Capítulo 180 Alquimia
Tiempo aproximado de lectura: sesenta y ocho minutos.
En el capítulo anterior…
Dormí mal, agitada por pesadillas que me expulsaban del sueño al que luego me costaba volver. Al fin caí rendida. La mañana me devolvió a la realidad, tenía que afrontar mis actos sin más demora. En Nueva York serían las tres de la madrugada, aún contaba con cuatro horas para pensar. Después de darme una ducha preparé café y comencé a establecer un argumentario. La primera llamada sería para Ángel antes de que se enterase de mi ausencia, después hablaría con Andrés, asumiría los gastos ocasionados y le explicaría… ¿qué le iba a explicar? Ese era el paso previo, saber la razón que me había llevado a quedarme.
Estaba decidida a dimitir, el proyecto de Ángel me asqueaba, no podía decírselo, tendría que dar alguna otra razón.
¿Y Mario, para cuándo iba a dejarlo? Podía llamarle ya y contarle… ¿qué?, si ni yo misma sabía el motivo.
Renuncié a dar señales de vida, aún contaba con suficiente margen. Me recogí el pelo, busqué un sujetador deportivo, mallas por media pierna, una camiseta, zapatillas de correr y salí con intención de hacer la ruta larga de los domingos. Evité la zona escolar, pronto estaba fuera de la urbanización a buen ritmo. Correr me activa y el viento en la cara terminó de disipar cualquier duda: había tomado la decisión correcta, demasiado tarde pero bien tomada.
Una hora después entraba en casa; cogí el móvil que había dejado en la mesa del salón: ninguna llamada, ningún mensaje. Mejor así, todos me hacían dormida en mitad del Atlántico. No, Carmen, céntrate. Son casi las doce, allí son las seis. Habrías aterrizado a la una, estarías durmiendo en el hotel o quizás estarías atacada por el jet lag, arreglada hace horas esperando el momento de bajar a tomar el primer café. Volví a enmudecerlo y me desnudé en la cocina, metí toda la ropa en el cesto de la ropa usada y fui directa a la ducha. Las preocupaciones volvieron a campar a sus anchas, tenía que establecer una estrategia, la mejor de todas era no complicarlo innecesariamente. Cambio de planes, decidí hablar con Andrés en primer lugar, explicarle el malestar que me provocaba el plan de actuación de Ángel y la repentina decisión tomada en el mismo aeropuerto, después hablaría con Ángel, esperaba una de sus reacciones violentas pero estaba segura de poder manejarlo, tampoco estaba cómoda con su proyecto para mí; zorrear no era lo que yo entendía como una carrera profesional. Mario, tenía razón, mi etapa en el gabinete había acabado.
Mario, ¿Cuándo pensaba hablar con él? A estas horas debía de estar en plena faena. Esperaría a medio día.
Y como dice Sabina, me habían dado las diez y las once y las doce y casi la una sin poder concentrarme en nada salvo hacer cálculos horarios; en Nueva York, serían ya las siete, Ángel llegaría en breve al hotel para desayunar juntos y establecer un plan de actuación antes de poner rumbo a las Torres Gemelas; en unos minutos se enteraría de que Mrs. Rojas no había llegado la noche anterior y, conociéndole, pediría que se informasen si había viajado en el vuelo procedente de Madrid. Solo entonces me llamaría. Tenía poco margen para decidir si sacaba el móvil del silencio forzado y me enteraba de lo que estaba pasando o seguía agazapada.
Necesitaba más tiempo, no podía hablar con Ángel sin antes haberlo hecho con Andrés. A mí misma me sonaba a excusa pero, equivocada o no, tomé la decisión, tenía margen hasta que allí dieran las nueve y para entonces le habría tomado la delantera.
No podía continuar encerrada entre cuatro paredes. Cerca de casa hay una terraza que ya entonces solíamos frecuentar. Ocupé una mesa bajo una amplia sombrilla, enseguida acudió Mateo, el propietario en aquella época, exagerando una expresión de sorpresa.
—Pero qué ven mis ojos, cómo tú por aquí. No me lo digas: has hecho pellas.
—Algo así, debería estar en otro sitio, muy lejos, pero los hados se han cruzado en mi camino.
—Y yo que me alegro. ¿Qué te pongo?
—Un vinito para empezar, ya sabes cuál, y una de tus tapas.
—Eso está hecho.
Mateo me guiñó un ojo dejándome mejor de lo que había llegado, necesitaba un mimo y él lo había logrado con solo unas palabras. Miré alrededor. Un martes cualquiera a mediodía en una zona residencial apenas hay movimiento. Un jubilado con su perro tomando una caña, dos hermanas bien entradas en los cincuenta contándose las mismas historias de cuando fueron jóvenes, un ama de casa con el carrito de la compra aparcado al lado apurando una clara de limón antes de ponerse a preparar la comida. Y yo, fuera de lugar, un martes cualquiera fuera de lugar como una colegiala haciendo pellas.
Otro vino, otras tapas más contundentes y un café después pedí la cuenta. Mateo no volvía, decidí entrar a pagar.
Leo bien los gestos y los rostros, algo estaba pasando. Los clientes habían dejado las mesas y se agolpaban delante del televisor como se mira el púlpito en una iglesia. Lo primero que vi fue una densa columna de humo, enseguida distinguí las inconfundibles siluetas de las Torres gemelas. Me estremecí. Un avión atravesaba una de ellas.
—¡Qué es esto!
Mateo se acercó.
—¿Qué está pasando? —insistí negándome a creerlo.
—Dicen que es un atentado yihadista.
—¡Oh, Dios mío, Mario!
Carmen
Corrí como una loca hasta el portal de casa. Ni siquiera caí en la cuenta de pagar la consumición. ¡Vamos, vamos, vamos!, jaleé al ascensor como si pudiera obligarle a subir más rápido. No acertaba a meter la llave en la cerradura y cuando al fin conseguí abrir me detuve intentando recordar dónde había dejado el móvil. Ahí estaba, sobre la mesa baja.
Lo activé y comenzaron a entrar avisos. Encendí el televisor, las imágenes eran dantescas, Oh Dios, no podía creer lo que estaba viendo. Atendí al móvil que no cesaba de pitar: Mario, Andrés, Tomás, mi hermana, todos, todos trataban de localizarme. Los avisos se repetían, llamadas perdidas, mensajes. Qué había hecho. No quise escucharlos, primero tenía que hablar con Mario.
…..
—¡Mario, Mario, me oyes!
Era Tomás y estuve a punto de colgar, luego pensé que podía tener noticias.
—Qué quieres.
—¿Sabes algo de Carmen?
—A buenas horas te preocupa.
—Dime qué sabes, por favor.
—Nada, no consigo comunicar.
—Yo tampoco, estoy intentando mover cielo y tierra. Dime dónde se aloja.
—Es inútil, tenían una reunión en las Torres, joder, en las Torres, ¿te das cuenta?
—Voy a hablar con la embajada, si me entero de algo te vuelvo a llamar.
—¿Qué coño le dijiste? Había descartado hacer este viaje, de pronto, hablas con ella y cambia de idea. ¿Qué le hiciste?
—Escúchame…
—¡Se marchó por tu culpa, ¿me oyes? Por tu culpa!
—¡Mario, por favor!
—Tú la empujaste. Te empeñaste en apartarla y mira lo que has conseguido..
—¡Cómo iba a saber…!
—Dijo que le vendría bien irse lejos para pasar el duelo de la ruptura, ¡el duelo!, mira lo que has hecho.
—Tranquilízate, ahora lo importante…
—No tienes ni idea de lo que pasó en Conil, se las ingenió para que Gerardo no volviera a ser un problema. Vas a cargar con la culpa toda tu vida.
Andrés llamó para decirme lo que ya sabía: las comunicaciones con los Estados Unidos estaban colapsadas, seguían haciendo lo imposible para obtener cualquier información. Hablé con Fernando, traté de infundirle tranquilidad y le dibujé un panorama optimista aunque ambos sabíamos que interpretábamos una farsa. Al terminar me sentí mal, no sé por qué nos empeñamos en tratar a los padres como si ya no estuvieran en el mundo real, los apartamos de la verdad pensando que los protegemos sin darnos cuenta de que, con nuestra actitud, los estigmatizamos y les hacemos un daño sordo que se va acumulando, los consideramos frágiles hasta que acaban por serlo porque los hemos ido segregando. Con Esther la conversación fue más realista, no le oculté que a la hora del atentado lo más probable es que su hermana estuviese en una de las Torres, lo encajó con una serenidad extraordinaria.
Estaba agotado, con un fuerte dolor de cabeza. Necesitaba estar solo, apartarme del desconcierto general. Conseguí despegarme de Emilio y busqué un rincón en el patio a la sombra de la fachada. No quería pensar en mañana, solo en ese instante donde aún quedaba esperanza. Si los peores presagios se cumplían tendría que estar preparado, mi vida iba a dar un vuelco, ¿Cómo querría Carmen que respondiese si la tragedia terminaba por confirmarse?
Ni allí encontré paz. Cada vez que sonaba el móvil esperaba un milagro, después era más de lo mismo: responder las mismas preguntas, ofrecer las mismas esperanzas que se iban desluciendo a fuerza de repetir. Entonces sonó otra vez. ¿Qué me hizo saberlo antes incluso de mirar la pantalla?
—¡Carmen!
No pude seguir, solo un grito desgarrado.
…..
Sabía lo que había tras el silencio, hice un esfuerzo para contenerme y servirle de apoyo.
—Estoy bien, cariño, no llegué a subir al avión, estoy en casa.
Le expliqué y me preguntó y llegó un momento que dejé de atenderle, la televisión mostraba unas imágenes catastróficas.
—¿Lo estás viendo? Es horrible, ¡Oh, Dios mío, se acaba de desplomar, una de las torres se ha hundido, Mario, es espantoso!
—Cariño, vuelvo a casa, ahora mismo.
El derrumbe de la torre me conmocionó, yo podría haber estado allí. Un frío intenso recorrió mis venas, por primera vez pensé en Ángel y estallé en lágrimas de desesperación, qué forma más espantosa de morir. Lloré desconsolada por el hombre que tanto me había marcado. Súbitamente, el instinto me hizo recuperar el coraje, no podía continuar entregada al dolor por más tiempo.
—Carmen, qué alegría oírte.
—Escucha, pretende alquilar un auto y meterse en carretera. Está con los nervios a flor de piel, por favor te lo pido, no le dejes solo, a ver si al final vamos a tener una tragedia.
En la carretera
Protesté, intenté imponer mi criterio, al final les hice caso porque estaba cansado, muy cansado. Emilio se encargó de todo, alquiló el coche, aplazó sin fecha las reuniones, facturó el hotel, poco le faltó para hacerme el equipaje. Estaba agotado. Entendí las razones de Carmen porque su miedo era el mismo que había sufrido yo, miedo a perdernos el uno al otro. No le haría pasar por lo mismo.
Emilio siempre condujo como un abuelo, en cualquier otra ocasión me habría sacado de quicio, le habría obligado a parar y habría cogido el volante. Mi velocidad de crucero por autovía supera los ciento sesenta, pero estaba agotado, además se lo debía a Carmen. Le dejé conducir y estuve todo el viaje ausente viendo pasar el paisaje. Se portó como lo hacen los amigos e intentó ponérmelo fácil, evitó hablar de los atentados, sintonizó música, trató sin éxito de hilar una conversación sobre el buen rumbo que llevaba la fusión. Eso fue al principio, luego desistió y viajamos en un silencio interrumpido solo para repostar. Después, entre el runrún del motor y el cansancio, me adormilé.
…..
No resultó difícil explicarle por qué renuncié a volar, Mario estaba dispuesto a aceptar mis motivos sin plantear objeción alguna, le bastaba con tenerme a salvo. A mis padres, la alegría de escucharme les alivió de la pesadilla que habían vivido; mi hermana, en cambio, mostró cierta curiosidad fuera de lugar. Ya te contaré, le dije para demorar una causa que debería elaborar en detalle si quería convencerla. Disponía de cinco o seis horas hasta la llegada de Mario para dedicarme a afrontar mi responsabilidad con unos y otros. Por orden de jerarquía comencé por Andrés. A medida que le explicaba el porqué de mi decisión pasó del alivio al desconcierto y al malestar, incluso desconfianza. «Dónde te has metido todo el día, ¿no se te ocurrió llamar?, al menos a Mario o a tu familia»; balbuceé una respuesta inconexa que interrumpió con un «Tenemos que hablar» y me emplazó en su despacho de la facultad. Aquello reafirmó mi impresión de que se estaba cerrando una etapa. Me dolía, era la consecuencia anunciada de tantos errores que podría haber evitado si no hubiera caído en el desaliento. Echaba la vista atrás y veía a una mujer sin rumbo, sin muestras del carácter del que hacía gala en otras ocasiones. ¿Qué me había pasado?, ¿cómo me había dejado manipular por tantas personas?
