19 agosto 2008

Capítulo 29  El oasis

(Tiempo aproximado de lectura: 12 minutos)


Pasamos el fin de semana como si fuéramos unos recién casados, había una alegría en el ambiente, tal ilusión entre nosotros que nos ayudó a pasar página y olvidar todo lo malo que habíamos vivido durante la semana que finalizaba. El sábado amanecimos tarde, tras una noche intensa y pasamos el día en Segovia paseando, haciéndonos fotos, charlando y haciendo planes.

Salimos de regreso a las ocho de la tarde, Carmen estaba cansada y al poco reclinó el respaldo y cerró los ojos dejándose arrullar por el ruido del coche. Yo la miraba mientras dormía, la veía tan joven, tan inocente, tan niña… nada había cambiado en ella y sin embargo ya no era la misma persona; Eché la vista atrás, seis o siete meses tan solo y supe que aquella otra mujer ya no volvería, que todas las experiencias acumuladas en unos pocos meses la estaban transformado irreversiblemente, una transformación que no había hecho sino comenzar.

En silencio, al volante del coche, con su respiración acompasada por toda música, no pude evitar el desasosiego de la inseguridad, de la falta de referencias para saber si aquello que yo mismo había iniciado no se volvería alguna vez en nuestra contra. Apenas faltaban seis días para que se reuniera con Carlos, de antemano sabia que aquella cita no sería tan solo  el encuentro de dos amigos, la deseaba intensamente y Carmen le deseaba más de lo que ella misma era capaz de reconocer. Tampoco iba a ser como yo pretendía; siempre había dado por hecho que estaría presente, que participaría en su primera vez. Sin embargo las cosas se estaban desarrollando de manera que yo quedaba excluido de aquella cita.

Su primera vez. Con esas palabras mi subconsciente se delataba, estaba dando por hecho que aquella cita irremediablemente la llevaría a la cama de Carlos, ¿cómo podía estar tan seguro?, aun recordaba la frase que me dijo Carmen cuando le hablé de ello: ‘¡Tonto! ¿Me crees capaz?’.

Esa era la cruda realidad, no la creía capaz de contener el deseo de Carlos, no la creía capaz de dominar el arrebato de excitación que sin duda provocaría en ella con su primer beso consentido y esperado, con su caricias añoradas, con sus palabras tiernas que, día tras día a través del teléfono ya habían hecho mella en su resistencia; Temía mas la sensibilidad de Carlos que la chulería de Roberto, ante la imposición Carmen reaccionaría con su carácter, ante la dulzura se derrumbaría.

No sé cuántos kilómetros llevaría mirándome, solo sé que cuando me volví a contemplar su dormir la vi sonriéndome.

- “¿Qué estabas pensando con esa carita de preocupación?” – me dijo mimosa.

- “Que no sería capaz de vivir sin ti”

Se acerco a mí, rodeó mi estómago con su mano y se quedó recostada en mi hombro.

- “¡Tonto!”

07 agosto 2008

On the road again

Cuando comencé este diario pensé que la mejor manera de hacerlo era a través de un blog, un medio que me permitiera recibir feedback de mis lectores, por eso creé este Diario. Enseguida pensé que la mejor manera de darlo a conocer era a través de alguna página que tuviera mucha afluencia de lectores y, aunque el estilo general de todorelatos no era el más adecuado para este diario, mucho más sosegado, me decidí por mantener la publicación allí también, al menos al principio, como medio de darlo a conocer, al fin y al cabo la lectura de un relato publicado allí había sido el motor que me lanzó a esta aventura. Empecé a tener problemas con Internet Explorer, en el cual no se lee correctamente lo que publico y como no disponía de demasiado tiempo para andar corrigiendo originales, dejé de actualizar el diario. Hoy me pongo con ello, intentaré poner el diario al día, (valga la redundancia), en el menor tiempo posible, es una promesa que os hago a vosotros lectores que me habéis animado a ello, tanto en todorelatos, (Gracias lila, por tu empuje), como en mi cuenta de correo. Y ya sabéis: si tenéis oportunidad, leedme en Firefox o Chrome mejor, Saludos cordiales, 

Mario

05 agosto 2008

Capítulo 28  Claudicación

(Tiempo aproximado de lectura: 42 minutos)


Me desperté sobresaltado al escuchar el golpe de la puerta de la calle al cerrarse, me lancé escaleras abajo pero al llegar a la entrada escuché el ascensor descendiendo; Miré el reloj, me había dormido tan profundamente que solo el portazo había logrado despertarme.


Luché contra la resaca bajo la ducha, me dolía todo el cuerpo, reflejo del dolor más profundo que me atenazaba.


Cuando llegué al despacho marqué su móvil, tras varios tonos de espera saltó su contestador, era evidente que no quería hablar conmigo y colgué sin dejar ningún mensaje.

Carmen pasó la mayor parte de la noche despierta intentando que su irritación no la cegase, se sentía herida por mi mentira, también estaba sorprendida por la intensidad de su reacción, podía llegar a entender que me hubiera acostado con Elena, imaginó que debió de ser en el jardín, sobre el césped ¡cómo había arriesgado tanto! Nos podían haber visto… La mentira le dolía pero acabó reconociendo que si aquella misma noche le hubiera contado lo sucedido ella  no lo habría encajado nada bien.


¿Qué era entonces, lo que le provocaba esa reacción de furia?


De repente lo entendió: Se sentía estúpida, ridículamente estúpida luchando contra las emociones que le provocaba Carlos, se sentía estúpida peleando por frenar a Roberto, luchas que mantenía a pesar de saber que yo no solo no la iba a censurar si cedía con alguno de los dos, sino que iba a convertirlo en un motivo de morbo y sexo. Eso era lo que la enfurecía: Se sentía estúpida luchando contra algo que yo no había tenido ningún escrúpulo en hacer.


Nunca había tenido ninguna intención de acostarse con otros hombres, jamás se le había pasado por la cabeza esa posibilidad salvo en forma de fantasía, había sido yo quien le había ido inoculando la idea, presionándola con la intriga, el morbo por lo prohibido… No pensaba en Roberto como compañero de cama, no tenía intención alguna de acostarse con él, intentaba compaginar su ascenso con una cierta permisividad que duraría lo que durase el periodo de decisión sobre su futuro en la empresa, a ella misma le sonaba frío y calculador pero las cosas habían surgido así y ella intentaba adaptarse a las circunstancias, quizás en otra época de su vida no habría actuado de esta manera y también ahí vio mi influencia. Tan solo un año antes habría reaccionado con su característica dureza a la mas mínima insinuación de Roberto tal y como había hecho desde su llegada al gabinete. 


¡Qué idiota era! – Pensó – preocupándose por no ceder a lo que le pedía el cuerpo con respecto a Carlos, recriminándose por dejarse meter mano por Roberto mientras que su esposo sin embargo no había tenido el más mínimo reparo en follar en cuanto tuvo la primera ocasión.