. Terminé de desprenderme de la última prenda y me acerqué, pero me detuvo negando con el dedo índice. Recogí el vaso y fui hacia Curro que sonrió satisfecho. Me arrodillé entre sus piernas; Candela, a un palmo de la cara de Diego, ya se afanaba en masturbarlo. La música de Triana inundaba el despacho. “Abre la puerta, niña”. Comencé a menearla despacio, apreciando el grosor, captando de refilón el efecto que le causaba tenerme rendida a sus pies al cuidado de su hombría. Candela alternaba mano y boca para poner a punto a nuestro jefe; las dos, a la espera de la traca final. Diego llegó antes, un rugido grave lo anunció, observé cómo colocaba el vaso y recogía una copiosa eyaculación, Curro se estremeció en el sillón, dirigí su carga al vaso y casi toda cayó dentro, unos pocos goterones resbalaron por el borde hasta mis dedos, los chupé y pasé la lengua por el contorno del vaso para no desperdiciar nada. Sorpresa: me miraban ojipláticos, como dice Luca. “Guarra”, decían los ojos de Curro; “Guarra”, decía la mirada de Diego al verme lamer el vaso y los dedos. “Guarra, guarra, ¡GUARRA!”. Guarra, sí, ¿y a mí, qué? Candela no me vio hacerlo, mejor, estaba concentrada en su tarea, le lamía la polla a Diego con mucho arte. La imité dejándolas limpias antes de incorporarnos las dos, con los vasos en la mano, esperando instrucciones.
—Qué buenas sois. Mira, Curro, te gano por goleada.
—Porque anoche estuve de jarana, esta puede confirmarlo, me dejó seco, la putita.
—¿Qué te crees que hice yo, estar en un convento? Venir aquí, nenas.
Nos acercamos cada una al hombre que nos había tocado en suerte, ellos aprovecharon a meternos mano; tetas, coño, culo, lo habitual. Una vez satisfechos, cogieron sus vasos y nos hicieron brindar.
—Venga, a hacer el numerito. Tú, aprende de la siete.
Aquella frase me hirió en lo más profundo, significaba que la actuación de Santander no le había gustado. Me sentí humillada.
«Yo quise subir al cielo para ver
Y bajar hasta el infierno para comprender
Que motivo es, que nos impide ver
Dentro de ti, dentro de mí» (2)
Su vaso estaba repleto, a punto de desbordarse. Ahora entendía por qué había escogido vasos altos. Candela lo posó en el labio inferior y, sin cerrar la boca, lo inclinó despacio nivelando hasta que un solo grumo se deslizó al borde y pasó a la lengua. Lo saboreó, abrió la boca y nos lo mostró, luego lo tragó con la sonrisa de un gourmet. No vi diferencia, yo lo había hecho igual.
—A ver qué tal lo haces.
La cabeza me daba vueltas, el alcohol, de una graduación inusitada, me estaba pasando factura. Observé curiosa cómo los grumos, antes fluidos, se apelmazaban conservando la silueta que habían tomado al caer en el alcohol. Traté de imitarla, el primer pegote se precipitó y derramé un poco de vodka por el mentón. Me sentí torpe, aun así, paladeé el alien con la lengua, me gustó tanto o más que la primera vez. Lo removí, parecía un pequeño renacuajo con cola. Abrí la boca y lo mostré, lo tragué y me pasé el dorso de la mano por la barbilla con un gesto de desdén.
—Que te limpie Candela. —ordenó Diego.
Se acercó como una pantera y me lamió la cara; el deseo incontrolable me devoró. Nos besamos sin importarnos las miradas, el contacto de sus pechos en los míos me encendió, la abracé con la mano libre, me sujetó por el culo y estuvimos a punto de derramar los vasos al perder el equilibrio.
—Basta, luego os coméis la boca y lo demás. Venga, prueba otra vez, que te vea hacerlo —le dijo a Candela.
Bebió de su vaso muy cerca de mí, y supe que no lo hacía por ellos, sino para nosotras. Abrió la boca y me mostró el semen apelmazado, a mí, con una mirada de deseo que no pude resistir. Nos besamos y sentí su lengua traspasándome la carga. Me estremecí, no estaba previsto. Nos separamos y lo mostré antes de engullirlo descaradamente. Los escuché aplaudir la ocurrencia, me dio igual, solo tenía ojos para Candela. Era mi turno, tenía que hacerlo perfecto para ella. Puse el borde del vaso en el labio como le había visto hacer, lo incliné muy despacio con la mirada puesta en ella. Con un leve gesto de aprobación, me animó a continuar. Cuando sentí el grumo en la punta de la lengua, lo aspiré, era largo y retorcido, parecía un gusano torturado en el alcohol. Lo mantuve a la vista un instante antes de arrastrarlo por el paladar. Lo percibí grueso, suave, semen solidificado por la acción del vodka, semen sabroso. Lo retuve colgando del labio antes de mostrarlo a mi público, aplausos, esta vez sí, esta vez lo había hecho como una auténtica profesional. Repetimos hasta dar cuenta del licor, pero no del semen. Curro rellenó los vasos y acabamos con todo. Rebañé a dedo el último grumo rebelde y lo chupé bajo la atenta mirada de Candela; me miró raro, creo. La cabeza me daba vueltas, sería el alcohol, o la pasión, o el principio de algo que no podía nombrar. Ella, en cambio, estaba serena, impasible ante el huracán de mis emociones, como si todo esto fuera el primer paso de un viaje iniciático que conocía.
—Aprendes rápido —dijo Curro—, en cuanto hayas hecho el Milky Johnny unas cuantas veces vas a volver a Madrid dando lecciones.
—¿Quién ha dicho que va a volver a Madrid?
Un segundo, un breve instante de desconcierto, estupor y sospechas.
—Es broma —dijo, rompiendo el tenso silencio con una carcajada que cortó de repente—. ¿Cómo dices? ¿cómo lo has llamado?
—Milky Johnny, así lo llama Juanito Bermúdez, se lo inventó una noche con Rocío, la que se largó.
—Ya sé, ¿y por qué?
Curro terminó de besuquearme las tetas antes de responder. ¿Por qué le estaba acariciando la polla si no se lo merecía? La costumbre.
—Siempre andaba pendiente de ella, quería saber cuándo le tocaba la regla, Rocío no ponía pegas a hacer un Bloody Mary.
—Un Bloody Mary, no me jodas, ¿en serio? ¡Joder, qué guarro!
—¡Qué asco! —exclamé cuando al fin descubrí el trasfondo escatológico.
—Es un tío muy ocurrente, Milky, leche; Johnny, Juanito; Bloody…
—Y Mary, tu puta madre, lo hemos entendido, Curro, no somos gilipollas.
—Estuvo detrás de mí muchas veces —confesó Candela—, siempre le decía que acababa de terminar, hasta que se cansó de perseguirme, y eso que me ofrecía un dineral.
Diego le atenazó la mandíbula como me hizo a mí en Santander, pobre Candela.
—No me toques los huevos, esto es un negocio, si quiere beberse tus escurrajas te guardas los escrúpulos, estás trabajando, no haciendo amigos, ¿te enteras?
—Vale, no te enfades. —respondió atemorizada.
—La próxima vez que te venga la regla, quedas con él, que no te lo tenga que volver a repetir.
Diego atendió una llamada, parecía importante porque nos mandó guardar silencio un par de veces. Curro aprovechó para meternos mano, nos puso a cada lado con una pierna encima de las suyas, nosotras enlazamos los dedos en su espalda haciéndole cosquillas sin intención; su nuca era un lugar cualquiera donde juntar nuestras manos a hablar de deseo en un lenguaje mudo. Él se dedicaba a invadirnos por turnos, sus dedos salían húmedos de Candela, entraban en mí hasta los nudillos, los agitaba para verme desfallecer y volvía a hundirlos en ella, era su forma de decirnos que podía hacer con nosotras lo que le diera la gana. ¿Por qué consentíamos tal abuso? Estábamos a lo nuestro, ajenas a su vicioso juego. Candela me había enseñado que no convenía ponerse a malas con aquel patán, por eso aguantábamos y nos derretíamos en silencio. Diego colgó, miró el espectáculo que estábamos dando y esperó a que su ayudante terminara de secarse los dedos en el pantalón para decirle algo al oído. Curro le miró extrañado.
—¿No venían el lunes?
Nuestro jefe se encogió de hombros despreocupado, nos dio la espalda y encendió un cigarrillo, el humo se elevaba en espirales como nuestras esperanzas.
—Y Leonardo, ¿qué hacemos con él?
—Ya me ocupo. ¡Carmen! —bramó y acudí como un perrillo a la voz de su amo—. Mañana vienen unos clientes desde Marbella exclusivamente a conocerte, quiero que te luzcas. Si les gustas, te vas… todo el fin de semana.
—No puede ser. El lunes tengo que estar en Madrid.
—Me la suda. Habla con ese… Andrés, y le cuentas lo que te salga del coño. Tú no te mueves de aquí, ¿entendido? Me juego mucho dinero contigo para que vengas a poner pegas.
Me invadió un profundo desasosiego. Ausentarme más días, forzar a Andrés a justificarme… Ángel me esperaba, Itziar también.
—¿No he quedado con Leonardo? —insistí buscando inútilmente una salida.
—Tú procura dedicar la mañana a ponerte guapa, quiero qué cuando vengan a mediodía se queden con la boca abierta. Ya le diré a la peluquera… ¿Cómo se llama?
—Nieves.
—Le diré a Nieves cómo quiero que te prepare.
—Oye, no soy ninguna mercancía.
—Tú qué te has creído, imbécil. Eres mercancía y muy cara, el día que cobraste la primera vez por follar te convertiste en mercancía, a ver si lo pillas de una puta vez. Van a pagar una suma indecente, ya te puedes portar bien porque estos no se andan con bromas.
—Me estás asustando, Diego, no quiero.
La mano se crispó en el aire, me agarró del brazo y se contuvo en el último instante con la ira burbujeando en los ojos.
—Mira, zorra, lo que tú quieras me importa una mierda, eres mía, ¡mía!, ¿estás sorda? ¿No oíste a Mario? Me perteneces. —Sentí el mismo pavor del condenado al que le han dictado sentencia—. Mañana te vas a ir con esos putos árabes con el chupete metido en el culo, y procura hacer que queden contentos, ¿lo has oído?
Curro salió del despacho mascullando, “Esta no se ha enterado de nada”. Intenté descifrar la mirada de Candela, busqué alguna señal, alguna pista que me ayudara a entender si esto era lo normal, como empezaba a sospechar. Quizás lo que había vivido hasta ahora solo fuera una falsa luna de miel y comenzaba para mí la vida real, la de una puta cualquiera del Penta a diario.
Curro volvió acompañado de Rayma, traía el estuche que ya conocía.
—Ponte ahí, en la mesa —me ordenó.
—Habíamos quedado en que…
—No seas coñazo, te va a repasar el tatuaje, se ha estropeado.
Ramya extendió el material sobre un paño con la precisión de un cirujano. Candela, a mi lado, vigilaba los preparativos, su rostro era el espejo de mi propio recelo.
—Diego, eso no es… —dijo con la voz ahogada en la garganta.
—¡Quieres cerrar la puta boca!
Me incorporé y di un paso atrás, la desconfianza de Candela terminó de ponerme en guardia. Lo que vi sobre el paño no era lo que esperaba.
—¿Qué es eso? —exigí.
—Ramya, ¡qué te dije, nada de agujas, lárgate!