[VER. 2]
«Todo eso está muy bien, pero ¿no se te ocurrió informar a nadie?, ¿sabes lo preocupados que nos has tenido?». No supe responder, ni yo sabía los motivos de mi comportamiento. «Tenemos que hablar», cortó en seco mi silencio y me emplazó en su despacho de la facultad. Se estaba cerrando una etapa, sentí un nudo en la garganta, yo misma me había abocado a esta situación, ahora era tarde para rectificar. ¿Dónde estaba la mujer decidida y segura?, ¿cómo era posible que me hubiera dejado manipular por tantas personas?
[VER. 3]
—¿Dónde te has metido todo el día, no se te ocurrió informar a nadie?
—Pensaba hacerlo, si no hubiera sucedido el atentado habría…
—Tenemos que hablar.
Zanjó la conversación y me citó en su despacho de la facultad. Había perdido la credibilidad que tanto me costó recuperar después del episodio de Roberto. Todo por mi culpa, por dejarme manipular por tantas personas que sólo querían aprovecharse de mí. Qué estúpida había sido, qué débil.
…..
«No, no, no. No consigo expresar lo que quiero. Lo voy a dejar unos días, estoy bloqueada.»
«Será porque estás montando un melodrama. Prueba otra vez pero trata de ser sincera.»
«Siempre lo soy.»
«Deja de apoyarte en la versión melancólica de la náufraga. Cuenta lo que querías sacar de la reunión con Andrés.»
«¿Qué iba a querer?, disculparme y explicarle por qué no subí al avión.»
«No me jodas, ¿por eso te vestiste como para levantársela a un muerto?»
«¡Vale ya, por favor!»
«Tú, sigue callada, bonita. Y tú, no hagas eso, no la utilices. ¿Disculparte?, ¿en serio? Por eso te pusiste un pantalón de punto marcando culo y dejaste el sujetador en casa, para poder disculparte bien cómoda. ¿Vas a escribir lo que pretendías o vas a contar una milonga?»
«¿Por qué no me dejáis en paz?»
«Porque llevas años ocultándote tras la fachada de mujer que ha superado sus conflictos. Es mentira. Mentira. Si fuera cierto, ni esa pobre infeliz ni yo seguiríamos dándote la vara.»
«Esa pobre infeliz lo pasó muy mal, era solo una niña.»
«Venga ya. Es una garrapata que te está chupando la sangre desde que le prestaste atención y, para colmo, le pusiste nombre: Náufraga. ¿No te das cuenta de que llevas veinte años cargando con ella?»
«Callaos de una vez. Sois… ¡Qué estoy diciendo!, no sois nada, soy yo y mis propias contradicciones, nada más.»
«Ahora vas a venir con el cuento de que estás bien, y escribir sobre el pasado es la prueba de que lo has superado. Si lo tienes tan superado ¿por qué sigues haciendo lo mismo que hacías entonces para encontrar respuestas? ¿Acaso necesitas el dineral que cobras cada vez que tu vida te asfixia y sales huyendo? Nunca te hizo falta el dinero, mucho menos ahora, pero antes al menos buscabas algo; ahora, qué excusa tienes, ¿demostrarte que a los cincuenta sigues estando en el mercado?»
«¡A la mierda! ¿Qué coño quieres?»
«Que seas sincera y escribas la verdad: ¿A qué fuiste a la reunión con Andrés?»
«¡Está bien!, está bien»
La reunión con Andrés
No quería perder su apoyo, el ambiente en el gabinete saltaría por los aires en cuanto se enterasen de que no estaba en Nueva York. Los críticos, los que se habían aliado en mi contra desde el asunto de Roberto montarían un escándalo por no haberme presentado en todo el día ni haber avisado de mi paradero una vez conocido el atentado. Correrían las habladurías sobre los motivos de mí espantada. Dado que lo mío con Ángel era un secreto a voces, lanzarían teorías, por ejemplo, una brusca ruptura. ¿Con el amante o con el marido?, se admiten apuestas. Los más afines tampoco lo entenderían y les resultaría complicado justificar mi conducta. Necesitaba seguir contando con su apoyo a toda costa, como fuera.
Tenía que emplearme a fondo, creo que la tensión jugó en mi contra y arriesgué en exceso, puede que la morbosa presencia de Ángel pesase demasiado.
«—Será tu mentor y todo eso, pero se le van los ojos detrás de tu culo. Que sí, te lo digo yo, estás demasiado buena y Andrés no deja de ser un tío.
—No te creo.
— Haz la prueba: La próxima vez que estés con él imagínatelo cascándosela en tu honor.
—Qué bobada.
—¿Tú crees? Esa expresión paternalista con que te mira cambiará de sentido si lo imaginas meneándosela delante de ti, haz la prueba.
—No lo voy a hacer, olvídate.
—Nena, tienes el mejor culo de todo el gabinete, Andrés no es el único que pierde los ojos detrás de tu trasero.» (1)
Me probé varios modelos sin encontrar lo que quería, extendí ante mí una blusa negra con un profundo escote. Sí, tal vez. Antes de terminar de pensarlo me deshice del sujetador y la conjunté con un tejano gris ajustado. Reaccioné de inmediato. «Es demasiado… demasiado. ¿Acaso quiero tirar por la borda una relación de años basada en la confianza y el respeto mutuo?» Recuperé el sujetador, seguí sacando prendas, probándomelas y esparciéndolas sin sentido tratando de ignorar la sórdida imagen de Andrés masturbándose y procuré centrarme en la elección adecuada. No era la primera vez que lo visualizaba meneándosela desesperadamente, con el pantalón abierto y los faldones de la camisa asomando por la bragueta, solo fue un destello, suficiente para que su expresión adquiriera un matiz sucio. (2)
…..
Oh, Dios… Oh…
…..
De vuelta a la alcoba reparé en uno de los modelos que había desechado. Definitivamente era ese.
Eché una ojeada al espejo. La imagen era impactante, el suéter de punto se ajustaba a mis formas como una segunda piel, los hombros al descubierto, delineados por una sisa abierta a juego con el ángulo del escote, mostraban parte de las clavículas, un detalle que a Mario le vuelve loco. ¿No me estaría pasando? A la hora de escoger una chaqueta opté por una torera, el pantalón me hacía un culo fantástico, por qué ocultarlo; además, llevaba un tanga de talle alto para evitar marcas. Elegí unas sandalias de medio tacón, no quería apabullarlo, solo derribar la primera ofensiva del ataque que esperaba encontrar. Un poco de sombra de ojos, algo de color en los labios y salí justa de tiempo.
Andrés se levantó a recibirme y tras los dos besos de rigor permaneció mudo. Recordé las palabras de Ángel y no pude por menos que darle la razón, me miraba de otra manera. Le pregunté por él, si había noticias. «Es pronto», respondió mirando hacia otro lado con preocupación. Nada más, se replegó en un silencio acusador. Estaba decidida a ganármelo, necesitaba interceptar cualquier reproche que tuviera preparado. Dejé la chaquetilla sobre uno de los butacones, lo cual le ofreció una panorámica completa del conjunto. «Tú dirás», fue la forma fría con que recuperó la distancia y dio pie a iniciar una conversación que no iba a ser fácil. Le conté la estrategia de Ángel —evitando los aspectos escabrosos— que me abocaba a una actividad puramente comercial; esa no soy yo ni es para lo que quería ser socia. Le hablé de los planes de nuevos… negocios por los que había organizado aquel precipitado viaje.
—Lo planteó el miércoles, cuando volvió de vacaciones, y lo descarté. Ni somos una empresa de negocios ni creo en el coaching ni encaja con la línea de este gabinete. Pero luego, sucedieron algunas cosas a nivel personal que me llevaron a reconsiderarlo.
—¿Qué cosas?
El rechazo de Tomás entró en escena y tuve que hacer un esfuerzo para contener las emociones.
—Prefiero no hablar de eso.
—Lo siento, no quería ser indiscreto.
—Acepté el viaje para alejarme durante unos días y, al mismo tiempo, mantener el control de las decisiones que pudiera tomar, ya sabes cómo era.
—Te estas precipitando, aún no se sabe nada.
—Es una forma de hablar, no lo estoy dando por muerto.
Un pesado silencio cayó como una losa.
—Pinta mal, ¿verdad?
—No pinta bien —respondió—, pero hay que mantener la esperanza.
—Volvamos a lo que estábamos. La cuestión es que, después de haber aceptado, lo estuve pensando. Era un error por muchas razones que no vienen al caso, por eso, a última hora, cuando estaba a punto de embarcar no fui capaz, hubiera traicionado todo aquello que…
Pocas veces se me quiebra la voz y no quería mostrarme débil. Andrés deambuló por el despacho en silencio.
—Quién nos lo iba decir, ahuyentamos a Solís gracias a Ángel y, sin saberlo, metimos otro lobo en el corral.
—Voy a presentar mi dimisión ante la junta, después abandonaré el gabinete.
—¿Y me vas a dejar solo? De eso nada, no te lo consiento.
—Pero Andrés…
—Te necesito, al menos tómate unos días para pensarlo.
Si tenía decidido amonestarme, esa idea se esfumó. Hice intención de marcharme, estaba segura de que me detendría.
—No te prometo nada.
—Espera, debo decirte algo más. Siéntate, por favor.
Vacilé, y sin pretenderlo le di cancha a sus ojos ávidos.
—El jueves volví al gabinete a última hora.
Creo que palidecí, aun así traté de mantenerme entera.
—¿Ah, sí?
—Ya me conoces, me gusta pasar por allí antes de irme a casa. Recogí unas notas y cuando iba hacia el despacho oí ruidos, nada de particular, supuse que quedaba alguien pero quise asegurarme: miré por los despachos, al llegar al de Ángel lo encontré cerrado con llave; tú sabes que no hay costumbre. Revisé los demás sin encontrar a nadie, fui al mío, cogí un par de documentos y salí con la intención de marcharme, pero estaba intranquilo, así que volví al de Ángel y escuché.
Se acodó en la mesa, ahora era cuando me iba a acusar.
—Carmen, allí dentro había dos personas, y lo que escuché… —bajó la mirada y soltó el aliento con fuerza—. Se oían jadeos, movimientos rítmicos, ya sabes lo que quiero decir.
Hubiera querido respirar aliviada, en cambio mantuve la cara de póker.
—¿Estás seguro?
—¡Pues claro que estoy seguro! —exclamó aventando el aire con la mano—, sé perfectamente cuando alguien está manteniendo relaciones sexuales, ¿te lo digo más claro? Perdona, lo siento, es que me saca de mis casillas que este hombre haga lo que le da la gana como si fuera el dueño y señor.
Pasé por alto el inusual arranque de genio con un gesto.
—¿Qué hiciste?
—Intenté abrir la puerta, al menos se darían cuenta de que les había descubierto, pero les dio igual, siguieron dándole —dijo con un expresivo ademán—. Qué poca vergüenza. Salí de allí pero me quedé en la acera de enfrente con la intención de sorprenderlos y poner las cosas en su sitio.
Pensé abrumada en la escena tan bochornosa en la que podía haberme visto envuelta en plena calle.
—…estuve tentado de llamarte para hacerte desistir del viaje. Ojalá lo hubiera hecho. Por cierto, mis sospechas se confirmaron, al cabo de un rato descorrieron los estores de la ventana, lástima que esos cristales no dejen ver nada. Luego, como tardaban en salir, lo pensé mejor, no era buena estrategia montar un escándalo.
—Hiciste bien.
—Aunque creo saber quién es ella. Elsa.
—¿Elsa? No tiene sentido.
—Últimamente los he visto salir y entrar juntos varías veces, incluso a la hora de almorzar; que yo sepa, no tienen motivo alguno para tanta…
—Andrés, déjalo. Te voy a contar algo pero no puede salir de nosotros: Elsa es lesbiana.
—¿Cómo lo sabes?
—No preguntes.
En poco más de quince minutos había dado la vuelta a la situación, de un clima de malestar a un ambiente de complicidad que favorecía mi objetivo de recuperar su confianza y algo más: sus ojos vagaban con total libertad por mi cuerpo, la ausencia de sujetador bajo el leve tejido debía de estar ofreciéndole un panorama claro del relieve de mis pechos, incluso del perímetro de los aros, lo había comprobado antes de salir en el espejo de la alcoba. Sin duda, compartir conmigo aquel suceso le había excitado hasta el punto de hacerle perder gran parte de la férrea compostura que solía mantener.
—¿Te importa si fumo?
—Por favor.
Me entretuve sacando del bolso el tabaco espiando con disimulo las miradas que, tal y como decía Ángel, eran las de un hombre consumido por el deseo.
—¿Quieres?
—No me tientes, lo dejé hace un par de años.
—Yo tampoco fumaba y ya ves, nunca es tarde para adoptar nuevos vicios.
Sonrió captando el doble sentido. A pesar de todo seguía tenso, apartó la mirada. Yo no.
—¿Te apetece tomar algo?
No lo esperaba, era la primera vez que me ofrecía una bebida en su despacho.
—Por favor.
Le seguí hacia la librería. Jamás hubiera imaginado que allí se ocultara un mueble bar.
