Capítulo 85 Mea culpa
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(Viernes mediodía)
“Jean-Marc tuvo un sueño: siente miedo por Chantal, la busca, corre por las calles y, por fin, la ve, de espaldas, mientras camina y se aleja. Corre tras ella y grita su nombre. Está ya a pocos pasos cuando ella vuelve la cabeza, y Jean-Marc, estupefacto, tiene ante sí otra cara, una cara ajena y desagradable. No obstante, no es otra persona, es Chantal, su Chantal, no le cabe la menor duda, pero su Chantal con la cara de una desconocida, y eso es atroz, insoportablemente atroz. La abraza, la estrecha entre sus brazos y le repite entre sollozos: ¡Chantal, mi pequeña Chantal, mi pequeña Chantal!, como si quisiera, al repetir esas palabras, insuflar su antiguo aspecto perdido, su identidad perdida, a aquella cara transformada.”
Milan Kundera, La identidad
Carmen conduce en silencio por la carretera de la Coruña haciendo de una manera automática la ruta hacia su casa, esa ruta que ha hecho tantas veces y hoy recorre sin ilusión, porque no va hacia su hogar. Desea llegar antes que Mario, prefiere recoger sus cosas en soledad y evitar un encuentro incómodo en el que podrían volver a saltar los desencuentros. No tiene fuerzas para discutir, está muy cansada, tan solo desea recoger algo de ropa, unos cuantos objetos personales y algunos recuerdos, estar el mínimo tiempo posible en un entorno que le duele y volver a casa de Irene.
Al enfilar la avenida que conduce al edificio en el que ha vivido tantos años se le encoge el corazón, tan solo una semana antes ese recorrido la hubiera llevado a su refugio, al confort de su hogar. Ahora la guía a un espacio ajeno en el que está de paso, en el que sabe que se va a sentir como si fuera una extraña.