La cocinera recogió en silencio y salió del despacho dejando un rastro de miedo en el aire. Diego desvió la atención hablando de unos clientes VIP que vendrían esa noche y del trato que esperaba de nosotras. Demasiada verborrea. Entretanto, preparó unas copas. Yo estaba aturdida, había traspasado mi límite de alcohol con creces, pero Diego nunca aceptaba un no. Bebí un sorbo, demasiado cargado. Seguía haciendo planes a corto plazo, le recordé que después de los árabes, me iría. “Claro, nena, claro”, hablaba sin parar, nos hacia beber, el humor le había cambiado. Llevaba media copa y empecé a sentirme mal, sería la mezcla con el vodka, estaba mareada, somnolienta. Quise decírselo a Candela pero no acerté a decir nada coherente, las piernas me fallaron, busqué dónde sujetarme, miré a Diego sin conseguir enfocar la vista, no entendí lo que decía, me apoyé en su brazo; luego, no sé qué pasó luego.
La geografía de la desolación
He perdido toda esperanza. Lo que he hecho, lo que ha hecho y lo que he visto estos días no me da motivos para creer.
Salí del Penta con el estómago encogido por la evidencia: hemos hundido nuestra relación, la vida que teníamos en común, hemos aniquilado cualquier atisbo de futuro. La primavera pasada logramos reconducir el choque de trenes que amenazaba con separarnos, una especie de milagro menor que hoy parece una fantasía lejana. Esta vez, no veo salida.
No esperé a la noche. Volví al hotel, cerré la cuenta con la misma indiferencia con la que se abandona un mal libro, recogí la maleta y enfilé la autovía. Nada me retenía en Sevilla. Conduje más despacio de lo habitual, la cabeza pesada, los pensamientos lentos, como si el cerebro se negara a formular razonamientos complejos. Un fatalismo denso y sombrío me arrastraba a un estado de definitiva aceptación. Se ha terminado.
«Como si una guerra cruel
Vinieran de perder
El miedo ya marcó
Su frente de vejez
Como fantasmas
Encorvados al pasar
Inspiran la piedad
Inspiran la piedad
A los que hirió
A los que hirió
A los que hirió el amor» (3)
Puta mierda de canción. ¡A la mierda la radio!
Ni siquiera me detuve a comer; reposté con la actitud de quien cumple un trámite, compré una botella de agua y seguí de un tirón hasta llegar a casa, la que fue nuestra casa y ahora se me antojaba un decorado vacío, un escenario sin actores.
Aparqué y, al acercarme a los ascensores, coincidí con el vecino de abajo. No tenía ganas de hablar de chorradas, fingí haber olvidado algo en el coche y di media vuelta. Minutos después, empujé la puerta de acceso. Allí estaba Eloy, esperándome.
—Quería hablar contigo.
—Tú dirás —respondí, sin ocultar el fastidio.
—Es sobre los comentarios que hay en la casa, sobre vosotros, supongo que estás al tanto.
—Algo me llega.
—Quiero que sepas que contáis con nuestro apoyo. A nadie le importa lo que hace cada cual de puertas adentro. Nosotros no estamos en esa onda de chismorreos, de verdad.
—Te lo agradezco.
—Nadie se va a enterar por nuestra boca de las visitas que recibe tu mujer.
—Ya, gracias. —Empezaba a impacientarme.
—Te lo digo porque, si alguien lo pudo oír además de nosotros, es el vecino de al lado, y no estoy tan seguro de que no lo vaya a propagar. Sentiría mucho que pensarais que nosotros…
—Tranquilo, Eloy, está claro. Una pregunta: das por hecho que yo no estaba en casa.
—Lo supongo. Cuando llegué, tu plaza estaba vacía y ya se oía… bueno, tú me entiendes.
—Claro —una ironía amarga se me escapó de dentro.
—A nosotros no nos parece mal, al contrario. Marina comprobó que en el cuarto de los niños no se oía nada.
—Yo también pensé en los niños cuando escuché el escándalo que tenían montado. Lo siento.
—Bueno, escándalo, escándalo… Tampoco es para tanto, el sexo es algo natural, no vamos a ocultarles lo que hacen los mayores. A nosotros han estado a punto de pillarnos alguna vez.
—Pero no con otras personas —El silencio de Eloy invitaba a indagar—. ¿O sí?
—¿Te apetece una cerveza? —propuso con una sonrisa que pretendía ser cómplice.
—Te lo agradezco, Eloy, pero ya ves —señalé los bultos, mi vida empaquetada—, acabo de hacer quinientos kilómetros, me apetece darme una ducha y tumbarme. Otro día.
—Esta noche. ¿Por qué no os pasáis y charlamos los cuatro? Así nos conocemos mejor, llevamos un año en la casa y apenas hemos cruzado cuatro palabras, y tu mujer es tan… tan… interesante…
—Mi mujer se ha quedado en Sevilla. Gracias, de verdad.
Subimos envueltos en un pesado silencio. Al llegar a su planta, mi mente, retorcida y pragmática, había recalculado la situación. Me convenía saber qué se cuece en los mentideros del edificio, qué escucharon exactamente la última vez que Guido se estuvo tirando a Carmen en mi propia cama.
—Perdona si he estado desagradable, he tenido unos días complicados con la Junta de Andalucía y me cuesta desconectar. ¿Sigue en pie esa cerveza?
—¡Por supuesto! A Marina le va a hacer mucha ilusión.
—Dame una hora para ducharme, ponerme un poco decente y bajo.
El despertar
Un escozor en el pecho me sacó de la inconsciencia, enseguida volví a caer en un pozo sin fondo. Un pinchazo agudo en la espalda baja me arrancó del sueño de forma violenta, sin concesiones. No lograba ubicarme, ni sabía qué hora era; poco a poco la mente regresó de la neblina y volvió a anclarse. Seguía en el despacho de Diego. Percibí el murmullo de una conversación, tenía la boca seca y un sabor nauseabundo. La cabeza me latía con un dolor sordo, aquel pinchazo en los riñones era un pulso constante imposible de ignorar. Me incorporé, un zumbido creciente invadió mis oídos. Una quemazón, un fuego inesperado brotó también en la ingle.
—La bella durmiente regresa del país de los muertos.
Era Curro quien hablaba. Me volví, y el escozor se transformó en el dolor punzante de una aguja. Llevé la mano hacia atrás, un gesto automático de quien busca calmar una herida.
—No te toques —Diego me detuvo con un manotazo.
Candela se echó de bruces a mi lado, su caricia en mi brazo fue el presagio de algo grave.
—Te han tatuado —anunció en un gemido ahogado, una verdad que no hubiera querido escuchar.
—¡Qué dices!
—No hagáis un drama, ya está hecho, punto. No te lo toques, todavía está muy fresco, en un par de horas ni lo notarás.
—¡¡Por qué, por qué!! —la desesperación me tomó por asalto, las lágrimas brotaban listas para desbordarse.
—No te pongas histérica o te doy dos hostias. Por cierto, me he venido arriba y te he hecho alguna cosa más, una medalla en el pecho, como roncabas no he podido preguntarte en cuál teta la querías. ¡No te toques, joder! Y ahí abajo tienes otro regalito, te lo he depilado yo mismo, si está mal que te lo arregle Nieves mañana. ¡Calla, coño, deja de gimotear!
Me levanté de un tirón. Mi vista se oscureció, el despacho pareció girar a mi alrededor, Candela me sostuvo para evitar que cayera.
—Llévame al baño, quiero verme.
Intenté apoyarme en su hombro, pero las piernas me fallaron.
—Dame un espejo. En el bolso.
Los oídos me zumbaban sin piedad, todo daba vueltas. El vértigo amenazaba con arrastrarme. Lo primero que descubrí fueron tres pequeños pentágonos alineados sobre el pecho izquierdo cayendo en cascada hacia el esternón como lágrimas de tinta. ¡Oh, Dios! Dirigí el espejo hacia abajo: El vello púbico había sido afeitado mal, sin rasurar del todo, solo un mechón espeso y alargado quedaba en pie; a la derecha, destacaban dos corazones enlazados, una burla cruel. ¡No, no! La espalda me ardía entre los omoplatos, más tarde lo descubriría: un nueve parecido a una coma encerrado en un pequeño pentágono. Me doblé con dificultad para enfocar el espejo atrás, en la zona que latía fuego como un volcán, y topé con mi peor pesadilla: el pentágono, los dos paréntesis opuestos, la vírgula y el temido nueve en números romanos. Estaba marcada. De forma indeleble. ¡¡Dios!! Un escalofrío de repulsión me atravesó de arriba abajo erizando cada vello de mi cuerpo. Era la marca de un animal: una res, una yegua. La marca de una esclava.
—No quiero, no quiero, ¡¡no quiero!! —las palabras brotaron en un alarido de desesperación incontenible.
Una fuerte bofetada me cruzó la cara y mi rebeldía se apagó de golpe.
—¡Ya está bien de chiquilladas! Eres una puta, a ver si te enteras, no eres nadie, ¡no eres nada, nada!, una puta como las otras y a partir de ahora harás lo que se te ordene o la vida se te va a poner muy difícil, ¿entendido? ¡Entendido!
¡No, no, no! Empecé a negar con la cabeza de un modo compulsivo. Otra bofetada y perdí el equilibrio, esta vez nadie estaba para sujetarme. El suelo me recibió con un golpe seco. Rompí a llorar desconsoladamente. Me pateó el costado.
—¡Levanta, joder!, eres mucha mujer para montar estos numeritos. Mírate, son los galones, coño, eres la nueve, la number one. Tú, enséñale las tetas.
Candela obedeció al instante. En el mismo lugar, sobre el pecho izquierdo, lucía dos pentágonos, solo dos. Uno de ellos también se precipitaba al vacío, un eco de mi propia caída.
—¿Lo ves? La capitana y la teniente, ¿de qué te quejas? A las demás les iré poniendo uno cuando se lo ganen.
Candela me ayudó a levantar. Entre las dos, conseguimos recomponernos y recoger nuestra ropa. Teníamos cuatro horas para prepararnos. La noche sería larga.
«Abre la puerta, niña
Que el día va a comenzar
Se marchan todos los sueños
Qué pena da despertar» (2)
Citas
1 Hace referencia al final apoteósico de la obertura 1812 de Tchaikovsky en el que, además de cañonazos y repique de campanas, aparecen dos himnos, La marsellesa y Dios salve al zar simbolizando la batalla de Borodino que cambió el curso de la invasión de Rusia por parte Napoleón.
2 Abre la puerta. Triana 1975
3 A los que hirió el amor. Pedro Ruy-Blas 1970
Este capítulo me a dejado total y absolutamente desolado, he terminado el capítulo con lágrimas cayendo por mi rostro.
ResponderEliminarDuro es levantarse un lunes a las cinco de la mañana para ir a trabajar, este capítulo a trascendido esa palabra.
Carmen la ha cagado pero bien, pero Mario también llevando a Carmen al límite, vaya forma de joder una relación, los dos se han coronado a lo grande.
Lo voy a dejar por hoy que me estoy calentando más que los electrodos que utilizo para soldar.
Diego la ha cagado pero bien con Carmen, ha metido la pata hasta el cuello.
ResponderEliminarPobre Carmen, le están dejando sola en el peor momento, no estoy nada de acuerdo con el actuar de Mario, el a sido el artífice de esto y ahora como no le gusta el resultado de lo que a provocado deja a Carmen tirada como un niño caprichoso tira el juguete del que se a cansado.
ResponderEliminarNadie está siendo justo con Carmen.
Bruto.
ResponderEliminarEl tiempo título me hace tener esperanza... joder que capítulo, voy a tardar en asimilarlo.
Algo no me cuadra en este capítulo Carmen cuenta sobre un juicio de trata de blancas donde Diego intenta vender a Carmen, por lo cual lo de las vacaciones de 2003 fue una cortina de humo que nos puso Mario inteligentemente para mantenernos distraídos.
ResponderEliminarPor lo que parece Curro delata a Diego y no creo que Diego salga en dos años de la Cárcel.
Además dudo que Carmen quiera volver a ver al hombre que estuvo a punto de condenarla a la esclavitud sexual.
Diego no vale ni como escoria, es un ser humano totalmente podrido, a Carmen le han jodido la vida pero bien.