—Whisky, brandy, ginebra…
Me acerqué hasta casi rozarle la espalda.
—A ver… Ginebra con tónica, por favor.
Tomé distancia, no quería agobiarle, aparenté estar interesada en unas réplicas de los paisajistas británicos del XIX. Esas copas tardaban, me volví y lo cacé inmóvil, con la botella y el vaso en las manos comiéndome con los ojos; reaccionó con tal brusquedad que derramó un poco. Volví a la contemplación de los óleos, poco después lo sentí llegar.
—No son nada del otro mundo —dijo, casi pegado a mi costado como no recordaba que se hubiera atrevido a acercarse antes—, hay auténticas obras de arte por aquí.
Le miré con intención y dio un paso atrás visiblemente azorado.
—En este edificio, quiero decir.
Tomé el vaso y lo choqué con el suyo.
—Por nuestra amistad.
—Por nosotros.
Nos dirigimos al tresillo despacio, con calma y nos sentamos esquinados.
—No sé cómo decirte esto, me han llegado rumores sobre vosotros. Se habla de que, como te lo diría…
—Termina, no voy a asustarme.
—Corre el rumor de que estáis liados.
—Es cierto. Ángel y yo mantenemos una relación. Comenzó antes de que entrara a formar parte del gabinete, si no te lo he contado es porque no he encontrado la ocasión apropiada. ¿Cómo le dices a tu jefe, a tu amigo y mentor, que estás viviendo una aventura con el hombre que ha entrado a formar parte de la sociedad? No esperaba que hiciera lo que hizo, forzar su entrada.
—¿No estabas al tanto?
—Créeme, no lo sabía, le hablé de los problemas con Solís, incluso que pensaba abandonar el gabinete, lo que no me dijo es lo que iba a hacer.
«Cogí un taxi con tiempo suficiente; el tráfico era fluido para ser viernes y llegué demasiado pronto, le pedí que continuara y torciera en la segunda calle a la derecha, di un corto paseo. Cinco minutos antes de la hora volví al restaurante. La última vez que había estado allí fue con Mario, pensé mientras me acompañaban a la mesa; enseguida localicé a Ángel y perdí el aliento: sentado a su derecha estaba Andrés. A medida que me acercaba comencé a tejer diferentes hipótesis y las trataba de encajar con la expresión de sus caras, felices al verme. No conseguía entender qué era aquello, me armé de valor y compuse mi mejor rostro. Ambos se levantaron.
—Aquí estás, puntual como siempre —dijo Ángel algo nervioso, yo sonreí y nos sentamos. Andrés estaba expectante.
—Tendrás que disculpar que haya adelantado nuestros planes sin contar contigo pero me dejó preocupado la conversación de ayer y esta mañana decidí quemar etapas, pensé que lo más conveniente sería que para nuestra reunión de hoy ya estuviera Andrés; ha sido una decisión de última hora, espero que lo entiendas.
No, no entendía nada.
—Le he estado poniendo al corriente: cómo a veces las casualidades suceden en el momento oportuno; si no llegas a coincidir con Claudia en aquella boutique en, ¿dónde fue, en Serrano?
¡Qué historia se estaba inventando! No quedaba otra opción que improvisar.
—Si no recuerdo mal, fue en Lagasca.
—Eso. Qué pasó, os pusisteis a hablar y acabasteis tomando el vermut, ¿no?
—Sí, más o menos.
—Total, llego a recoger a mi mujer, nos presentamos y me entero que, además de colega, trabaja contigo, ¡vaya sorpresa! De verdad, Andrés, tienes una excelente relaciones publicas en casa, cómo me vendió vuestro trabajo, no sé si fue allí mismo o… ¿Cuándo quedamos a cenar?, ¿fue esa misma noche?
“Demasiadas explicaciones, Ángel…”
—Fue un par de días después.
—Sí, porque tenía que viajar, es cierto; el caso es que aburrimos a la pobre Claudia pero salí convencido de que teníamos que hacer algo juntos. Llevo mucho tiempo dándole vueltas a la idea de invertir en el sector privado, tengo ganas de ilusionarme con algo nuevo y Carmen ha hecho que se me encienda la chispa.
—Pues no sabes cuánto me alegra; como te habrá contado, estamos en plena fase de expansión y para mí sería un auténtico placer tenerte a bordo.
—Solo hay una pega: no sé si estás al tanto de mi mala relación con Solís.
Andrés me lanzó una mirada de complicidad que eludí.
—Estamos a tiempo de que eso no sea un problema, verás; tenemos un preacuerdo que se debería hacer firme el próximo mes. No se están cumpliendo los objetivos pactados, nosotros aportamos una estructura consolidada y varias plazas fuertes: Madrid, Barcelona, Bilbao… Por su parte la dotación de capital prevista llega con cuentagotas, sin embargo está tomando decisiones a nivel estratégico que han generado serios problemas internos. Cada vez estoy más convencido de que no fue una buena decisión.
—Entonces es el momento de que nos pongamos manos a la obra.
—Por eso estamos aquí, ¿no es así, Carmen?
Todo parecía transcurrir demasiado rápido, en poco tiempo se avanzaron las bases de un acuerdo en medio de un ambiente de gran cordialidad, para la sobremesa ya teníamos un esquema organizativo en el que mi posición quedaba perfectamente definida; además me abrían la puerta a formar parte de la sociedad, una propuesta de Ángel secundada sin ninguna reserva por Andrés. No estaba segura de la reacción que provocaría la noticia entre mis compañeros, tampoco sabía de dónde iba a sacar el dinero para pagarlo. Al terminar, Andrés y yo volvimos al gabinete.
—¿Estás contenta?
—¿Cómo no voy a estarlo? No me lo podía esperar.
—Te lo mereces, no tengas ninguna duda. Lo que has hecho por el gabinete va más allá del celo profesional, incluso de la amistad que nos une. Ángel se ha adelantado, ya sabes cómo funciono, yo soy de madurar bien las propuestas antes de plantearlas.
Socia. Tal vez demasiado pronto, pensé. Y no solo yo, lo pensarían todos en el gabinete.» (3)
—Pues no pareciste sorprendida de verme.
—Lo estaba, pero tuve que disimular.
—Hubiera preferido enterarme por ti antes, no ahora, cuando te ves forzada a contarlo.
—Tienes razón, debería haber sido valiente.
—Ahora ya da igual, lo que importa es salvar tu imagen, aunque va a ser difícil, los rumores corren por el gabinete, incluso alguien dice que os sorprendió en un despacho el día de la presentación de Ángel.
—¿Quién lo dice?
—Qué más da, ¿es cierto? Ya veo. —Añadió, con un tono de reprobación.
—Fue una locura. Partió de la propia Claudia, dijo que me esperaba en el despacho. Sabía lo que podía ocurrir, aún así acudí. Nos enredamos y…
—Ya, no necesito detalles.
—Siempre lo he sospechado. Escuché un ruido, miramos por todos lados pero creímos que había sido una falsa alarma.
Un fogonazo me devolvió la escena completa, incluso lo que más tarde me contó Mario, su incómodo encuentro con Claudia.
«—Carmen, querida, ¿no nos vas a presentar?
—No te había visto, ¿dónde andabas?
—Acabo de llegar, ya sabes lo ocupadísima que estoy —Aquella mujer madura de melena plateada y formas exuberantes clavó los ojos en mí—. Tú debes de ser el afortunado que copa el corazón de mi querida niña. Mario, ¿no es así?
—Te presento a Claudia, la esposa de Ángel.
Me dio dos besos que parecieron la antesala de algo mucho más intenso.
—Si solo fuera su mujer me deprimiría. Como vuelvas a presentarme de ese modo te daré una azotaina, ¿o es eso lo que pretendías provocar? —Volvió a lanzarme su mirada con toda intención y continuó—: ¿Sabes que tu chica es deliciosamente mala?
—Lo sé, lo sufro a diario, son ya diez años de lidiar con ella y no me canso, cada día es como si acabara de conocerla, en realidad creo que nunca terminaré de conocerla del todo.
—Eso mismo pienso yo. Por cierto, Ángel te anda buscando, no sé qué de una llamada de un ministerio; anda, ve a buscarlo, iba hacia el despacho bastante apurado.
La vi alejarse, ¿por qué sonaba a excusa para quedarnos a solas?
—Con que tú eres el marido.
—Y tú eres…
—La amante, para qué andarnos con rodeos. Soy la que se llevó a la cama a tu mujer y le desvirgó la mente mientras tú le amargabas la vida.
—No tienes derecho…
—Ya lo sé —me interrumpió—, pero ya que nos tenemos que entender, mejor que lo hagamos desde el principio. Punto uno: tú crees que el problema es Ángel y te equivocas; mi marido está enchochado con Carmen, es natural, ¿quién no lo estaría? Pero igual de enganchado que ahora está con tu mujer lo he visto así de veces con otras niñas tan monas como ella. Se le pasará, cuenta con ello. Seguirán trabajando juntos, se acostarán de uvas a peras y lo que ahora te parece tan grave habrá desaparecido antes de que te des cuenta, ¿me entiendes?
—No sé a dónde quieres llegar.
—Al punto dos: Carmen ya me advirtió del problema de mi marido y se lo dejé claro, tan claro como te lo estoy contando. Lo que no estoy tan segura es de que su vanidad le permita verlo. Peor para ella. Si consiente que las cosas sigan su curso todo irá como debe, pero si se empeña en meterse por medio y acelerar el final de una relación que morirá a su debido tiempo lo va a estropear, pondrá a mi marido en crisis y eso, escúchame bien, eso no lo voy a tolerar. Ángel es un buen hombre con una carrera consolidada y un prestigio que no se va a venir abajo porque una putita —sí, una putita— no sepa esperar a que su estrella se apague. Mi marido, ahí donde lo ves, tiene una personalidad muy frágil y Carmen no va a romperla por un exceso de celo.
—¿La estás amenazando?
—Me gusta demasiado para hacer algo así. Y esto nos lleva al punto tres: Quien está, brutalmente enganchada a tu zorrita soy yo; si pudiera te la arrebataría cada fin de semana, me vuelve loca, jamás me había pasado con ninguna otra niña. No, no la estoy amenazando, te estoy pidiendo que me ayudes a evitar que se precipite y provoque una crisis de pareja que lo llevaría a una depresión profunda. Ya hemos pasado por eso.
—Estás hablando en unos términos que no comparto; ni mantienen una relación ni mucho menos se les puede considerar pareja.
—Andas un poco perdido, cariño; Ángel la tiene comiendo de la mano. ¿Has visto lo que ha tardado en acudir a su llamada? ¿A qué crees que ha ido al despacho? Ahora mismo debe de estar sodomizándola, es lo que más le gusta además de sus tremendas felaciones; esa boquita que tiene se lo traga todo, no sé cómo lo hace. No obstante Carmen quiere acabar con esto, me lo ha dicho. Tenemos que frenarla.
—No tenía ni idea de que estuviese tan preocupada.
—Ahora que lo sabes, indaga, trata de que se abra y te lo cuente. Evita que tome decisiones erróneas.
Carmen regresó veinte minutos más tarde, enseguida me localizó. Por su mirada salvaje lo supe, era incapaz de ocultarlo.
—¿Todo bien?
—Sabes de sobra de dónde vengo.
—No sé de dónde, pero sé lo que has estado haciendo.
—Pues entonces no preguntes.
—¿Por qué te enfadas?
—No me enfado, me molesta ese tipo de preguntas, como si no supieras nada.
—¿Prefieres que te pregunte si te lo has pasado bien?
—Déjalo. ¿Y Claudia, habéis hablado mucho?
—Bastante, como medio polvo tuyo.
—¿Por qué no te vas a la mierda un rato?
Pensé que coincidiríamos con Ángel y Claudia en algún momento, pero nadie hizo nada por provocarlo, nos movimos para que las despedidas sucedieran de modo que no hubiera situaciones violentas, nos vigilábamos sutilmente, cuando vi que iniciaban la retirada me enfrasqué en una conversación con gente de la facultad; Carmen se despidió de Claudia; Ángel de Andrés. Parece que la pareja que había ido a fornicar al despacho se evitaban en el último momento.
…..
—¿Tan bien folla Ángel que tuviste que abandonar el acto?
—No se trata de eso, me buscaba, tuve que ir.
—Sabías a lo que ibas.
—Debo de ser una ingenua porque cuando iba para allá todavía pensaba que lo de la llamada era cierto, pero en cuanto vi la expresión de su cara lo supe. Qué quieres que te diga, en el fondo me lo temía. Además, la idea de escabullirme de la reunión, hacerlo en el gabinete a oscuras, con el riesgo que suponía… contigo por allí… qué quieres, me pone.
—Eres…
—¿Qué?
Cedí el paso, llegué a un stop, esperé a que pasaran un par de autos, pisé a fondo y me incorporé al tráfico.
—Dónde.
Tardó en contestar, me miró, no desvié los ojos de la carretera ni siquiera cuando sentí su mano en el muslo.
—En su despacho, de bruces sobre la mesa. Me subió el vestido, me bajó las bragas y me la clavó. Dijo que estaba cumpliendo un encargo que le habías hecho.
