Capítulo 67 ¿Una orgía?
(Tiempo aproximado de lectura: 35 minutos)
Llevamos un largo tiempo de descanso tumbados en la cama sin hablar, sin movernos, escuchando el sonido de la respiración de unos y otros que se ha ido acompasando a medida que los minutos pasaban. He perdido el sentido del tiempo, deben ser las tres, quizás las cuatro de la madrugada pero no tengo el más remoto punto de referencia que me permita asegurar que ese dato es correcto. Sé que debería estar cansado, sin embargo ni mi cuerpo ni mi mente muestran los signos que deberían mostrar tras todas estas horas de actividad sexual continuada. Mi brazo izquierdo cuelga de la cama y mis dedos rozan la tarima trazando círculos con las uñas. A mi lado Carmen descansa su rostro en mi hombro. Siento el peso de su cráneo sobre mi brazo que ya ha comenzado a bloquear el flujo de sangre, el hormigueo que empecé a sentir en la mano hace un rato asciende por el brazo; todavía no es demasiado molesto pero sé que en breve me obligará a moverme aunque no la quiero despertar.
Porque está dormida.
¿Está dormida? No lo sé. Si me fío de su respiración diría que sí. Yace boca abajo, con su brazo izquierdo sobre mi pecho y el derecho doblado hacia arriba con la mano cerca de su cabeza. Postura de niña pequeña con su pierna sobre la mía que le sirve de acomodo para el muslo. ¡cuántas veces hemos amanecido así! Me gusta dejarme usar de almohadón, sin mover un músculo, escuchando su respiración tan cerquita, sintiendo como la saliva se desliza por la comisura de su boca hacia mi brazo, «¡Me has llenado el brazo de babas!» le digo luego para hacerla rabiar y nos enzarzamos en una pelea de la que inevitablemente salimos buscándonos por debajo de las sábanas.
Sí, definitivamente creo que está dormida.