Menos mal que mañana tengo turno de tarde y no entro hasta las dos, porque después de este capítulo cualquiera duerme.
Si lo tengo que definir en pocas palabras, el relato es una patada en la boca. Cuando dije que Diego era un ladrón de gallinas, le subí el precio.
ResponderEliminarDa el perfil justo del psicópata: falta de empatía, remordimientos o culpa, tendencia a la manipulación y el engaño. Ladrón de gallinas que un día la suerte lo pone con una joya y el tipo sigue en la suya y no le importa lo que le suceda. En el sentido más asqueroso del asunto, el tipo no "cuida a su mejor estrella" lo que va en detrimento de las ganancias que pudiera obtener obrando en contrario.
Siempre va un poco más allá, sobrepasando límites. Creo que lo del tatuaje y los árabes es la gota que rebalsa el vaso. Arriesgo que es Candela la que llama a Tomás, por pedido de la propia Carmen.
No veo futuro para Diego, después de lo que ha hecho si Tomás toma cartas en el asunto Diego se puede dar por jodido, si como sabemos el policía saca a Carmen del penta antes de que la transacción de que la venta de Carmen se lleve a cavo, los compradores se lo harán pagar a Diego por romper el trato, espero que Diego sufra las consecuencias y quiero leer como este estercolero paga por sus actos.
EliminarBruto.
ResponderEliminarEl título, hay que ver la importancia del artículo, a las puertas, no han caído en el abismo.
Carmen se está encontrando con de lo que hasta ahora le había protegido Tomás y es durísimo, el problema entre ellos es cómo han llegado hasta aquí. Tendrán que solucionarlo.
El tema de la trata y más a esos países es que no se vuelve. Así que me queda la esperanza de que Tomás la rescate.
Ahora al desgraciado de Diego no lo entiendo, esto lo tenía que tener planeado y no sé a qué viene entonces el tatuaje. Hay cosas que me superan.
Joder! Vaya bombazo de capítulo!
ResponderEliminarCarmen juega con fuego y se quema, va cediendo como un juego sin medir consecuencias y la suma de todas las cesiones le dan pie a Diego a hacer lo que le da la gana. Muy fuerte! Echo de menos a la Carmen fuerte y segura de sí misma, se que está bajo e control de las drogas pero en esa lucidez que tiene al verse el tatuaje debería haber cogido la puerta o irse no pensar en que le quedan 4 horas para prepararse para los árabes.
A Diego le puede la avaricia y le explota en la cara su jugada, sabia que era mala persona pero no hasta ese extremo.
Mé queda la tranquilidad de que sabemos que la situación se supera! Pero joder, las consecuencias deben ser tremendas en ambos, con unas heridas que flipas.
Lo que también mé he preguntado es si despues de la tormenta Carmen se borra el tatuaje con láser, es una marca que le acompañará toda su vida y no sólo física que le recordara todo. Yo preferiría ver la marca de un láser al sello de ese cabron.
No voy a volver a leer este capítulo, con una vez ha sido suficiente, pero no sé si hos a pasado a vosotros pero al final del capítulo me hubiera gustado estar ahí para abrazar a Carmen e intentar consolarla, porque lo que le a hecho Diego no tiene nombre.
ResponderEliminarYo no me he hecho un tatuaje nunca, tengo pánico a las agujas, pero habra alguna manera de borrar un tatuaje, ¿verdad?
Mario tiene muy claro que va a dejar a Carmen, le he visto más frío que nunca, pero también más injusto que nunca, conoce perfectamente a Carmen y sabe que si Carmen a actuado así es por un motivo, pero ni siquiera se lo a preguntado.
ResponderEliminarDirectamente la ha repudiado, no se da la espalda a la familia por mucho que te haya decepcionado.
Tremendo capítulo El mas fuerte de todos Necesito tiempo para digerirlo.
ResponderEliminarHay una escena en la que se ve la soledad en la que se ha quedado Mario. Intenta ver a Elena para consolarse y ella le da de lado supongo que está harta de sentirse utilizada. Le está bien empleado pero me da lástima.
Yo pensé exactamente lo mismo.
EliminarHe de decir que el capítulo efectivamente ha sido una bomba, y que el maestro de ceremonias lo ha bordado mordiéndose la lengua sin que lo veamos venir
ResponderEliminarCaitoparaelmundo, el tema del tatuaje se entiende por el perfil de Diego. El vende a Carmen a los árabes, entonces como es su propiedad la marca. Además esta el hecho de la negativa de ella a dejarse tatuar y eso él no se lo perdona.
ResponderEliminarMé da cierta tranquilidad que al final hoy están juntos y lo superan pero no tanta la preocupación por las heridas y cicatrices que dejará sin duda en los dos está situación.
ResponderEliminarRespecto a lo que menciona apasionado del verano de 2003 tampoco me cuadra temporalmente. O Mario a jugado al despiste o se me escapa algo.
Por cierto, apasionado mientras leía el capítulo no podía evitar pensar en tu reacción, aunque mé he unido tarde ya nos vamos conociendo
Simplemente me quede en shock mientras las lagrimas recorrían mi rostro.
EliminarDuro como ninguno. Las escenas de sexo son tremendas y otras me han puesto mal cuerpo.
ResponderEliminarLa soledad es evidente en Mario y da lástima, claro, pero no se nos debe pasar por alto una frase de Carmen que me ha conmovido, dice algo así
Salimos a toda pastilla, me gusta la velocidad, a Mario le gusta correr, pero Mario ya no está
Es el reflejo de su propia soledad y he sentido la pena que ella debió de sentir pensándolo, se debió de sentir muy sola. Se me saltaron las lágrimas.
Yo también llore, yo tuve a mi ex novia y amigos que me ayudaron a pasar el duelo y que la cosa no pasará a mayores, pero Carmen esta sola.
EliminarJoder se me hace un nudo en el estómago.
Es tremendo como se puede caer en la auto destrucción por desesperación
ResponderEliminarel alcohol a chorros el sexo sin control, las conductas delirantes como meterse el semen de un desconocido es lo mismo que dispararse en la sien una pistola con una sola bala
De ahí al suicidio hay un paso
Me mola un montón vuestro diario de Todo relatos y el blog. Llevo la tira de tiempo entrando pero en la web no se puede comentar
ResponderEliminares la primera vez que me animo a escribir y la verdad, ¡este capítulo es un puto shock!
Carmen está hecha polvo y a Mario se le ve superperdido. Tienen que calmarse ya y perdonarse, o se van a destrozar. Aunque, seamos sinceros, hay heridas que, aunque se perdonen, no se olvidan.
Bienvenido Charly, espero verte más por aqui
EliminarBuenos días acérrimos. Je je je, tranquilos que no me volví loco. Ese es el mote que nos puso un comentarista de TR a los que formamos parte de esta cofradía.
ResponderEliminarCarmen a jugado a la ruleta rusa, porque no conoce quienes son los que se han corrido dentro de ella y hemos podido comprobar que eso a Diego le da igual mientras le paguen una pasta por ello.
ResponderEliminarSi Carmen sale de esta lo de volver a Sevilla debería quedar descartado, otro aspecto es como se van a arreglar Mario y Carmen, esto no lo arregla una semana en la casa de la sierra.
Mario se a marchado sin decírselo a Carmen, no le a dado ni la oportunidad de dar su versión de lo que a ocurrido, la ha dejado sola ante un monstruo que no sólo la a tatuado y mutilado contra su voluntad sino que tiene la intención de venderla como esclava sexual.
ResponderEliminarSi yo estuviera en los zapatos de Carmen no se si sería capaz de perdonar algo así, Mario ya tiene lo que quería el tatuaje en la espalda de Carmen, pero a que precio.
En este capítulo estoy del lado de Carmen al cien por cien.
Me quedo “ojiplática” leyendo lo siguiente:
ResponderEliminar“Es cuando caigo en que lo hacemos a pelo, joder, a pelo. Pero sabe tan bien, estoy tan completa que no voy a estropearlo por una minucia, total, ya no tiene remedio.”
Una minucia, dice. Está desbarrando. Cuando recupera la cordura se va a echar las manos a la cabeza. Va a necesitar a alguien al lado que la apoye de verdad y no se dedique a censurarla.
ResponderEliminarLo de inseminarse esperma de un desconocido es otra locura que le va a hacer llorar mucho. Pobre Carmen
Joder estamos ahora mismo a 33 grados y tengo que cortar una pieza de acero de 28 cm de espesor con el soplete, quieres taza pues toma taza y media.
ResponderEliminarMario tienes sitio sitio en Girón que esos 24 grados me vendrían de cine.
Calla, que mis amigos nos están mirando mal. Ha sido llegar y subir la temperatura. Ahora mismo estamos a 27º
EliminarPero por la noche seguimos durmiendo con colcha
Aqui no, ayer a la noche ya hacía calor y espera hoy.
EliminarConvengamos que su estado anímico no era el mejor. Sentirse abandonada por su compañero, vivir esa experiencia con ese matrimonio, la fiesta en el Penta con la dichosa pastilla.
ResponderEliminarEs un derrumbe con todas.las letras. Agreguemos la canalizada de Diego con los tatuajes y el tema de los árabes.
No creo que se pueda elegir un bando entre Carmen y Mario. En una pareja un conflicto grande, pequeño o medio es cuestión de los dos.
No es escoger bando mi querido Torco, es sentir empatia y yo en este capítulo por quien he sentido empatia es por Carmen.
EliminarBruto.
EliminarEfectivamente es un derrumbe de los dos, pero seamos serios y sinceros cada uno es responsable en gran manera del derrumbe del otro pero no es el único responsable, del derrumbe de Mario el máximo responsable es Mario y lo mismo ocurre con Carmen.
Y luego esta Diego, no tengo palabras para un tipo así, por desgracia y por lo que nos cuentan las noticias es como otros tratantes de personas y gente que está en la prostitución, Curro, su perro, es como los guardias de los campos de concentración, se defenderá con la obediencia debida y el desconocimiento.
Lucia tiene razón, yo apuesto por Andrés, pero tampoco descartaría a Esther.
ResponderEliminarA que os referís con Andrés o Esther? Me he perdido
EliminarJosé, Andrés es el mentir de Carmen y Esther su hermana pequeña, ahora mismo son las únicas dos personas en las que Carmen puede apoyarse.
EliminarGracias! Si a los personajes los único pero no sabia por que salían a colación, aclarado ya
EliminarNo se quien me cae peor Diego o Curro
ResponderEliminarCurro sin dudarlo. Es igual de cabronazo y además es un lameculos.
Lo que pasa es que este tipo de gente siempre acaba cayendo, es cuestión de tiempo siempre acaban chocando con otro más cabron que ellos.
Carmen ya conoce a dos que pueden poner a estos dos en su sitio, Tomás seguro, pero algo me dice que Domenico también tiene ese poder.
Eliminargracias Mario, apenas lo ví, lo leeré y comento
ResponderEliminarMario tiene una relación complicada con las mujeres y así le va. Elena le evita porque le ha hecho daño, la utilizó en Sevilla cuando la conoció y luego la olvidó, fue la propia Carmen quien le reprochó su conducta y le animó a llamarla, lo hizo casi a regañadientes, se volvió a acostar con ella en Toledo, creo, y vuelta a dejarla de lado. Otra vez la ve cuando se encuentran a Carlos borracho y otra vez la olvida, todavía se extrañará de que ahora no quiera verlo.
ResponderEliminarMacarena pone distancia porque se da cuenta del peligro que tiene. Irene, la que se liga en un pub hace lo mismo, no quiere ser el juguete de un matrimonio liberal y con Elvira va camino de cargarse la relación si no se la ha cargado ya con la espantada que dio en navidades.
De Graciela no digo nada, lo han estropeado entre los dos.
Todo porque está colgado de Carmen y sin embargo la usa como un juguete. Quién lo entiende.
Tienes razón, Mario debería reflexionar sobre esto.