—Fue un malentendido.
…
—Pasa.
—¿Qué es eso tan importante que querías?
—Tu marido. Me ha hecho un encargo.
—Venga ya, ¿para eso me haces venir?
—Me ha pedido que te tenga bien atendida.
Me hizo reír, no era eso lo que me había contado Mario, pero le seguí el juego.
—¿Ah, sí?, ¿eso te ha dicho, y qué más habéis hablado?.
Estábamos tan cerca que podía oler la colonia que usaba, apenas unos toques que se fundían con su aroma tan masculino. Comencé a jugar con la solapa de la chaqueta.
—Ha empezado con que si te violé… qué pesado.
—Otra vez con esas.
—Le he dicho que lo hemos resuelto; porque lo hemos resuelto, ¿no? —Me pegué a su vientre, enseguida tenía las dos manos sujetándome el culo.
—Claro.
—Le dije que si le iba a ayudar a sentirse mejor, estaba dispuesto a pedirle perdón, entonces fue cuando dijo que solo quería que te tuviera bien atendida. Se lo he prometido.
—Pues ya estás tardando.
Me echó de bruces sobre la mesa, algunos papeles cayeron al suelo y algo más, unos bolígrafos, un posavasos. Me levantó el vestido, lo encajó entre la mesa y mi estómago, me bajó las bragas hasta el suelo, me las arreglé para sacar un pie y separar bien las piernas; escuché el sonido de la hebilla del cinturón, la cremallera y el pantalón desmoronándose. El contacto del glande grueso y baboso buscando el camino me hizo gemir.
—Espera, cierra la puerta.
—No hay nadie.
—¿Estás seguro?
—Olvídate.
Me la metió de una vez, entera. Dios, qué bien lo hacía, dentro, fuera, dentro, fuera, a un ritmo suave y constante. Pero no terminaba de estar tranquila.
—Para, para un momento, apaga la luz.
—No me jodas, no hay nadie.
—Por favor.
—No me voy a mover, tú veras: puedes agobiarte o disfrutar. ¿Qué te pasa? Te gusta el riesgo tanto como a mí. ¿Y si nos pillan? —Me la clavó con tanta fuerza que solté un grito—. Estamos follando con la puerta abierta y con todas las luces encendidas, ¿te imaginas la panorámica que damos desde la puerta?
—¡Joder, joder!
Me estaba taladrando y yo no hacía más que imaginarme fuera de mí, desde la puerta del despacho, mirando cómo me follaba.
—Supón que aparece Andrés, ¿eh?
No, no quería, pero la imagen cobró fuerza, tanta como las embestidas que me empotraban contra la mesa.
—O la estirada de Amelia, ahí, mirándome el culo mientras te la meto, ¿a qué te gusta?
Limpié la mesa con la mano, me estaba clavando la grapadora en la frente. Amelia no, era una reprimida, seguía viendo a Andrés, con la boca abierta y los ojos como platos.
—¡Dame, no pares, ahora no pares!
—No, mejor ese otro, el rubio que me presentaste, cómo se llama.
—Elizondo. —balbuceé,
—Ese, te tiene ganas, he visto como te mira. ¿Te lo imaginas en la puerta viendo cómo te calzo?
Elizondo. Le gusto, lo sé; se le van los ojos, no puede evitarlo. Lo puse en la puerta, mejor que Andrés, menos remordimientos. Si tenía que pillarnos alguien follando, mejor que fuera Elizondo; grandote, mirón, solo un poco.
—¡Jo, der!
—Ah, te ha gustado la idea. Vale, le dejaría un rato, me apartaría y le cedería mi sitio, ¿contenta?
—¡No!
Me estaba matando, tenía el pulgar haciendo círculos en el esfínter, ¿por qué coño había parado?
—No me jodas, ¿se te pone detrás y no ibas a querer que te follara?
—¡Sí, sí, sigue!
—Ya sabía yo que no le ibas a hacer ascos.
—¡No pares, joder, más fuerte!
Si hubiera habido alguien en el gabinete habría oído todo: la mesa chirriando, los objetos que caían, los gemidos descontrolados y el bufido que soltó al correrse. Si hubiera habido alguien me habría encontrado aplastada contra la mesa soportando el peso de Ángel.
—¿Tienes kleenex?
—Se han debido de caer. Toma.
Me puse las bragas que arrastraba de un tobillo y antes de terminar de subírmelas me limpié frente a él; sabía cuánto le ponía verme. Le ofrecí la caja pero la rechazó, chistó un par de veces negando con la cabeza. Qué cabrón. Me agaché y empecé a limpiársela con la lengua, primero el glande, hinchado y cubierto de una espesa baba; seguí por el tronco, estiré la funda hacia atrás para que no me estorbara mientras lo ordeñaba con el pulgar y dos dedos. A medida que iban apareciendo los goterones los sorbía haciendo ruido con los labios al aspirar, un truco para agradar que aprendí de Luca. «¡La hostia puta!», exclamó, nos miramos mientras chupaba la punta como si le estuviera dando un piquito, lo imprescindible para hacer desaparecer la última gota que le extraía de la manguera, después la lamí hasta dejarla brillante, repasé los testículos más por complacerle que por necesidad, retiré con los labios algún grumo del vello y le di una palmada.
—Listo, no te quejarás del servicio.
—Eres una puta diosa. Quítate de ahí eso. —me señaló con el dedo algo en la comisura y la recorrí con la lengua, entonces me besó a lo bestia; cómo me gustaba cuando se volvía un animal.
Me volví a limpiar, seguía rezumando. Fui al aseo a arreglarme el pelo; no me había estropeado el maquillaje, menos mal. Traté de alisarme el vestido, se había arrugado y me quejé disgustada. Ángel se acercó y me puso las manos en las mejillas.
—¿Crees que alguien se va a fijar en ese detalle con todo lo que tienes que ofrecer a la vista? Eres preciosa.
—¿Qué ha sido eso?
Me alertó un golpe seco amortiguado por el sonido del tráfico. Provenía del interior, estaba segura.
—¿El qué?
Permanecí atenta sin hacer un solo movimiento. Nada. Pero lo había oído. Me acerqué a la puerta, le hice señas para que no hiciese ruido. Me siguió. No había nadie, ni una luz. Recorrí el pasillo. Nada.
—Ha debido de ser arriba y te ha parecido…
Le hice callar. Tenía la sensación de que no estábamos solos. Volví sobre mis pasos y recorrí el otro ala. No se veía nada, ni una luz, ni un sonido.
—No podemos ponernos a registrar cada despacho. ¿Por qué no lo dejas?
—Tienes razón, me he puesto nerviosa. Vámonos.» (4)
—¿Cómo pudiste ser tan irresponsable? —La agria desaprobación de Andrés me trajo de vuelta al presente.
—No lo sé, ni yo misma lo entiendo.
—Qué te pasa con ese hombre, no encajáis, te saca más de…
—Veinte años, lo sé.
—No lo entiendo, ¿qué ves en él?
—Es algo que me supera, es…
Sentía el impulso de traspasar una barrera. Si no lo hacía, Andrés acabaría atando cabos y relacionándome con la misteriosa pareja del jueves. Además, era la oportunidad para acabar con cualquier resistencia.
—¿Qué ibas a decir?
—Verás, entre Mario y yo hay una diferencia de trece años, puede que ahora no sea tan chocante como lo fue al inicio de nuestra relación, con veintiún y treinta y cuatro. Quiero decir que, no solo es Ángel. me siento cómoda con hombres mayores, encuentro una seguridad y un saber hacer… ¿me entiendes?
Me había entendido de sobra, lo veía en el nerviosismo que le estaba provocando.
—Supongo que tu marido está al corriente de lo tuyo con Ángel.
—Mario y yo no nos ocultamos nada, lo sabe, lo aprueba y me encargo de que conozca hasta el último detalle.
Me impulsé hacia delante, apoyé los antebrazos en las piernas y entrecrucé los dedos de ambas manos. No era una postura muy… femenina, sin embargo provocó el efecto buscado: crear intimidad. Reaccionó como el reflejo en un espejo y esperó ansioso que continuara.
—Andrés, somos una pareja abierta. No me gusta demasiado esa etiqueta pero es bastante descriptiva.
—Eso quiere decir…
—Quiere decir lo que estás pensando: Ángel no ha sido el único con quien mantengo una relación íntima, y ninguno baja de los cuarenta y tantos.
Lo había dejado sin palabras, puede que la imagen que tenía de mí se hubiera hecho añicos. Qué estaba haciendo. Me arrepentí de todo, de hablar de más, de mi conducta gestual, de haberme vestido como iba, nada era apropiado para alguien que acaba de enterarse de la masacre que ha asolado la ciudad donde en teoría debería estar y en la que tal vez su compañero yacía bajo los escombros. «Para, no sigas por ahí», me dije, «A ver, dónde estábamos».
—No se trata de la historia de Lolita y Humbert Humbert, entre otras cosas porque no tengo la edad de Lolita.
—Eres… —Me sujetó las manos con la emoción desbocada—. Nadie te echaría los años que tienes, podrías pasar por una joven de veintipocos.
—Te lo agradezco pero no se trata de eso, los chicos de mi edad suelen ser banales y en general van al grano, ya me entiendes, sin embargo, los hombres maduros, con una formación y un nivel cultural como el nuestro, ofrecen algo más: experiencia, serenidad y un… saber hacer... Somos amigos, tenemos confianza para hablar con claridad.
Estaba ansioso porque lo hiciera
—Por supuesto.
—La gente joven tiene, por así decirlo, las prioridades equivocadas, alguien como Mario, Ángel o probablemente tú, hombres hechos y derechos saben, sabéis establecer las prioridades y llevar a una mujer a alcanzar la cumbre del deseo sin quemar etapas.
Se refugio en la copa para ocultar la respuesta que no se atrevía a dar. ¿Cómo había llegado tan lejos?
—Supongo que no esperabas esto de mí.
—Tengo un tremendo lío en la cabeza, estoy pensando en lo que sucedió con Roberto y no sé si, con la información que dispongo ahora, habría tomado las mismas decisiones.
—Andrés, te aseguro que Roberto abusó de mi confianza.
Un gesto de incredulidad hizo patente lo que pensaba, ¿cómo no, si yo misma dudaba de mis palabras?
—Estoy tratando de ser totalmente sincera contigo, un poco tarde, lo sé, pero intento recuperar tu confianza. Podría haber negado mi relación con Ángel, si no lo he hecho es porque, después de lo que ha sucedido hoy, he pensado mucho sobre el curso que sigue mi vida. Este último año ha dado un vuelco tan grande que apenas me reconozco. Siempre he podido abrirme a ti, cuántas veces he acudido a pedirte consejo, dime.
—No siempre, Carmen. Pensaba que después del asunto de Roberto estaba todo resuelto, sin embargo empezaste a tener un comportamiento errático.
—Nos habíamos separado, la relación estaba tan deteriorada que tomé la decisión de marcharme para evitar que pudiéramos llegar a una situación irreversible.
—¿Tan grave era?
—Habíamos entrado en una espiral de violencia verbal y desencuentro que podía desembocar en algo peor, no nos reconocíamos, apenas podíamos hablar sin atacarnos. Lo que comenzó como un juego erótico a comienzos del verano se había descontrolado hasta llevarnos al borde de la separación, o nos tomábamos un tiempo de reflexión o corríamos el riesgo de hacer o decir algo irreparable, por eso me fui.
—¿De qué estás hablando?
—Claro, no lo sabes.
Le conté la decisión que tomamos durante un viaje camino a Sevilla, una decisión inocente que cambiaría el curso de nuestra vida: hacer realidad los juegos que alimentaban nuestros momentos de intimidad. Una propuesta arriesgada, aparentar ante los demás ser otros, dos amigos, más que amigos, libres de compromiso. Aquello era ir más allá del terreno de la fantasía donde nos movíamos en nuestros momentos íntimos y tenía tal carga de morbo que nos impidió ver los peligros. Andrés escuchaba sin perder detalle. Le hablé de las sensaciones tan intensas y contradictorias que supone estar con alguien que no encuentra impedimento para expresar lo que le provoco, junto a mi marido, el cual finge no serlo, y viendo el deseo inflamado en sus ojos. Es un doble placer: saberme deseada por un extraño y ver el efecto en Mario. Le conté cómo después, en la cama del hotel, recreábamos lo vivido y nos servía de acicate para unas noches salvajes. Creíamos tenerlo controlado pero no era así, la excitación nos volvió imprudentes, Mario rompió los límites que habíamos pactado, le dijo que yo era una mujer casada, a raíz de esto Carlos cambió su conducta, se volvió más audaz, más directo y Mario, qué decir de él, disfrutaba con cada avance de su colega. La experiencia nos estaba transformando, le dije a un Andrés visiblemente transformado, atento a mi relato con una sonrisa en los labios y una mirada que lo daba a entender todo: La distancia formal que solía mantener conmigo se estaba cayendo a pedazos.
