Capítulo 205 Crepúsculo
Tiempo estimado de lectura: dos horas y diez minutos.
En el capítulo anterior…
Carmen llegó a casa rescatada por Tomás de las garras de Diego. Mario la esperaba en el salón a oscuras, frío como un extraño. Lo que había entre ellos se ha roto; ella lo ha sentido en el abrazo sin fuerza y en sus ojos sin vida.
Se desnudó para enseñarle los tatuajes: tres pentágonos en el pecho, «mi rango»; dos corazones en el pubis, «símbolo de nuestro amor» según Tomás; la flecha atravesando el pezón, «esta vez no estaba drogada»; el gran pentágono en la espalda, «tanto lo deseabas, ya lo tienes». Luego vino la confesión completa: la orgía bajo los efectos de las drogas de la que solo recuerda fragmentos brutales, la pareja de clientes sevillanos y sus perros, el deseo prohibido que la avergonzó y la fascinó, la lengua de Deimos en sus pies, el orgasmo mientras Rosalía era montada por Phobos, al que ella misma rechazó e impidió cruzar la última línea.
Mario escuchó sin consolarla, la juzgó con dureza. Cuando ella entró en la ducha, llamó a Tomás y pactó apartarse de Carmen para siempre: fingiría que no perdona, que lo vivido es intolerable, le pidió que la saque de la prostitución y la cuide. «Solo un estúpido perdería a una mujer como ella», dijo Tomás; él lo reconoció entre lágrimas.
Sola en casa, Carmen abrió la caja con los recuerdos de Luna convertida en caja de Pandora, se puso el viejo collar, extendió la manta en el ático, se arrastró bebiendo de la escudilla como una perra. La vergüenza la golpeó después como un mazazo. Aún con el collar puesto llamó a Rosalía y dejó la puerta entreabierta a volver.
La llegada de Esther, destrozada por el fracaso de su matrimonio, fue el detonante. Carmen vio a Mario consolarla con una ternura que no le daba a ella y lo malinterpretó como prueba de una relación secreta entre ellos. Enloquecida de celos y dolor, decidió sacrificarse, convertirse en la villana de la historia, asumir toda la culpa y empujar a Mario hacia Elvira, su primer amor, para evitar que la relación con Esther destruya a la familia.
Mario, mientras tanto, avanza en su propio plan de abandono convencido de que él es el veneno que la ha destruido y sólo alejándose, Carmen podrá algún día ser feliz.
En medio del caos, la ansiedad la devoró. Desesperada, Carmen acudió a Claudia (su antigua amante, quien la provee de droga) para conseguir algo que mitigue el ruido en su cabeza.
En el próximo capítulo…
Carmen cruza la puerta de la mansión de Claudia. Mario sigue dando pasos hacia la ruptura definitiva.
Y el collar de Luna sigue guardado en la caja de Pandora.