Capítulo 158 Soliloquio en locura
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Un anillo, una esmeralda, la esperanza de un camino emprendido con vistas a que un día pondrá fin a una angustia. Una búsqueda sembrada por una torpeza: «¿Mahmud te hizo declararte golfa y dices que te supuso una especie de liberación? Mírate, esa eres tú, una puta, reconócelo, no eres más que una puta, dilo de una vez».
Vivíamos en el día después esperando que llegara el final y pudiéramos volver a ser… ¿quiénes? Me había hecho a la idea de que no era posible borrar la huella de lo que hice, ni siquiera me veía capaz de mitigar los efectos de la locura que improvisé en lo que solo fue una huida hacia delante para evitar otra ruptura.
Imbécil. No supe calcular las consecuencias de la devastación que arrasó la mente de Carmen, y yo, sin entender lo que estaba haciendo, continué forzando el cambio. «Entonces, si te consideras una de sus chicas ¿por qué sigues utilizando eufemismos conmigo?». ¿Qué pretendía, qué buscaba? Y lo volví a hacer, una vez más la provoqué a que verbalizara la transformación que se estaba gestando en su mente. Se incorporó, majestuosa como una Venus desnuda, y pronunció una frase demoledora: «Mírame, ¿me ves? soy la puta de Tomás, a partir de ahora tenemos que estar preparados porque puede solicitar mi servicio cuando menos lo esperemos, al fin y al cabo soy una de ellas, una de sus putas».