EliminarNo se como lo veis vosotros, pero da igual lo que les pase a Diego y Curro, no será suficiente castigo que compense su maldad.
ResponderEliminarCreo que Mario se a engañado a si mismo, le a repetido mil veces a Carmen que se había convertido en la mujer que más deseaba, pero cuando por fin la a tenido a su alcance lo que se supone tanto deseaba no a podido soportarlo.
ResponderEliminarTambién está demostrando ser un ingenuo, porque cree que Diego va a proteger a Carmen como lo hace Tomás y el lunes va a estar de vuelta en Madrid, pero si nadie lo soluciona el lunes Carmen estará viajando hacia su esclavitud.
Mario en los comentarios nos puso un fragmento en donde un inspector venía a buscar a Carmen para devolverla a Madrid, pero yo hasta que no lo lea en el capítulo correspondiente tomaré ese fragmento con pinzas.
Diego a cerrado un trato con unos árabes que han comprado o van a comprar a Carmen, no creo que Diego se quede de brazos cruzados, ya no es que pierda el dinero, si no que quedará como un mentiroso ante esos hombres que querrán una compensación.
¿Quien es la mujer que más se parece a Carmen?, Candela.
Mario ni siquiera es consciente del peligro que está corriendo Carmen, después vendrán las lamentaciones cuando no haya remedio.
No a tenido que ser nada fácil escribir los últimos dos capítulos, sobre todo esté ultimo, me pongo a pensar como autor y no sé si yo me hubiera atrevido.
ResponderEliminarOs admiro mucho tanto a ti como a Carmen, sois muy valientes os felicito de corazón.
Bruto.
ResponderEliminarQuerido Cayo, una vez pasada la primera impresión o eso creo, no es seguro que lo haya conseguido, comentar que el capítulo es la leche, las descripciones son esplendidas, la imagen de Carmen cuando la descubre Mario es brutal, o cuando nos cuenta su arrepentimiento, y la escena del final cuando descubre el tatuaje te dan ganas de matar a esos capullos, estos son unos ejemplos pero todo está contado magníficamente te has superado con la historia. Los últimos capítulos me están gustando mucho pero no sé si vamos a poder seguir a este nivel sin que nos dé un pasmo, pero en esto último no me hagas caso y seguir así. Enhorabuena.
Apasionado, ¿qué es eso de la cortina de humo de las vacaciones del 2003? No me acuerdo, ¿en qué capítulo sale?
ResponderEliminarCapítulo 182 Los retos abiertos , este es el capitulo Lucia.
ResponderEliminarEl capítulo ciento ochenta y dos, publicado en febrero de dos mil veinticuatro, comienza así:
ResponderEliminar«Acompañadme, demos un salto en el pasado hacia el futuro que ya está en el pasado.»
En él, me esforcé por relatar una escena del futuro evitando destripar un suceso del pasado que hoy se ha hecho presente, aunque todo, futuro y presente, ya es pasado.
¿Habéis visto esas películas en las que el ladrón trata de acercarse al diamante valioso custodiado por multitud de rayos láser invisibles que, al ser interferidos por un cuerpo, disparan la alarma? Así me sentí yo redactando la escena del verano del dos mil tres para decir sin disparar la alarma, contar lo que quería contar sin descubrir más de lo necesario. To be or not to be, henna or not henna, that is the question. Así quedó el ciento ochenta y dos, en una duda razonable.
Esas vacaciones no se pueden dar aunque Mario y Carmen consigan reconciliarse, es humanamente imposible que la relación de Diego y Carmen vuelva a ser la misma, la a mutilado y tatuado sin su consentimiento y además pretende venderla, esos son actos imperdonables.
EliminarPero me gusta que utilices esas herramientas de escritura, es una forma muy eficaz de mantenernos mirando a una mano mientras el verdadero truco ocurre en la otra.
En un momento de ese capítulo, ella le dice "He aguantado dos años sin dar mi brazo a torcer, y ahora ¿qué de digo?". Según lo interpreto el tatuaje lleva dos años, han pasado los árabes, vino la reconciliación o como decimos acá agarré para el lado de los tomates.
ResponderEliminarTorco, intenta venderla, como te reconcilias con una persona así, que le impediría volver a hacerlo.
EliminarLo leí y me costó trabajo entender la caída de Carmen, y al HDPM, DE Diego, y curro, cuando Carmen se desmaya, seguramente Diego le dio o le puso algo en la bebida, para que Carmen quedara inconsciente y con tiempo suficiente para que pudieran tatuarla, y por muy sencillo que sea el tatuaje tarda su tiempo en hacerse. y ahora tiene varios tatuajes.
ResponderEliminarNo me cabe en la cabeza que Diego se desaga de la gallina de los huevos de oro, solo que le hayan ofrecido un dineral, porque con Carmen en el penta y cobrando lo que pagan por sus servicios en poco tiempo debe de ganarse una buena pasta.
Candela poco puede hacer por defender a Carmen, ella será su único apollo en estos dos o tres días que le quedan antes de que lleguen los árabes.
Las escenas de la orgía donde Carmen es la única mujer participante es dantesca. se me revolvió el estómago de leer esos párrafos.
Med doy cuenta de lo maldito y degenerado que es el tal curro, ofreciendo a Carmen al casi niño y al marroquí. Aquí Carmen debe de estar todavía embotada por la droga, de otra manera no puedo entender que disfrute de esa degradación que han hecho a su persona. y con lo mal que la trata y la beja el curro. De solo leer o mencionar su nombre me da asco se me revuelve el estomago y ganas de darle una golpiza que le recuerde el resto de sus dias que a las mujeres no se les debe de tratar de esa manera, aunque se trate de alguien que se dedica a la prostitución,
Tengo que digerir todo porque de momento me quedo sin palabras,
Sabemos que las cosas se arreglan entre Mario y Carmen pero de momento tenemos este muy mal sabor de boca
Apasionado ha lanzado una teoría muy probable Que a Diego no le quede otra que sustituir a Carmen por Candela cuando no pueda cumplir el trato con los árabes suponiendo que acepten
ResponderEliminarNo cumplir un trato con esa gente es peligroso Candela puede ser un regalo de compensación.
Adiós Candela adiós
A propósito, has dicho que la han mutilado. Que yo sepa rasurar el coño no se considera mutilar a menos que se te vaya la mano 🪒
ResponderEliminarSi no he entendido mal, Diego le colocan piezas en los pechos y en el coño, si me equivoco corrígeme.
EliminarTenías razón dosoctavas le tatuaje el pecho y al lado del coño, yo pensé que le había puesto una especie de adorno tipo pircing.
EliminarMe dice un amigo por mail que debía haber esperado unas cuantas semanas antes de lanzar este segundo “misil”.
ResponderEliminar¿Ahora entendéis por qué lo dividí en dos partes?
Id cogiendo fuerzas para el tercero.
Repasando el 182 hay algo que no entiendo.
ResponderEliminarPuedo entender que Mario juegue al despiste con el tatuaje como ha hecho, pero sabiendo lo que sabemos ahora, que hablen de Diego de esa manera mé choca mucho, dos años aguantando y se plantean volver a llamarlo?
Tampoco que Carmen no se haya planteado quitarse la marca despues de la experiencia tan traumática y las heridas que ha debido dejar en su relación con Mario! Eso sí que es superación!
ResponderEliminarAdemás no ser que Diego recibiera un buen escarmiento …. Lo cual implica que estuviera resentido y retomar el contacto fuese igualmente una amenaza.
ResponderEliminarTambién mé lleva a pensar que candela no corrió peligro porque si no si que no se plantean ni de coña ni en broma retomar él contacto
No entiendo como pueden redimir a Diego despues de todo lo que ha hecho
ResponderEliminarNo entiendo como pueden redimir a Diego despues de todo lo que ha hecho
ResponderEliminarEl relato como siempre fantastico.
ResponderEliminarSe hace duro ver la caida de Carmen y los peligros que le acechan, pero esperemos que pronto note la necesidad de aire y comience su ascenso para coger una buena bocanada de aire.
A esta situación llegan por las decisiones de los dos, y por primera vez bajo mi opinión Mario hace bien en volver a Madrid sin pasar por el Penta.
Cuando Carmen se de cuenta, si se da, de que Mario no paso por el Penta puede ser que sea el toque necesite para intentar salir del pozo, aunque creo que ella misma lo da por perdido, ya que tiene la costumbre de cuando tiene problemas con Mario le dice a alguna amiga, en este caso a Candela que no lo deje solo y que aproveche para salir de esa vida. Vida de la que ella parece no querer escapar a pesar de todo lo que ha pasado en unos días en Sevilla.
A Carmen los drogas siempre le han sentado mal, pero sigue con sus consumos incluso con sustancias que no sabe lo que es. A esta chica no le han dicho que no coja nada de desconocidos. Gracias a ellas ha cruzado otra linea roja los tatuajes y aun así no ha reaccionado.
Y despues no parece que tenga ganas de hablar y aclarar las cosas con Mario, para bien o para mal, se lo dice Candela y aun asi no llama a Mario, ¿donde esta esa Carmen que se enfadaba porque Mario no hablaba y se callaba cosas?
Mario creo que hace bien en marcharse antes ya que intenta hablar con Carmen y esta no responde al teléfono, pasa por el Penta y le tiende un puente que ella no cruza, dile a mi chica... ella no solo no dice nada sino que en todo el día no le llama. ¿Que va a hacer Mario quedarse para Diego lo humille más? Pasate esta noche campeón, que si la puta tiene un ratito libre, que lo dudo, te dejo que eches uno rapidin, que a más no alcanzas.
De todas formas el final y conociendo que Mario no da puntada sin hilo, creo que hay un rayo de esperanza con la aparicion de un nuevo personaje en la historia.
Mario disfruta de las vacaciones y nosotro a esperar para leer como el fango cada vez es más grande alrededor de la pareja.
Tenes razón, en una sola entrega las bajas habrían sido significativas. Me parece que después del tsunami viene el ciclón.
ResponderEliminarMiedo me da que el siguiente sea peor aún que este.
ResponderEliminarSe entiende perfectamente, de no haberlo dividido, no se si alguno de nosotros hubiera sido capaz de terminar de leerlo.
ResponderEliminarVale ya, estoy trabajando, bajar el ritmo, no puedo estar mirando el móvil cada dos por tres. Me han dicho que si estoy mirando porno.
ResponderEliminarSi ellos supieran. si vosotros supierais. Eh Mario???
Si ellos supieran…
EliminarMenos mal que en el fondo eres un tío sensato y no vas a ceder a la tentación de contar en lo que andas metido porque sabes que podrías perder algún amigo que otro por un minuto de gloria. ¿Merece la pena?
Ya se que me voy a quedar con las ganas, pero a me ha entrado una curiosidad tremenda de conocer en qué estáis metidos los dos, jajaja.
EliminarDos Octavas, un consejo: CLPB
Eliminar¿Por alusiones? Si usted me lo manda señora mia Cerraré La Puta Boca sus deseos son órdenes para mi.
EliminarYo no mando nada, sugiero. Considera Lo Probablemente Beneficioso y actúa en consecuencia. Y no te alusiones, perdón, quise decir ilusiones.
EliminarEres muyyyy buena. Que dijo Paul vitti/ Robert de Niro
EliminarEsta visto que no vas a dejarme trabajar.
Me lo estoy pasando pipa, seguid, seguid
EliminarPor mi, hasta las tres aguanto con un vermut.
EliminarSer y estar en el fondo es un mismo verbo. To be en inglés. Lo acepto, para qué negar lo evidente. ¡Camarero, otro Yzaguirre!
Eres una cachonda, estás jugando con fuego lo sabes
EliminarEres un buen tío.