—¿Y tú, como reaccionaste ante el comportamiento de tu marido?
—Superada la sorpresa, bien, más que bien, de algún modo la conducta de Mario actuó como un estímulo que activaba mi respuesta ante Carlos. Visto con la perspectiva que da el tiempo, ni era tan atractivo ni tan seductor como me resultaba entonces, sin duda fue el resultado de la suma de ambos efectos.
Inhaló hasta llenar los pulmones sin dejar de mirarme como nunca se había atrevido antes.
—Llegasteis a… ya sabes.
—¿Acostarnos? Poco faltó. Mario me había puesto en bandeja, tampoco es que yo se lo impidiera. Contaba con que, llegado el momento, sabríamos parar. Un día nos invitó a cenar, acudió con una amiga también psicóloga. Fuimos a un restaurante precioso a las afueras de Sevilla y se las ingenió para emparejarnos de modo que Elena estuvo con Mario y yo con él. Cenamos, bailamos, Mario hizo con Elena lo que quería verme hacer con Carlos. Nos perdimos por los jardines y cuando me enteré de que había reservado habitaciones en el mismo complejo monté un escándalo impropio de una mujer dispuesta a irse de viaje con su amante y dejar a su marido en casa. No encajaba, nada encajaba en nuestra historia, no sé cómo no sospechó. Hubo algún otro momento absurdo que pudo destapar la mentira, pero estaba tan deslumbrado conmigo que no lo vio o no lo quiso ver. Poco después regresamos a Madrid sin darle explicaciones huyendo de lo que estaba por pasar.
Nos quedamos en silencio, aguanté sin pestañear su mirada ambigua, una parte de Andrés seguía siendo el de siempre, otra se estaba transformando, había descubierto a una Carmen diferente, la que había sacado a la luz lo que guardaba en la oscuridad. Nuestra relación estaba pasando por un proceso de alquimia, ambos nos estábamos transformando, yo me mostraba tal y como era y él luchaba por dejar expresarse al hombre que Ángel ya me había anunciado.
—¿Cómo saliste de aquella experiencia?
—Confundida, sorprendida, enfadada conmigo misma y con Mario. Algo muy profundo había cambiado. Al cabo de un tiempo terminamos por reconocerlo, aceptamos la realidad: deseábamos volver a contactar con Carlos, en principio solo por teléfono, luego ya veríamos. Por Octubre reanudamos lo que no era sino una relación inestable basada en una mentira en la que yo figuraba como una mujer adúltera que vivía una relación clandestina con Mario. No podía salir bien pero era tan agradable que cerramos los ojos.
Bebí un largo trago y continué:
—Entonces sucedió lo de Roberto.
—Roberto.
—Fue tal cual te lo conté, un engaño, creí que el ascenso dependía de su decisión. Conoces la mala fama que tenía entre las chicas del gabinete, yo era de las pocas que le habían plantado cara y nunca lo perdonó. Sopesé mantenerme firme aunque me costase el puesto, no iba a ceder a sus sucios manejos; pero el juego que habíamos vivido en Sevilla nos dejó tocados, sobre todo a Mario. Podría decir que me manipuló, que me convenció para continuar el juego, esta vez utilizando a Roberto. «Déjale que se pase un poco, te dará lo que quieres y en realidad le estarás utilizando tú a él.».
—Eso es…
—Ya, cualquier cosa que puedas decir me la he reprochado yo mil veces. No sé qué nos había pasado, el caso es que acepté lo inaceptable y así, poco a poco, fui haciendo pequeñas concesiones pensando, ingenua de mí, que era yo quien tenía el control y que, cuando hubiera conseguido el ascenso cortaría aquello antes de que llegara a mayores. Qué locura, cómo pude hacer algo así. Llegó un momento que vi la realidad en la que estaba. Sola, sin el apoyo de Mario, no tenía otra cosa que las llamadas de Carlos como refugio. Cuando estuvo a punto de ocurrir lo inevitable…
—Viniste a presentar tu renuncia. Ahora lo empiezo a entender mejor.
—Fue vergonzoso.
—Por ambas partes, Carmen, reconócelo.
—Supongo que está confesión lo cambia todo.
—No seré yo quien os juzgue, todo el mundo tiene derecho a cometer errores.
—Pero Andrés…
—No sé hable más, por mí es un tema zanjado. Solo una cosa: Roberto regresa pronto, habrá que tomar decisiones.
—¿A qué te refieres?
Se levantó y durante un par de minutos estuvo mirando por la ventana.
—¿Cuándo conociste a Ángel?
—Nos conocimos por medio de su mujer, pero no en las circunstancias que relató.
«Abrió un ojo, algo la había despertado, estaba atardeciendo. Intentó ubicar el reloj de pared y al moverse notó la irritación. ¡Qué bruta! al final había conseguido meterle esa gruesa polla ajustada al pubis a pesar de que le dijo varias veces que no conseguía dilatar más. ¿Qué pasa —le reprochó con lágrimas en los ojos—, en cuanto a alguien le cuelga una polla entre las piernas se vuelve agresivo?
No consigue mantenerse despierta y sin poderlo evitar se sumerge de nuevo en un profundo sueño. La cama se mueve, debe de ser Claudia que se levanta. No puede, se duerme.
Un murmullo, unas voces. Eran más de las seis y media. Recordaba un golpe, un sonido seco, una especie de portazo, eso era lo que la había despertado, aunque no del todo, se volvió a sumir en el sueño mientras Claudia se levantaba, ¿cuánto hacía de eso? Quizás diez minutos, algo más. Todo le da vueltas. Se duerme.
Las voces se acercaron y eso la alertó. Claudia y un hombre. No tuvo tiempo de reaccionar, tendida boca abajo en la cama, desnuda, con el dildo rozándole la entrepierna y el arnés de Claudia clavándosele bajo el muslo le fallaron las fuerzas, le faltaron reflejos cuando se abrió la puerta.
—Te he dicho que no entres —escuchó decir a una Claudia irritada.
—Vaya, vaya ¿Quién tenemos aquí? Te alabo el gusto querida, cada vez las escoges más jóvenes y más guapas, ¡vaya cuerpo!
Carmen logró reunir fuerzas, se apoyó en los antebrazos y se incorporó cuanto pudo, volvió el rostro. Aunque el cabello enmarañado le impedía distinguir bien, bajo el dintel la vio envuelta en una bata de seda y a su lado un hombre grueso, más alto que ella, bien trajeado, de unos sesenta años mirándola con deseo. Consiguió moverse con cierta torpeza, se arrastró por la cama buscando el borde del edredón para taparse, giró sobre sí misma pero el brazo le falló y cayó boca arriba. El mareo le dominó, todo comenzó a girar a su alrededor vertiginosamente. Todavía le quedó un resto de consciencia para tantear a ciegas buscando, alcanzó el pico del edredón y pudo cubrirse la cintura. Todo le daba vueltas, creía haberse tapado lo suficiente pero no conseguía encontrar un punto de apoyo para incorporarse y desistió. El sopor la atrapó de nuevo, había agotado sus reservas de energía.
—Vamos, salgamos. —dijo Claudia con aire conciliador tomándole del brazo, pero él se resistió.
—No hasta que me hayas presentado a tu nueva amiguita, ¡Dios, qué cuerpo! —Se deshizo de ella y se sentó en el borde de la cama sin dejar de sonreír— ¿Y tú, eres?
—Se llama Carmen, ha pasado la noche conmigo y ahora la vas a dejar tranquila.
—¿Por qué no dejas que hable ella? Soy Ángel Luis, el marido de Claudia, encantado de conocerte. —dijo extendiendo la mano.
—No te escucha, ha probado muchas cosas hoy por primera vez, no ha dormido nada.
Carmen sí escuchaba, lejanamente. Desde lo más profundo de su castigada mente les podía oír. También sintió el roce de unos dedos en la cadera deslizando la tela que apenas le cubría el pubis.
—No hagas eso. —oyó decir sin mucha convicción a Claudia.
—¿Por qué? Si solo quiero verla. Anda, vete a arreglar. —dijo con fastidio.
El calor que le proporcionaba la colcha se desvaneció. Intentó abrir los ojos pero solo consiguió mover el cuello hacia un lado.
—No te pases con ella, por favor. —escuchó, y esta vez la voz de Claudia le sonó lejana, muy lejana.
El colchón se hundió a su izquierda, notó unos dedos por su estómago, intentó hablar pero tan solo exhaló aire, algo parecido a un suspiro profundo. La mano alcanzó su pecho y lo acarició con suavidad, sin apretar.
—Eres preciosa Carmen, realmente preciosa. —dijo con la voz ahogada por el deseo.
—Eres preciosa Carmen. —dijo una voz lejana que temblaba por la emoción, luego se hundió, se perdió en una bruma. Sintió vértigo, como si la cama cayera hacia atrás, como si se hundiera el cabecero. Parecía deslizarse por un túnel, muy despacio al principio, ganando velocidad por momentos a medida que desaparecía.
Caricias. Mario se ha tumbado a su lado protegiéndola del sol caribeño. Se apoya sobre un codo y le acaricia el estómago. Poco a poco se ha ido desviando hasta cubrirle el pecho desnudo, sabe que esa caricia la pone a cien. No importa quien pueda verlos, se va a dejar acariciar por su marido allí, a la orilla del mar, donde minutos antes le pidió que se despojase del top del bikini. Tumbada sobre la arena siente las manos de Mario sobre su piel desnuda, esas caricias que tan bien conoce, que le hacen estirarse como una gata para que la pueda manejar mejor. Le ofrece los pechos, le escucha decir lo hermosa que es.
—Eres preciosa Carmen. —Ella se estira sobre la arena sintiendo las manos que la hacen vibrar.
Ángel le recorre el torso, ha visto cómo reacciona a las caricias, se ha estirado en la cama, se ha ofrecido más, ha elevado los brazos hacia la almohada dejándole vía libre.
—Sí, pequeña ¿quieres más, verdad? Yo te lo daré.
Recorre su estómago, palpa las costillas con ambas manos y observa cómo reacciona. Es tan joven, tiene un cuerpo tan perfecto que no sabe por donde seguir tocándola. Vuelve a sus pechos, tan duros tan firmes, alcanza las axilas, regresa a los pezones y se enreda con las barras que los atraviesan. La escucha gemir, no se cree la suerte que ha tenido, teme que Claudia salga de un momento a otro y le interrumpa, ha de darse prisa. Baja hacia el vientre muy despacio para no despertarla, se excita al sentir la dureza de los abdominales que se tensan marcando cada músculo. Carmen separa los muslos y Ángel baja una mano para apresar el jugoso pubis, no quiere romper el sueño en el que se encuentra la joven, traza con cuidado el sendero entre los abultados labios, se impregna los dedos y los lleva a su rostro, se excita con el intenso olor. Admira el cuerpo bronceado, sin ninguna línea pálida que rompa la uniformidad de color en toda la piel. No parece una de esas zorritas que se trae su mujer a casa, esta es diferente. Baja de nuevo, presiona con cuidado y se hunde con facilidad, escucha un gemido y ve cómo arquea la espalda, baja una mano y la pone sobre la suya sujetándola sobre su pubis, marcando el ritmo que desea. Por un momento piensa que la ha despertado pero no, sigue dormida. No ha dejado de estimularle los pechos con suaves caricias. Ya son dos dedos los que se hunden haciendo que se mueva como una ola, luego busca fuera, encuentra el clítoris y lo palpa con delicadeza, no quiere despertarla. Carmen se abre más, tropieza con la cadera de Ángel y este se aparta para dejar que su pierna se pueda apoyar sobre él. Cada vez respira con más agitación y teme que si sigue masturbándola acabe por despertar. Se desabrocha el pantalón atropelladamente, necesita liberar la presión. No aguanta más, se levanta y en menos de quince segundos se desnuda sin dejar de mirar a la mujer que se agita en su cama y ahora se acaricia los pechos.
Carmen sigue en la orilla del mar sintiendo la brisa que refresca su cuerpo, no le importa quien pueda verla, se ofrece a su marido, a sus expertas manos que abren su sexo y se introducen dentro de ella. Le desea, sí, le desea, sus piernas se separan, se ofrece, le necesita.
Ya de rodillas entre sus piernas busca la mejor posición, aún no tiene una erección completa, los años y la ansiedad le castigan. Roza la húmeda abertura para empaparse bien, empuja pero no tiene suficiente dureza y se ayuda con la mano, al fin consigue entrar y ella le recibe con un largo gemido. Ya dentro empieza a recuperar la virilidad, es tan cálida, es tan hermosa ¿cuántos años hace que no posee a una mujer así?
Carmen hace el amor en la playa con Mario, escucha el mar batiendo cerca. Sí, sí, te amo, te amo, no importa quien esté cerca, te siento dentro amor, te siento dentro.
