20 mayo 2008

Capítulo 20  La prueba (2)

(Tiempo aproximado de lectura: 13 minutos)


Pasamos el fin de semana en casa, yo no podía evitar hacer alguna alusión a la prueba que me había planteado y de la que apenas tenía datos, quería saber más y Carmen parecía disfrutar frustrando mi curiosidad.

La semana transcurrió con cierta tensión flotando en el ambiente, yo no quería ceder a la presión que Carmen intentaba ejercer sobre mi y por eso evité preguntarle, aparentando un desinterés que en absoluto sentía. El viernes a media mañana sonó mi móvil en plena reunión; era Carmen y corté la llamada, ella sabía que si hacía eso la llamaría más tarde, a los pocos minutos recibí un sms que no abrí hasta media hora después, al acabar la reunión. Era de Carmen y decía así

"Como con Roberto, no me esperes para el gimnasio tq"

Roberto, uno de los socios del gabinete en el que trabajaba, el típico investigador transmutado en ejecutivo, desvinculado cada vez mas de la actividad profesional, ególatra, vanidoso, prepotente y machista, ¿qué pintaba Carmen almorzando con semejante ejemplar? Quizás algún asunto del gabinete que requería… no, no tenía sentido; Entonces caí en la cuenta: la prueba, ¿Acaso Carmen intentaba jugar la baza de los celos? No podía ser, no era tan ingenua como para pensar que caería en la trampa. Contesté escuetamente el sms.

"no cuela"

No hubo respuesta; a la una y media intenté hablar con ella pero me colgó. Esperé pero tampoco esta vez respondió; A las dos y media salí del despacho y me fui a casa.

No estaba allí, miré el contestador sin encontrar ningún mensaje; volví a leer su sms "no me esperes para el gimnasio" ¿Cuánto tiempo pensaba estar de sobremesa? Los viernes solemos ir al gimnasio sobre las seis.

Tuve que reconocer que si Carmen intentaba ponerme nervioso lo había conseguido estaba inquieto, pero intenté seguirle el juego; me dije a mi mismo que ella pretendía exactamente esto: ponerme nervioso, hacerme dudar de ella; Sonreí y me armé de toda la seguridad que encontré en mí, pero mi cuerpo denotaba tensión.

El sonido del móvil me sobresaltó, vi que era Carmen, descolgué y escogí mi tono de voz más neutro

"Hola cariño" – respondí; escuché el sonido típico de un lugar concurrido, quizás un restaurante.

"Hola cielo, recibiste mi mensaje verdad?"

"Claro, y tu recibiste el mío, no disimules"

"Llegaré un poco tarde, vete tú al gimnasio y luego te llamo" – hubo un silencio en el que intenté elegir la frase adecuada para demostrarle que no me tragaba su treta pero no tuve ocasión – "por cierto, Roberto me acaba de preguntar por el congreso de Enero, te lo paso y le cuentas, vale? Un beso" – Ni siquiera tuve tiempo de contestar aunque si lo hubiera tenido no habría sabido qué decir, enseguida escuché la voz ampulosa de Roberto, haciéndose el "amiguete", le escuché casi sin entenderle y le contesté brevemente prometiéndole más información – "se la das a tu chica, que como la tengo cerca todos los días ya me la pasará" - ¡imbécil! Este cretino pensaba que podía hablar de Carmen como "mi chica" y tratarme como si fuera un subordinado suyo solo porque ella trabajaba en su empresa.

05 mayo 2008

Capítulo 19  La prueba (1)

(Tiempo aproximado de lectura: 13 minutos)


Nos levantamos muy tarde al día siguiente, me dolía la cabeza y tenía la boca extremadamente seca por culpa del exceso de alcohol, Carmen no estaba mucho mejor y mientras ella se daba una larga ducha fría yo recordaba lo sucedido la noche anterior con otra perspectiva.