EliminarY tu una tía cojonuda
EliminarMe voy a comer antes de meter la pata
Dos Octavas en plan vecino gruñon que baja al bar la humedad pidiendo que dejemos de hacer ruido porque no puede dormir
ResponderEliminarYo tb el curro pero entretenido jaja
ResponderEliminarOtra cosa que no se me pasa desapercibida, Mario ha hecho un comentario al principio haciendo referencia a las chicas en plural durante sus vacaciones, me pregunto si quien acompaña a la pareja ya ha salido en el diario jeje
Respecto al vecino y volviendo al relato, está claro que quieren formar parte del mundo liberal y quieren utilizar la situación para o bien introducirse o compartir la forma de vida que ya llevan. Lo raro es que hayan tardado en salir… pero como el diario parece que avanza mucho la trama pero el tiempo no va al mismo ritmo, no es mucho el margen
ResponderEliminarEse vecino va a dar juego, si no a qué viene ahora.
EliminarEsperad unos cuantos capítulos a que se enfríe este lío y y@ veréis como Eloy y señora aparecen.
La prueba es que está en las tags del capitulo
EliminarYo también pienso que van a dar juego, pero no creo que sea en un futuro muy cercano.
EliminarKikotou cuando entras en esa dinámica es muy difícil salir, de hecho mucha gente no llega a conseguirlo.
ResponderEliminarCarmen siente tristeza, pero también vergüenza de que Mario le haya visto en ese estado, Carmen está sola y está siendo maltratada por Diego de forma sistemática, teniendole un miedo atroz.
Pero si he visto una chispa de reacción en Carmen, antes a Carmen le ponía muy caliente imaginarse con el tatuaje en su espalda, pero al verlo lo que a sentido es repulsión y a gritado un porque y un no hasta que Diego la ha callado a base de golpes.
La más pequeña de las chispas puede crear un incendio que lo arrase todo, Carmen todavia no está perdida del todo.
Aquí no hay humillación que valga, esto no es he entrado en un bar y he visto a mi novia besándose con otro tío, Mario a visto en el estado en el que se encontraba Carmen y a decidido marcharse sin dejar que ella se explicará, lo que tendría que haber hecho es sacar a Carmen del penta.
La sensación que deja Mario es que se a desentendido del problema, como ya a hecho en el pasado con Helena e Irene.
Cuando Mario sepa lo cerca que está de perder a Carmen para siempre se va a llevar las manos a la cabeza y va a vomitar del asco que se va a dar a sí mismo.
Yo he defendido a Mario en muchas ocasiones, pero esta vez no puedo defenderlo, sabe perfectamente como es Diego y a dejado a Carmen a su suerte, cuando amas a una persona lo haces con sus defectos y sus virtudes, Mario sabe perfectamente como reacciona Carmen cada vez que se siente traicionada por el y sabía perfectamente como reaccionaria cuando escuchara la palabra nueve salir de su boca.
Diego es el personaje más torpe e incapaz que a pasado por el diario, solo piensa a corto plazo el dinero fácil, seguramente esos árabes le pagarán un dineral por Carmen, pero esa será la última ganancia que recibirá de ella.
ResponderEliminarSi pensara a largo plazo y la cuidará y tratará como es debido, estoy seguro que las ganancias de Carmen triplicarian la cantidad que le van a pagar por ella.
Diego tiene delirios de grandeza y está jugando a un juego que le queda excesivamente grande, al final terminará como una colilla pisada y olvidada en un rincón de una apestosa calle.
Como dije ningún castigo será suficiente para que este infraser pague todo el daño que a hecho.
Dos Octavas, Diva: ¿nos lo vais a contar o es un rollito entre vosotros?
ResponderEliminarVaya tela lo que estáis liando... 🤯 #LaQueHabéisLiado
ResponderEliminarSegún aquel texto que nos regalo Mario donde un inspector venía a recoger a Carmen para devolverla a Madrid, si leéis el texto Carmen se asusta, ella no entiende porque ha venido la policía a buscarla, por lo cual eso nos indica que ella no a tenido nada que ver.
ResponderEliminarMario no sabe lo que pretende hacer Diego, no sabe que el lunes Carmen no volverá, así que el no ha podido avisar a nadie.
Candela no haría nada que perjudicará a Patri y Mario nos a dicho que nos preparemos para el siguiente capítulo.
Eso me da mala espina y me hace hacerme una pregunta.
¿Carmen volverá el lunes a Madrid?
Espero equivocarme, pero cada vez me inclino más a que no va a volver.
El extracto que no dio Mario lo dejaba claro, el inspector la sacaba del Penta, lo lógico es que la saque de Sevilla.
EliminarMe estoy empezando a preocupar, no sé si fumo más o consumo más diario.
Prueba a estar 24 horas sin entrar. Si no eres capaz de hacerlo sin sentirte mal, ahí tienes la respuesta.
EliminarUn aplauso para Diva, la única capaz de callar a Dos Octavas. 👏 👏 👏
ResponderEliminarEl único atisbo de esperanza que me queda es que Candela llame a Mario y le cuente todo ariesgandose mucho y que este llame a Tomás para que tome cartas en el asunto.
ResponderEliminarEs por eso que digo que el único apoyo que tiene en este momento Carmen es Candela, es por ahí que se va a conocer en el peligro que está Carmen el convertirse en esclava sexual de unos desalmados árabes, recuerdo en este momento, una película que se llamó Axanti, dónde secuestran a una mujer morena de muy buen nivel socioeconómico, creo era hija de alguien muy bien acomodado, fueron árabes la que la secuestraron para poder explotarla sexualmente. es una película que se estreno por ahí de los ochenta.
ResponderEliminarEs otra época, pero el fin era el mismo.
También creo que el vecino y su esposa van a dar juego en un futuro capítulo.
Seguramente Candela le dirá a su amiga de llamar a Mario. Pero Carmen se niega y en cambio le pide que llame a Tomás. Y por ahí vendrá el Ciclón.
ResponderEliminarCarmen, una vez rescatada se quedaría en el picadero de su amigo-amante-jefe. Y Tomás, una vez que ella esté a salvo se la tomara con Mario. Recuerden cuando tuvieron ese entredicho por el dinero. que hasta ese momento estaba en negro. Lo que siente por Carmen hará que Tomás pierda los papeles con Mario.
Con quien debería perder los papeles es con Diego.
EliminarCinco de la madrugada, recién llegados a la casa de nuestros amigos después de una noche loca. Cena, copas, charla en una terraza a la orilla del mar escuchando el rumor de las olas a veintidós grados ¡veintidós! Una gozada. Más copas, más confidencias, paseo a oscuras por la arena húmeda y al final acabamos sentados en la arena seca en silencio cada pareja a lo suyo, ya me entendéis. Ahora, sin gota de sueño, me estoy tomando un café en solitario mientras los demás duermen y yo, en la terraza, escucho el mar y os lo cuento para daros envidia (soy mala persona, lo sé).
ResponderEliminarComo me dejen solo, cambio la cerradura y les okupo la casa. De aquí no me saca ni el nazi ese que se dedica a sacar por las malas a los que ocupan pisos vacíos expropiados por bancos.
Yo hoy no me quejo, me toca soldar con Tig, piezas pequeñas, así que hay no voy a pasar tanto calor.
EliminarNo me das envidia me alegro por ti, para eso están las vacaciones.
Otro aspecto que demuestra la inutilidad de Diego son los tatuajes, a convertido un diamante en una simple roca por culpa de esos tatuajes tan feos y obscenos.
ResponderEliminarCarmen era una prostituta de alto standing por la que los clientes están dispuestos a pagar un dineral, a mucha gente no les gustan los tatuajes, para ellos estropean el cuerpo y ya no estarían dispuestos a pagar tanto.
Es muy posible que incluso le repercuta en su trabajo con Tomás, era su punta de lanza, pero esos tatuajes lo estropean todo, a ojos de un cliente ahora Carmen no es más que Lorena o cualquiera de las otras chicas.
Bruto.
ResponderEliminarQue bonito, iniciando una campaña de relaciones públicas con todos tus lectores querido Cayo.
Y espero que no te lean los propietarios en el blog por qué te van a echar a patadas.
¿Por qué, por airear (nunca mejor dicho) las maravillas del clima de la costa cantábrica? Qué tiquismiquis te has vuelto, Bruto.
EliminarPasear de noche por la playa no tiene precio, en cualquier época del año. Yo, cuando quiero relajarme, apago el portátil y me bajo a la playa, quince minutos de arena en los pies desnudos es la mejor terapia. Subo nueva y a seguir trabajando.
ResponderEliminarSobre el relato. Se ve la mano de Tomás en la llegada del inspector al Penta al rescate de Carmen. Lo que me temo es que la relación entre ellos va a quedar seriamente tocada si no rota. Ya veremos.
ResponderEliminarMe temo lo mismo.
EliminarA mi me gusta caminar por la orilla de la playa a primera hora de la mañana cuando tengo fiesta o después del atardecer cuando el sol se a escondido.
ResponderEliminarSuelo ir desde el principio de la playa de la concha hasta el final de la playa de Ondarreta.
Como dice Lucía mano de santo.
Como me gusta madrugar, me estoy recorriendo la playa de San Lorenzo a eso de más siete cada mañsna
EliminarEs una gozada, te da energía para todo el día.
EliminarCreo Lucía que la irá de Tomás será en un alto porcentaje con Mario.
ResponderEliminarNo debería ser así, lo único que Mario pudo hacer era sacar a Carmen del penta cuando la vio en ese estado, pero si somos realistas era poco viable que lo hubiera conseguido.
EliminarCarmen es libre, Mario no tiene ningún poder sobre ella, no es su dueño, es su marido y mejor amigo, si llega a decirle a Carmen que no lo hiciera ella lo hubiera hecho con más ahínco.
Tomás debería entender esto, pero los dos sabemos que no lo hará.
Otra cosa que he podido percibir es el complejo de inferioridad que rezuma Diego por todos sus poros.
ResponderEliminarDesde que Dos Octavas dijo eso de Adiós Candela, adiós, tengo un pálpito muy negativo, creo que el recorrido de Candela en el diario está acabado y me da una pena infinita.
ResponderEliminarNo se lo que pasará, pero espero de verdad que Candela se salve, ya a sufrido suficiente.
EliminarBruto.
ResponderEliminarQuerido Cayo, necesito abusar de tú amabilidad, recuérdame dónde está exactamente lo del inspector en el Penta para volver a leerlo. Quiero ver los detalles por si se me escapa algo.
Próximamente en sus pantallas.
EliminarNo, en serio. En los comentarios del capítulo 198 del 25 de Abril lo tienes.
Te podría dar la versión elaborada que saldrá en el próximo capítulo, pero te voy a dejar sufriendo. Jua, jua, jua…
EliminarBruto.
EliminarQuerisimo Cayo, no esperaba menos.
Bruto.
EliminarGracias Cayo, comprobado lo que quería ver.
De todas maneras esto debería abrir los ojos tanto a Carmen como a Mario.
ResponderEliminarAhora que he salido de currar, con vuestro permiso me voy un ratito a la playa a refrescarme un poquito.
ResponderEliminarUstedes se imaginan que hermoso lío sería que Carlos, por casualidad, concurra al Penta y vea. Carmen trabajando?
ResponderEliminarSe lía parda.
EliminarBruto.
EliminarBuenas tardes, usted quiere que al pobre le dé un pasmo del que no se recupere jamás.
Menudo quilombo.
EliminarHermoso, poco.
Que bien me ha venido el bañito en la playa, como nuevo.
ResponderEliminarHoy volvió el invierno con su hermosa ola polar, después de una semana primaveral. Que país de locos
ResponderEliminarHace un rato mi cuñada y yo hemos hablado del último capítulo, buff a ella también le costó terminarlo, según me a dicho, esta de acuerdo con Torco, Tomás tiene cruzado a Mario desde la terapia de puta y se lo va hacer pagar con creces.
ResponderEliminarTambién está de acuerdo con Lucía, en lo de de que lo ocurrido puede rescrebrajar o incluso destruir la relación de Tomás y Carmen, según ella es muy posible que Tomás la juzgue sin dejar que Carmen explique los motivos que la llevaron a actuar así.