Ángel se mueve dentro de ella, ha conseguido casi una completa erección, se apoya en un brazo para poder seguir acariciando los pechos de Carmen, pero su peso le impide mantener esa posición por mucho tiempo, su débil virilidad se escapa como una anguila, maldice, suda por el esfuerzo, la ansiedad ante la inminente aparición de Claudia le está jugando una mala pasada, no consigue volver a penetrarla. Se baja y arrastra a Carmen hasta los pies de la cama, la gira y queda de rodillas en el suelo ofreciéndole la grupa, la toma de las caderas e intenta ensartarla desde atrás. Ha perdido casi por completo la erección. Se masturba frenéticamente para alcanzar una mínima dureza. Apunta, lo intenta pero está desquiciado, su débil miembro se dobla antes de conseguir penetrar en el estrecho coño de Carmen, un nuevo esfuerzo y por fin el glande entra, la presión y el húmedo calor que lo envuelve consigue lo que su mano no logró y reacciona, se endurece dentro de ella, la visión de sus perfectas nalgas hacen el resto, revive, comienza a bombear agarrado a las caderas, se siente de nuevo un joven vigoroso, potente. Amasa las nalgas de esta joven mujer mientras la verga renacida vuelve a ser la que fue. Clava los puños en el colchón anclándole las caderas, pegado a ella para sentirla, no quiere separarse de ese cuerpo joven y hermoso mientras mueve como un animal la cintura y bombea, ¡qué delicia, qué delicia! Lo nota, siente que le llega y se detiene, no quiere acabar tan pronto. Acaricia el pequeño esfínter que se le ofrece a la vista, lo presiona y el dedo húmedo se hunde con facilidad, lo hunde hasta dentro sin oposición, sin queja. Escucha un gemido, percibe un movimiento, casi un golpe de cadera, le gusta, le está gustando. Un pensamiento, un deseo surge pero es tarde, nota los latidos intensos, imparables anunciando el orgasmo, no tiene tiempo que perder. Lanza sus caderas al trote contra reloj, golpea una y otra vez, lo siente llegar, bufa, gime, suda a chorros, se agarra a esa hermosa grupa, trota, cabalga como un loco y estalla resoplando. Cree escucharla jadear, ¿o es su imaginación? Apoya ambas manos en la cama para poder sujetarse, apenas le sostienen los brazos.
—¡Joder! —protesta dejando caer la cabeza. Siente como la verga muere rápidamente y se escurre entre los apretados labios de Carmen.
Todo ha sido tan rápido, tan fugaz, si lo llega a saber hubiera tirado de la Viagra.
—¡Qué coño has hecho!
La voz indignada de Claudia le saca de sus pensamientos. Aún se encuentra sobre Carmen, besándole la espalda, apoyado en los antebrazos porque las muñecas ya no le sostenían. Tenía que haberse quitado antes de que le viera, está en una posición comprometida, no puede mantenerle la mirada, pero enseguida reacciona, se levanta y recupera el control, se defiende.
—No te pongas así, tampoco es para tanto.
—¿Qué no me ponga así, te das cuenta de lo que has hecho?
—Nada, darle la bienvenida.
—Eres un cerdo, te dije que la dejaras en paz.
—No te exaltes, solo es una de tu putitas.
—Esta vez te equivocas, es una mujer casada con bastantes problemas como para que encima… ¡Joder, no es ninguna putita! es una universitaria, doctora en psicología, ya ves.
—¡No me jodas!
Ángel se levanta, rastrea con la mirada la habitación hasta que localiza el bolso de Carmen y va a por él
—¿Qué haces? —dice Claudia
Ángel toma la cartera, encuentra el DNI, revuelve entre los documentos.
—¿La conoces?
—No, pero ya me enteraré de quién es y con quién trabaja. ¡Joder!
Ángel ha encontrado una tarjeta de Carmen. Claudia se acerca a su marido.
—¿Qué pasa?
—Ni se te ocurra decirle quién soy ¿entendido? Trae la cámara de fotos.
—¿Qué vas a hacer?
—Protegernos.» (5)
—¿Me lo vas a contar o piensas seguir callada?
—Perdona, estaba recordando.
—Te duele pensar en él, no es extraño, pero aún hay esperanzas.
—Sí, es eso, pensaba en… En fin, me preguntabas cuándo nos conocimos. No tiene gran interés. Estábamos pasando la tarde en su casa y Ángel llegó sin avisar. Claudia hizo las presentaciones. Te imaginarás mi sorpresa, nada menos que el prestigioso catedrático Álvarez Atienza. Estuvo muy amable, se interesó por mi trayectoria profesional y nos dieron las tantas hablando de mil cosas.
No se me da nada bien mentir, había improvisado la historia sobre la marcha y esperé a comprobar si había sido convincente. No sabía por dónde iba a salir si a Andrés se le ocurría indagar más; comenzaba a agobiarme, me retiré el pelo con ambas manos y él clavó los ojos en mis pechos. Con el cuello hacia atrás como si estuviera cansada y una mano aplicando un masaje le dejé disfrutar de la vista, no alargué en exceso lo que era una calculada maniobra de distracción, le haría olvidar de qué estábamos hablando. Cogí el vaso, el hielo se había deshecho y lo dejé con disgusto sobre la mesa.
—Te preparo otro, no hay cosa peor que una copa aguada.
Retiró los dos vasos y fue hacia el mueble bar.
—Flojito, por favor, tengo que conducir.
El accidente
Si no hubiera atendido la petición de Carmen a esas horas estaríamos muertos en la cuneta; sin embargo era Emilio quien conducía con su exasperante parsimonia. Dormitaba en el asiento de al lado cuando escuché un fuerte ruido seguido de una violenta trepidación, dio un volantazo y le oí maldecir, el auto hizo un trompo descontrolado y cayó de lado en la cuneta, ninguno llevábamos puesto el cinturón de seguridad, ¿quién lo usaba entonces? Recuperé el conocimiento en el hospital de Manzanares, tenía luxación de hombro y contusión en el área temporal izquierda, Emilio había salido peor parado: fractura de fémur, varias costillas rotas y un desgarro en el hígado producido por una esquirla. El accidente se produjo por la pérdida de la rueda delantera izquierda. Si hubiese conducido yo, a mi velocidad de crucero, a esas horas estaríamos muertos.
Miré el reloj, de no ser por el accidente estaríamos a dos horas de llegar a Madrid. En un instante monté una historia antes de llamar a Carmen.
…..
—Disculpa, es Mario. Hola, cielo, ¿por dónde vais?
—Malas noticias, tenemos una avería y no vamos a poder continuar.
—¡No me digas!, ¿qué ha pasado?
—Ha sido una pérdida de aceite, empezó a echar humo y paramos en una gasolinera, menos mal que estábamos cerca de Manzanares.
Mientras atendía a Mario no perdía ojo a Andrés, absorto en mi pubis. Estaba cómodamente recostada en el respaldo del sillón con las piernas cruzadas de una manera poco ortodoxa, tobillo izquierdo sobre el muslo derecho. «Siéntate como una señorita, pareces un chicazo», me reprendía mi abuela Paz cuando era una adolescente. Andrés me miraba el pubis, yo fingía no verlo.
—¿Y no lo pueden arreglar?
—La cosa es seria, el motor se ha gripado, Pasaremos la noche aquí, espero que tengamos un coche de sustitución pronto.
—No os preocupéis, descansad y mañana me cuentas.
—¿Algún problema? —preguntó tras terminar la llamada. Le conté lo que ya había intuido de la conversación. Era buen momento para concluir la reunión, se había hecho tarde, llevábamos reunidos más de tres horas. Podía darme por satisfecha, había logrado el objetivo propuesto.
Me incorporé y el alcohol dijo: Quieta. Andrés había hecho caso omiso a mi petición de aligerar la carga en el segundo y el tercer combinado.
—Será mejor pedir un taxi, no me siento segura conduciendo con lo que he bebido.
—Deja, te acerco yo a casa.
—Es muy tarde, Andrés, no te molestes.
—No tengo nada mejor que hacer, Berta está en Salamanca, lleva allí unos días. su madre ha empeorado.
—No lo sabía, lo siento.
—Han ido las tres hermanas, ha tenido un bajón tremendo. Venga, te llevo a casa y mañana recoges el coche.
Acepté, éramos dos solitarios con ganas de seguir hablando.
—Antes, debo hacer una llamada, no consigo quitarme de la cabeza…
Respiré hondo, me costaba enfrentarme a la esposa del hombre al que había abandonado a su suerte.
—¡Carmen, por fin!, ¿estáis bien?, ¿dónde estáis?
—Yo estoy en Madrid, No llegué a volar.
—¡Cómo!, ¿no viajaste?
—A última hora cambié de idea, estaba ya en el aeropuerto y decidí cancelar el viaje. Te llamo por si has tenido noticias de Ángel.
—No sé nada, no hay forma de comunicar, estoy muy preocupada, ¿qué te dijo, qué planes tenía?
—No hablé con él, pensaba llamarle justo cuando saltó la noticia.
No sé si llegó a entenderme, estaba conmocionada, mantenía una entereza que en cualquier momento se vendría abajo, en ningún momento reconoció la posibilidad de que la tragedia le tocara de lleno y yo no quise hacer alusión a nada que pudiera hacérselo ver. Nos despedimos prometiéndonos llamar si obteníamos alguna información nueva. Al colgar me sentí culpable.
—¿Qué tal ha ido?
—Vámonos.
Ya en el auto le di mi impresión sobre Claudia. No necesité mucho para hacer que me contara el drama por el que estaba pasando Berta, una familia atacada por el Alzheimer, una enfermedad devastadora para el enfermo y su entorno. Conocía a su suegra, una mujer fuerte con una sólida carrera como jurista que tras la jubilación se mantuvo activa impartiendo clases magistrales, dando conferencias y publicando. La brusca aparición de la enfermedad y el rápido avance sorprendió a la familia y les trastocó todos los planes de vida.
—Están destrozadas. A Berta, si la ves, no la conoces. No sé cómo va a acabar esto.
Intuí lo que, a nivel de pareja, estaba dando a entender.
Así llegamos a casa, charlando de todo sin tocar el tema que acaparaba la atención.
—Gracias, mañana me pasaré a recoger el coche.
—Cuando quieras.
¿Qué más faltaba por decir? Deberíamos despedirnos, darnos un beso en la mejilla, un hasta mañana y salir del auto. El tiempo se escapaba, cada segundo perdido lo ponía más difícil.
—¿Quieres subir? Vamos, te invito a un café, nos quedan muchas cosas por hablar.
Citas
(1) Capítulo 165 El retorno 15 junio 2022
(2) Capítulo 167 De dualidades y dilemas 26 jul 2022
(3) Capítulo 132 Soy lo que tú querías 14 jun 2020
(4) Capítulo 142 Babel 2 mar 2021
(5) Capítulo 88 El principio del fin 10 ene 2015
No se como calificar este capítulo, pues me he perdido en varias ocasiones, tal vez es porque al partirlo tengo la sensación de que falta algo.
ResponderEliminarMás tarde volveré a leerlo para ver si me aclaro más, porque a llegado un momento que no sabía cual de las Carmen estaba leyendo, la Carmen del pasado, la Carmen del presente o la del futuro.
Lo que voy a decir es que tu forma de escribir sigue siendo impecable y con un estilo propio que se hace la lectura muy agradabe.
Que paséis un agradable domingo.
Puedes estar orgulloso de eso Maruo
He podido ver a un Andrés muy diferente en este capítulo, ¿cual Andrés es el verdadero?, el que hemos conocido hasta el capítulo 179 o el que aparece en el capítulo 180.
ResponderEliminarEste capítulo me ha dejado una pregunta, ¿en quien puede confiar Carmen?
ResponderEliminarEste capítulo parece un homenaje dedicado a un personaje que deja la serie como los que se hacen en la tele, todo el relato está centrado en Ángel con repetición de escenas de otros capítulos y frases ya dichas. Ha muerto y ha sido muy emotivo hacerle esta celebración.
ResponderEliminarBruto.
ResponderEliminarBuenos días, empiezo a leer el capítulo y tengo la alegría de encontrame con la Carmen actual, vamos bien, esos detalles me gustan, sigo con la lectura.
Dice mi chica que le preocupa la salud mental de Carmen y sabe de lo que habla, yo en cambio creo que no es para tanto, le he preguntado si no ha hablado consigo misma en silencio, yo sí, muchas veces me he dicho ¿estás tonta?, como se te ocurre hacer eso o lo otro, o, ¿cómo te pusiste ese vestido para ir a tal sitio, parecías una… y yo misma me contesto. No sé si os pasa o soy yo la rara pero me he sentido basar ante identificada. Al final mi chica ha reconocido que esos diálogos mentales son normales aunque el de Carmen se sale un poquito de lo normal.
ResponderEliminarEn cuanto. Ángel yo no le daría por muerto tan pronto. Mala hierba nunca muere, lo dice el refrán
Yo no tengo tan claro que Angel haya muerto.
ResponderEliminarPensé que Roberto era la persona con quien se reunirían en new york, pero Andrés ha presentado la posibilidad de su regreso. Yo espero que ángel ya no esté.
ResponderEliminarLucia no eres la única, yo me suelo hechar broncas a mi mismo, sobre todo en el curro cuando un trabajo se tuerce por cometer un fallo tonto.
