Capítulo 198 Vía Láctea (y 2)
Tiempo estimado de lectura: sesenta y seis minutos. (sin citas)
«Hoy, como ayer, como entonces, mi piel es un campo sembrado por otros que germina al contacto de la brisa que mueve tus manos.»
Ella, 2025
No logré dormir, estaba enfadada, triste, defraudada y sobre todo, preocupada, si le daba por aparecer me pondría en una situación muy difícil, ¿qué pensaría Andrés de mí si se enteraba de lo que había hecho para Diego? Yo, convertida en la puta de un vulgar barman venido a más por traficar con mujeres, qué vergüenza.
Andrés notó los efectos de haber pasado la noche en vela, lo achaqué a una mala digestión. La mañana transcurrió según lo planeado, pasé por el despacho del jefe de departamento encargado de los eventos, iba dispuesta a todo con tal de conseguir que el seminario volviera a estar incluido en la planificación de los actos del mes, mi sutil manera de ofrecer a la vista “mis encantos“ junto a una buena argumentación surtió efecto. A la salida, Andrés me esperaba, ambas reuniones habían dado sus frutos y decidimos celebrarlo a lo grande.
—Te voy a llevar a comer a Santillana, conozco un sitio que te va a encantar.
No llegué a preguntarle nada, desde lo alto de la ancha escalera de piedra, lo vi.
—Qué cara te vendes, chiquilla. —dijo cuando terminamos de descender, nos miró a ambos y le ofreció la mano a Andrés—. Diego, un amigo de Carmen.
—Andrés Arjona es el presidente del gabinete. ¿Qué haces aquí?
—Voy de camino a Bilbao —contestó soltando el apretón de manos—, me dijo tu marido que estabas aquí.
Hubo un incómodo silencio que Andrés resolvió.
—Os dejaré que os pongáis al día. Recuerda, a las cinco tenemos otra reunión.
—Te la devolveré a tiempo. ¿Nos vamos?
Me sacó del recinto cogida del brazo sin darme ocasión a reaccionar. Cuando estuve segura de que Andrés estaba lejos, le increpé.
—¿Se puede saber qué haces aquí?
—Reclamar lo que es mío, morena, no puedes torearme como si fuera un pringao de esos que te follas a diario.
—Haz el favor de bajar la voz.
Me dejé llevar con tal de alejarme de allí donde nos podían escuchar.
—¿Te contó Mario mi propuesta?
—No puedes presentarte así, de improviso y trastocar mis planes.
—Contesta, joder, ¿te lo contó?