Ella cree que Andrés va a ser el salvavidas de Carmen, no cree que Candela sea una víctima de las circunstancias, para ella el que tiene más papeletas para dejar el Diario es Diego a cabreado a demasiada gente.
Estaba escribiendo un bocetillo que empezaba con "necesito un cigarrillo y un trago". Después de leer este capítulo necesito una botella y un paquete de Luckies.
ResponderEliminarMariale.
Andrés va a ser un salvavidas de plomo. No nos olvidemos de la "visita" de la todavía y futura ex mujer del guía de Carmen.
ResponderEliminarNo puedo dormir, el calor se a metido en la casa y esto parece una sauna, me he venido al sofá para dejar dormir a mi novia.
ResponderEliminarCaito he encontrado lo que buscabas el fragmento donde el inspector viene a buscar a Carmen.
«—¡Inspector Ortega!, dichosos los ojos.
—Déjate de hostias, no estoy de humor.
—¿Algún marrón?
—Tú eres el marrón, gilipollas, le estás tocando los cojones a quien no debes.
—¿Qué coño estás diciendo, Manuel?
—¿Esa es la madrileña?
—¿Te gusta?, puedo dejarte el despacho.
—Señora Bauer, recoja sus cosas, se viene conmigo.
—¿Esto que es? No me jodas, Manuel.
—Inspector Ortega, y cierra la puta boca o te vienes tú también.
Carmen se asusta, se cambia de ropa y sale,
—Ya me enteraré de lo que está pasando
—Tu no vas a mover un dedo o me voy a convertir en tu peor pesadilla.»
"...le estás tocando los cojones a quien no debes", traducido sería alguien le avisó a Tomás y Dieguito se te vino la noche.
ResponderEliminarA veces pienso que con estos spoilers que haces (perdón, destripes) revientas la intriga de saber que va a pasar con los árabes o con otras situaciones que aparecen y de las que ya nos adelantas la resolución. Luego he pensado que lo tienes todo muy medido. Ya sabemos que a día de hoy Carmen está a salvo, no has destripado nada y queda saber cómo van a reaccionar con Diego cuando se enteren de que no cumple su palabra, yo en su lugar le pedía al inspector que se lo llevara detenido una temporada.
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminarGracias.
Hablando de destripes me muero de ganas por leer el careo entre Curro y Carmen en la comisaría
ResponderEliminarSi necesitas ayuda para darle ambiente aquí me tienes.
Tomo nota.
EliminarNo solo hay destripes, hay están las historias abiertas pendientes de que el autor las presente, como el empresario alemán que debía haber sido el primer cliente de Carmen y ahi quedó, en el limbo. Se llama Meissner o algo así y aparece de vez en cuando. Que si va a venir, que no llega.
ResponderEliminarEsperando a Godot lo vamos a llamar
Meissner está por llegar, creedme, pero todavía le falta.
EliminarEsta es una de las escenas más duras del diario, aún más dura.
Os recomiendo, para abrir boca, que leáis a Oliver Sacks, cualquiera de sus obras es buena. En ellas explica de manera muy ágil cómo las emociones se desvelan aunque la persona no quiera, incluso aunque no se de cuenta. Las emociones se transmiten sin que el emisor ni el receptor sean conscientes. “Lo sé, no me preguntes por qué”, dice la persona que ha visto algo en la otra, lo ha sentido, dice.
En uno de sus libros, Sacks narra una escena en una clínica donde unos pacientes con lesiones cerebrales en el área de Wernicke que les impiden comprender el lenguaje, ven en la televisión un discurso del presidente Reagan. Al terminar todos coinciden: no han entendido lo que ha dicho, pero saben que estaba mintiendo. (Algo así como lo que ocurrió durante la comparecencia de Acebes tras el atentado del 11M, por cierto, intentad verla)
Carmen es medio alemana, Tomás ya ha dicho la estrategia que quiere usar con ella en ese encuentro. Creo que ya he hablado bastante.
Alguien me puede recordar lo del alemán? Tengo lagunas…
EliminarEsto ya es el colmo, otro sicopata, cuanto creéis que va a durar la cordura de Carmen intacta si la siguen exponiendola a semejantes daños físicos y sicologicos.
EliminarCarmen no importa a Diego eso ya nos a quedado claro, no importa a Tomás si lo expone a alguien cuya escena exceda lo que ya hemos visto hasta ahora.
Mario ama a Carmen, pero la ama demasiado mal, empiezo a pensar que dejar a Carmen en medio de un campo de pruebas de armamento nuclear sería más seguro que en los brazos de Mario.
Siento mucho ser tan cruel, pero en ocasiones el amor no es suficiente y a las pruebas me remito, espero que las futuras entregas del diario me callen la boca, pero visto lo visto tengo mis dudas.
Pido perdón a Mario personaje del diario por irsene la mano en el comentario, pero es que ver como maltratan sistemáticamente a Carmen hace que me hierva la sangre.
EliminarHablos de Tomás como la persona que manda al inspector Ortega, pero no olvidemos que el matrimonio zoofilico también a puesto sus ojos en Carmen y estos dejan claro que no quieren hacer negocios con Diego.
ResponderEliminarQuien nos dice que no hayan sido ellos quienes mandan al inspector para deshacerse de Diego.
No creo que el matrimonio con gustos especiales se atreva a meterte en ese huerto.
EliminarA andres tampoco le veo con agallas de hacerlo.
Domenico tampoco creo, la única que tiene contacto con él es Carmen y parece sorprendida cuando la llevan.
Huele a tomas
Los incendios forestales que se están dando en el país y también en otros países de la comunidad europea son una tragedia medioambiental, como sigamos así nos vamos a quedar sin bosques.
ResponderEliminarEl hecho de que el alemán aparezca, me hace pensar de que, si fue Tomás quien movió los hilos para que Carmen sea rescatada, la furia no ha sido hacia ella.
ResponderEliminarPuede ser que, momentáneamente, ella se quede en el picadero y retome su trabajo en el gabinete como su relación con Andrés.
Tranquilos. Meissner ha aparecido porque lo ha recordado Lucia, pero no lo esperéis antes del próximo año. No obstante, hacedme caso, Oliver Sacks siempre es una buena lectura y más en verano.
ResponderEliminarMe voy de espicha. Para los que no habéis estado en Asturia#, es una reunión de amigos con mucha sidra tirada a la distancia de lo que dé la longitud del brazo, mucha y buen comida y muy buen ambiente. Mañana, semana grande en Gijón, necesito refuerzos o no voy a dar más de sí.
ResponderEliminarSacado de la base de datos de personajes que le mantengo a Mario.
ResponderEliminar>>Meissner
Alemania
>Cliente potencial de hombre
En >reserva
C121
«—Te he hecho venir porque estoy cerrando un asunto muy gordo con un grupo alemán, lo tengo prácticamente resuelto pero ya sabes como va esto; la semana próxima viene a España el director general y quiero cerrar el acuerdo como ya sabes, con algún detalle.
—Ya sé yo qué detalle. —dijo riendo Lorena.
—Estaré con ellos todo el día y luego por la noche… ¿te acuerdas donde estuvimos con los italianos en Octubre?
—Si, me encantó, es un lujo y las habitaciones son una maravilla.
—Ese es mi plan. —continuó volviéndose hacia mí—. Quiero que vengas, me dijiste que hablas alemán como si fueras nativa…
Nunca me ha gustado alardear de mi acento bávaro pero me sentía un poco humillada y construí una elaborada frase en alemán sobre mi abuela materna, con lo que Tomás quedó satisfecho aunque se lo tuve que traducir. Mi abuela Greta procuró que no perdiéramos el contacto con la familia y tanto mi madre como mi hermana y yo hemos pasado desde niñas largas temporadas en Munich y nos manejamos con el idioma sin problema.
—Perfecto aunque mi cliente no debe saberlo, toda la negociación se llevará a cabo en inglés, lo que quiero saber es qué se cuece cuando hablan en su idioma ¿me entiendes?
—¿Quieres que sea la espía infiltrada? —Bromeé.
—Algo así, tienen la fea costumbre de cuchichear entre ellos, es irritante; quiero estar al tanto de lo que traman.
—Lo que no sé es cómo te lo voy a poder trasladar.
—Ya pensaremos en algo, no entienden nada de español, podemos idear alguna estrategia.
No me gustaba demasiado la idea, aún no había aceptado y Tomás ya lo daba por hecho.
—Lo que no quiero es…
—Lo sé, tú vienes conmigo; Lorena y… ya pensaré en quién más, estarán con ellos, no te preocupes.
—¿Cuándo sería?
—A mediados de la semana que viene, jueves o viernes.
—No sé, tendría que hablarlo con Mario.
La mirada de Tomás se me clavó como un dardo, nunca le había visto reaccionar así, parecía otra persona, no tuvo que decir una palabra para hacerme sentir el peso de su autoridad, esa autoridad que yo misma le había concedido.
—No te preocupes, intentaré arreglarlo. —concedí.»
(Sigo)
“—De acuerdo, es tu experimento pero me sigue preocupando la seguridad del entorno. Y ya que estamos en eso ¿por qué no los alemanes? Cuentas con la protección de Tomás ¿qué mejor garantía?
ResponderEliminar—¿Estás hablando en serio?
—Claro que no. —Se levantó y salió hacia la cocina.
¿No hablaba en serio? Nunca sabía cuando bromeaba y cuando ocultaba entre sus ironías lo que no era capaz de decir con franqueza.
Me quedé pensando en su conclusión, había sido tan directo que no tenía modo de rebatirlo. Mario había tomado mi proyecto de experimento, lo había despojado de emotividad y me lo devolvía limpio de miedos y prejuicios. Y ahí estaba, contundente; era la ocasión idónea para poner a prueba mi hipótesis, Tomás me daba la seguridad y los alemanes eran los sujetos adecuados, totalmente ajenos a mi, no contaminados. ¿Por qué no aprovechar la ocasión?
Me estremecí. Lo tenía al alcance de la mano.»
(Sigo)
C124
ResponderEliminar«—Voy a lograr mucho con tu participación en la cena con los alemanes, no es solo que me traduzcas sus conversaciones, con tu experiencia de psicóloga puedes obtener información valiosa que nos ayude a elaborar una estrategia. —Se llevó la servilleta a la boca y tuve la oportunidad de pensarlo—. Carmen, siempre voy un paso por delante, ya estoy viendo lo que tú y yo podemos hacer en el futuro. Eres algo más que una mujer brutalmente seductora, nos complementamos, ambos somos inteligentes, ágiles tomando decisiones, nos entendemos, tu experiencia y la mía junto a tu tremenda sensualidad nos va a permitir manejar cualquier negociación a nuestro antojo, podemos ser imbatibles.
No estaba segura de que me gustase lo que estaba planteando, era una perversión rastrera de mi profesión. ¿Acaso era mejor que bajarme las bragas o comerme una polla?
—No sé si te acabo de entender ¿pretendes que manipule a tus clientes mientras babean metiéndome mano? No sé si me gusta.
Le mudó el gesto, me di cuenta demasiado tarde de que le había ofendido.
—¿Qué te pasa? —preguntó, nunca le había visto tan crispado—, quieres probar este mundo, eres tú quien lo ha pedido. Te ofrezco hacerlo usando todo el bagaje que posees, ¿qué más quieres? A menos que te conformes con poner el coño como las demás, tú decides.
—Lo siento.
—Mira niña, todavía estás a tiempo de pensártelo mejor, no me lo hagas perder a mi.
Por mi cabeza se cruzó la idea de que estaba a punto de perderlo y me asaltó un pavor insufrible.
—No Tomás, no hay nada que pensar.