ResponderEliminarComo bien dice Lucía mala hierva nunca muere.
De todas maneras Carmen es una mujer muy fuerte, a pasado por mucho, a tenido momentos de bajón, pero a salido a flote una y otra vez.
ResponderEliminarDespués de darle muchas vueltas he hecho una modificación de estilo que, sin embargo, tiene una importante implicación en la interpretación del texto. Antes de su publicación aparecían tres versiones de un párrafo de las cuales la primera estaba tachada. Debido a que en TR no hay forma de presentar texto tachado se decidió no hacerlo tampoco en el blog perdiendo con ello parte del sentido; por ello se ha decidido recuperar ese estilo y tachar el párrafo para recuperar el significado completo de la escena. Si lo volvéis a leer puede que lo captéis mejor.
ResponderEliminaracabo la espera, ahora a leerlo, ya publicaré al respecto
ResponderEliminarUn capítulo excelente donde vemos a una Carmen vulnerable en una encrucijada inevitable y buscando la salida más acertada.
ResponderEliminarSe hace mucha alusión a la relación de Carmen con Ángel, y que todavía no tenemos noticias de él.
Las tres versiones del párrafo ha sido un toque magistral, te has lucido con ellas Mario. Aunque puede dar a entender una dicotomía de personalidad en la que hay varias Carmen diferentes y que actúan separadamente una de la otra, ya teníamos el conocimiento de una de esas personalidades en la investigación de la Náufraga. En aquellos episodios Carmen trató de centrar la atención en el estudio de los comportamientos y las circunstancias que atravesaba la náufraga y que hacían de su vida algo diferente que no llegaba a entender, pues no recordaba etapas pasadas por cierto bloqueo psicológico.
En el capítulo anterior y en este he leído comentarios acerca de que Carmen no debería tener más amantes o que las personas que se acercan a ella no son amigos sinceros ya que buscan al final una relación carnal. Debemos comprender desde el título de esta obra De qué trata, es el diario de un hombre que disfruta compartir a su pareja con otros hombres habrán algunos favoritos otros no tan favoritos algunos que incluso llegarán a ser sus amigos pero siempre habrán hombres nuevos en la vida de esta pareja. Y en el próximo capítulo podremos deleitarnos con los detalles de la relación de Carmen con Andrés.
El que siempre fue su mentor que la veía con ojos paternales y ella luego de esas palabras de Ángel fue descubriendo en sus miradas mucho más que ese apoyo desinteresado, descubrió morbo y deseo.
Gracias Mario por adelantar la Navidad.
Un saludo a todos desde el otro lado de la tierra.
Te doy la razón en que el diario va sobre Mario un hombre al que le gusta ver a Carmen con otros hombres, con eso no tengo ningun problema.
EliminarPara mi el problema radica en que todos los amantes que Carmen a tenido, han intentado manipularla de alguna manera, incluso Emilio.
Si yo fuera Carmen no me involucraria con Andrés, porque va terminar quemándose como le ha pasado con Tomás, además las escusas infumables de Andrés para justificar lo que va a pasar son de vergüenza ajena.
Que tu suegra tiene Alzheimer, ninguno estamos a salvo de esa enfermedad y su mujer está haciendo lo que un hijo hace por una madre a la que quiere, cuidar de ella.
Algunos amantes traen problemas en el futuro y eso es algo que Carmen debería tener en cuenta.
Feliz Navidad también a ti amigo Shubert
Una buena amiga del blog me ha advertido por email de un par de gazapos que ha detectado al leer el relato en TR y que le pasaron desapercibidos en el blog, no de ellos es este: Andrés dice que se pasó por el gabinete el jueves y escuchó ruidos en el despacho de Ángel. Efectivamente, esto sucedió el Jueves cuando Carmen decide viajar a Nueva York; el viernes se gestiona el billete, entre otras cosas. ya lo he corregido aquí, lamentablemente TR no permite a los autores editar los textos.
ResponderEliminarEl otro gazapo que menciona no es tal, dice la lectora: ¿Cómo es posible que Andrés supiese que Carmen había decidido volar si acababa de decírselo a Ángel?. Este no lo doy como gazapo y lo dejo sin explicaciòn porque incurriria en un spoiler
Si amigo Dos Octavas estás en lo correcto creo que se viene el huracán Claudia, primero descargando su ira en Carmen y después, pasada la tempestad, reclamando su "propiedad" sobre la esposa de Mario.
ResponderEliminarLucía yo también lo hago. Mi esposa lo disfruta cuando tomo un casp complejo y empiezo a cambiar argumentos conmigo mismo.
El tema de los padres lo entendés cuando pasaste al otro lado del mostrador y tenés hijos.
Interesante relato muy abierto para las siguientes entregas.
ResponderEliminarPuede ser que sea una despedida de Ángel, aunque como dice Andrés, no se sabe nada por ahora. También puede ser que despierte el huracán Claudia, pero creo que hemos recuperado al parapeto Tomas. Seguro que Tomas volverá a defender a Carmen.
Andrés me huele que será el próximo confidente íntimo de Carmen, creo que el sincerarse con él le puede venir bien. No se si seguirá en el gabinete, pero creo que a Andrés no lo va a dejar escaparse de su lado y más ahora que va conociendo a la nueva Carmen.
Y el accidente, no se si cuando se entere Carmen Mario se le van a romper los huesos que le quedan sanos.
Kikotou
Jajaja, yo pensé lo mismo Mario prepárate para la bronca.
EliminarYo lo de Andrés no lo veo, tengo la sensación que puede ser contraproducente en el futuro y que Carmen tenga actitudes de Andrés como la última de Tomás.
Puedo estar equivocado y el relato puede taparme la boca, si eso pasa reconoceré mi error rectificare.
En el desayuno Nadia Lidia y yo hemos hablado del capítulo y los tres coincidimos en lo mismo. Carmen es una mujer decidida, quiere comprobar que lo que decía Angel sobre Andrés era cierto.
ResponderEliminarNo tiene miedo a arriesgarse, como dice el dicho, quien no arriesga no gana, sabe que tiene en veneplacito de Mario, de todas maneras a Andrés de le ve venir de lejos.
Ahora hablando de Mario, en los 180 capítulos que llevamos, es el único que no esta cumpliendo su sueño, ver a Carmen con otro, pero verlo de verdad.
Lo más cercano que estuvo a cumplirlo fue Domenico, pero ni Mario ni Carmen estaban preparados y después ninguno de los amantes se a prestado a eso.
Esperamos que en algún momento Mario pueda ver cumplidos sus anelos, porque seguro que no es lo mismo verlo con tus propios ojos a que te lo cuenten.
En cuanto a Claudia, no entendería que la tomará con Carmen, que Carmen hubiera estado en Nueva York o no, no cambiaría nada, De todas maneras Claudia será lo que vuelva a unir a Carmen y Tomás.
Andrés y Tomás, puede haber un choque de trenes entre los dos maduritos, Tomás a demostrado ser muy territorial y celoso, solo nos queda esperar a futuros acontecimientos.
He leído y releído. En mi primer lectura hubo momentos en que me perdí, ese retomar escenas recordando como conoció a Angel, como entro en la tormentosa vida que la llevo hasta este momento. aunque de ntro de esa tormentosa vida lleva momentos muy felices con Mario, Angel, Tomas, Domenico, etc aunque ellos mismos la empujaron hasta donde está.
ResponderEliminarEn la segunda lectura entendí lo que nos cuenta Mario autor, se veía venir que tenían sospechas de la relación de Angel y Carmen.
Andrés está callendo en lo que tanto anuncio Angel, Carmen se da perfecta cuenta de que para Andrés no es indiferente en el plano sexual. espera a ver qué sucede si Andrés sube con Carmen a tomarse la tasa de cafe.
Mario espero no te tardes mucho en la siguiente parte, seguimos con muchas dudas, sobre Angel, Mario y Emilio con su accidente, Claudia, etc
Como ya he anunciado en TR, mañana desaparezco hasta después de reyes. Echaré un ojo de vez en cuando por si hay algún comentario que publicar y poco más, pienso dedicarme a la familia, los amigos y, en el tiempo que me quede libre, a terminar de prologar el libro de un colega y amigo que publicará el año que viene.
ResponderEliminarHoy quiero responder en lo posible los comentarios que habéis hecho.
Apasionado, fiel a su nombre, se debate con las emociones que le provoca la primera lectura de cada capítulo. Sosiégate, amigo, cuenta hasta diez y lee con calma, es la mejor manera de entender el texto en esos párrafos que a primera vista parecen atragantarse. En realidad no te digo nada nuevo, es la trayectoria que siguen tus comentarios en el transcurso de tus intervenciones: de la explosión a la serenidad.
Que Ángel haya fallecido en el atentado es algo que no debo desvelar aquí. Que sea un capítulo homenaje a un personaje en retirada como sugiere Dos Octavas ya os digo que no es mi estilo. Hay otras razones evidentes para tanta presencia de Ángel.
Sobre las tres versiones de la discusión con Andrés y el consiguiente soliloquio de Carmen, Lucía habla sobre los diálogos mentales que, unos más que otros, mantenemos con nosotros mismos hablándonos de tú a tú, adoptando a veces el rol de padre severo o madre reconfortadora. Es normal, a veces se convierte en patológico si ese rol adquiere un papel dominante.
Shubert incide sobre este tema y entra de lleno en el conflicto que provoca el bloqueo e inicia el diálogo que Carmen zanja con, «no sois nadie, soy yo y mis propias contradicciones, nada más». El motivo es Andrés.
Kiko, adelanta un pronóstico a ese «no hay mejor defensa que un buen ataque» que plantea Carmen, una estrategia arriesgada basada en las insinuaciones de Ángel sobre la inclinación de Andrés que, como dice, es al fin y al cabo un hombre. Por otra parte, Claudia está shock, aún está por ver su reacción.
Federico. Como le decía a Apasionado, este es un capítulo para leerlo con calma, tomando una taza de café, sin prisas, tal vez en dos o tres partes. Te aseguro que volver a presentar las escenas de Ángel de pasados capítulos no es un capricho, le dan sentido a los recuerdos de Carmen y le dan contexto a todo el capítulo. No es extraño que cueste integrarlos en el texto.
Nada más, os deseo lo mejor para el próximo año. Besos, abrazos y achuchones.
Mario
Gracias Mario, para mi mejor una tila jajaja, tienes razon, después de una segunda lectura, me quedo todo mucho más claro.
EliminarPásatelo bien con la familia, feliz Navidad y próspero año nuevo.
Soy del signo Escorpio y estás son mis características.
ResponderEliminarSon apasionados y tienen mucha imaginación e intuición, de hecho, muchas veces se dejan llevar demasiado por ella. Pese a todo, cuentan con una fuerza de voluntad admirable y tienden a tener un carácter firme, aunque en su interior son sensibles y emocionales. Son personas de extremos. En lo que respecta a las relaciones personales, los Escorpio suelen buscar la estabilidad.
Jajaja me define muy bien, Mario si en algún momento mis comentarios han sido inapropiados te pido unas sinceras disculpas.
En absoluto, ya me conoces, ningún problema contigo.
EliminarUna parte del capítulo que ha pasado desapercibida a sido la conversación entre Mario y Tomás, a Tomás se le ve arrepentido, sabe que a metido la pata hasta el cuello.
ResponderEliminarMario le mete caña y creo que es algo que le vendrá bien a Tomás, este último a perdido relación con su hija, tal vez por no ser capaz de pedir perdón en su momento.
Es posible que veamos un Tomás diferente en el futuro, espero que Carmen lo ponga las cosas difíciles, que sienta que la ha perdido.
Que tenga que sudar sangre para poder recuperarla, solo de esa manera comprenderá lo importante que es una amistad sincera y desinteresada.
Amigos del Café La Humedad les deseamos con mi compañera que pasen en compañía de sus amigos y familia unas felices fiestas.
ResponderEliminarIgualmente amigo Corvacho, yo cenaré con Nadia mi cuñada Lidia y mis suegros en casa, tranquilitos que con el frío que hace es donde mejor se está.
EliminarUn abrazo muy fuerte para ti y tu compañera.
Leyendo uno de los comentarios de TR me ha venido una pregunta a la cabeza, si en vez de ser Carmen, fuera Mario el que tuviera muchas amantes, ¿esa persona pensaría de Mario lo mismo que piensa de Carmen?
ResponderEliminarEres un escritor muy bueno Mario, aunque no te guste que te lo digan, incluso los que odian el relato, son incapaces de dejar de leerlo, eso es porque tu escritura atrapa.
Feliz navidad, Mario, Carmen y todos.
ResponderEliminarMarialejandra.
Que paséis una noche buena estupenda y que tengáis un feliz día de Navidad.
ResponderEliminarLo que son las cosas. Acá la mayoría venimos de esos inmigrantes que llegaron con sus valijas llenas de sueños
ResponderEliminarY quizás por recordarlos comemos en Navidad lo mismo que ellos , pero con la diferencia que allá hacía 10 grados bajo cero y acá a veces 35 grados a la sombra.
