19 febrero 2014


Capítulo 67 ¿Una orgía?

(Tiempo aproximado de lectura: 35 minutos)


Llevamos un largo tiempo de descanso tumbados en la cama sin hablar, sin movernos, escuchando el sonido de la respiración de unos y otros que se ha ido acompasando a medida que los minutos pasaban. He perdido el sentido del tiempo, deben ser las tres, quizás las cuatro de la madrugada pero no tengo el más remoto punto de referencia que me permita asegurar que ese dato es correcto. Sé que debería estar cansado, sin embargo ni mi cuerpo ni mi mente muestran los signos que deberían mostrar tras todas estas horas de actividad sexual continuada. Mi brazo izquierdo cuelga de la cama y mis dedos rozan la tarima trazando círculos con las uñas. A mi lado Carmen  descansa su rostro en mi hombro. Siento el peso de su cráneo sobre mi brazo que ya ha comenzado a bloquear el flujo de sangre, el hormigueo que empecé a sentir en la mano hace un rato asciende por el brazo; todavía no es demasiado molesto pero sé que en breve me obligará a moverme aunque no la quiero despertar.

Porque está dormida.

¿Está dormida? No lo sé. Si me fío de su respiración diría que sí. Yace boca abajo, con su brazo izquierdo sobre mi pecho y el derecho doblado hacia arriba con la mano cerca de su cabeza. Postura de niña pequeña con su pierna sobre la mía que le sirve de acomodo para el muslo. ¡cuántas veces hemos amanecido así! Me gusta dejarme usar de almohadón, sin mover un músculo, escuchando su respiración tan cerquita, sintiendo como la saliva se desliza por la comisura de su boca hacia mi brazo, «¡Me has llenado el brazo de babas!» le digo luego para hacerla rabiar y nos enzarzamos en una pelea de la que inevitablemente salimos buscándonos por debajo de las sábanas.

Sí, definitivamente creo que está dormida. 

08 febrero 2014

Capítulo 66 La entrega

(Tiempo aproximado de lectura: 30 minutos)


Carmen cerró la puerta del baño y apoyó la espalda en ella. Todavía conservaba en su retina la imagen de Doménico encorvado sobre la mesita de noche manejando la droga. Había sentido auténtico pavor; en un segundo recordó a su amigo Manolo y revivió en  imágenes todas las fases de su degradación, desde la carita de niño bueno que tenía cuando ambos iban al instituto hasta el rostro demacrado, consumido, gris que le vio pocos meses antes de su fallecimiento. Le había visto fumar y no le dio importancia, mas tarde le vio esnifar. Se separaron, comenzó a tener otras amistades. Nunca le vio pincharse pero supo de su deriva, alguna vez le llegó a ver de lejos, no parecía él. Y ahora, no podía ser que esta noche estuviese viviendo de nuevo aquello.

Le zumbaba la cabeza, abrió el grifo y se refrescó la cara. Sintió la∫ espesa humedad que comenzaba a deslizarse por sus muslos y se sentó en el bidet para lavarse. Su sexo reaccionó al contacto de su mano. Hinchado, todavía dilatado por las sucesivas penetraciones y extremadamente sensible al mas mínimo roce. Intentó sin éxito ahuyentar las imágenes que asaltaban su mente y en las que el cuerpo desnudo de Doménico se le representaba sobre ella en el momento de poseerla. Fue como si cada sensación vivida momentos antes volviera a dominarla. Ante sus ojos, grande, hermosa, arrogante, creyó ver de nuevo la verga vibrante del italiano y su tacto suave y turgente se le hizo presente, casi real en sus dedos. Se levantó buscando la toalla que utilizó al salir de la bañera y se refugió en sus pensamientos de reproche como válvula de escape.