Me miraba con un desconfianza que jamás le había visto. «Perdóname por favor», escuché decir a una mujer completamente angustiada. El tiempo se detuvo hasta que sentí una caricia en la mejilla. La dureza que lo había vuelto irreconocible fue desapareciendo, regresó el hombre tierno y cariñoso que me sirvió de refugio cuando más lo necesitaba. Me prometí no volver a provocar algo así.
—Anda vete, mañana hablamos.»
C126
ResponderEliminar«El jueves me llamó Tomás, salía del parking y caminaba hacia la cafetería donde suelo parar antes de entrar al gabinete. Había un cambio de planes no previsto, los alemanes de nuevo cancelaban el viaje a España.
—Quieren ponerme nervioso, saben lo que este proyecto significa para mi, he invertido mucho tiempo y esfuerzo e intuyen que he abandonado otras alternativas por apostar por ellos. Me están presionando.
Traté de tranquilizarle aunque en un sentido me venía bien, no estaba en mi mejor momento. Poco me duró la calma.
—De todas formas cuento contigo, no te comprometas para mañana.
—¿Crees que los vas a convencer?
—No es eso. Está todo pagado, el hotel, el restaurante, la discoteca… Dispongo de veinticuatro horas para reactivar otros asuntos que pueden dar mucho juego si se los trata con mimo. Procura estar localizable hoy.»
«—Qué jugada te han hecho los alemanes, ¿eh? —Terminé por decir para romper el silencio. Estaba cerca de la ventana y me volví para mirarlo a la cara. Se servía un whisky, me ofreció y acepté sin pensarlo.
—Bien mirado me alegro, eso nos va a permitir prepararte. —No pude reprimir la sorpresa que me causó un argumento tan insólito. —. A veces he dudado sobre la conveniencia de que te estrenaras con Meissner. Así es mejor, Javier es más previsible.
—Hablas de mi como si fuera… —Me ofreció el vaso, ancho, labrado, con un solo hielo.
—Qué, ¿qué eres? ¿quieres que te lo diga yo? Una puta en rodaje. Otros días eres mi amiga, mi única amiga si te he de ser sincero; la mujer que me ha hecho volver a creer en mí. Y mi amante. —Me recorrió la mejilla con el dorso de la mano—. Pero ahora mismo eres una aprendiz de puta y no porque yo lo quiera no, sino porque tú me obligas a tomar tu control. Por eso me alegro de que Meissner me la haya jugado, así estarás preparada.
C128
ResponderEliminar«Llevaba en casa menos de quince minutos cuando escuché la puerta, poco después la oí entrar en el salón y me apresuré a terminar de cambiarme de ropa para salir de la alcoba.
—¿Qué tal?
Me miró, parecía estar pensando qué contarme. Dejó el bolso sobre uno de los sillones y se descalzó.
—Bueno, el plan sigue siendo el mismo. Los alemanes están jugando con él —dijo mientras se dejaba caer en el sillón con gesto cansado—, saben que ha invertido mucho dinero en el proyecto y tratan de llevarlo al límite, eso es lo que piensa; tenía todo ya pagado para este fin de semana y lo que ha hecho es mover otro asunto, se trata de un empresario que tiene una bodega y busca inversores. —Hizo un gesto con el que venía a decir que no me quería aburrir con los detalles—. Haremos lo mismo: cenar, entretenerlo, dejarlos negociar… luego discoteca y cuando Lorena se lo lleve al hotel Tomás y yo desapareceremos.
—Parece fácil; no se complicará, ¿no?
—¿Qué quieres decir? Ah, no te preocupes —añadió al ver por donde iba—, Tomás se encarga de que no haya malos entendidos. Además es muy amigo suyo, de la universidad, no va a hacer ninguna tontería. ¿Has bebido?
—Un par de whiskies, estuve con…
—Ya, es igual.
Explicación no pedida…»
HY algunas otras referencias pero no he tenido tiempo de actualizarlo
ResponderEliminarUn trabajo soberbio, te felicito, a mi me costó mucho tiempo encontrar el fragmento del inspector Ortega y tu has metido cuatro fragmentos bien ordenados en tu comentario.
EliminarLo de la base de datos es una herramienta muy útil.
Guardiano dil faro
ResponderEliminarEnhorabuena Dos Octavas, como lector y como amigo de Mario te felicito, estas haciendo un trabajo increíble. La nube de etiquetas se queda corta en comparación con lo que has hecho.
La primera y la última vez
EliminarMuchas gracias dosoctavas! La versión mvl no entiende de etiquetas! Ya recuerdo!
ResponderEliminarMientras recordaba sólo pensaba: que intensidad de vida tienen nuestros protas y todo en nada de tiempo.
No se propuso hacer una línea temporal para seguir el diario o mé lo estoy inventando?
Mientras los chicos se ponen ciegos de sidra, nosotras, playa, Albariño, tapas y terracita.
ResponderEliminarDemasiado Albariño, demasiado orujo blanco, no sé si me voy a arrepentir de esto. Mi amiga duerme la siesta, yo escribo. Me ha dado por escribir últimamente. Me tomo de un trago el último chupito para echarle valor y ahí va. Me voy a arrepentir, o no. O si. A ver qué dice cuando se entere.
Ayer, hoy y mañana
—Escúchame, Dani, esto nunca ha pasado, yo podría ser tu madre, de hecho soy amiga de tu madre y como se entere de lo que hemos hecho le vamos a dar el mayor disgusto de su vida. No se lo merece, cariño.
Dani, mi ahijado, se desinfló como un globo pinchado, se sentó en la cama y el rostro se le nubló con un expresión que me hizo temer un inminente llanto. Me senté a su lado, miedo me dio porque su atractivo cuerpo, su olor a joven macho y el recuerdo al reciente acto que habíamos compartido me disparó un brote de deseo difícil de contener, nos estábamos rozando y su tribulación necesitaba un abrazo que no tardé en ofrecerle, mi pecho se aplastó en su costado, un ahogo surgió de su garganta, mis labios besaron su cabello, sus manos me buscaron, las mías le enlazaron y caímos, caimos hacia atrás sin pensarlo, sin buscarlo, el es joven, yo sigo sintiéndome joven, atractiva y deseada, ¿qué es la edad sino un constructo imaginario que se interpone entre quienes somos y lo que el tiempo se empeña en decirnos quién debemos ser?
Volvió a suceder.
—Es una locura.
—¡Pero yo te quiero!
—Me deseas, no es lo mismo.
—¡No!, ¡te quiero, Carmen, estoy enamorado de ti!
—No digas bobadas. Tienes diecinueve años, te llevo más de treinta, estoy casada, amo a mi marido, como tú ha habido tantos hombres que ni podría contarlos. No, Dani, lo hemos pasado bien, te quiero, eres mi ahijado, pero nada más, nada más, ¿lo oyes?, nada más.
Lo arrullé en mis brazos, sería el quinto y último polvo que compartiríamos, me lo prometí estaba decidida. Por él, por mí, por Sandra, su madre, mi abogada, mi amiga. Le mandé a ducharse. Solo, sí, solo. Encendí un cigarrillo y el televisor para intentar despejarme. Hablaban de los últimos escándalos de corrupción. El ex ministro de hacienda del PP, el ex ministro socialista. Por si fuera poco, la lluvia de títulos universitarios falsos. Si querían llevar el índice de abstención a máximos históricos lo iban conseguir, así consiguieron llevar al pequeño cabo al Reichstag a comienzos de siglo XX y la historia se repite por pura ignorancia. Me estaba empezando a poner de mala leche, apagué la tele. A la ducha, que mierda.
Acabo de terminar mi jornada laboral y al mirar el móvil me encuentro este comentario que me ha roto todos los esquemas.
EliminarSea la primera o la última vez bien venida Carmen, a sido un verdadero placer haber podido leer tu comentario con otro pedazo de esta extensa e intensa historia.
Que pena que no vamos a poder ver la reacción de Mario por un agujerito, conociendole sonreirá y segura que máquina algo.
Un auténtico placer leerte Carmen! La gran protagonista y musa de este diario! Con un vida de película, te dejas ver un momento muy oportuno! Que bueno saber que estas bien!
EliminarLa mejor definición que he leído de lo que es la edad.
ResponderEliminarGracias, Carmen. Ya que has aparecido, no te vayas.
Necesito más datos, contexto por eso me voy a callar lo que pienso
ResponderEliminarBoom! En español, ¡Bum!
ResponderEliminarUna y no mas
ResponderEliminarHoy he vuelto a ir a la playa después de currar, joder que buena estaba el agua, me han dado ganas de quedarme ahí hasta mañana.
ResponderEliminarEl comentario de Carmen a sido muy interesante, la edad no es un impedimento para que una mujer se sienta joven y siga siendo deseada, también a dejado claro que ella del hombre que está enamorada es de Mario y eso no ha cambiado ni un ápice incluso habiendo pasado por su cama innumerables hombres durante los últimos veinte años.
ResponderEliminarLo que no se es si el chaval de 19 años lo va a entender igual, de todas maneras la decisión de Carmen es la acertada, para que hacer un daño innecesario a su amiga.
Bruto.
ResponderEliminar11:55 aterrizo después de unas tapas y unas cervezas, en mí caso unos vinos, mí cumple y me encuentro con este regalo, un auténtico placer. Gracias Carmen y continúa con nosotros, aunque sea esporádicamente.
Felicidades, Caito, como buen Leo, te supongo generoso, leal y con carisma. Disfruta de los regalos que te habrán hecho.
EliminarLa música como emoción creo que algo tiene que ver con la inclusión de temas musicales al comienzo y en medio de cada relato. Puede ser sensei?
ResponderEliminarAsí es, Torco, para mí, la vida tiene banda sonora. Mis recuerdos desde niño tiene música propia, canciones que forman parte inseparable de mi vida y que, con solo escucharlas recuperan escenas con sus emociones impresas. No es extraño que el diario incorpore la música como parte fundamental, aunque procuró aplicar el consejo del que me precedió: si bueno y breve, dos veces bueno. No conviene abusar.
EliminarLo que más injusto me parece es lo que cuenta Carmen, despues del careo Curro se va de rositas y tiene pinta de que Diego también se va a librar, en esta mierda de vida en la que vivimos para muchos la palabra de una prostituta no tiene valor y así es como ven a Carmen, me sorprende que los humanos hayamos sobrevivido tanto.
ResponderEliminarApasionado, solamente conocemos que Curro tiene un careo con Carmen pero no más. Dejando de lado el tema de funcionarios judiciales corruptos, habría que ver de que manera se desarrolló ese procedimiento.
ResponderEliminarTienes razón, pero me sigue pareciendo injusto.
EliminarAy, Apasionado, siempre con el acelerador a tope, “tienes razón, pero, pero, pero”
EliminarDatos, faltan datos para poder emitir un juicio tan temerario. No digo que no tengas razón, Torco tampoco lo dice, lo que decimos es que antes de lanzarse hay que esperar con la cabeza fría a tener datos y no quedarse con lo primero que llega, porque entonces somos pasto de la prensa amarilla que vive de titulares simples pero efectivos, por no ir más lejos.
Si tenéis razón, lo se, pero yo me pongo en lo peor, que condenan a Diego me alegraré como el que más, que no lo condenan y sale de rositas, ya me habré hecho a la idea.
EliminarSolo hace falta poner las noticias para ver la cantidad de injusticias que se dan a diario en este país, me a gustado lo del acelerador, es cierto soy muy intenso jajaja.
Feliz cumpleaños, Bruto.
ResponderEliminarBruto.
EliminarMuchas gracias a todos, este año tuve un regalo inesperado.
Feliz cumpleaños Caito.
ResponderEliminarHay una escena que me lleva machacado desde que la leí porque me resulta familiar y no sé porque es cuando Carmen se estira en el sofá del despacho de Diego, se lo dice a Candela también, los brazos para arriba la espalda estirada No recordaba donde lo había leído antes y por fin lo he encontrado
ResponderEliminarCapítulo 115 en plena reconciliación en la sierra.