Me asombraba que me hubiera dejado llevar de tal forma hasta actuar de una manera que, ahora, me parecía totalmente vulgar, una cosa era una insinuación velada y otra muy distinta hacer una zafia exhibición de Carmen, me sentía con suerte porque ella no hubiese descubierto mis maniobras.

Con una acusada sensación de vergüenza me duché mientras Carmen se secaba el pelo.

Bajamos a la cafetería de la piscina, era pronto para almorzar y demasiado tarde para desayunar, ninguno de los dos teníamos estómago para un gran almuerzo por lo que nos tomamos unos zumos con un sándwich compartido y nos instalamos en la piscina al refugio de una amplia sombra.

Desde que había salido del apartamento escudriñaba los ojos de todos los hombres con los que nos cruzábamos buscando una señal que identificase al mirón nocturno; Creí ver sonrisas burlonas donde no las había, identifiqué miradas insistentes y, por fin, decidí abandonar esta actitud que me estaba poniendo nervioso.

Pero no podía, me sentía abochornado conmigo mismo y temía encontrarme de frente con quien había sido testigo de mi estupidez; Peor aún: temía exponer a Carmen a las miradas de ese individuo.

Lo últimos días de estancia pasaron demasiado rápidamente y estos pensamientos no me molestaron demasiado, pero no olvidaba y cada vez que me recordaba levantando la falda de Carmen para mostrar su culo, una intensa sensación de vergüenza me sacudía.

En Septiembre me llamó Carlos, no le esperaba ya después de dos meses; cordial como siempre, tras una conversación más profesional que personal me preguntó por Carmen, no hizo ninguna intención de pedirme sus teléfono como yo temía y me anunció su viaje a Madrid para Noviembre, quedamos en vernos y tampoco esta vez aludió a Carmen, lo cual me sorprendió mucho. Varias veces estuve a punto de preguntarle por Elena pero no quise darle pie a hablar de aquellos días en Sevilla.

Volvimos a la rutina diaria.

03 mayo 2008

Capítulo 18  Lanzarote

(Tiempo aproximado de lectura: 11 minutos)


Lanzarote era para nosotros un refugio en el que desconectábamos de todo lo que nos pudiera recordar nuestro ritmo de vida durante el resto del año; Siempre dejábamos que la sensualidad traspasara los límites férreos que la sociedad impone, pero nunca habíamos llegado demasiado lejos; Aquel ambiente libre, donde nadie nos conocía, me daba la opción de proponer fantasías cada vez más atrevidas que mi esposa aceptaba tarde o temprano; Lanzarote había sido el lugar donde Carmen se habituó al top less no solo en las playas sino en las piscinas del hotel ; Más tarde Lanzarote fue el banco de pruebas donde Carmen experimentó lo que se sentía viviendo a diario sin ropa interior, caminando entre la gente, comiendo, paseando, comprando, desnuda bajo su falda y su camiseta… en fin, haciendo norma de algo absolutamente transgresor; En Lanzarote ella se desinhibía para darme placer, para concederme mis más profundos deseos; pero paulatinamente, a lo largo de dos o tres años, había dejado de ser una concesión para convertirse en su propio morbo urgiéndola a vivir con intensidad y pasión momentos de erotismo impensables en Madrid.

Aquel año yo marchaba decidido a convertir esos quince días en los más intensos que jamás habíamos vivido, debía cuidar el tempo, no forzar ni adelantarme al ritmo de Carmen, dejar que las sucesivas oleadas de sexo y excitación hicieran su trabajo hasta conseguir que entrase en mis propuestas sin sentirse obligada.

Como cada año, unos días antes de nuestra partida nos fuimos de compras: bronceadores, bikinis, camisetas, faldas… Carmen disfrutaba como una niña y yo era feliz viéndola disfrutar.

Ese año, intenté influir mas vivamente en las compras, aunque siempre buscaba el bikini más pequeño, la camiseta más ligera, la falda más corta, normalmente no forzaba demasiado. Pero esta vez estaba decidido a que su vestuario en Lanzarote fuera mucho más atrevido.