Felices fiestas amigos
Tengo una pregunta para todos, ¿creéis que Andrés aceptara ese cafe?
ResponderEliminarTodos damos por hecho que así será, pero, y si le dice que no, porque esa es una posibilidad tan probable como que diga que si.
Ya me diréis cual es vuestra opinión sobre esto.
Muy buena pregunta Apasionado, a mi manera de ver, y de acuardo a la descripcion que de Carmen, de como se le queda viendo, me da la impresion que si acepta el café, pero si Andrés acutua de acuerdo a como siempre ha actuado con Cafrmen, aun cuabdo aceptara no creo que pase nada mas que la toma de esa tas de café y una buena charla de lo que quedo pendiente de platicr.
EliminarPero si Andrés se le ha metido en la cabeza que Carmen puede darle lo mismo que le da a Angel, de seguro que se engancha, y como dijo alguien aqui en el block Andrés puede pasar a ser el confidente y amigo protector de la Nueva Carmen.
Aprovecho para decearles a toda la comunidad de este blog que tengan una feliz noche vieja y que el 2024 este lleno de prosperidad en todos sentidos.
EliminarIgualmente amigo Federico.
EliminarAsí llegamos a casa, charlando de todo sin tocar el tema que acaparaba la atención.
ResponderEliminar—Gracias, mañana me pasaré a recoger el coche.
—Cuando quieras.
¿Qué más faltaba por decir? Deberíamos despedirnos, darnos un beso en la mejilla, un hasta mañana y salir del auto. El tiempo se escapaba, cada segundo perdido lo ponía más difícil.
—¿Quieres subir? Vamos, te invito a un café, nos quedan muchas cosas por hablar.
Me parece según el extracto que la que desea aprovechar la situación es Carmen.
Recordemos que acaba de recibir la noticia que Mario y Emilio tuvieron un accidente. Ella no conoce los detalles ni sabe cuál es la realidad de la situación pero nosotros sí. Sabemos que Emilio tiene una fractura de costilla con perforación a un pulmón una fractura en el fémur que lo va a mantener por mucho tiempo en cuidado. Mario autor está buscando un suplente que pueda generar esa cohesión tanto carnal como sentimental, que haga la historia un tanto más tranquila luego de las vacaciones en Conil. Emilio fue un salvavidas luego del problema con Tomás. Tomás está preocupado nunca ha dejado de estarlo y la relación que tiene con Carmen desde siempre la vi tóxica. Pero eso ya es otro comentario aparte.
Andrés sube a tomarse el café. Carmen aprendió desde que empezó su despertar sexual a descubrir esos indicios de que una persona está receptiva. Y eso aumenta su capacidad en el análisis conductual normal o natural de un psicólogo.
Que todos tengan una noche vieja feliz y un nuevo año lleno de logros.
Me a gustado la respuesta bien razonada, feliz año nuevo amigo.
EliminarCarmen de forma muy hábil a le a dado un gran empujón a Andrés sin que esté sea consciente, contándole lo de su aventura con Angel.
ResponderEliminarNo hay nada más tentador, que te pongan delante de la cara lo que más deseas, pero también es verdad que aunque todos podemos ser infieles, no todos podemos ocultar a nuestras parejas el haberlo sido.
En mi caso sería incapaz, Nadia tardaría una milésima de segundo en pillarme, solo tendría que mirarme a la cara para darse cuenta.
Tal vez Andrés si sea capaz, en el siguiente capítulo saldremos de dudas.
Mario, tan puñetero él, nos deja abiertas todas las opciones:
ResponderEliminar1) No gracias, será mejor que me vaya.
2) un café o una copa, una charla y una retirada a tiempo, Andrés es un tío legal, aprecia a Carmen como a una hija y después de estar hablando del Alzheimer es posible que haya recuperado la sensatez.
3) café no, gracias, una copa y lo que sea. Andrés viene transformado, eso dice Carmen, es difícil que no terminen lo que empezaron, teniendo toda la noche por delante.
Yo no soy capaz de apostar por ninguna de las tres opciones, me gustaría que fuera la primera.
En el capítulo hay pistas que indican que Andres y Carmen acabarán en la cama, las miradas de Andrés a Carmen, cuando Andrés habla de su mujer Berta lo hace con cierto astio, llegando a insinuar el divorcio.
ResponderEliminarYo soy de los que opina que es difícil encontrar una amistad sincera y desinteresada y que es mejor dejarla tal como es, pero si tengo que apostar, apuesto a qué pasará.
Normalmente tengo paciencia, pero este capítulo a dejado más preguntas que respuestas y mi curiosidad me esta matando.
Felices fiestas a todos yo opino que a Andrés todavía le quedan muchos escrúpulos, a lo mejor se le pasa la oportunidad estáis mirando la historia desde los ojos de Carmen poneros en la piel de Andres y a lo mejor lo veis de otra forma
ResponderEliminarTienes toda la razón, podría ser así, veremos.
EliminarTambién se podía dar el caso de que Carmen se arrepintiendo en el último momento.
ResponderEliminarHay más temas importantes en este capítulo además de la invitación final, por ejemplo, la bofetada que le pega Carmen dos a Carmen uno.
ResponderEliminar“¿ Acaso necesitas el dineral que cobras cada vez que tu vida te asfixia y sales huyendo? Nunca te hizo falta el dinero, mucho menos ahora, pero antes al menos buscabas algo; ahora, qué excusa tienes, ¿demostrarte que a los cincuenta sigues estando en el mercado?”
Lo que menos me importa es si se trata de un problema de doble personalidad o es ella hablando consigo misma, la cuestión es lo que la protagonista desvela de su vida veinte años después. No es la primera vez que el autor (o autores) adelantan hechos de años futuros, lo hicieron con el encuentro de Ismael en 2012 si no recuerdo mal, hubo un encuentro Mario/Domenico en Italia y luego un relato en plena pandemia. Ahora salta un diálogo de Carmen con ella misma en la actualidad contando algo muy íntimo que revela que no está todo resuelto.
Esa parte fue la que me lio en la primera lectura que hice, es importante no cabe duda, pero es un futuro que tal vez no lleguemos a conocer.
EliminarPara mi ahora mismo el paso que va decidido dar Carmen con Andrés lo veo más trancendental, a sido su mentor y amigo de confianza, el paso de acostarse con el podría cambiarlo todo, perdiendo otro pilar importante en su vida.
La historia ha tenido algunos momentos en que se cruzan las líneas del tiempo, pero en este caso el mencionar puntualmente la edad me parece un excelente regalo y un gazapo al mismo tiempo, que nos pone a pensar en 20 años de vivencias que aún no resuelven un asuntocuya solución se ha estado buscando por tanto tiempo.
EliminarFelices fiestas
El comentario de Lucía es muy interesante, porque tiene varias lecturas, un puede ser que Carmen no haya conseguido superar eso que la atenaza y siga afectandola dentro de veinte años.
ResponderEliminarOtra opción puede ser que Carmen consiga superarlo, pero le guste demasiado esa vida que acaba de descubrir y no quiera renunciar a ella.
Lo único malo que veo yo en esto, son las matemáticas y no dan para ninguno, 16 años de diario y no hemos llegado a cumplir un año en la vida de Mario y Carmen, a no ser que Mario haga unos capítulos especiales sobre el futuro, será imposible que lo conozcamos, por eso prefiero no centrarme en eso, prefiero centrarme en los problemas que tienen Mario y Carmen en la actualidad.
Un abrazo muy fuerte Lucía.
Estos días he vuelto a leer algunos capítulos y para mi el personaje más humano de este relato es Carmen, los siento por Mario, pero eso es lo que yo siento.
ResponderEliminarSi esto fuera una película Carmen se comería la pantalla, me gustaría saber cual es para vosotros el personaje más humano del relato.
Felices fiestas para todos.
Bruto.
ResponderEliminarFeliz año nuevo a todos y que venga cargado de capítulos.
Feliz año para ti también Caito.
ResponderEliminarMario que tal que te pongas como propósito para el 2024 regalarnos un adelanto del siguiente capítulo el día de Reyes.
ResponderEliminarLo se, tengo más cara que espalda jajajaja.
Prometido.
EliminarFeliz año a todos.
Blogger no me permite iniciar sesión, ayer se me estropea el portátil y hoy blogger no me deja escribir un comentario con mi cuenta, me rio por no llorar.
ResponderEliminarApasionado
Me sigue diciendo que no se puede iniciar sesión cuando ya la tengo iniciada, alguien me puede ayudar, por favor.
ResponderEliminarApasionado.
Alguno más lecesta pasando, es blogger o soy yo el qymuecesta haciendo las cosas mal.
ResponderEliminarApasionado.
En Chrome mecdeja, no entiendo nada.
ResponderEliminarEn el móvil solo puedo comentar con el Chrome, con Firefox no me deja, pues comentaré por Chrome.
ResponderEliminarBlogger es muy “sensible” y a la mínima te pone pegas. Yo tiemblo cada vez que viajo porque me pide mil cuestiones de seguridad antes de dejarme entrar (si me deja) y a veces de regreso, no me reconoce.
ResponderEliminarComo ya habréis leído, el día de Reyes, por petición expresa de Apasionado, habrá regalo.
ResponderEliminarNadia, Lidia y yo te damos las gracias adelantadas, la verdad es que el anterior capítulo nos dejó con ganas de más.
ResponderEliminarestoy de acuerdo contigo, el capitulo 180 me dejo con ganas de mucho mas, aparte de que medejo con mas dudas que certesas, feliz año 2024 a toda la comunidad
EliminarFeliz año para ti tambien, amigo Federico.
Eliminar¿Qué estáis diciendo, que tenemos capítulo nuevo en reyes?
ResponderEliminarYo le pedí un adelanto del capítulo, me imagine que un adelanto nos podría dar, pero que no tendría el capítulo terminado.
EliminarLos anticipos que suele regalar Mario suelen dejarnos con ganas de más, luego vendrán las semanas de espera y nosotros estaremos como unos yonkis
ResponderEliminarA mi, si ese anticipo me disipa alguna de las preguntas que me dejo el anterior capítulo me doy por satisfecho.
ResponderEliminarMario que si quieres publicar el capítulo completo estás a tiempo, por pedir que no quede jajajaja.
El nuevo capítulo también dejará más preguntas que respuestas, esa es la esencia de un buen relato, enganchar al lector.
ResponderEliminarYo no soy de adelantos, pero últimamente con el diario me siento como cuando fumaba y me levantaba el domingo pir la mañana con resaca y cogía el paquete de tabaco y rstecestaba vacío.
Así que si es el capítulo bien venido sea, pero si es un adelanto también.
Bruto.
ResponderEliminarEso, eso ... Capítulo nuevo.
Do todas maneras no seamos quisquillosos, Mario ya nos habiso que estaría fuera hasta después de reyes y que tenía que ayudar a un amigo con un libro.
ResponderEliminarVeo muy difícil que Mario haya terminado el capitulo a no ser que no duerma, que también podría ser
Tengo claro que lo que nos enseñe mañana nos dejará los dientes más largos que a un dientes de sable, pero menos da una piedra, también puede pasar que Mario tuviera el capítulo terminado y nos vaya a dar una sorpresa.
Espero que mañana os regalen muchas cosas.
Viernes, por fin. Solo en casa, cocinando para quien está a punto de llegar. Aromas apetitosos, Tord Gustavsen Trío sonando en Spotify, ¿qué más puedo pedir? Ah, si, un verdejo, unas gildas y una tapa de queso viejo.
ResponderEliminarOs desvelo que, durante estos días, el control del blog ha estado en manos amigas. Gracias, Lucas.
Apasionado, hay más opciones de las que planteas, piensa, pensad, quedan horas.
Bruto.
ResponderEliminarQue bien esta noche vienen los reyes.
A lo de las gildas me voy a apuntar, de queso, jamón del bueno, tinto y verdejo lo he hecho bien estás navidades.
Diciembre no es un mes fácil, demasiadas reuniones con la familia, una opción puede ser que hayas utilizado el capítulo para desconectar, yo lo he hecho estas navidades, escaqueandome de mi familia para escribir un poco.
ResponderEliminarOtra opción es que tuvieras el capítulo terminado, pero no a tu gusto. Como comentaste, esta parte del diario no es la parte que más te emociona, te enfrascaste en otra parte que te atraía mucho más, por eso lo partirte en dos, para que te diera tiempo para terminarlo.
Otra opción es que lo del libro de tu amigo sea un cuento chino, y hayas estado trabajando en el diario con toda intención para publicarlo el dia de Reyes, de ahí la pregunta de si queríamos la sorpresa el 25 de diciembre o el 6 de enero.
Si hubiéramos elegido el 6 de enero hubiéramos tenido el capítulo completo, pero como todos decidimos el 25 de diciembre, solo tuvimos la mitad por impacientes.
Esa comida que estas preparando tiene buena pinta, ahí sitio para uno más.
Bruto.
ResponderEliminarYa vienen los reyes magos ... Ya vienen los reyes magos ... Ohe, ohe, ohe ...