“ —Tengo hambre, ¿comemos algo? —propuse de forma inesperada, necesitaba tiempo para reaccionar; ella lo entendió.
—¿Un desayuno anticipado o una cena tardía, qué te apetece? —bromeó.
—Deja, ya improviso yo algo.
Olvidamos el tema mientras preparaba unos sándwiches. Carmen aprovechó para ponerse cómoda, unas mallas y un suéter de punto con unos calcetines por todo calzado. Nos sentamos en la cocina, logramos conectar algunos temas de conversación con más facilidad de lo que esperaba; sin darnos cuenta conseguimos relajarnos, me habló de sus carreras por el monte, de lo poco que comía. Me hizo hablar sobre mí; ¿el gimnasio? no, no he vuelto, le dije; me imaginé entrando en la sala de cardio buscándola; instintivamente la agarré de la mano. Atajé las emociones poniéndola al día sobre los asuntos del gabinete. Poco a poco nos encontrábamos otra vez en los pequeños detalles.
Regresamos al salón con una taza de café en la mano y fue como si la tregua finalizase; volvimos al trabajo.
Y yo tomé la iniciativa.
—Supongo que esperabas otra cosa de mí cuando terminaste de hablar.
Se había sentado en el sofá eludiendo el formalismo de la mesa alta y yo lo hice en el sillón cercano. La madrugada comenzaba a pasarnos factura. Se acomodó en el hueco que forma el brazo con la ancha orejera, aspiró por la nariz y se estiró como una gata; cerró los ojos, curvó la espalda mostrando los abdominales en tensión, levantó los brazos por encima de la cabeza y entrelazó los dedos, apretó la pierna derecha contra el sofá, estiró la izquierda hasta la punta de los dedos como una bailarina y tras aguantar un par de segundos emitió un suave lamento y aflojó toda la tensión; finalmente flexionó la pierna y posó el pie sobre el tapizado. Entonces me descubrió mirándola y se quedó inmóvil como una gacela. «Te he pillado», dijeron sus ojos. La pierna que mantenía sobre el sofá inició un leve balanceo. Demasiado relajada para trabajar, pensé, demasiado sensual para concentrarme.
Un mechón rebelde que se resiste a dejarle la vista libre, la hombrera que se ha deslizado y me confirma que no hay tirante que sujete nada bajo el fino jersey, esos ojos que me preguntan «¿Hasta cuándo vas a seguir?».
Esta tía es la hostia de sensual
Si que lo es si.
EliminarBruto.
EliminarMe estoy dando cuenta que tienes una gran memoria visual, a mí me pasa un poco lo mismo, cuando leo me quedo con imágenes.
Me pasa también con las descripciónes de los sitios. Por eso me gustó tanto la descripción del cortijo del capítulo pasado, en mi mente me recordaba a otros que ya había visto.
Y en este capítulo hay muchas descripciónes que son muy visuales.
Feliz cumpleaños Caito
ResponderEliminarIl Guardiano dil Faro
ResponderEliminarFeliz cumpleaños de mi parte también, Caito
Meses más tarde, los cabos sueltos se ataron durante la declaración de Curro en el juzgado, un testimonio con el que, pese a la aparente colaboración, solo buscaba salvar el pellejo inculpando a su jefe en un delito de tráfico de personas del que salió impune por falta de pruebas. Antes de aquello, de la farsa en el juzgado, había ido a verle a la comisaría de Sevilla; el inspector encargado de la investigación me citó para mantener un careo, y fue allí, en una sala aséptica, donde conocí de primera mano aquella conversación, aquella parte del plan que me había mantenido en la oscuridad, ciega y dócil.
ResponderEliminarMe he basado en este fragmento de Carmen donde deja claro que Curro sale impune por falta de pruebas, de hecho no entiendo lo de la falta de pruebas porque en la conversación que este mantiene con Diego queda medidianemente claro que sabía lo que planeaba su jefe.
Esto no quita para que sea tan intenso como un toro que ve el color rojo y se lanza sin ponerse a pensar si es un capote o una pared pintada.
Pues fíjate que leyendo varias veces la frase no me queda claro si el que sale impune por falta de pruebas es Diego o curro. Sobre todo cuando a continuación se menciona “la farsa del juzgado”
ResponderEliminarVeremos a ver.
EliminarResumiendo: la declaración de Curro en el juzgado solo buscaba salvar el pellejo inculpando a su jefe en un delito de tráfico de personas del que salió impune por falta de pruebas.
EliminarEs decir: la estructura gramatical, por jerarquía, expone que Curro inculpó a Diego en un delito del que Diego salió impune.
Teniendo en cuenta que Mario mide cada coma hice ese mismo ejercicio y llegue a la misma conclusión, pero no me convence mucho, hay algo turbio ahí
EliminarNo me has convencido Lucia puede estar refiriéndose a cualquiera de los dos
EliminarPrimero que nada,felicitar a Carmen por el comentario que plasmo aquí, espero que aunque sea esporádicamente siga comentando, pero lo que más me gustaría es su punto de vista, ya nos cuenta Mario, con la apreciación de Carmen lo que pasa en su día a día, pero no conocemos su punto de vista. Me explico, en gran parte del Diario Carmen es la que cuánta que ha pasado, y Mario de acuerdo a lo que Carmen le comenta el lo expresa, pero en muchas ocasiones siento que es la visión de Mario y no de Carmen, o también que hiciera algún comentario respecto a los comentarios que hacemos. Solo para confirmar o negar los puntos de vista de los que aquí comentamos.
ResponderEliminarNuevamente agradezco y me dió un placer infinito el leer ese comentario que hizo Carmen.
Hasta el próximo comentario
Creo que, en un momento se menciona que lo acompañó un abogado importante. Esto significa que en la escala zoológica de la criminalidad a estas "amebas" les ayudó alguien que se encuentra cerca de la cima.
ResponderEliminar38 grados y se han empeñado en ir a la playa, menos mal que me he llevado la crema solar con el mayor factor de protección que tenían en la farmacia.
ResponderEliminarTengo la tez muy blanca y cuando me da el sol brillo como un gusiluz, joder parezco una señal de tráfico cuando le da la luz del foco del coche.
Pero lo peor es que me quemó con mucha facilidad, por suerte la crema a funcionado bien, pero por si acaso me he aplicado el aftersun cuando hemos llegado a casa después de ducharme.
Por eso me gusta ir a primera hora de la mañana o a la tarde cuando el sol está más bajo.
Estimado Apasionado, te contaré una anécdota ocurrida en los tribunales donde ejerzo mi profesión. Había un caso que, a nivel provincial tocaba intereses públicos y privados. Se presenta un colega en la mesa de entradas del juzgado que llevaba ese caso.
ResponderEliminarMostró su credencial y solicitó el expediente. Como si fuera el mismísimo Hudini, delante de varios colegas y de los tres empleados judiciales, arrancó (sic) una pericia vital para la resolución del pleito.
Ante esta situación, una vez que la maniobra fue descubierta, el juez se vio obligado a declarar la nulidad del juicio, porque esa pericia no se podía repetir. Esa circunstancia le impidió al magistrado poder hacer una valoración para tomar una decisión.
Después se supo que la credencial era falsa y del misterioso colega no se supo más. Según supe, ejerce la profesión en otra provincia y cuenta con un paraguas protector institucional. Como ves querido amigo, el mundo es un pañuelo.
Ya veo ya.
EliminarDe todas formas hay algo que no me cuadra, si estos dos salen impunes y años más tarde en el episodio del tatuaje/playa Carmen se plantee llamar a Diego…
ResponderEliminarA no ser que a pesar de impune se haya llevado un buen escarmiento no me cuadra
Diego ya he perdido a la gallina de los huevos de oro por ser un puto codicioso, su avaricia a terminado rompiendo el saco.
EliminarNo se si a Diego lo condenaran o no, pero esta a punto de comprobar que Carmen no es como las prostitutas que está acostumbrado a maltratar y manejar a su antojo y beneficio.
Si vuelve al Penta que yo tengo serias dudas viendo lo traicionero que a demostrado ser Diego, será con sus propias condiciones.
Lo que no me queda claro es que ocurrirá con Candela, porque ella no dispone de la protección de Tomás, a no ser que esté la acoja bajo su ala.
No se si condenaron a Curro y Diego, pero lo que tengo claro es que la siguiente vez que Carmen pise Sevilla ni va a estar ciega no va a volver a ser dócil.
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminar43 grados a la sombra, nos acaba de estallar el cristal de un mesa en la piscina, esto es un infierno.
Bruto.
ResponderEliminarBuenas tardes mí queridísimo Apasionado, no es un crítica qué yo hago lo mismo, te vienes arriba muy rápido, que nos cuenten cómo va la historia, que no sabemos bien que pasó realmente, puede que gracias a Tomás la cosa quedase en nada y fuera intento de trata, y los abogados buenos los pagase Tomás para inculpar a Diego o vaya usted a saber que coño pasó. Lo leeremos.
Y el tema del cliente de Diego años después simplemente pregunta a Diego por Carmen y este le cuenta quién es y que es lo que cobra. Yo lo recuerdo así.
Y gracias por las felicitaciones el año que viene espero regalo.
Buenas tardes
ResponderEliminarCreo que no lo habéis comentado, pero para mí utilizar a Una chica borracha, drogada y empastillada es una VIOLACIÓN. Diego, Curro y los que estaban en esa orgia deberían pagar por ello, aunque Carmen lo disfrutará.
Algo no cuadra en el plan de Diego: podrá callar a Candela con la amenaza de la hija, pero y los otros empleados, los clientes, los porteros de los hoteles donde hacían los servicios, etc.
Curro está encoñado con Carmen y es más que probable que tenga algunos confidencias con ella: por ejemplo que la yonki que desapareció fue en realidad vendida a los árabes. De allí pudo haber salido la denuncia por trata de blancas y el posterior juicio y carro con Curro
A mí me ha dado la impresión que tanto Carmen como Mario se creen responsables de la situación, Carmen por llevarlo al límite, Mario por dejarla vendida. En cuanto hablen y se pidan perdón la cosa tendría que arreglarse: además Mario no sabe ni se imagina que Carmen actúa bajo las drogas y el alcohol. Por eso exculpo a Mario de su huida de Sevilla. No quiere ver cómo Carmen cae en el abismo, y espero que, como dice el título, se quede a las puertas
Diego es un psicólogo de barra de bar y sabe de por cojea tanto Carmen como Mario y por eso consigue separarlos enviando a Mario a Madrid, sin querer saber nada de Carmen y Carmen sola para poder seguir metiéndole pastillas y alcohol, pensando que ha perdido a Mario: como él mismo dice, en esas condiciones Carmen es muy dócil.
Carmen ha ido a Sevilla a hacer de puta de barra de bar y trabajar codo con codo con Candela. Hacer de scort o peticiones especiales ya lo tiene con Tomás.
Sobre el tatuaje creo que Carmen lo ha soñado. Al desplomarse, desmayarse se despierta con las bofetadas que le da Diego para reanimarla y su mente monta el suelo con el dolor de la caída y las bofetadas.
Candela habla con Mario para avisarle del desmayo y que tienen a Carmen borracha y empastillada. Mario no tiene otra opción que hablar con Tomás para traerla a Madrid, fuera de la influencia del Diego y sin comprometer a Candela. Espero que Carmen en esa 4 horas que tiene para descansar se le pase el efecto de la nevera y las drogas recapacite y le plante cara a Diego.
Que pensáis vosotros?
Disculpad los errores y faltas, con el móvil es difícil escribir.
Motero
Olvidaba un comentario. Grupo que es la primera vez que Mato no se pone como una moto viendo a Carmen con otro. En esta ocasión, cuando Curro empieza a tocar a Carmen y ve que Carmen se deja hacer a a Mario no le da ningún morbo. Creo Carmen también lo nota y le duele la pasividad de Mario.
ResponderEliminarMotero