12 mayo 2020

Capítulo 131 Sexo, mentiras y coñas marineras

(Tiempo aproximado de lectura: 45 minutos)


Miércoles, diecisiete de Mayo de dos mil


Todo fue por culpa de aquella maldita llamada. Me cambió el humor y alteró la perspectiva con la que enfoqué el resto del día. Estoy convencida de que las cosas hubiesen discurrido de otra manera de no haber sido por aquella maldita llamada. Por muchas vueltas que le di no le encontré ningún sentido. ¿A qué venía después de tanto tiempo?. Esa llamada me afectó más de lo que en un principio creí y varió el curso de los acontecimientos.

—Te ha llamado el doctor Huete, dos veces.

Ni buenos días. Paloma me recibió dándome el aviso; de pie a su lado la secretaría de Andrés y Josefina, de contabilidad, se mantenían con un café en la mano como si fueran espectadoras de un acontecimiento.

Roberto, la última persona a la que esperaba.

—¿Ha vuelto? —Qué tontería, me arrepentí nada más preguntarlo porque denotaba un interés que en absoluto sentía.

—¡Qué va!, lleva dos semanas en Nueva York y el domingo vuelve a Colorado.

Parece que habían estado de charla mientras esperaban mi llegada, seguro que le habían puesto al corriente de mi accidentada trayectoria. No hice ningún otro comentario y seguí hacia el despacho.

—¿Si vuelve a llamar te lo paso? —Me volví y la fulminé.

—A ver, piensa.

Ya dentro cerré la puerta y traté de rebajar la ansiedad, ¿qué podía querer Roberto a estas alturas?, lo aparté y me dediqué a inspirar y espirar con calma mientras miraba por la ventana. Poco después el teléfono desbarató ese amago de relajación.

—Te paso al doctor Köhler.

Atendí a mi colega de Berna con el que manteníamos un proyecto de colaboración muy estrecho. Nada más colgar tuve otra entrada de Paloma.

—Te ha vuelto a llamar el doctor Huete, dice que es muy urgente.

—Pásamelo en cuanto llame.

Debía de serlo para estar llamando a las…, hice un cálculo rápido, allí debían de ser las tres y media de la madrugada. ¿Qué estaba ocurriendo? No tuve tiempo de seguir con mis  especulaciones. 

—Te paso a Huete.

Me acodé en la mesa. Respiré, respiré.

—¿Qué quieres?

—Yo también me alegro de oírte. ¿Cuánto hace: cinco, seis meses?

—Dime, qué quieres.

Capítulo 130 Dueña de mis actos

(Tiempo aproximado de lectura: 52 minutos)



I'm looking through you, where did you go 

I thought I knew you, what did I know

You don't look different, but you have changed 

I'm looking through you, you're not the same 


Lennon & McCartney 1965


El puente de San Isidro transcurrió de una manera muy diferente a lo que debía haber sido. No hicimos planes, ¿para qué si en el aire estaba la duda?. Doménico no apareció, sin embargo su presencia se notaba como si estuviera entre nosotros.

Entre nosotros, marcando límites, haciendo que fuera difícil establecer un diálogo.

Teníamos tres días por delante; podían convertirse en una cárcel si no empezaba a bajar la tensión aquella mañana soleada que invitaba a escapar de casa. Ella, ignorante de mi estado de ánimo, seguía la rutina de cualquier otro sábado; si no cambiaba de actitud pronto se daría cuenta. Subí al ático y me dispuse a limpiar las jardineras que rodean el perímetro de la terraza. Cuando bajé a ducharme Carmen estaba en la terraza al teléfono, ni me vio entrar en el salón; apuré unos segundos tratando de adivinar, por los escasos gestos que hacía, con quién hablaba pero era inútil y me fui al baño comido por la duda. Cuando salí la encontré en el salón, seguía hablando, me miró y dijo:

—Mira, aquí está, díselo tú.

Me ofreció el teléfono sin darme pista alguna. Tuvo que insistir para que lo cogiera. 

Juanjo joder, era Juanjo. Respiré aliviado, ¿a quién esperaba encontrar al otro lado?. Hacían planes para ir a comer al Pardo, apenas puse inconvenientes y quedamos en Moncloa para ir todos juntos.

—¿Qué te ha pasado? estabas pálido.

Me excusé como pude y no insistió, nos quedaba un hora escasa para arreglarnos. Dediqué diez minutos a recoger el baño y para cuando entré en la alcoba ya se había desnudado y elegía qué ponerse. Sobre la cama, vestida en azules pastel, una prenda desentonaba, unas bragas color naranja, unas bragas que no podían ser de Carmen. Carmen, que seguía ajena buscando en el armario. Las cogí, se veían usadas, descoloridas por la parte inferior, En ese momento sacó del armario un vaquero y me encontró palpándolas.